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¿Cómo logar la excelencia en el sistema español de educación superior?

Luis Garicano, Samuel Martín-Barbero y Patricia Gabaldón

Resumen

El 25 de noviembre de 2021, la Fundación Rafael del Pino organizó el diálogo “¿Cómo lograr la excelencia en el sistema español de educación superior?”, en el que participaron Luis Garicano, eurodiputado, vicepresidente de Renew Europe y miembro de la Comisión Miras-Portugal de Expertos para la Reforma del Sistema Universitario, y Samuel Martín-Barbero, Presidential Distinguished Fellow de la University of Miami.

Luis Garicano: La excelencia en las universidades tiene dos aspectos principales: excelencia en docencia y excelencia en investigación. La excelencia en docencia supone que se forma bien a los estudiantes para su futuro, tanto en su vida profesional como para los demás aspectos de su vida. El primer requisito para esto es la universidad: los estudiantes se forman y consiguen un buen empleo. El segundo elemento es la excelencia en la investigación, que es muy fácil de medir. Se mide el impacto de la investigación por las citas de los artículos académicos, cuántas personas utilizan esas investigaciones para construir y cuántas patentes, cuánto impacto en empresas pueden tener esas investigaciones. En España, la empleabilidad no se considera para nada en la docencia y en investigación tendemos a ir más a medir el número de artículos que su impacto. Al final, en la academia, en investigación, muy pocas cosas tienen muchísimo impacto y eso es muy importante. Recordemos una medida muy sencilla de la excelencia: premios Nobeles. El último que hemos recibido en España en ciencias, a un investigador basado en España, porque Severo Ochoa no lo estaba, fue hace más de cien años. Eso muestra que la excelencia en nuestra investigación está muy lejos de alcanzarse.

Samuel Martín-Barbero: La excelencia es el último paso de un ciclo natural de muchos de los sistemas universitarios que, a día de hoy, hay presentes en el mundo. Empezamos hace cincuenta años cuando la preocupación era el acceso. Luego fue la universalidad y luego la calidad. Ahora estamos en la cuarta ola, que es la de la excelencia, pero creo que no va a ser la última. Hay dos fundamentales, que no se si se contraponen o se solapan, pero que son parte imprescindible del futuro. Una es la experiencia y otra el bienestar, la experiencia de aprendizaje y el bienestar de la persona. Si hay algo que hemos visto amplificado, con el COVID, como valor esencial del sistema universitario, o como un nuevo reto para él, ha sido la preocupación por el individuo, tanto por el bienestar de los profesores como de los alumnos. En términos institucionales, la excelencia es conseguir ser la mejor versión de uno mismo y no la falsa copia de otro. La excelencia como meta, como aspiración, está al alcance de todos, pero no todos podemos llegar a ella con los mismos medios, los mismos recursos y al mismo tiempo.

La excelencia se hace difícilmente digerible si no hay una investigación de calidad, de impacto. Pero hay otras dos dimensiones en las cuales las universidades también pueden lograr su excelencia que son fundamentales. Una sería la actualización curricular de los planes de estudio con los tiempos modernos y de todas las disciplinas, no solo las más demandadas en el momento. Hay mucho campo de mejora, actualización y refinar los planes de estudio. Por otro lado, la revolución pedagógica o experiencia activa del aprendizaje y cómo explotar eso en el aula y fuera del aula. Como tercer elemento, la gestión directiva profesional. Las universidades también necesitan unos estilos de liderazgo y de gestión que estén al mismo nivel que otros sectores de actividad.

Luis Garicano: Un cambio institucional tiene que ver con tres cosas. En primer lugar, tiene que ver con la gobernanza. Las universidades tienen que responder a las necesidades de la sociedad, el rector tiene que poder elegirse como en otros países y responder a algo externo, no a los intereses de los profesores y el personal de la universidad, porque entonces está capturado y no responde a los intereses de la sociedad sino a los del grupo que, en ese momento, está sirviendo. En segundo lugar, está la financiación. El dinero no puede ir para todos, sino de acuerdo con los resultados de investigación individuales y de grupo y de la docencia. El que gradúe a cien estudiantes y noventa se van al paro no puede tener la misma financiación que el que gradúe a cien y los cien tienen trabajo. De hecho, la financiación debería estar ligada directamente a la empleabilidad. En tercer lugar, hay que cambiar la carrera docente. Ahora hay mucha endogamia, los profesores responden mucho a los incentivos de ayudar a los de casa y todo el sistema está destinado a preservar este grupo de amigos en vez de competir para conseguir a los mejores. Esos cambios no son muy complicados desde el punto de vista de implementación. Son cambios que son palancas de los sistemas de incentivos de todos los actores. Si das clases que sirvan para que la gente esté desempleada, no te vamos a pagar nada. Entonces la gente empezará a pensar en la empleabilidad de los estudiantes. Si les dices que la investigación que no tenga un valor económico o un impacto no va a tener un incentivo, entonces con esos cambios cambian radicalmente las carreras, el esfuerzo. Por ahí es por donde deberíamos ir y es por donde van los sistemas de éxito.

Samuel Martín-Barbero: La gobernanza vista como una responsabilidad no solo hacia dentro, sino también hacia fuera, es algo que no solamente en Estados Unidos, sino también en muchos países de Europa, son una mínima, no una máxima. Los procesos de contratación de rectores a nivel internacional no solo en Estados Unidos, sino también en Canadá, Australia, Singapur y en algunas universidades europeas, pasan por sistemas de contratación similares a los de las altas direcciones. Las credenciales de los futuros rectores tienen que estar ahí. Son credenciales académicas para todos válidas a la hora de concursar a esos puestos. Pero luego están los procesos de medición de la capacidad de esas personas para generar un cambio dentro de la organización. Su capacidad de transformar la organización, de liderar equipos, es algo importante. Son sistemas en donde eso es algo habitual y está compensando y recompensado. No sería raro que España lo hiciera porque otros países de su entorno lo hacen. Eso debería cambiar la política de compensación y la política contractual, con modelos más flexibles de contratación laboral, incluso para cargos de gestión y de organización y no necesariamente por oposición. La competencia siempre es favorable, sea privada o pública, porque tenemos que pensar que, en algunos lugares del mundo, las universidades que están haciendo competencia a las privadas son públicas. Uno toma una región como el Golfo Pérsico, que ha ido creciendo alrededor de los campus internacionales de muchas universidades americanas y británicas y ahora, en los últimos años, el esfuerzo de esos gobiernos es por crear unas universidades públicas tan o más competitivas que las universidades internacionales ahí presentes. Operaciones de campus internacionales en algunos países del sureste asiático están retrayéndose o cerrando, puesto que se están viendo sin la capacidad de competir con los líderes públicos nacionales que se han creado en los últimos ocho o diez años. En España, la competencia nos daría una mejor estratificación de agentes, nos quedaría más claro qué es una academia, qué es una certificadora, qué es una proveedora de servicios educativos, qué es una universidad investigadora, qué es un college. Todo eso nos aclararía algo más el panorama, pero tendría que haber cambios desde el punto de vista regulatorio y de una ley que acoja el que este merado se abra y sea ilusionante para quien trabaja en él e interesante para quien decide abrir juego en él.

Luis Garicano: Deben existir investigadores y docentes. En el concepto de college en Estados Unidos se pone mucho énfasis en la docencia, están muy enfocados en el estudiante. A lo mejor, no consiguen revolucionar su campo de investigación, pero dan una docencia excelente. A otro nivel, existen los community college, que dan grados de dos años y están completamente enfocados en la docencia. Pero no creo que sea bueno que todas las instituciones aspiren a publicar miles de artículos en Nature o en Science. Es absurdo. Lo que tampoco deben hacer es hacer publicaciones malas, porque eso no sirve para nada. En Holanda hay diferentes contratos, que los llaman 50%, 60%, 80% de investigación, hay personas que están haciendo investigación y dan muy poca docencia. Si una persona está haciendo investigación de primera línea gana ese contrato. Si uno poco a poco va investigando menos, porque se hace mayor, pues va dando más clases. Habrá centros que tengan muchos profesores con 80% de investigación y otros que tengan muy pocos. No pasa nada. Lo importante es que todo el mundo tenga un contrato adecuado con lo que está haciendo. Lo que ahora tenemos es café para todos, que quiere decir que tienes un académico buenísimo en universidad que tiene la misma carga docente y la misma carga de investigación que un señor en otro departamento que no ha publicado nada. Es bueno que haya esta distinción y lo importante es que todo el mundo tenga incentivos para ser bueno en algo.

Samuel Martín-Barbero: Respecto a la financiación, hay países en Centro Europa donde las universidades públicas también se rigen por la inercia de buscar fondos privados, que cubren gastos operativos, o gastos fijos, de observatorios o cátedras, que representan el 20% o 25% del total de ingresos anuales de esas universidades. En Estados Unidos esto es un quebradero de cabeza para muchos presidentes de universidades. El buscar dinero privado ahora se convierte en un requisito sine qua non en la hoja de ruta de los rectores. Todo lo que sea acercar inversión, donaciones, bien intencionadas y con buen origen en instituciones públicas debería ser un orgullo para el sistema universitario. Israel también es un país muy interesante a la hora de establecer planes de carrera docente para su personal. Eso podría ser una fuente de inspiración para algunas universidades porque también hay una oportunidad de ser feliz siendo un gran profesor, no un investigador de vanguardia. Pero un gran profesor debe pasar también por una serie de exigencias, como ser un excelente docente y un excelente estudiante, porque no se trata de volcar lo que uno sabe, sino también de aprender lo que uno desconoce. Esto concuerda bastante con una situación que hace unos meses ha sido actualidad en España, que es el papel de los profesores asociados, ese activo capital de muchas universidades y ese peso de responsabilidad que reside sobre personas que no están en la orgánica, que cobran poco y que necesitan hacer malabares para poder completar un sueldo normal. Eso no es bueno para esas personas, para el sistema y para las instituciones y es poco lógico cuando muchos de ellos son referidos por los alumnos como muy buenos profesores.

Luis Garicano: Respecto a cuánto cambiaría el sistema si se pudiesen flexibilizar los salarios, el cambio sería radical. Somos personas que respondemos a los incentivos que nos ofrecen. El sistema en manos de los profesores asociados, que no tienen contrato permanente, en parte porque otros no hacen lo que tienen que hacer. El sexenio es un elemento de flexibilidad que da un poquitín de incentivos para ayudar a que haya un cierto margen entre los que más trabajan y los que menos. Pero hay que ligar los resultados en docencia y en investigación al salario que recibe cada profesor. Es fácil hacerlo hacia arriba, dar suplementos. Hay una idea catalana, del ICREA, que ha resultado muy bien. Se trata de contratos especiales para personas diferentes. Hay una posibilidad de decir vamos a repartir el dinero de investigación, o vamos a permitir a la gente dar docencia ligada a los requisitos de calidad. Todo eso cambia radicalmente, porque lo que es muy duro es que la persona que está dando todo de sí misma este peor que la persona que no lo hace porque lleva veinte años siendo funcionario.

Samuel Martín-Barbero: El concepto de internacionalización, como el de globalización, llega al sistema universitario tras haber sido un concepto teórico y una realidad dentro de la literatura económica. Lo que se hace es una interpretación de como una transacción de bienes puede ser derivada al contexto educativo. La gran tristeza es que no hemos llegado a avanzar en la concepción de lo internacional dentro del sector universitario, puesto que nos ha valido el hecho de intercambiar alumnos dentro de un mismo contexto, para estudiar las mismas cosas y convalidarlas por el mismo número de créditos. Una internacionalización universitaria en el siglo XXI pasa por salir de la zona de confort en la que uno está, estudiar algo que nada tiene que ver con lo que uno lleva estudiando, enfrentarse a una experiencia de vida que le ayude a uno a romper prejuicios, estereotipos y sesgos, y regresar a su lugar de origen con la satisfacción de haberse llenado como mejor persona, mejor ser desde el punto de vista intelectual y mejor formado desde el punto de vista académico. Si eso pasa también por una experiencia de trabajo, no solo de estudio, todavía mejor. No es tan complicado. La universidad es universal por definición y las comunidades académicas son las mejores para la colaboración entre los seres vivos y no hay diferencia cuando un profesor habla con otro profesor en latitudes distintas. Hay mucho espacio de desarrollo para eso. Nos hacemos flaco favor como país cuando nos vanagloriamos de los números altos de alumnos que vienen a España cuando ese número alto de estudiantes no necesariamente sigue un programa completo en España. Una cosa es venir a España por el magnetismo de nuestro país y otra para completar un grado o un postgrado. Italia y España tienen cierto paralelismo en ese sentido, somos los primeros importadores a nivel mundial de alumnos internacionales, pero lo que verdaderamente interesa es que esos alumnos permanezcan con nosotros hasta completar sus títulos universitarios, cosa que todavía no hemos logrado.

Luis Garicano: Para la internacionalización, desde la perspectiva de la carrera universitaria hay que hacer una serie de piruetas con la Aneca y las acreditaciones, los informes, los papeles, los cursos. En el extranjero, cuando acaba el curso te quedan en la cola para que les extiendas sus certificados los profesores españoles porque al resto de la gente le da igual. Si a cualquiera de nosotros nos hacen una oferta de una universidad americana, o de una universidad holandesa, se hace en base al currículum que, además, se puede buscar en Google Scholar en cinco minutos. No hacen falta todos esos papeles, que mantienen el sistema como un universo cerrado. Las universidades privadas tienen mucha más internacionalización porque tienen un sistema diferente de contratar y de buscar gente que no tiene que ver con esos papeleos. La OCDE está sacando un informe en el que una de las cosas que dice es que un problema muy grave en España a la hora de conseguir la colaboración universidad-empresa, a la hora de conseguir impacto, es el papeleo administrativo tan enorme, que hace que todo se tenga que justificar, que comprobar. Es un papeleo que va al formalismo, pero no se ve si las cosas tienen impacto o no tienen impacto. Con eso se sustituye el juicio objetivo sobre el trabajo por unos papeleos. Lo que dice la OCDE en este informe es que este formalismo lleva a producir estos resultados. Esto también detrae mucho la presencia de extranjeros en las universidades españolas, porque no tienen todas estas cosas.

Samuel Martín-Barbero: Respecto al COVID, toda la rudeza o dificultad de generar un apetito por lo digital, por las nuevas tecnologías educativas en las universidades se evaporó rápidamente. No tuvimos más remedio que acomodarnos a una nueva realidad, que fue muy bueno desde el punto de vista de clima interno. Unas universidades consiguieron hacer una gran inversión en recursos, una inversión en hardware y software que se quedarán, lo que es importante, porque esa robustez del sistema de infraestructuras está ahí para quedarse. En cuanto a la capacidad del profesor para sacar el máximo de esa experiencia, las universidades hicieron un esfuerzo importante para capacitar y para ayudar al profesor para, al menos, salir del paso. Con el tiempo, algunos de esos planes de contingencia se han convertido en planes de formación continua para el profesorado. Si se hace como política general es muy positivo, si en la política de contratación de profesores se incluyen planes de formación ad-hoc también es muy positivo. Va a costar más volver al pasado que seguir en el presente. El formato híbrido y las modalidades semi presenciales van a tomar mayor cuerpo dentro del portfolio de programas que van a ofrecer las universidades y va a haber mayor experimentación en ese campo. Va a haber proyectos muy interesantes en el campo de la realidad virtual, de la realidad aumentada, participados también por facultades de ingeniería, de computación, no necesariamente por la vía de subcontratación de proveedores. Las universidades van a ver en esto la oportunidad de generar una experiencia de aprendizaje mejor para toda la comunidad universitaria.

Luis Garicano: A veces te tienen que forzar a dar un salto adelante. La docencia universitaria no ha cambiado mucho en los dos mil últimos años. Parece que es buen momento para repensar muchas cosas. La innovación que más me ha gustado ha sido la flipped classroom. La idea es la siguiente. Se graba la parte de la sesión magistral de la clase para que los estudiantes la puedan ver antes de la clase y se usa el cien por cien del tiempo de la clase para responder preguntas, hacer ejercicios, discutir un caso. Esto es un uso mucho mejor del tiempo de la clase en una actividad que motiva a los estudiantes, los anima, les da algo que hacer y que pensar, en vez de estar de forma pasiva tomando notas. Esta idea estaba en el aire, pero no había ningún incentivo para ponerla en marcha. Este es un modelo que está para quedarse.

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