Conferencia Magistral Jesús Fernández Villaverde

España en la encrucijada de la competitividad y la productividad. ¿Cómo será la próxima crisis y cómo podemos preparar a la economía española para superarla con éxito?

La Fundación Rafael del Pino organizó, el 23 de mayo de 2019, la Conferencia Magistral de Jesús Fernández Villaverde “España en la encrucijada de la competitividad y la productividad. ¿Cómo será la próxima crisis y cómo podemos preparar a la economía española para superarla con éxito?”.

Jesús Fernández Villaverde es Catedrático de Economía en la Universidad de Pensilvania desde 2007 y miembro del Nacional Bureau of Economic Research (NBER), del “grupo de los cien” y del consejo editorial de relevantes publicaciones nacionales e internacionales. Es Licenciado en Derecho y Ciencias Económicas y Empresariales por ICADE y Doctor en Economía por la Universidad de Minnesota.

Resumen:

El 23 de mayo de 2019 tuvo lugar en la Fundación Rafael del Pino la conferencia de Jesús Fernández-Villaverde, titulada “España en la encrucijada de la competitividad y la temporalidad”. Fernández-Villaverde, catedrático de Economía en la Universidad de Pennsylvania, indicó que, después de un largo periodo de expansión, en el segundo semestre de 2008, la economía española entró en una profunda crisis, que llevó a perder casi un 10 % del PIB. A finales de 2013, comenzó una recuperación. Hoy en día, estamos un 16% del fondo de la recesión y un 5% por encima del pico de 2008. Sin embargo, el bienestar de los españoles no es mayor que en el pico de 2008, porque vivíamos por encima de nuestras posibilidades. Afortunadamente, llevamos casi seis años de expansión. Parte de esta expansión se debe a factores internos, en particular, los salarios y el precio de la vivienda que volvieron a niveles más consistentes con la economía española. Parte del crecimiento también nos vino de fuera, en particular por una política monetaria muy expansiva del BCE. Hoy es importante pensar dónde estamos y adonde vamos, porque va a llegar otra crisis. No sabemos cuándo, pero va a llegar porque siempre llegan la crisis. Lo que hemos hecho durante cincuenta años en España es no prepararnos para la siguiente crisis. Por eso, debemos romper esta dinámica. Nadie sabe cuándo va a llegar la crisis ni cómo va a ser, porque la economía es algo complejo, con unas relaciones no lineales. Por eso, no sabemos predecir con precisión más allá de seis meses o un año. Lo que podemos hacer es ver la historia reciente de la economía española y pensar cuáles han sido los motivos que nos han llevado a las crisis. Uno de ellos es una política monetaria expansiva, que nos ha llegado desde fuera, y no necesitábamos. Es el caso de 1992 y en el 2008 y los años anteriores. Hemos tenido crisis cuando hemos tenido altos niveles de apalancamiento y mucha deuda. El tercer motivo es que somos un país pequeño muy expuesto al resto del mundo, en particular por la dependencia energética del exterior. Finalmente, somos un país que ha tenido políticas internas delicadas, por ejemplo, la enorme parálisis política del periodo 1973-1979. La historia no se repite, pero rima. Estos problemas que hemos tenido históricamente están todavía encima de la mesa. La próxima crisis será una combinación de estas fallas de la economía española, las cinco debilidades de la economía española: las cuentas públicas, la productividad, la estructura de las exportaciones, la situación muy delicada del sistema financiero y la economía política. En ausencia de una política monetaria propia, el instrumento fundamental para manejar el ciclo económico es la política fiscal, pero ahora está en una situación muy mala a corto, medio y largo plazo. En el corto plazo, tenemos un déficit estructural del 2,5%. El déficit se ha ido estabilizando, pero solo porque la economía ha ido yendo mejor, pero tendría que haberse reducido más deprisa de lo que lo ha hecho desde 2015. Pero, desde ese año, los gobiernos se han dedicado a gastar más. La economía española está ahora donde tenía que estar a largo plazo, lo que quiere decir que ese déficit estructural es que el que se tendría a medio y largo plazo. El problema con ello es que no se reduce la deuda sobre PIB del 97%. Además, ¿qué va a pasar el día que llegue una recesión? Pues que caerá la recaudación, aumentará el gasto y subirán los tipos de interés, con lo que el déficit puede volver a subir al 10%, que no se podrá financiar. Este es un problema del que nadie habla. Hay un problema, también, de largo plazo, que es la sostenibilidad del estado del bienestar a causa de la caída de la natalidad y del aumento de la esperanza de vida. Esto va a llevar a que la población, sin inmigración, caiga a 25 millones, lo que dificulta el pago de la sanidad y las pensiones. Si se traen inmigrantes para superar esta situación, la población española llegaría a suponer el 40% del total, con lo que ya no seríamos un país europeo. No hay un sistema político que pueda digerir esto. Además, hay un problema más sutil: un inmigrante de baja cualificación no ayuda porque cotiza poco y luego tiene que cobrar una pensión. Segunda debilidad: la productividad. Es clave que crezca porque la única manera de producir más a largo plazo es el crecimiento de la productividad. La productividad en 1981 y en 2014 es la misma, pero no se puede tener un país moderno y un sistema de protección social si no crece la productividad. Tercera debilidad: la estructura de las exportaciones. Uno de los grandes factores de éxito de la economía española durante la recuperación fue la capacidad de exportación. Pero, siendo un país que ya exporta más que Francia e Italia en porcentaje del PIB, España se encuentra con problemas enormes para sus exportaciones a medio plazo. En primer lugar, las exportaciones se concentran en sectores muy expuestos al cambio tecnológico, que están pasando una transformación fundamental. Más a largo plazo, tenemos el problema de que la producción de esos sectores pueda marcharse a otros lugares. El segundo problema es que el destino de las exportaciones está excesivamente concentrado en Europa Occidental y con poco crecimiento en Asia. España no tiene una presencia importante en India, que será la gran economía dentro de treinta años, ni en China. Es más, las exportaciones a la India se están reduciendo. El tercer problema es que el nivel de complejidad de las exportaciones sigue siendo muy bajo. Producimos coches, pero la gama baja. Esto nos hace que las exportaciones sean muy sensibles tanto al ciclo económico como a pequeños cambios en el tipo de cambio. Esto no es un problema de los coches de gama alta. Más en general, España está totalmente descolocada de la nueva economía tecnológica mundial. Nuestras grandes compañías son las grandes empresas del siglo XX, no las del siglo XXI. Cuarta debilidad: la delicada situación del sistema financiero. El sistema financiero tiene un nivel de capital muy bajo, el más bajo de la Unión Europea. Tiene 213.000 millones de fondos propios, pero de ellos 40.000 millones son créditos fiscales, lo que en realidad no es capital. Además, los bancos españoles no son rentables, no ganan dinero. El retorno de sus fondos propios es tan solo del 5,4%, cuando la tasa histórica de la banca es el 7%, y eso que ahora estamos en el mejor momento del ciclo. Además, una buena parte de ese retorno son las filiales extranjeras de los grandes bancos. El problema es que no se puede tener una economía que funcione sin un sector financiero rentable. Última debilidad: la economía política de España. Tenemos un Congreso de los Diputados muy fragmentado, con lo que cualquier tipo de agenda legislativa va a ser muy complicada. Llevamos así desde 2014, sin una labor legislativa de reformas importantes. Los resultados del 28 de abril sugieren que una buena parte del electorado recompensa el cortoplacismo de los viernes electorales, lo que nos va a hacer entrar en una dinámica muy nociva en la que los políticos responsables van a encontrase ante una audiencia muy poco receptiva. Un ejemplo de ello es la suspensión durante dos años del factor de sostenibilidad de las pensiones. Esto fue una irresponsabilidad porque los pensionistas habían estado muy protegidos durante la crisis. La situación en la Unión Europea no va a ayudar. España tenía un aliado en Europa para impulsar las reformas que era el Reino Unido. Pero los británicos han decidido irse. Sin ellos, a los franceses y alemanes les va a salir el instinto proteccionista e intervencionista que llevan dentro y España, por ello, va a tener muchos problemas para que la Unión Europea haga lo que tiene que hacer. La buena noticia es que se puede hacer algo al respecto, mediante una estrategia de reformas. Hay que afrontar las cuentas públicas, la productividad, la estructura de las exportaciones y la situación del sistema financiero. ¿Qué se puede hacer? Hay que reducir el déficit mucho más rápido y poner fin a los viernes sociales. Deberíamos estar ya en superávit, lo que quiere decir que hay que aumentar ingresos y reducir el gasto público, lo que implica medidas dolorosas que no le van a gustar a nadie. Tenemos que ir a un IVA de tipo único que recaude más. Hay que recortar cosas que a la gente no le va a gustar. Y hay que solucionar los problemas de sostenibilidad del estado del bienestar a largo plazo, lo que implica explicar los problemas demográficos a los españoles y afrontar la política de inmigración de manera sensata. Ambas cosas se tienen que hacer con racionalidad. También hay que tener un proceso presupuestario más sólido. Respecto a la productividad, hay que meterle mano a la educación, y hacerlo cuanto antes porque los cambios se notan más adelante. Necesitamos un sistema educativo que funcione, con materiales didácticos de calidad y no ideológicos. La universidad es un problema tremendo. Los planes de estudio de economía en España son horrorosos, porque no están dando la formación que tendrían que dar. En relación con la formación profesional, la gente sale sin saber cosas que necesitan en el día a día. Y, lo que es más importante, no hay interés en la sociedad civil por cambiar las cosas. En el mercado de trabajo tenemos un marco laboral mal diseñado, que provoca que el paro se dispare cuando llegan las crisis. El marco laboral permite la dualidad entre fijos y temporales, pero no permite una negociación colectiva racional. Necesitamos un marco regulatorio que permita la competencia. Necesitamos instituciones que funcionen, no la colonización del sector público por parte de los partidos políticos. Un sistema político muy fragmentado va a poner cosas encima de la mesa que van a tentar mucho. Una de ellas es la España vacía. Esta vacía porque tiene sentido y se va a quedar más vacía, ya que la economía del siglo XXI es una economía de la aglomeración. En España hay una región que tiene futuro, Madrid, que tiene que convertirse en la tercera gran metrópoli de Europa. Tiene que crecer a unos ocho o nueve millones de personas y ser el centro económico del país. Pero el sistema político no va a querer afrontar esto, cuando lo que nos tiene que preocupar es el bienestar de las personas, no el bienestar de los territorios. Y el bienestar de los españoles depende de que Madrid sea una gran metrópoli europea y, además, que compita con Miami por ser la capital del mundo hispanoparlante. No se puede demonizar al sistema financiero, ni un Tribunal Supremo inventándose cosas como las cláusulas suelo. También hay que recordar que existen unos límites muy serios a la redistribución, para no impedir el crecimiento económico a largo plazo.

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