Conferencia Magistral Nicholas Crafts

La desaceleración de la productividad en la actualidad: una perspectiva histórica

La Fundación Rafael del Pino organizó, el 27 de Enero de 2020, la Conferencia Magistral «La desaceleración de la productividad en la actualidad: una perspectiva histórica» que impartió Nicholas Crafts.

Nicholas Crafts es Catedrático Emérito de Economía e Historia Económica en la Universidad de Warwick desde 2005, y catedrático del TRIUM Global Executive MBA Program, una alianza de NYU Stern, LSE y HEC School of Management. Ha sido Director del ESRC Research Centre on Competitive Advantage in the Global Economy (CAGE) y profesor en la London School of Economics and Political Science. Sus principales campos de estudio son: la economía británica en los últimos 200 años; el crecimiento económico europeo, los datos históricos de la economía británica, la Revolución industrial y la distribución internacional del ingreso, especialmente con referencia al Índice de Desarrollo Humano. A lo largo de su dilatada y prolífica carrera ha publicado gran cantidad de documentos.

Resumen:

El 20 de enero de 2020 tuvo lugar, en la Fundación Rafael del Pino, la conferencia de Nicholas Crafts, Catedrático Emérito de la Universidad de Warwick y Exdirector del Centre for Competitive Advantage in the Global Economy del Reino Unido, titulada “La desaceleración de la productividad en la actualidad: una perspectiva histórica”. El profesor Crafts inició su intervención refiriéndose a la nueva paradoja de la productividad, que consiste en que el crecimiento de la productividad se ha desacelerado de forma muy marcada al mismo tiempo que la tecnología parece avanzar con mucha rapidez. En estos momentos, por ejemplo, hay un gran entusiasmo, y también un gran temor, respecto a la inteligencia artificial, la robótica, etc. También podemos ver la cuarta revolución industrial por todas partes, menos en las estadísticas de productividad. Teniendo en cuenta esto, ¿qué enseñanzas podemos extraer de la historia económica? Desde mediados del siglo XX, la tasa de crecimiento de la productividad se ha desacelerado, tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea, hasta alcanzar en la actualidad tasas muy bajas, del orden del 1,2% anual en EEUU y del 0,6% en la UE. De cara al futuro, la Comisión Europea estima que la tasa de incremento de la productividad aumentará hasta el 1,1% anual para la UE. La Oficina Presupuestaria del Congreso estadounidense también estima un aumento de la tasa de productividad para EEUU. La cuestión, por tanto, es si Europa podrá mantener el paso de Estados Unidos. Parte de lo que sucede en Europa es su respuesta a los desarrollos tecnológicos que han tenido lugar en Estados Unidos. Más del 90% del progreso tecnológico de los europeos es esencialmente importado. La cuestión de cara al futuro es si la productividad en Estados Unidos continuará desacelerándose o si, por el contrario, su tasa de crecimiento repuntará, y si Europa será capaz de seguir los pasos de Estados Unidos, en particular en las grandes mejoras tecnológicas. Según las estimaciones de Robert Gordon, la variación de la productividad del trabajo estará muy por debajo del 1% anual. La creación de puestos de trabajo es uno de los grandes desafíos de la actualidad. Para los tecno optimistas, la revolución tecnológica va a transformar el comportamiento de la productividad y su tasa de crecimiento podría superar el 2% anual. Los expertos en econometría, por el contrario, son bastante pesimistas y dicen que la productividad no hace más que desacelerarse y que esa tendencia va a continuar. Hay un indicador, sin embargo, que puede ayudar a predecir la evolución de la productividad. Se trata del volumen de libros publicados sobre nuevas tecnologías, que ha demostrado ser un índice bastante fiable para predecir la evolución de la productividad. Un aumento del número de volúmenes publicados sobre nuevas tecnologías viene precedido de un incremento de las tasas de crecimiento de la productividad. Como desde 1995 está aumentando el número de libros sobre nuevas tecnologías que se publican, esta evolución lleva a estimar que la tasa de crecimiento anual de la productividad en Estados Unidos repuntará hasta el 2,2%, mientras que el aumento en Europa será inferior. Ahora bien, dicho todo lo anterior, también hay que tener en cuenta que la revolución digital ha hecho más difícil medir el PIB y, por tanto, podemos estar subestimando el crecimiento económico. Además, el impacto de la evolución tecnológica sobre la productividad se produce con un retraso temporal significativo. Además, las tendencias pasadas constituyen un pobre estimador de las tendencias futuras de la productividad. No hay más que ver que el crecimiento de la productividad se aceleró en la década de los 90, gracias a la introducción de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, cuando la tendencia era a la desaceleración. Asimismo, cuando aparecieron los grandes cambios tecnológicos del pasado, como el vapor, la electricidad o el motor de combustión interna, hubo que esperar un tiempo hasta que su efecto se vio reflejado en el crecimiento de la productividad. Ese retraso puede ser bastante significativo. No obstante, hay expertos que consideran que la productividad crecerá poco porque los grandes avances tecnológicos ya se produjeron en el pasado y porque es difícil encontrar nuevas grandes ideas, sobre todo porque hay que invertir cada vez más y más en I+D para conseguir un descubrimiento tecnológico que sea significativo. Además, la productividad del sector de I+D se ha reducido, y se ha reducido mucho. También afecta la pérdida de dinamismo del sector empresarial, con lo que se debilita la creación de nuevas empresas, el desarrollo e introducción de nuevas tecnologías y nuevos procesos productivos, etc. Si esto fuese cierto, entonces tendríamos que buscar una respuesta a la pregunta sobre el origen de esa pérdida de dinamismo. Otro problema es que para medir el PIB necesitamos el deflactor del PIB, el cual mide las variaciones en los precios, que es con lo que valoramos el PIB, y no incluye las mejoras en la calidad de los productos ni ajusta los precios a las variaciones en la calidad. Por tanto, puede haber ganancias de la revolución digital que no se estén teniendo en cuenta, pero que mejoran el bienestar. Las implicaciones de los cambios tecnológicos para la productividad al principio son modestas. La aritmética del crecimiento y el tiempo son los elementos que permiten que se despliegue todo su potencial. Las ganancias derivadas de la robótica y de la inteligencia artificial, por ejemplo, no se producen de la noche a la mañana, sino que llevan tiempo porque hay que adoptar las nuevas tecnologías, aprender a utilizarlas, contar con las personas con la formación necesaria para ello, etc. Esas nuevas tecnologías tienen un impacto sobre el empleo, porque cambian su naturaleza y composición y provocan la desaparición de una serie de trabajos, al tiempo que aparecen nuevos tipos de empleo. Esto puede producir una dualización del mercado de trabajo, que afectará especialmente a los trabajadores menos cualificados y de sueldos más bajos, los cuales pueden ver desaparecer sus empleos. La cuestión, por tanto, es cómo se va a preparar a esos trabajadores, en términos de políticas laborales, para que puedan producir algo diferente. Por lo que se refiere a si las grandes invenciones afectan a la productividad, hay que tener en cuenta que su crecimiento se debe más a muchos y muy diversos recortes de costes reales que al impacto de la penetración de las nuevas tecnologías. El crecimiento de la productividad, además, no se debe tanto a los grandes avances tecnológicos como a su difusión en la economía y la sociedad. El declive de la productividad también tiene que ver con la reducción de la competencia. Por eso aparecen menos nuevas empresas y menos descubrimientos e innovaciones. Esto tiene mucho que ver con una política de competencia ineficiente. La regulación, al mismo tiempo, se ha incrementado, y eso también reduce el dinamismo empresarial porque la regulación hace cada vez más difícil que las nuevas empresas puedan desafiar a las incumbentes.

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