El papel del periodismo en el escenario del poder

Bieito Rubido, Mariano Rajoy y Nicolás Redondo

La Fundación Rafael del Pino organizó, el 20 de octubre de 2021, el diálogo en directo a través de www.frdelpino.es «El papel del periodismo en el escenario del poder» en el que participaron Bieito Rubido, Mariano Rajoy y Nicolás Redondo con motivo de la publicación de la obra de Bieito Rubido  » Contar la verdad» publicada por la editorial Edicones B.

Bieito Rubido, es director de ‘El Debate’.  Ha sido director de ‘La Voz de Galicia’ (2000-2006), director de Antena 3 de Radio y Antena 3 de Televisión en Galicia (1995-2000), director editorial de los periódicos regionales de Vocento (2009-2010) y director de ‘ABC’ durante 10 años (2010-2020). Bieito es, además, colaborador de Herrera en COPE y El Cascabel de Trece. Asiduo contertulio en espacios de radio y televisión, ha participado, entre otros programas, en ‘Los Desayunos de TVE’.

Mariano Rajoy Brey es licenciado en Derecho y registrador de la propiedad, profesión que ejerce actualmente, tras una extensa carrera política. Fue elegido diputado en las primeras elecciones autonómicas gallegas en 1981, aunque tras lograr un acta como concejal en Pontevedra, pronto se convirtió en presidente de la Diputación de esta provincia. Posteriormente fue elegido diputado nacional por la misma circunscripción y unos meses después fue nombrado vicepresidente de la Xunta de Galicia. En las elecciones de 1989 logró de nuevo su acta como diputado en el Congreso y entró a formar parte de la dirección nacional del Partido Popular como vicesecretario general. Tras la llegada del PP al Gobierno en 1996, asumió diferentes carteras ministeriales, Administraciones Públicas, Educación y Cultura, Interior y Presidencia, así como el cargo de vicepresidente primero y ministro portavoz del Gobierno. En 2003 fue elegido secretario general y candidato a la presidencia del Gobierno y, al año siguiente, presidente del Partido Popular. Tras las elecciones de 2004 y 2008, – en las que el PP obtuvo el mejor resultado obtenido nunca por el partido de la oposición- en noviembre de 2011 logró la mayoría absoluta alcanzando la presidencia del Gobierno. En 2015 volvió a ganar las elecciones y después de su repetición en 2016 fue investido de nuevo presidente del Gobierno, cargo en el que permaneció hasta junio de 2018. Unos días después renunció a la presidencia del Partido Popular y a su escaño como diputado, que ocupaba desde la III Legislatura, para regresar a su puesto de funcionario, que desempeña hoy día. Está casado y tiene dos hijos.

Nicolás Redondo Terreros (Portugalete, Vizcaya, 1958), hijo del histórico sindicalista y político español Nicolás Redondo Urbieta, fue elegido secretario general del Partido Socialista de Euskadi-Esukadiko Ezkerra (PSE-EE) en 1997. En 2001 dimitió de todos sus cargos en el partido por abiertas discrepancias con la línea política del PSE-PSOE. Desde 2001 es presidente de la Fundación para la Libertad.

Resumen:

La Fundación Rafael del Pino organizó, el 20 de octubre de 2021, el diálogo “El papel del periodismo en el escenario del poder”, en el que participaron Bieito Rubido, director de El Debate; Mariano Rajoy, ex presidente del Gobierno, y Nicolás Redondo, presidente de la Fundación para la Libertad, con motivo de la publicación de la obra de Bieito Rubido “Contar la verdad”, publicada por Ediciones B.

Mariano Rajoy: La labor del periodismo es elegir lo que se considera que es más importante y lo que más pueda interesar al lector. El periodismo desempeña una función social de enorme trascendencia. El periodista nos cuenta las noticias, nos dice lo que está ocurriendo en cada momento. El periodista opina y crea opinión, influye en lo que piensa la gente, en su manera de contemplar los acontecimientos de cada día. El periodista puede hacer mucho bien y también mucho mal. Los hay que hacen una cosa, los hay que hacen otra, y otros mezclan.

Dice Rubido que lo que ocurre es que en esta profesión no siempre se es consciente del daño que se puede hacer. Se juega con contenidos e informaciones que pueden afectar al buen nombre, al honor o a la vida de las personas. Los periodistas no alcanzan el nivel de jueces, fiscales y policías, pero pueden llevarse por delante el bienestar de una persona o de su familia en una sociedad tan sensible a la imagen y a lo que los demás piensan o dicen de nosotros. La transcendencia mediática depende de muchos actores, pero entre los más activos están los periodistas.

Sigue diciendo que los medios se creen todo lo que traiga el sello oficial del órgano judicial correspondiente y se produce una perversión lacerante. El acusado se ve en la obligación de probar su inocencia, mientras las autoridades judiciales y peritos y policías declinan su deber de demostrar que es cierto lo que ellos dicen y mantienen para acusar.

Esto se refiere a uno de los temas que más han dado que hablar y escribir en los últimos tiempos en España. Son asuntos importantes y es bueno que se hable, se escriba y se opine sobre esto, porque esto es muy importante.

Continua la cita cuando añade que tres materias contribuyen al descrédito: el periodismo político, el periodismo económico contaminado por el enorme poder de las compañías y, finalmente, el mal llamado en España periodismo de investigación, que ha sido, durante mucho tiempo, una herramienta de policías, jueces y fiscales que se aprovechan de los sueños húmedos de periodistas que creen protagonizar cada mañana un Watergate mientras contaminan los propios sumarios en marcha y el ambiente de convivencia en España.

También citó a Rubido cuando dijo que la reconciliación nacional fue un logro de la Transición. La concordia entre los españoles era algo de lo que nos sentíamos orgullosos. Un presidente de Gobierno decidió quebrar ese consenso y tirar al basurero de la historia un hito admirable del pueblo español. Estaba atendiendo una petición de la izquierda más radical, pero él se sentía cómodo en ese papel e, incluso, evocó a uno de sus abuelos. Al otro no, aunque también había estado en aquella guerra fratricida.

Siguiendo con la tónica de citar a Bieido, dijo que terminar con la actividad terrorista de la extrema izquierda vasca no fue fruto de un Gobierno, sino del esfuerzo durante años y años de las fuerzas del orden y seguridad del Estado y de los servicios de inteligencia, así como sin la colaboración internacional no se hubiera terminado con esa lacra cuyos embriones todavía se remueven en los huevos de la serpiente original: la maldad humana.

Nicolás Redondo Terreros: En el capítulo dedicado al viejo y al nuevo periodismo, Redondo percibe la similitud de las enfermedades que tienen los periodistas y los políticos. Estos últimos años hemos tenido un debate muy intenso en España que va seguido de la vieja y la nueva política. De este debate y del triunfo de la nueva política podemos decir que estamos como estamos. Del viejo y del nuevo periodismo también hemos terminado teniendo una situación de enfrentamiento radical, de insulto, de descalificación y de amarillismo político. Decía Al Gore que cuando el espectáculo circo entra por la puerta, la política sale por la ventana. Ese es el defecto del nuevo periodismo.

El debate, sin embargo, no es nueva política-vieja política, o nuevo periodismo-viejo periodismo. Eso es una lectura superficial del título de la conferencia de Ortega y Gasset. Es una conferencia muy radical, dictada en 1914, hablando de todos los males terribles de España, y cinco meses después se declaró la Primera Guerra Mundial, a la que no se prestó ninguna atención en aquel momento. Esto no es una cuestión de vieja o nueva política o de viejo o nuevo periodismo. Es una cuestión de buen periodismo o de buena política. Tenemos nuevos instrumentos que están provocando una crisis en el periodismo y convulsionando la política, pero son instrumentos. En realidad, los principios de la democracia representativa son los principios de siempre; son el acuerdo fundamental entre el centro derecha y el centro izquierda, entre la socialdemocracia y el liberalismo, lo que ha dado un pacto de estabilidad durante los últimos sesenta años que corre cierto y grave riesgo en estos momentos.

Esto nos lleva a pensar cómo se retroalimentan la política y el periodismo, cómo es verdad que, al final, la responsabilidad última es del político, pero la alimentación de esa tensión no viene solo de la necesidad del político sino también de los intereses del periodista, o de la mala acción de los periodistas.

Estamos viviendo malos tiempos en el periodismo y en la política porque el populismo se ha enseñoreado de la vida política. Cuando los periodistas hablan de que la causa de los males de España es Mariano Rajoy, están ciegos ante la realidad de Occidente, porque han aparecido populismos en todos los países de características parecidas al nuestro. Es un defecto muy español ese pesimismo coqueto. Tenemos dificultades, pero hay que mirar cómo está Francia, que, si no fuera por la arquitectura institucional que tiene, estaría en una situación casi indefendible. Hemos tenido a Trump, o el primer ministro británico, o en Europa del Este esos países dirigidos por personajes iracundos, personalistas y totalitarios. Es un problema que tenemos en todos los países de nuestro entorno porque la democracia representativa está en crisis.

En el periodismo, como en la política, nos ha inundado una especie de filosofía de Paolo Coelho del sentimentalismo sofocante, casi totalitario, que vivimos.

Redondo citó del libro la conversación de Rubido con los empresarios catalanes porque en esa conversación se ve el gran problema que tienen en Cataluña, y que lo tiene fundamentalmente la burguesía catalana. Es la vocación viciosa de trasladar siempre la responsabilidad al pasado o a los demás. Una élite que traslada la responsabilidad al pasado o a otros no cumple con su papel en la sociedad.

Bieto hace mucha referencia a las empresas y se ve una actitud, sino negativa, resignada, que recuerda a Menéndez Pidal cuando dice que España es el país más igualitario de Occidente, pero no tiene élites; tiene poderosos. Lo que tienen que hacer los empresarios es crear riqueza, porque ese es su papel. Pero para pasar de poderosos a élite, tienen que hacer eso y, además, comprometerse con el país, no con un partido político o unas siglas, sino con un proyecto de país. En España se depende demasiado de las instituciones. Eso hace que hoy, y en el pasado, tengamos poderosos, pero carezcamos de élites. Esas élites que mantienen al país en los ámbitos y en los caminos en los que tiene que estar.

Hay tres requisitos para mantener un alejamiento sano de los populismos, para definirlos: qué relación tienen los partidos populistas con la violencia; qué entusiasmo, o falta de entusiasmo tienen con las instituciones democráticas; qué papel juegan los medios de comunicación en su interpretación de la realidad. Esas tres referencias definen a los partidos populistas. Cuando entran en esas referencias, lo único que les queda a los partidos democráticos es mantener un alejamiento sano en relación con esos fenómenos. Además de las leyes, los primeros garantes de la democracia política son los partidos políticos del sistema. Si esos partidos fallan, termina fallando el sistema. Eso hace que, en alguna ocasión tengamos que decir que, a veces, debemos olvidar la lógica del poder y hacer sencillamente lo correcto.

Bieito Rubido: La profesión periodística en España necesita una pasada por la autocrítica. Hay un fenómeno, el falso mito del periodismo de investigación, cuando no hay investigación alguna salvo en tres o cuatro casos concretos. Hay filtraciones en las que, casi siempre, la fuente es parte interesada.

Otra cosa que tiene pendiente el periodismo es aprender a pedir perdón. La cantidad de gente a la que se le arrasó no solo la presunción de inocencia, sino también su buen nombre, la familia, y que sean absueltos años después, pero apenas se ha publicado sobre esto último. El periodismo es también un reflejo de la sociedad en la que se desarrolla, por lo que se precisa una reforma por la cual todos estos casos que se llevan en los tribunales se acorten los plazos y que la persona que sienta a gente en el banquillo que luego es absuelta tenga algún tipo de responsabilidad. Los periodistas no han pedido perdón casi nunca cuando esas personas son absueltas.

El cine y las series de televisión le han hecho mucho daño al periodismo. Todos los periodistas se imaginan que van a ser Ben Bradley manejando los papeles del Pentágono. Ben Bradley fue el director del Washington Post en el famoso Watergate, pero la que tuvo de verdad el coraje, el mérito, fue la editora Katherine Graham. Esas películas y series hacen mucho daño porque los jóvenes quieren protagonizar grandes capítulos de su vida profesional en el periodismo. Pero la verdad es que el periodismo, en el día a día, es bastante gris. El periodismo es una de las profesiones con mayor grado de frustración de todas las profesiones que hay en España. El periodista empieza a estar frustrado a partir de los treinta y pocos años porque no cumple sus expectativas y porque es una profesión muy interclasista en la que el periodista se relaciona con todos y después su vida es bastante más vulgar. Por eso, el periodista es un personaje que arrastra muchas frustraciones.

Por eso, hay que educar a los periodistas en muchos aspectos. En primer lugar, en que es una profesión muy apasionante, pero que tiene esas limitaciones. En segundo lugar, se necesita que la asignatura de ética y deontología sea una de las asignaturas estelares del periodismo. Hay que inocular la importancia de la ética y la deontología en las futuras generaciones de periodistas. Hubo algunos periodistas que, con sus prácticas, crearon unas escuelas, unos estilos, que no le han hecho ningún favor a la profesión.

El periodismo vive la gran transformación digital. El mundo digital lo está transformando todo, en muchos aspectos para bien, pero muchos para mal. Las futuras generaciones deben saber que las nuevas tecnologías nos permiten seguir haciendo buen periodismo, a pesar de la inmediatez con la que se propagan las cosas. Estamos en un momento en que las noticias no duran nada, pasan con tal velocidad que unas anulan a las otras. A pesar de ello, el periodismo tiene una esencia, que es la de siempre: contar buenas historias que atraigan a la gente y contar la verdad. En definitiva, esos dos vectores son la libertad y la verdad. Es decir, trabajar en libertad, pero contando la verdad. Lo que maneja el periodista son fragmentos de la realidad, nunca tiene una visión global de la totalidad de lo que está aconteciendo. Con esos fragmentos tiene que contar cosas y, si no es consciente de que maneja fragmentos, a veces hace un flaco servicio y no se da cuenta de que está emponzoñando la vida social de España.

Los periodistas tienen a pensar que son amigos de tal político, del presidente de cual compañía o equipo deportivo. Eso es mentira, porque el día en que uno deja de ser periodista u otro de ser político, las relaciones desaparecen y el concepto de amistad no está presente por ningún lado.

Hay muchas cosas en el periodismo que parecen glamurosas, pero la realidad es que, en el día a día, el periodismo está mal pagado, no redime a la sociedad. Martín Ferrand decía que el periodista no ha venido al mundo para redimir a la sociedad, sino para contarle la verdad. El mandato moral del periodista es contar la verdad. Después cuenta la verdad desde el ángulo en que está y, cuando pasan los años, descubre que aquella verdad que creía que era verdad luego no es así. Por eso, lo más importante para un periodista es intentar contar la verdad, pero desde una posición honesta y desde la humildad.

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