Las 12 soluciones más eficientes a los principales problemas globales. Lo que sí funciona.
La Fundación organiza, el 30 de noviembre de 2023, la Conferencia Magistral «Las 12 soluciones más eficientes a los principales problemas globales. Lo que sí funciona.» que impartió Bjorn Lomborg con motivo de la presentación de su último libro, de igual título, editado por Ediciones Deusto.
Bjorn Lomborg es un académico, escritor y activista medioambiental danés. Es presidente del Copenhagen Consensus Center, un think tank que reúne a los mejores economistas del mundo —entre ellos, siete premios Nobel— para investigar, definir y fomentar las soluciones más efectivas para los grandes problemas mundiales. Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Copenhague, ha sido profesor visitante de la Copenhagen Business School. Es también autor de los bestsellers El ecologista escéptico (Espasa, 2003) y Falsa alarma (Antoni Bosch, 2021) Lomborg es comentarista habitual en medios como The New York Times, The Wall Street Journal, The Guardian, CNN, FOX y la BBC. Su columna mensual se publica en 19 idiomas y en más de 30 periódicos, y tiene más de 30 millones de lectores en todo el mundo.
Resumen:
El 30 de noviembre de 2023, la Fundación Rafael del Pino organizó la conferencia magistral “Las 12 soluciones más eficientes a los principales problemas globales. Lo que sí funciona.”, impartida por Bjorn Lomborg, académico, escritor y activista medioambiental danés y presidente del Copenhagen Consensus Center, con motivo de la publicación de su libro del mismo título.
¿Cómo nos planteamos un mundo en el que hay muchas cosas que queremos hacer, pero no tenemos el suficiente dinero? ¿Cómo hacer el bien? Pues tenemos los famosos ODS. Todos los gobiernos del mundo se han comprometido con ellos hasta 2030. Qué prometen. Se lo prometen todo, a todos, en todas partes, en todo momento. Por supuesto, hay muchos objetivos, 169. Muchos cientos de promesas: acabar con la pobreza, crear sistemas de protección social, acabar con el hambre y conseguir manzanar orgánicas, acabar con las enfermedades contagiosas y que no se abuse de las drogas y del alcohol. Algunas de las promesas están fenomenal y se pueden conseguir, pero otras, como lo del abuso del alcohol, no sabemos cómo hacerlo. Luego también vamos a resolver todo lo de la guerra, la desigualdad, trabajo para todos, turismo sostenible, vivir en armonía con la naturaleza, tener más parques urbanos para los discapacitados y muchos más objetivos.
Todo son buenas intenciones, pero no lo estamos consiguiendo. Jeffrey Sachs ha hecho algo admirable que es intentar determinar cuántos de los objetivos estamos consiguiendo. En el 2000 estábamos en un 50%. A lo largo de estos años hemos llegado a un 67 y, a este ritmo, llegaremos a un 72% en el 2030. Pero habíamos prometido que estaríamos en el 100% en esa fecha. Estamos haciendo las cosas de tal forma que no vamos a estar contentos porque no lo vamos a conseguir. Si siguiéramos a la velocidad actual, no lo conseguiríamos hasta el 2080. Vamos con medio siglo de retraso. Esto no puede ser si se lo prometes todo a todos no hay prioridades, no estás comprometiéndote de forma sensata. Lo que estás haciendo es diseminar los recursos escasos como mantequilla en una rebanada de pan enorme.
Podemos hacer mucho más, pero exige que prioricemos. ¿Por qué no priorizamos? Tenemos muchas buenas causas, así es que la mayoría de gobiernos e inversores donantes van a dedicar su dinero a cosas que tienen estas causas: animales monísimos, bebes que lloran, ONGs. Pero no es así. Debemos priorizar mejor. En el Copenhaguen Consensus estamos trabajando en cómo priorizar, en dónde gastar el último dólar. Lo que hemos hecho es estudiar todos los objetivos para localizar aquellos lugares del mundo donde podemos hacer mayor bien. Esto es, por cada euro gastado, conseguir quince euros de bien, quince veces o más las ventajas. Estamos viendo cómo hacer las cosas bien. Las hay que no exigen mucho dinero, pero la mayoría sí. También hay un coste no financiero. Si le dices a una madre que lleve a su bebé para que lo vacunen, a lo mejor necesita medio día para poder hacerlo, a lo mejor tienen que tomar un autobús y les cuesta, y tienen que dejar de trabajar. Eso es un coste, pero no es un coste que tengamos que cubrir.
Todas estas promesas van a costar 41.000 millones de dólares, pero 6.000 millones no son financieros, así es que necesitamos 35.000 millones todos los años. Es tremendo, pero no es mucho en el sistema internacional, pero lo importante es que vamos a salvar 4,2 millones de vidas al año. Además, la parte más pobre del mundo va a ser más rica en un billón de dólares. Si lo hacemos bien, vamos a conseguir un resultado fantástico.
Esto no es difícil. Si falta dinero, ¿cómo lo vamos a conseguir? Hay cosas que se consiguen muchos resultados con poco dinero, otras que consumen mucho dinero para pocos resultados, y otras que no sabemos cómo corregir, cómo arreglar. Por eso, hay que priorizar.
Hay tres ideas que nos ayudan. Son tres asuntos: educación, salud materno infantil y tuberculosis. Todo el mundo está de acuerdo en que la educación es importantísima en todos los lugares del mundo. Los niños del mundo están escolarizados, pero no aprenden mucho. Los países más pobres del mundo han duplicado la inversión en educación en los últimos años, pero no se ha producido prácticamente impacto alguno en el aprendizaje. Estamos gastando mucho dinero, pero no vemos que marque la diferencia. Los niños no entienden lo que están leyendo. La ONU hace un informe y pide a los niños que lean una frase y el 80% de los niños en la parte más pobre del mundo no responden porque no saben leer la frase, no saben conseguir que las palabras tengan sentido en forma de frase y, si no lo consigues, no vas a ser productivo cuando seas adulto. Estamos hablando de 370 millones de niños que son analfabetos funcionales. Es un resultado horroroso.
Sabemos mucho de lo que no funciona. Si preguntamos a la gente cómo arreglamos lo del aprendizaje, habrá quien diga que se necesitan mejores profesores, que habrá que pagarles más, que las aulas tienen que ser más reducidas, … Son muchos argumentos y los oímos muchas veces cuando hablamos con la gente, pero las cosas no son así. Que haya menos alumnos por aula funciona algo, pero es muy caro. Indonesia es un ejemplo fantástico de lo que no funciona. El país quería mejorar la educación e incluyó en la constitución el duplicar la inversión en educación. El salario de los maestros se disparó, contrataron a un millón más, tiene uno de los tamaños medios de clase más pequeños. Lo hicieron en distintas regiones en distintos momentos, lo que permitió llevar a cabo un control aleatorio, pero no tuvo impacto sobre el aprendizaje. Gastaron muchísimo más, había clases con muchos menos alumnos, los profesores estaban más contentos, pero no era ese el objetivo. Así es que hay que reconocer que hay muchas cosas que no funcionan, o que lo hacen malamente.
Pero hay muchas cosas que sí funcionan. ¿Cuál es el problema más acuciante de la educación? Estamos hablando de Nueva Delhi, de matemáticas y de niños que están al final de la secundaria. Los investigadores fueron y preguntaron a los niños en qué curso estaban, y los había de distintos cursos. Si eres maestro, ¿cómo vas a dar formación a estos niños? Eres maestro, hay cincuenta niños. Estos niños van a estar aburridísimos y algunos no van a entender lo que está pasando. Así es que la mayoría de los niños no se enteran de nada. Si todos los niños de doce años están juntos en un aula, pero son muy distintos, no estás llegando al nivel de cada uno de ellos. Hay que enseñar a los chicos a su nivel. El problema sería el mismo si tuvieras el 50% de niños y niñas. Por eso, reducir el tamaño de la clase no funciona. Afortunadamente, hay otra forma de dar clase a cada niño llegando a su nivel. Colócale frente a una tableta, con un software formativo pedagógico una hora al día. Este software va a determinar rápidamente en que nivel está cada alumno y le va a dar clase inmediatamente a partir de su nivel. Este sistema es muchísimo mejor y, como es una garantía, puedes compartir esa tableta entre muchos niños, con lo que es menos caro. Y si les das la tableta van a compartir los dibujos. Lo que hacemos es cerciorarnos de que es una herramienta pedagógica, con lo que vamos a conseguir un resultado fantástico. Si lo haces por cada alumno una hora al día, el alumno va a aprender muchísimo. Si lo haces durante un año escolar completo, esto costará 31 dólares por alumno por año completo durante un año. Al final del año, habrá aprendido tres veces lo que hubiera aprendido de otra forma. Esto va a suponer que cada niño será más listo y, por tanto, más productivo como adulto y va a poder ganar un dinero equivalente a 2.000 dólares adicionales de ingreso. En resumen, hay que aprender de acuerdo con el nivel y dándoles a los niños una tableta una hora al día con software pedagógico.
Se puede hacer de una forma más barata, que es sin tecnología. Sencillamente, una vez al año hacen un examen a los niños y a los peores les pasan a una clase, a los intermedios a otra y así. Es mucho más barato y los más aventajados están juntos dividiendo las clases por niveles.
Otra fórmula es la pedagogía estructurada. Sabemos que en los países más pobres los maestros son poco más cultos que los niños y muchos de ellos no tienen ni idea de pedagogía. Estos maestros dicen que, muchas veces, las clases se llevan a cabo sin planificación. Sabemos que hoy, cuando enseñamos matemáticas de una manera, pero el 40% de los maestros ni siquiera introducen los conceptos. Habría que hacer talleres para aprender a enseñar, por ejemplo, quebrados. Esto ayuda a los maestros a ser mejores. Malawi se ha planteado las tabletas para los alumnos de primaria. Kenia también. Todo se basa en ensayos aleatorios y sabemos que funcionan. Por supuesto que van a robar tabletas, los niños las perderán o se las robarán, habrá cortes de luz. Pero eso ya lo hemos tenido en cuenta porque estamos viendo los resultados de lo que se consiguió gracias a estos experimentos a gran escala. Los costes son más limitados y las ventajas son las ganancias descontadas futuras. Prevemos que estos chicos ganen diez mil dólares más.
Si nos lo planteamos para el 90% de los niños de la parte más pobre del mundo, esto costaría aproximadamente 8.000 millones de dólares, pero ese bien hecho van a ser más 559.000 millones de dólares. Así, esta parte del mundo conseguirá mejores resultados. Lo bueno de esto es que una vez que la gente ha trabajado en este estudio, podemos decir que cada euro que se gaste va a reportar sesenta y cinco euros de beneficio social. Es una magnífica inversión. Es lo que deberíamos hacer como civilización. Es la ventaja de este enfoque.
Respecto a la salud materna y neonatal. Dar a luz es muy peligroso para la mayor parte de la gente en la parte más pobre del mundo. Cada año, 295.000 mujeres mueren en el parto y 2,3 millones de niños mueren en su primer mes de vida. En algunos países ricos hacia el año 1800 el 1% de las mujeres fallecían al dar a luz. Era como jugarte la vida cada vez que ibas a tener un hijo. Eso se ha reducido muchísimo desde entonces. Con la ayuda de los antibióticos se ha reducido a cero en los países ricos. En Sri Lanka vemos también que ha bajado muchísimo. Pero sigue habiendo muchos países que todavía no han llegado a esas buenas estadísticas, a pesar de que la situación está mejorando. Respecto a la mortalidad infantil, uno de cada cinco niños solía morir en el primer mes. Ahora, esa cifra ha bajado muchísimo, pero todavía no hemos cumplido con las promesas que habíamos hecho.
Este es un gran problema, pero se puede solucionar muy fácilmente. Trabajamos con la OMS y hemos identificado cuáles son las políticas más efectivas, las que nos van a dar un ratio coste/beneficio mayor y son los cuidados básicos de emergencia, obstetricia y neonatal. Y también la planificación familiar. En estos cuidados básicos se incluyen muchas cosas, por ejemplo, que las mujeres estén en una clínica, tener desinfectantes. El 20% de las instalaciones médicas de todo el mundo no tienen desinfectantes, con lo que se producen más infecciones. La asfixia al nacer es un tema gravísimo. Más de setecientos mil niños al año mueren por ello. Uno de cada cinco niños al nacer no respira y, entonces, hay que ponerles oxígeno para que puedan respirar. En los países ricos tenemos instrumentos muy caros y buenos para ello, pero se puede hacer con una bomba manual. Así de sencillo. Pero si no tenemos este aparato, que solo cuesta 65 dólares, el niño puede morir. Si se utiliza 25 veces al año y se suma el trabajo del personal sanitario, costaría cinco dólares salvar una vida. Se necesita que todas las instituciones estén mejor financiadas, tengan más trabajadores, más desinfectante y más aparatos de este tipo para que, cuando las mujeres vayan a dar a luz, los bebés puedan sobrevivir. Dotar a los hospitales y clínicas de todo lo que necesitan costaría 2.500 millones de dólares más al año. El tiempo del personal son 2.100 millones y los incentivos 200 millones. Esto es el coste, no es demasiado. El coste total anual serían cinco mil millones de dólares, pero las ventajas serían salvar a 166.000 madres, lo que es un valor de 32.000 millones. También salvaría a 1,2 millones de niños, lo que supone un valor de 482.000 millones y habría un dividendo demográfico de 41.000 millones de dólares, que quiere decir que la economía crece más rápidamente. Los beneficios totales serían de 559.000 millones de dólares y el ratio coste/beneficio sería de 114. O sea, cada euro gastado nos va a dar 114 euros de beneficio social.
Esto no es algo complicado. Podríamos salvar muchas vidas y hacer que los niños sean más productivos. Por tanto, sus sociedades serían más ricas en el futuro si hacemos estas cosas tan sencillas y básicas. Con la tuberculosis se llega a la misma conclusión. Por muy poco dinero, 6.200 millones de dólares, podemos hacer un gran bien erradicando la tuberculosis, es decir, 46 veces el retorno de la inversión.
Tenemos doce políticas fantásticas con evidencias de que, si gastamos dinero en ellas, podemos hacer un gran bien. Por 35.000 millones de dólares, estas doce cosas -tuberculosis, salud maternal y del neonato, malaria, nutrición, enfermedades crónicas, inmunización infantil, educación, I+D en agricultura, contratación electrónica, seguridad en la posesión de la tierra, comercio y migración cualificada- pueden evitar muchísimas muertes y se puede conseguir mucho en ventajas sociales. Con eso, podemos salvar 4,2 millones de vidas todos los años. Hagamos lo que hagamos, esto hay que hacerlo antes.
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