Conferencia Magistral presencial de Leandro Prados de la Escosura

Bienestar y libertad: una visión a largo plazo

La Fundación Rafael del Pino organizó el martes 21 de febrero de 2023 a las 19 horas, la Conferencia Magistral de Leandro Prados de la Escosura titulada «Bienestar y libertad: una visión a largo plazo» con motivo de la publicación de su última obra titulada «Human Development and the Path to Freedom» publicada por Cambridge University Press.

Leandro Prados de la Escosura, Catedrático Emérito de Historia Económica de la Universidad Carlos III de Madrid e Investigador del Centre for Economic Policy Research del Reino Unido es, además, Catedrático Rafael del Pino. Doctor por la Universidad de Oxford y Doctor en Economía por la Universidad Complutense, ha ejercido la docencia las universidades de Georgetown University (como Catedrático Príncipe de Asturias) y de California-San Diego. Ha ocupado la Cátedra Honorífica Maddison en la Universidad de Groningen y ha sido Leverhulme Professorial Fellow en la London School of Economics and Political Science (LSE), Visiting Fellow, en All Souls College, Oxford, y Jean Monnet Fellow en el Instituto Universitario Europeo (Florencia).

Ha presidido la European Historical Economics Society y ha sido miembro del Comité Ejecutivo de la International Economic History Association. Es miembro de los consejos editoriales del Journal of Economic Surveys y Cliometrica y fue director de la Revista de Historia Económica. Pertenece a los consejos asesores de la European Review of Economic History, Explorations in Economic History y la Scandinavian Economic History Review.

Ha publicado y editado monografías acerca del crecimiento y la distribución en España, América Latina desde la independencia, los costes y beneficios del imperialismo europeo, el excepcionalismo británico en la era de la Revolución Industrial y las fuentes del crecimiento a largo plazo. Sus libros más recientes son Spanish Economic Growth, 1850-2015 (Palgrave Macmillan, 2017) y Human Development and the Path to Freedom (Cambridge University Press, 2022). Actualmente investiga sobre la libertad económica y el bienestar en el mundo en perspectiva histórica y el desarrollo económico en España a muy largo plazo.

Resumen:

El 21 de febrero de 2023, la Fundación Rafael del Pino organizó la conferencia magistral “Bienestar y libertad: una visión a largo plazo”, impartida por Leandro Prados de la Escosura, catedrático Emérito de Historia Económica de la Universidad Carlos III de Madrid, con motivo de la publicación de su última obra titulada “Human Development and the Path to Freedom”, publicada por Cambridge University Press.

Según Prados de la Escosura, bienestar es un conjunto de cosas necesarias para vivir bien. En realidad, la visión que se tiene de bienestar es más amplia, multidimensional, y hoy en día hay una insatisfacción generalizada con la idea de medir el bienestar mediante el progreso material, el PIB. Hace diez años, Angus Deaton, Premio Nobel de Economía, decía que el bienestar debe incluir la salud, la educación, el ingreso, la satisfacción vital y la participación en una sociedad democrática bajo el imperio de la ley. Esto choca con la tendencia de utilizar el PIB como medida del bienestar.

En realidad, esta idea del bienestar no es tan moderna. Hace poco más de doscientos años, unos individuos de prestigio reunidos en Cádiz, decían, en el artículo 13 de la Constitución de 1812, “el objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”. Por tanto, la idea de bienestar viene de más atrás.

Hace cuarenta años, Amartya Sen escribía sobre los enfoques del bienestar y decía que podemos distinguir tres. Uno es la utilidad, o satisfacción e intensidad del deseo, que se traduce en dos tipos de estudios: tratar de ponderar las dimensiones monetarias de la calidad de vida y el estudio del bienestar subjetivo. Otro es lo que llama la opulencia, o control sobre los recursos. Finalmente, lo que Sen propone es lo que él llama el enfoque de la libertad. La idea es que el bienestar depende de una combinación de logros en un contexto de libertad para elegir. Es decir, el bienestar no es simplemente la consecución de determinados logros, como una vida larga, acceso al conocimiento, o un nivel de vida digno, si no hay la capacidad de elegir entre distintas vidas alternativas.

La idea de Amartya Sen en realidad tiene también padres que son casi tan antiguos como la Constitución de Cádiz, como Marx y Engels, o, un siglo después, Friedrich Hayek. Es decir, la idea de la libertad y la capacidad de elegir está en la Constitución del 12, en Marx y Engels, en Hayek y, naturalmente, en Amartya Sen. Pero es una visión bastante poco popular.

El último siglo y medio es un periodo de crecimiento generalizado del bienestar material y de globalización. El principio que inspira el bienestar es ampliar las opciones del individuo, que es lo que inspira el desarrollo humano. Como atajo, Sen y sus colaboradores incluyeron una vida larga y saludable, el acceso al conocimiento y los recursos para disfrutar de una vida plena cuando elaboraron el índice de desarrollo humano.

Para los mismos niveles de bienestar material medidos por la renta per cápita, el bienestar en sentido multidimensional se ha elevado. Es decir, a cualquier nivel de ingreso del pasado, hoy día, con ese mismo nivel de ingreso tenemos un nivel de bienestar muy superior.

En la evolución de la esperanza de vida en los últimos 150 años hay dos momentos en los que titubea. Uno de ellos es Covid y el otro es la gran hambruna China de la larga marcha. Son los dos momentos en los que se producen interrupciones en la mejora sostenida de la longevidad, en la vida larga y saludable. En el acceso al conocimiento ha habido un aumento sostenido, que se acelera a partir de los años 50. El problema de estos índices es que no consideran la libre elección.

Si miramos el índice de desarrollo humano y vemos como clasifican los países, observamos como países con regímenes políticos abyectos aparecen en posiciones muy altas en los rankings. Todo tipo de regímenes autoritarios, de izquierdas y de derechas, aparecen normalmente con muy buenos comportamientos en términos de bienestar. Sin agencia y libertad, y por agencia se entiende la capacidad de actuar intencionadamente y lograr los propósitos de cada uno, el índice de desarrollo humano se convierte en un índice de necesidades básicas. Afortunadamente, hoy contamos con el índice de democracia liberal, que incluye las libertades civiles y políticas.

El índice de democracia liberal integra dos elementos. Uno es lo que llamaríamos libertad positiva y colectiva, como la celebración de elecciones. El otro es una libertad negativa, en el sentido de evitar la interferencia en las decisiones individuales, son los derechos civiles, el respeto a las minorías, etc. El índice recoge estas dos cosas. A diferencia de los otros índices, crece hasta la Primera Guerra Mundial. Cae en los años veinte y treinta. Hay otro momento de avance en los años cincuenta y sesenta y hay otro momento de avance en los años 2000. Tenemos fuertes descensos en los sesenta y primeros setenta y lo que ha ocurrido en el siglo XXI, con una caída muy acusada.

Si incluimos todas estas variables tenemos un índice de desarrollo humano que, en el largo plazo, vemos que la evolución es muy positiva. El único momento en los últimos 150 años en el que ha habido un retroceso es en la última década.

¿Cómo se compara toda esta historia con la convencional, que es la que se basa en la renta per cápita? A largo plazo, la evolución es paralela, pero vemos que hay pequeñas diferencias en el grado de inclinación de las curvas que representan la evolución de los índices. Si vemos las tasas de variación acumulativas en cinco periodos, entre 1950 y 1970 y entre 200 y 2020 el crecimiento del PIB per cápita es mayor que el del bienestar. Pero entre 1920 y 1950 el aumento del bienestar es mucho mayor que el del PIB per cápita. Esa es una época de desglobalización, con las dos guerras mundiales y la Gran Depresión, en la que la tasa de crecimiento del PIB per cápita se reduce y, sin embargo, se produce un gran aumento del bienestar.

¿Cómo es posible que no haya una correspondencia entre el aumento del bienestar y la mejora de las condiciones materiales? Si somos más ricos, estaríamos mejor alimentados, tendríamos un mejor sistema inmune y, además, tendríamos mejor provisión de salud y educación, probablemente a cargo del erario público. Y, probablemente, el bienestar material conducirá a la democracia. Pero resulta que, ante los mismos niveles de ingresos, antes teníamos menos salud y ahora ante los mismos niveles de ingresos, estamos mucho más sanos.

¿Cómo es posible que eso ocurriese en 1950? Por que ha habido grandes avances en la medicina, descubriéndose que quienes transmiten las enfermedades son los microbios. Entonces aparecen las vacunas, las sulfamidas y, posteriormente, los antibióticos. Los grandes avances en salud se producen tras la Segunda Guerra Mundial gracias a los avances en los países desarrollados y los organismos internacionales de cooperación que difunden esos avances.

¿Cómo se produce ese gran salto en salud? Los avances tienen dos partes. Una es la tecnología convertida en nuevas medicinas y otra es el conocimiento para evitar la transmisión y la difusión de las enfermedades. Uno puede ser muy pobre, pero se producen estos grandes avances porque estos conocimientos permiten prevenir la difusión de estas enfermedades, lo que reduce la mortalidad infantil y la mortalidad materna. Este es el elemento ignorado porque todo el mundo se fija en los antibióticos.

En los años setenta no sucede nada en términos de bienestar, a pesar de que es la peor época en términos económicos desde la Segunda Guerra Mundial, gracias a la difusión de técnicas higiénicas saludables, que son muy baratas y se difunden muchas veces a través de la educación de los niños.

Somos más sanos porque somos más ricos, pero, para el mismo nivel de ingreso, somos más saludables.

En el caso de la educación nos encontramos con algo similar. La educación no solo depende de que tengamos más dinero para financiarla. También depende de la guerra, porque la guerra requiere de adoctrinamiento y la educación es un mecanismo de adoctrinamiento muy sencillo. Depende de los deseos de construcción nacional. No hay mejor manera que utilizar la lengua como vehículo para cohesionar una determinada parte. O la difusión de nuevas ideas, como la importancia del capital humano o las ideas de redistribución. De nuevo tenemos mucho más acceso al conocimiento que en el pasado para los mismos niveles de ingreso.

Finalmente, ¿qué ocurre con la libertad? Este caso es diferente. Podemos ser mucho menos democráticos y tener mucha menos libertad a los mismos niveles de ingreso que teníamos antes. En los años setenta hay todo tipo de retrocesos de las libertades bajo regímenes de muy distinta índole. Esto rechaza la idea de que, a mayor nivel de ingresos más libres vamos a ser. En el año 2000 hemos mejorado, pero en 2020 estamos mucho peor.

Agregando todos estos elementos, vemos que, en 2020, para los mismos niveles de ingresos tenemos mayores niveles de bienestar.

¿Qué ocurre si en lugar de ver las medidas agregadas observamos la dispersión y lo comparamos con la renta per cápita? Lo primero que se aprecia es una reducción de la desigualdad relativa, con una caída sostenida en el largo plazo a partir de los años veinte. Eso avala la fiabilidad de los resultados anteriores. Respecto a la desigualdad absoluta, aumentó hasta los años 60 y disminuyó a partir de entonces. Esto no ocurre si se hace con la renta per cápita.

Si vamos a los distintos indicadores, tenemos la explicación. Respecto a los avances en la esperanza de vida, la difusión de los conocimientos médicos y de salud no están distribuidos por igual entre países porque dependen de la aceptación de la sociedad a las innovaciones, requieren de capital físico y humano y de cambios de mentalidad. Al principio se difunden entre los países desarrollados, pero a partir de los años veinte se difunden por todo el mundo, con independencia de credo, situación económica y régimen político. Eso explica la mejora espectacular en la salud en todo el mundo.

A finales del siglo XX y principios del siglo XXI no se producen avances porque la transición epidemiológica se ha agotado. Además, hay una segunda transición, que por ahora solo se produce en los países avanzados, que no tiene que ver con la supervivencia de los niños o las madres, sino con la de los ancianos, porque son avances médicos que luchan contra las enfermedades cardiovasculares, respiratorias y oculares. Responden mejor los pacientes que tienen una salud relativamente buena basada en una infancia saludable. Esto, por ahora, es un fenómeno restringido al mundo occidental.

La reducción de las desigualdades en lo referente a la escolarización es un fenómeno sostenido en el tiempo.

La libertad, en cambio, evoluciona de manera distinta. Hasta la Primera Guerra Mundial hubo una reducción de la desigualdad, pero luego ha sido enorme hasta los años 70 y, a partir de entonces, se produce una reducción.

Por último, si comparamos la desigualdad relativa del bienestar con la desigualdad relativa de la renta per cápita, la desigualdad de renta aumenta de manera sostenida hasta el cambio de siglo. Luego se reduce moderadamente, pero seguimos estando en niveles de desigualdad similares a los de los años treinta. En términos de bienestar, en cambio, la evolución ha sido distinta, con una reducción constante desde los años veinte. Es decir, los avances en el bienestar no han sido puramente estadísticos, sino que han afectado a la mayor parte de la población.

Cuando vemos qué sucede con cada percentil, la clase media mundial es la más beneficiada y, después, la clase baja. Los más ricos, en cambio, son los que han mejorado menos relativamente. En términos de desigualdad absoluta, en cambio, las mejoras han sido mayores entre los países de más alto bienestar inicial. Pero, en términos relativos, cuanto mayor era el bienestar inicial, menor ha sido la ganancia de bienestar relativo. En términos de bienestar, quienes más mejoran son la clase media; en términos de renta per cápita, quienes más mejoran son el 5% más alto y luego la clase media alta.

La moraleja es que, pese a las apariencias, el bienestar material es un mal predictor del bienestar multidimensional. El bienestar material y el multidimensional no siempre coinciden y no están distribuidos de la misma manera. La desigualdad relativa disminuyó en términos de bienestar multidimensional en los últimos cien años, pero no así en términos de bienestar exclusivamente material.

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