Las diez tendencias globales que ponen en peligro nuestro futuro y cómo sobrevivir a ellas
La Fundación Rafael del Pino organizó el miércoles 11 de enero de 2023, a las 19 horas, la Conferencia Magistral «Las diez tendencias globales que ponen en peligro nuestro futuro y cómo sobrevivir a ellas» que impartió Nouriel Roubini con motivo de la publicación de su última obra titulada «Megamenazas. Las diez tendencias globales que ponen en peligro nuestro futuro y cómo sobrevivir a ellas» publicada por ediciones Deusto.
Nouriel Roubini es profesor de Economía y Negocios Internacionales en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York. También es cofundador y presidente de Roubini Global Economics, una firma independiente de investigación de estrategia de mercado y macroeconómica global. El sitio web de la firma, Roubini.com, ha sido nombrado uno de los mejores recursos web económicos por Bloomberg Businessweek, Forbes, The Wall Street Journal y The Economist. De 1.998 a 2.000, se desempeñó como economista principal para asuntos internacionales en el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca y luego como asesor principal del subsecretario de asuntos internacionales en el Departamento del Tesoro de EE. UU., ayudando a resolver las crisis financieras asiática y mundial, entre otras.
El profesor Roubini ha publicado más de 70 artículos teóricos, empíricos y de políticas sobre cuestiones macroeconómicas internacionales y es coautor de los libros Ciclos políticos: teoría y evidencia (MIT Press, 1997), ¿Bailouts or Bail-ins? Responding to Financial Crisis in Emerging Markets (Instituto de Economía Internacional, 2004) y Crisis Economics: A Crash Course in the Future of Finance (Penguin Press, 2010). Los puntos de vista del profesor Roubini sobre temas económicos globales son ampliamente citados por los medios de comunicación y es un comentarista frecuente en varios programas de noticias de negocios. Ha sido objeto de amplios perfiles en The New York Times Magazine.
El profesor Roubini recibió su título universitario de la Universidad Bocconi en Milán, Italia, y su Ph.D. en Economía de la Universidad de Harvard en 1.988. Antes de unirse a Stern, formó parte de la facultad del departamento de economía de la Universidad de Yale.
Resumen:
La gripe española no tiene nada que ver con España. Llegó de Estados Unidos, pero España se ha quedado con ese San Benito. Ha pasado un siglo. Hace tres años vimos cómo se iniciaba el Covid, la pandemia global. Esto ha afectado a todo el mundo. Había que ver cómo sobrevivir, cómo mantener el empleo y el negocio, cómo seguir ingresando, cómo evitar la hospitalización, cómo cuidar de los niños, qué iba a pasar con nuestros ahorros y nuestras propiedades. Así es que, de pronto, apareció un riesgo inesperado que afectaría por completo a nuestras vidas.
Si pensamos en términos más amplios, ahora mismo vivimos unos tiempos sin precedentes, inusuales, inesperados, con incertidumbres constantes, posiblemente caos, y una gran variedad de riesgos. Hablo de mega amenazas, que son amenazas que pueden afectar de forma significativa a nuestros ingresos, nuestros trabajos, nuestra economía y, además, pueden afectar de forma significativa a la humanidad y su futuro.
Uno de los términos que afloró el año pasado es la poli crisis, una combinación económica, financiera, social, política, geopolítica, medioambiental, tecnológica y comercial. Un conjunto de amenazas interconectadas, que se afectan unas a otras. Desde la Segunda Guerra Mundial no nos hemos enfrentado a una combinación de factores como ahora. Pueden ir mal muchas cosas, pero para resolver el problema primero hay que saber que hay un problema, comprender sus consecuencias. A partir de ahí hay que entender qué se puede hacer con todo ello.
Desde la Segunda Guerra Mundial ha habido casi ochenta años de paz relativa, progreso, prosperidad. Estos años se pueden dividir en dos periodos diferentes. En los años dorados, hasta principios de los 80, ni habíamos oído hablar de una pandemia global a no ser que nos metiéramos en un libro de historia. Hasta que apareció el SIDA, nadie había oído hablar de pandemias. Nadie había oído hablar del cambio climático. Las temperaturas estaban en niveles preindustriales. La preocupación estaba en los límites al crecimiento. El Club de Roma decía que no iba a haber agua ni comida suficientes. Había una preocupación por los recursos, pero no por el clima en sí. Había un riesgo entre grandes potencias, pero, en los 70, era un riesgo muy reducido.
Tampoco habíamos oído hablar de una inteligencia artificial que supusiera una amenaza para los puestos de trabajo. Ni nos preocupaban las guerras comerciales, el proteccionismo, la fragmentación de la globalización. Estaba el GATT, luego la OMC, la ampliación de la Unión Europea, el Nafta, la liberalización del comercio. Incluso, durante treinta años, se dio la hiperglobalización, primero Rusia, luego China, los mercados emergentes, la economía global y las cadenas globales de suministros.
No me preocupaba un endeudamiento excesivo porque el crecimiento económico era alto. Nadie se preocupaba por esa crisis. Ni tampoco la deuda implica, como resultado del envejecimiento de la población, porque había muchos jóvenes y las nóminas pagaban las pensiones, así es que no cabía este pasivo. Había recesiones, pero muy suavecitas. Sí es verdad que, en los 70, hubo estanflación. Pero luego llega la gran moderación, poca inflación, el déficit global y todo lo demás.
Las crisis financieras no me preocupaban. Hasta los años 80, cuando se produjo la crisis de la deuda Latinoamericana, no hubo grandes crisis financieras. Las instituciones financieras estaban reguladas y supervisadas. Había controles de capital, había un orden. Los derivados tóxicos y el apalancamiento que hemos visto en los últimos años todavía no habían llegado. Así es que había ciclos, pero eran ciclos suaves.
Occidente y las economías avanzadas vivían en democracias liberales. Había partidos de centro izquierda y de centro derecha, pero no se daba la polarización que vemos ahora. Incluso en Europa, países que habían sido autoritarios, se transforman en democracias y forman parte de la Unión Europea. La mayor parte de las democracias eran liberales y estables.
Los últimos veinte años y, desde luego, los de la Gran Recesión de 2007-2009, han cambiado las cosas. Ahora mismo nos enfrentamos a unas amenazas inimaginables. Hoy día hay una serie de potencias revisionistas: China, Rusia, Irán, Corea del Norte, Pakistán, que, efectivamente, son aliados y desafían las actividades comerciales, financieras, políticas, geopolíticas y de seguridad, esos órdenes que buscan Estados Unidos, Europa y sus aliados y que se han conseguido establecer después de la Segunda Guerra Mundial.
No estamos hablando de una nueva Guerra Fría. Hay una guerra caliente entre Rusia y Ucrania. En verdad, estamos hablando de una guerra entre Estados Unidos y Rusia, o entre Occidente y Rusia. Es una guerra terrible, que bien podría transformarse en una guerra no convencional si Putin decide que lo nuclear podría impedir el avance de las tropas ucranianas y podría verse involucrada la OTAN. Este conflicto podría desembocar en la tercera guerra mundial.
Irán es un estado nuclear umbral. Tiene un 60% de uranio y en unos meses puede pasar al 90%. Hay que tomar una decisión. Israel tiene que pensar si hace algo al respecto y cuáles van a ser las consecuencias para Israel, sus aliados, el mundo y la economía global. Cuando se observan eventos como la Guerra del Yom Kippur en 1973, o la revolución de Irán en 1979, vemos como se triplican los precios del petróleo y se produce una estanflación y una recesión.
Oriente Medio es una fuente de conflictos, con Irán y sus aliados suníes y una serie de estados fracasados, como Libano o Libia. Estamos en la frontera de Europa. Hemos visto la migración masiva desde Siria, que ha dado lugar a muchas tensiones en Europa.
En Asia hay muchas tensiones entre Estados Unidos y China. No tiene que ver solo con Taiwán. Tiene que ver con quién va a ser hegemónico en Asia. China está involucrada en problemas con Japón, India, Malasia, Vietnam, Filipinas, Indonesia, con muchos países de esa parte del mundo. Según y cómo, esta guerra fría podría acabar por calentarse, siendo una guerra entre Estados Unidos y China a causa de Taiwán. Financial Times dijo en octubre de 2022 que este es un riesgo que podría materializarse antes de 2024. En algún momento va a haber una colisión. Es la trampa de Tucídides: la potencia que crece, la potencia que decae, la guerra fría y la guerra caliente.
Ahí estamos en este momento y, por ello, se da este desdoblamiento, la fragmentación de la economía global, la desglobalización, la balcanización de las cadenas globales de suministros, el friend shoring. Los intercambios comerciales seguros crecen, paulatinamente, pero van creciendo.
En cuanto al cambio climático, los costes van a más, las cosas empeoran. Este verano ha habido sequías en Europa, la India, Pakistán, el África subsahariana, la mitad de Estados Unidos, México, América Central. Los costes económicos de estos eventos extremos van creciendo a pasos agigantados. A causa de ellos, van a llegar millones de personas de las zonas afectadas que abandonan estos estados fallidos y van a venir a Europa. La política migratoria de Biden no es distinta de la de Trump. No se va a plantear abrir las puertas, así es que qué va a pasar ahí.
En la lucha contra el cambio climático hay demasiados deseos, pocas realidades. Hablamos de ODS. Incluso se habla de inflación verde, es decir, qué hace falta para las baterías, minerales como litio, zinc, cobalto, que mastican la energía de forma tal que el combustible es caro, con lo que la transición verde se convierte en una transición carísima.
Las soluciones implican costes y sacrificios a corto plazo cuando los beneficios son a medio plazo. En una democracia, los políticos quieren volver a ser reelegidos y nadie quiere hacer el sacrificio de tomar medidas a corto cuyos beneficios van a verse en el futuro, cuando ellos ya no estén en el poder. En Francia, la reforma de las pensiones es tan impopular, con la gente teniendo que jubilarse a los 64 años, que va a haber más manifestaciones que con los chalecos amarillos. Le Pen está aumentado su popularidad y podría ganar las próximas elecciones presidenciales con esa política anti europea muy radical. Eso es una amenaza. Pero si no se hace lo que hay que hacer para solucionar los problemas, ¿qué va a pasar? Pues que también se pueden perder las elecciones por no encontrar soluciones. Así que el cambio climático sigue siendo grave, el crecimiento económico cero es inaceptable, las soluciones todavía nos las tenemos.
Si queremos cumplir el Acuerdo de París, que no suba la temperatura más de 1,5º, el impuesto medio al carbón debería ser de doscientos dólares por tonelada. Hoy ese impuesto es de dos dólares. ¿Qué gobierno va a imponer un impuesto al carbón cien veces mayor que el actual? Además, todo el mundo está recortando los impuestos sobre el carbón por la crisis en Ucrania. Estas son las limitaciones a las que nos enfrentamos a la hora de hacer lo que debemos.
En cuanto a las pandemias globales, son terribles, pero la gente no cree muy probable que se vuelvan a producir pronto porque ha habido muy pocas pandemias de este tipo. Entre 1918 y 1980 no hubo casi ninguna. Pero, a partir de entonces vimos el SIDA, el SARS, el MERS, la gripe porcina, el ébola, el TICAM, el Covid-19 y pronto llegará lo que sea. Las pandemias son cada vez más frecuentes, más virulentas y peligrosas.
Hay un vínculo entre el cambio climático y las pandemias globales. El cambio climático destruye los ecosistemas de los animales. Esos animales que tienen esos patógenos se acercan cada vez más a otros animales y a los seres humanos. Así transmiten esas enfermedades al hombre. Así es que, si vamos destruyendo los ecosistemas, la probabilidad de que haya más pandemias es mayor. El cambio climático, además, libera mucho metano. El metano tiene diez veces más emisiones de gases de efecto invernadero que el CO2. Las bacterias y los virus que están, por ejemplo, en Groenlandia, salen a la luz cuando se va derritiendo la capa de hielo, con lo que no sabemos qué enfermedades pueden surgir cuando se derrita el hielo y se liberen esos patógenos.
Algunas de estas amenazas son a largo plazo, como una guerra o una pandemia. Pero en el corto plazo tenemos que preocuparnos de la inflación y de la recesión. Normalmente, cuando hay inflación, hay mucho crecimiento económico y viceversa. Pero este fenómeno de alta inflación y crecimiento negativo, que llamamos estanflación, hace que surja el debate de cuánto se debe a algunas políticas demasiado laxas durante demasiado tiempo -las necesitamos durante el Covid, pero exageramos- y cuanto se debe a la mala suerte.
Hemos tenido tres shocks por el lado de la oferta: el Covid, en la producción de bienes y servicios, la oferta de mano de obra y el cerrar. las cadenas de suministros: Luego tenemos el impacto de la invasión de Rusia a Ucrania, con los precios de las materias primas, metales, fertilizantes, etc. Y luego la política de cero Covid en China también creo muchos cuellos de botella en las cadenas de suministros. Fue una combinación de ambas cosas, malas políticas y mala suerte. Pero aunque estos shocks negativos de oferta desapareciesen, seguramente en la siguiente década vamos a ver estanflación porque hay más shocks negativos a medio plazo que reducen la producción y el crecimiento, aumentan el coste de producción, lo que lleva a una recesión. El proteccionismo y la desglobalización hacen que los costes de producción aumenten.
Ahora hablamos de comercio seguro, en vez de comercio libre. También tenemos el hecho de que la fabricación se está trasladando del sur al norte, de China a otros países. No vamos a tener unas cadenas globales de suministros seguras; vamos a tener múltiples cadenas de suministros, porque si hay fricciones en algunas de ellas podemos optar por las otras.
Tenemos el envejecimiento de las poblaciones en las economías avanzadas y los mercados emergentes. El envejecimiento es inflacionista porque los jóvenes trabajan, producen y tienden a ahorrar. Las personas mayores se jubilan, no producen y consumen, ya no ahorran. El impacto de este hecho es estanflacionista. En el pasado, la migración del sur al norte mantenía controlado el aumento de los salarios. Pero, ahora, también va a haber inflación en los costes laborales.
La alianza entre China y Rusia va a hacer que aumente el coste internacional, que haya menos crecimiento, todo va a subir. El cambio climático también es estanflacionista. Ya antes de la invasión de Ucrania los precios de los alimentos estaban aumentando por la falta de agua, las sequías. O tiene impacto en el coste de la energía. Se dice a los productores de gas natural y de petróleo que están emitiendo, por lo que no se les va a financiar más, por lo que no están invirtiendo en aumentar la capacidad de producción y no se les está compensando. Por lo tanto, aún sin la situación en Ucrania los precios de la energía serían muy altos. Los de todas las energías, porque no se ha invertido lo suficiente en cobre, en cobalto, en todos esos elementos. Por eso, no hay suficiente oferta, por lo que el precio va a aumentar. Así es que la inflación no va a bajar demasiado y los precios de las materias primas van a subir los precios un 40% este año.
Las pandemias son estanflacionistas. Reducen la producción, aumentan los costes de producción y crean esos cuellos de botella, y más que va a haber en el futuro. Luego tenemos la ciberguerra. Ahí se deja de producir en una empresa, o si te tienes que proteger, gastas mucho dinero para hacerlo. Esto también es inflacionista.
Un par de factores más que son estanflacionistas. Ha habido un aumento de la desigualdad de rentas. Por eso, hay una reacción negativa contra las democracias liberales. La política fiscal se está convirtiendo en algo a favor de los trabajadores, los inmigrantes, las personas afectadas por otros problemas, a favor de las minorías, porque, si no les ayudamos, va a haber tensión social, va a haber violencia, puede haber hasta una revolución si hay demasiada desigualdad. En consecuencia, los costes laborales van a subir. Esto aumenta la inflación.
Estados Unidos y sus aliados están utilizando las sanciones para castigar a sus rivales, afectando a las reservas en dólares y en otras divisas. Pero, al hacer esto, puede que esos países vayan a diversificar sus reservas, a pasar al oro y no solo al dólar. Eso puede afectar al valor del dólar y, al crear fricciones en los sistemas de pago del comercio internacional, eso puede llevar a unos costes más elevados porque los dólares y los euros son necesarios para hacer pagos en el comercio de bienes, servicios, tecnología, capitales, información. Esto también es estanflacionista.
Por el lado de la demanda, tenemos el riesgo de la madre de todas las crisis de deuda. Estamos en un mundo en el que la deuda privada y la deuda pública, como porcentaje del PIB, han aumentado muchísimo. La deuda privada es la de los trabajadores, empresas, bancos y otras entidades financieras. La deuda pública es la deuda del gobierno central y los gobiernos locales. Ese ratio de deuda era del 100% hace unos años, en el 200º era del 200%, el año pasado 350%, en las economías avanzadas 420% del PIB. Hasta muy recientemente, los ratios de la deuda eran elevados, pero los ratios del servicio de la deuda eran bajos porque había tipos de interés negativos debido a la expansión cuantitativa, con lo que los intereses que se pagaban por esa deuda eran bajos. La deuda pública en Japón, las hipotecas en Dinamarca y la deuda de empresas en algunos países tenían tipos negativos. Pero tenemos suerte porque en los dos shocks anteriores hubo un shock de demanda y deflación, con lo que hubo mucha flexibilización. Eso ayudó a todo el mundo, los tipos permanecieron bajos, aunque la deuda era muy elevada.
Desgraciadamente, eso ha llegado a su fin porque los bancos centrales tienen que aumentar los tipos de interés para luchar contra la inflación. Por lo tanto, el coste de financiación de las hipotecas, de la compra de un coche, de estudios, para las empresas, etc. está aumentando. Los que están muy apalancados van a encontrarse con una situación de estrés financiero con riesgo de impago. Por eso temo que la recesión actual va a ser bastante grave porque la inflación va a seguir siendo alta, los bancos centrales van a aumentar los tipos de interés más de lo que esperamos. El BCE no va a poder dejarlo en el 3%. Y hay tantísima deuda en el sistema que estamos en una trampa de endeudamiento. Puede haber un shock en el mercado de valores. Una cosa alimenta a la otra y hace que la recesión sea aún más severa.
Luego tenemos la deuda implícita de los gobiernos. El número de personas mayores está aumentando y los jóvenes tienen que pagar la pensión de los mayores, con lo que cuando ellos se jubilen no va a haber suficiente dinero para ellos. Por eso, va a haber que reformar el sistema de pensiones, que no es nada popular.
Creo que, al final, los gobiernos van a amortizar el valor real de la deuda con la inflación. Si no se puede cobrar más impuestos, o tener menos gasto público, la solución es la inflación, que es un impuesto. En el lado de la oferta tenemos shocks negativos que hay que monetizar, pero no vamos a evitar la crisis de la deuda. Simplemente, los tipos de interés se vuelven más altos, se hacen insostenibles, con lo que lo que hacemos es postponer el problema.
Todos estos problemas aumentan la desigualdad y las reacciones violentas contra las democracias liberales. Desgraciadamente, en el mundo, por ejemplo, Erdogan en Turquía, Putin en Rusia, Kaczynsky en Polonia, Le Pen en Francia, están subiendo. Están subiendo los partidos populistas. Tenemos el fenómeno del Brexit, en Estados Unidos el fenómeno de Trump. En la izquierda, en Latinoamérica, tenemos un par de populistas en Argentina, Venezuela y, en los dos o tres últimos años, también México, Colombia, Chile, Perú, Brasil, todos han pasado a un nivel de populismo. En Brasil tenían que elegir entre un populista peligroso de derechas como Bolsonaro y Lula, que en su segundo mandato lo hizo fatal. En Estados Unidos el 6 de enero de 2001 hubo casi un golpe militar que fracasó. La semana pasada sucedió algo parecido en Brasil.
No podemos tomar la democracia como algo seguro. Cuando la gente siente amenazado su futuro o el de sus hijos, cuando hay más desigualdad, la gente se vuelve más radical, más autoritaria. Y los regímenes autoritarios, cuando no les va bien, van a la guerra, como Putin en Ucrania o Argentina en las Malvinas.
Para cada una de esas amenazas hay soluciones. Pero no podemos empezar diciendo que, si tuviéramos mejores líderes, si hiciéramos esto, las cosas mejorarían. No es tan fácil. No podemos tomar por hecho los últimos setenta y cinco años de paz y prosperidad porque, en estos últimos setenta y cinco años, los primeros cuarenta sí fueron así, pero en los últimos veinte surgieron estas amenazas que se vuelven cada vez más graves. Por tanto, el supuesto de que el futuro va a ser como el pasado no es necesariamente cierto. En los 70, hubo también un desastre. A pesar de la revolución industrial, a pesar de la primera era de la globalización, no pudimos evitar la Primera Guerra Mundial. Luego tuvimos la gripe española, luego tuvimos la crisis bursátil de 1929, el principio de la Gran Depresión, guerras comerciales, guerras de divisas, inflación, hiperinflación, deflación, crisis financieras, impagos. Luego llegó Hitler al poder en Alemania, Mussolini en Italia, Franco en España, un régimen autoritario en Japón y la Segunda Guerra Mundial y el holocausto. Solo después de este desastre creamos una institución supranacional y global de gobierno que evitara estos problemas y trajera la paz y prosperidad.
Las amenazas de las que hablo hoy se parecen más al periodo entre 1919 y 1945. No solo se parecen, son peores porque en esos años no había que preocuparse del cambio climático. Eso no existía. No había que preocuparse de que la inteligencia artificial fuera a destruir los puestos de trabajo. Ni siquiera había ordenadores. Tampoco les preocupaba el envejecimiento poblacional porque la gente se moría antes de recibir la pensión. La Segunda Guerra Mundial fue convencional. Solo en 1945, Estados Unidos tuvo la bomba atómica y, desgraciadamente, la utilizó en Nagasaki e Hiroshima para poner fin a la guerra. Hoy si hubiese una guerra entre las grandes potencias, China, Rusia, Irán, Corea del Norte y Pakistán, todos tienen la bomba nuclear. Una guerra entre grandes potencias que empieza de manera convencional se puede convertir pronto en no convencional. Esto está garantizado. Por tanto, este es el tipo de cosas en que tenemos que pensar cuando pensamos en el futuro.
¿Hay esperanza? Quizás, pero tiene que venir no de tirar la pelota hacia adelante, o de meter la cabeza en la arena como si fuésemos avestruces, o en no prestar atención a las amenazas. Hay que dejar de liderar como zombis, como si no existiesen estas amenazas, y darnos cuenta de que cada uno de nosotros podemos hacer algo. Podemos hacerlo de forma colectiva, organizándonos en movimientos sociales y políticos para resolver estos problemas en nuestras propias sociedades. Pero también encontrar una solución global, porque la mayoría de estos problemas son globales y no se pueden resolver con una solución nacional. Crisis financiera económica, integración comercial, seguridad y paz global, no pueden tener una solución nacional, tiene que ser global. El éxito de los últimos setenta y cinco años dependió de la globalización. Europa, por sí sola, si no se hubiese unido con pequeños países sin influencia en los asuntos globales, no hubiera tenido esa prosperidad. La integración europea le dio mucha fuerza a Europa, y muchos países, incluida España, se han beneficiado. Los problemas son globales y, por lo tanto, necesitamos un gobierno global, nos guste o no. Europa es un caso de éxito, a pesar de todos sus problemas. Así es que tenemos que dejar de soñar y ser conscientes de que tenemos que tomárnoslo en serio a nivel individual y colectivo. Hay que hacer sacrificios. Serán dolorosos, pero los beneficios serán para nosotros, nuestros nietos y la humanidad en el futuro.
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