Conferencia Magistral presencial Yuri Felshtinsky

Ucrania, ¿la primera batalla de la tercera guerra mundial?

La Fundación Rafael del Pino organizó, el lunes 7 de noviembre de 2022, la Conferencia Magistral «Ucrania la primera batalla de la tercera guerra mundial» que impartió Yuri Felshtinsky con motivo con la publicación de su última obra de igual título editada por Deusto

Yuri Felshtinsky (Moscú, 1956), es un historiador ruso, radicado en los Estados Unidos desde el año 1978, experto en el servicio secreto ruso, cuyo comportamiento ha estudiado desde 1917 hasta el presente. Yuri Felshtinsky cuenta con un acceso privilegiado a los disidentes y desertores rusos. Fue el impulsor de un proyecto para descifrar y publicar las famosas “cintas de Kuchma” sobre la participación del presidente ucraniano Kuchma en el brutal asesinato de un periodista crítico. Tras su llegada a los Estados Unidos, continuó sus estudios de historia en las universidades de Brandeis y Rutgers, donde realizó su doctorado. Volvió a Moscú y se convirtió en el primer ciudadano estadounidense en obtener un doctorado en el país. Es autor de multitud de obras y monográficos académicos, entre ellos The Age of Assassins: How Putin Poisons Elections (Gibson Square, 2008), y es coautor de Blowing Up Russia: The Secret Plot to Bring back KGB Terror (Gibson Square, 2007), obra en la que relató junto a Alexander Litvinenko el envenenamiento de dicho coronel de la KGB.

La escalada de las tensiones entre los aliados occidentales y Rusia a cuenta de la guerra en Ucrania ha traído de vuelta un escenario que se creía superado desde el final de la Guerra Fría: el resurgir de las amenazas nucleares. Lo que empezó como un conflicto regional ha acabado adquiriendo la entidad de una guerra mundial en la que se dirimirá el nuevo orden internacional para el siglo XXI. Yuri Felshtinsky y Mikhail Stanchev llevan a cabo en su obra (Deusto, 2022) uno de los estudios más complejos realizados hasta la fecha sobre las implicaciones geoestratégicas de la guerra de Ucrania. Los autores argumentan que, lejos de tratarse de un delirio expansionista de un fanático, la invasión rusa del país vecino es la primera fase del proyecto de Vladimir Putin para desestabilizar el actual equilibrio de potencias, y auspiciar el surgimiento de un eje oriental que dispute la hegemonía estadounidense. Los autores se retrotraen hasta el inicio de la historia de Ucrania y de sus intentos por despojarse de la interferencia del país vecino, para arrojar más luz sobre cómo se ha podido llegar al estallido del conflicto.

Resumen:

La Fundación Rafael del Pino organizó, el 7 de noviembre de 2022, la conferencia magistral “Ucrania, ¿la primera batalla de la tercera guerra mundial?”, que impartió Yuri Felshtinsky, escritor e historiador ruso experto en política soviética, rusa y ucraniana, con motivo con la publicación de su última obra de igual título editada por Deusto.

Según Felshtinsky, hay que comprender a qué nos enfrentamos y si nos enfrentamos a la posibilidad de entrar en una tercera guerra mundial. Europa ya se ha enfrentado a dos guerras mundiales. Ambas trajeron aparejada la destrucción de Europa. ¿La guerra ruso-ucraniana es una guerra local o no? Esta es una cuestión que debemos plantearnos. Para ello, tenemos que entender lo que está sucediendo Rusia, quién lidera Rusia y que quieren los dirigentes rusos, cuál es su plan.

La guerra comenzó en 2014, cuando Rusia invadió Crimea. Entonces, todo el mundo esperaba que Putin tuviera el plan limitado de hacerse con Crimea y unificarla con la Federación Rusa. Muchos líderes occidentales pensaban que había que darle algo a Putin para calmar sus ambiciones y que después de que se produjera la anexión de Crimea todo se calmaría.

Pero Putin no solo empezó a invadir Ucrania desde el este en 2014. También dio un discurso muy importante en Moscú diciendo que Rusia iba a empezar a redibujar las fronteras europeas que resultaron tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, que Putin consideró como un fracaso de Rusia. Ese fue el día que Putin declaró abiertamente sus planes para el futuro.

Esa no era la primera vez que Rusia había invadido un país extranjero. Primero vino Chechenia. En agosto de 2008 Rusia invadió Georgia y nadie hizo lo más mínimo al respecto. Esto se pasó por alto, como si nunca hubiera sucedido. Mirando en retrospectiva, si Europa hubiera reaccionado a esta guerra como lo hizo a la invasión de Ucrania, no hubiera sucedido nada más. De hecho, a Putin nadie le castigó por ello.

En 2014 se dio el segundo paso, con la anexión de Crimea. ¿Quién fue el culpable de esta invasión y por la reacción tibia de Occidente? Cuando se produjo la invasión, todo el mundo evitó utilizar la palabra guerra, por el miedo a pensar que se estaba produciendo una guerra en Europa, incluso los ucranianos. Los ucranianos no rompieron relaciones diplomáticas con Rusia y el comercio siguió floreciendo entre los dos países hasta 2022. Europa tampoco utilizó la palabra guerra. Y aunque si que se impusieron algunas sanciones contra Rusia, no fueron estrictas, lo que para Putin fue una indicación de que Occidente era débil, no estaba preparado para enfrentarse a Rusia y podía seguir con su plan de crear una nueva Unión Soviética.

Esa recreación de la Unión Soviética también incluía a los estados bálticos. Pero estos en 2014 ya eran miembros de la OTAN, con lo que no era tan sencillo invadirlos por razones políticas, por lo que Ucrania estaba en el primer lugar de su lista y Bielorrusia en el segundo lugar. Pero no se podía tomar Ucrania sin antes controlar Bielorrusia. Entonces, en 2014, Putin se hizo con Crimea y propició un conflicto en el Donbass, pero no pudo atacar Kiev porque es imposible hacerlo desde el territorio de Rusia. Solo podía hacerlo desde Bielorrusia. Para ello tenía que hacerse primero con ella. Por eso, había que observar que pasaría con Bielorrusia, si se producía una anexión rusa porque el siguiente paso sería la ocupación de Ucrania.

La operación de Bielorrusia se produjo en 2020, antes de la ocupación de Ucrania. Es algo de lo que casi nadie se dio cuenta. Con todo lo que pasó con Lukashenko estaba claro que Rusia se estaba haciendo con las riendas del país. En 2020, Lukashenko perdió las elecciones en Bielorrusia, lo que desencadenó protestas que fueron reprimidas por Lukashenko con la ayuda de las fuerzas rusas y, a partir de entonces, se convirtió en un dictador títere manejado por Rusia. De esta forma, las tropas rusas pudieron entrar en Bielorrusia, pero pasó bastante desapercibido y nadie protestó.

Bielorrusia es un territorio estratégicamente muy importante para Rusia porque abre las puertas a Europa. Por tanto, cuando las tropas rusas se instalaron en Bielorrusia, resultó evidente que esto era un peligro enorme para Ucrania. Pero nadie pensó en una invasión en ese momento, incluso cuando Putin concentró tropas en la frontera entre Bielorrusia y Ucrania, preparando la invasión, todo el mundo esperaba que esto fuese un farol, que Putin estuviera intentando derrocar el gobierno de Zelensky, pero no que estuviera dispuesto a empezar una verdadera guerra. Pero no estaba de farol, aunque si había un componente porque la idea era que Zelensky y Ucrania capitularan para evitar la guerra, porque es algo muy peligroso. Para Ucrania, que es mucho más débil que Rusia, participar en una guerra contra Rusia es una decisión muy dramática.

Ahora sabemos que, justo antes de que empezara la guerra, Lukashenko llamó a Zelensky en nombre de Putin y le ofreció capitular y entregar Ucrania Rusia y Zelensky se negó. Este fue el día en que Ucrania ganó la guerra contra Rusia. Todo el mundo en ese momento, la noche antes de que empezara la guerra, pensaba que Ucrania iba a ser un paseo para los rusos, que se iban a apoderar de Kiev en, como mucho, un mes, y reestablecer al antiguo presidente pro ruso Yanukovich. La idea era que, después de esto, Putin desplazaría a sus tropas a Transnistria, una región de Moldavia donde hay población de etnia rusa. Lo que esperaba Putin era poder controlar Moldavia rápidamente y, utilizando las tropas de Ucrania, poder atacar los estados bálticos a través de Bielorrusia.

Esto se basaba en la idea de que Occidente carecía de fuerzas convencionales suficientemente potentes para hacer frente al ejército ruso. Putin estaba convencido de que Rusia tenía que ser el poder hegemónico en oriente, incluidos los estados bálticos, y que sería cosa de seis meses. Pero esto no fue así porque Ucrania decidió luchar. Al cabo de ocho meses, Putin no tiene ejército, que ha sido destruido por los ucranianos, y no puede reunir un ejército nuevo porque cuando quiso movilizar trescientas mil personas en septiembre, muchas de estas personas se marcharon al extranjero. El ejército ruso ahora no puede combatir porque nadie ha entrenado a nuevos efectivos. Putin acaba de dar una conferencia en la que dijo abiertamente a los periodistas que las tropas rusas están debilitadas. Este tipo de ejército no le puede ganar a Ucrania.

La pregunta, ahora, es si los ucranianos están ganando la guerra. Parece que sí, pero, al mismo tiempo, no pueden expulsar a los rusos de su territorio. Occidente está ayudando con armas y dinero y aceptando a sus refugiados, pero, al mismo tiempo, Occidente quiere evitar un enfrentamiento a escala mundial. La UE, la OTAN, EEUU espera que esta guerra se mantenga dentro de las fronteras de Ucrania y que no se provoque a los rusos. Esta es una posición perfectamente comprensible porque la diferencia entre la Segunda Guerra Mundial y esta guerra a la que nos enfrentamos es la capacidad de Rusia de utilizar armas nucleares. Si se da esta situación, si la presión contra Rusia o Putin aumenta, si el ejército ruso está a punto de colapsar o Rusia de perder la guerra, puede elegir la opción nuclear. Ahora mismo, esta es la cuestión más importante porque, de no ser por las armas nucleares, no nos preocuparía esta guerra tanto. Desde el punto de vista de la seguridad europea, la OTAN y EEUU, si Ucrania mantiene a raya a Rusia, es buen resultado, y si la mantiene a raya durante mucho tiempo, Rusia podría colapsar.

El problema es que Putin ha perdido a su ejército y puede que pierda otro, pero no le importa que la gente pueda morir. La vida en Rusia es barata, la sociedad está bajo control, la gente no tiene voz ni voto en lo que le pasa, no hay libertad de prensa, no hay oposición. Así es que Putin puede hacer lo que quiera y está preparado para mandar a más y más gente a la batalla, a una batalla que no puede ganar con armas convencionales. Lo que Putin tiene en mente es la extorsión a Occidente por el hecho de que Rusia tiene armas nucleares. Juega con la idea de que podría usarlas si no se le cede Ucrania. Eso es a lo que nos enfrentamos ahora, a esa extorsión porque piensa que, con ella, Occidente dejaría de apoyar a Ucrania para que Ucrania no pueda seguir con la lucha.

La cuestión es qué hacer. ¿Seguimos defendiendo a Ucrania a toda costa o dejamos de hacerlo y rendimos Ucrania, con la esperanza de que, de esta forma, termine el conflicto? Para responder a esta pregunta, primero tenemos que entender quién es Putin de verdad y quién está a cargo del país de verdad. En 2014, como en 2022, la decisión de invadir la tomaron cinco personas. La primera, por supuesto, fue Putin. La segunda persona fue Nikolai Patrushev, que es el ex director del FSB y ahora está a cargo del consejo de seguridad de la Federación Rusa. La tercera persona fue Bortnikov, actual director del Servicio Federal de Seguridad. La cuarta persona fue el ministro de Defensa Serguei Shoighu y la quinta persona fue el jefe del Estado Mayor del ejército ruso. De estas cinco personas, tres de ellas fueron del servicio de seguridad ruso. Esto no fue una decisión del gobierno, el parlamento o cualquier otra institución rusa. Fue una decisión militar y del servicio de seguridad.

El problema con esto es quién tiene el poder en Rusia. Porque si Putin fuera un dictador, se le podría derrocar, podría pasarle algo y el conflicto se acabaría. Pero este no es el caso. En Rusia estamos lidiando con el FSB y es la primera vez en la historia del mundo en la que la seguridad estatal, el servicio de seguridad, está a cargo del país. También está a cargo del ejército, cuando en otros países es independiente de otras instituciones. Por ello, tenemos que aceptar el hecho de que el problema no es solo Putin, va más allá, es más complicado porque tenemos que lidiar con un grupo de personas y de instituciones. Y esta institución se creó en 1917, tiene más de cien años, es la más antigua de Rusia y la única que sobrevivió al colapso de la Unión Soviética. Ahora está a cargo de Rusia y se hizo con este poder con una visión de enfrentamiento con Occidente y desestabilizarlo. Ese era su objetivo. Por eso, esta guerra no es algo que solo incumba a Ucrania, no es, ni siquiera, un intento de recrear la Unión Soviética. Esta guerra es un intento de destruir a Occidente como una institución que, según Putin, compite contra Rusia. Por eso, no se puede parar esto si no se derrota a Rusia.

Ahora bien, es muy difícil derrotar a un país como Rusia, que juega un papel tan importante en Europa, sobre todo cuando este país tiene cabezas nucleares. Así es que tenemos que pensar en qué opciones tenemos. Hay una forma de lidiar con este problema. Los ucranianos se desenvuelven mejor de lo que se esperaba y Ucrania tiene un ejército capaz de parar a Rusia. El problema es que está recibiendo ayuda bajo determinadas condiciones. No están recibiendo armas que les permitan avanzar contra el ejército ruso y no están utilizando las armas que reciben de Occidente para abrir fuego contra sus enemigos en Bielorrusia y la Federación Rusia. Desde un punto de vista estratégico, estas condiciones dejan a los ucranianos en una situación en la que no pueden ganar la guerra si no se puede disparar contra el territorio enemigo. Las tropas rusas están concentradas en Bielorrusia y Rusia, que es hacia donde los ucranianos no pueden disparar. Si no pueden atacar preventivamente, los ataques rusos van a tener éxito y los rusos van a poder reagruparse. Por tanto, hasta que Occidente no cambie esta postura y su estrategia, de una defensiva a una ofensiva, y permita a los ucranianos actuar libremente contra los rusos, occidente estará en una posición debilitada que provoca a Rusia para utilizar armas nucleares. Si la guerra sigue durante más tiempo, Putin llegará a la conclusión de utilizar armas nucleares porque no le quedará nada más para luchar, se quedará sin gente, sin armas y sin tiempo. Al mismo tiempo, no puede permitirse el lujo de seguir luchando durante mucho tiempo. Así es que podemos evitar un enfrentamiento nuclear si ayudamos a los ucranianos a ganar esta guerra.

No vamos a poder parar a Putin en Ucrania y en algún momento vamos a tener que enfrentarnos a un ultimátum nuclear, que va a empezar con lo que creemos que es un farol, pero no será tal cosa cuando se vea que la extorsión no funciona. Putin no lo hará desde territorio ruso, para evitar represalias sobre Rusia. Por eso, a pesar de su deseo de anexión de Bielorrusia, este sigue siendo un país independiente. No se ven intentos de anexionar a Bielorrusia porque Putin planea utilizar cabezas nucleares contra Ucrania y contra Europa del este desde territorio bielorruso para que las represalias se dirijan contra Bielorrusia. No hay que desestimar el hecho de que Bielorrusia esté bajo control ruso porque Putin, de nuevo, va a intentar utilizar Bielorrusia para llevar a cabo represalias nucleares contra Occidente, Europa oriental y Ucrania.

En el mundo de hoy, los movimientos de armas nucleares no se pueden ocultar, pero estas armas se pueden trasladar rápidamente. Si se introdujesen en Bielorrusia, puede que para entonces sea demasiado tarde para reaccionar porque puede que no tengamos tiempo y Europa se enfrente al riesgo de un ataque nuclear desde territorio bielorruso. La única manera de evitarlo es gestionar el problema de forma preventiva el tema de Bielorrusia si queremos evitar un enfrentamiento nuclear, porque Putin no va a atacar desde Rusia para evitar las represalias. Para poder lidiar con Bielorrusia, tenemos que permitir a Ucrania actuar como mejor crea conveniente y poder disparar contra Rusia y Bielorrusia.

Lidiar con Rusia es complicado, pero con Bielorrusia es fácil. El régimen de Lukashenko es bastante débil, no es nada popular. Respecto a su ejército, en estos momentos hay una de sus unidades en Ucrania luchando contra Rusia. Así que hay un ejército bielorruso en Ucrania preparado para liberar Bielorrusia, hay un gobierno en el exilio formado por muchos opositores políticos, hay opositores a Lukashenko encarelados. Por tanto, Putin podría perder rápidamente el control de Bielorrusia con la ayuda del ejército ucraniano. Por supuesto, en este caso Putin declararía a Bielorrusia como parte de la Federación Rusa y la anexionaría, con lo que perdería la posibilidad de atacar a Europa desde territorios bielurrosos independientes. Así es que podría ser que Bielorrusia siguiera bajo el control de Putin, pero se evitaría el riego de un ataque nuclear desde Bielorrusia.

El problema fundamental tras ocho meses de guerra es que Putin no tiene un ejército convencional. La única opción que tiene es la posibilidad de utilizar cabezas nucleares. Si se le quita esa opción, porque no es probable que las vaya a utilizar desde territorio de Rusia, perdería la guerra a ojos rusos, aunque muchos rusos le apoyen y apoyan esta guerra en Ucrania, pero no quieren perderla. Esta es la única oportunidad de derrotar a Rusia y parar una guerra que, de otra manera, pasaría a la historia como la primera batalla de la Tercera Guerra Mundial.

Las preguntas relevantes, ahora, son cuánto durará esto, cómo se va a desarrollar, cuánto durará esto, qué precio pagaremos por el colapso de la Federación Rusa. No sabemos si el colapso tendrá lugar, cuándo ocurrirá. Nadie podría hacer a Rusia tanto daño como le ha hecho Putin. Tarde o temprano los rusos lo entenderán y empezarán a crear algo diferente, pero para ello tendrán que aceptar la derrota y olvidar la idea de crear un imperio.

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