Diálogo entre Paul Collier y Jose Ignacio Torreblanca
Cuando los territorios se quedan atrás: respuestas desde una nueva economía
La Fundación Rafael del Pino organizó, el 27 de octubre de 2025, el diálogo «Cuando los territorios se quedan atrás: respuestas desde una nueva economía» en el que intervinieron Paul Collier y Jose Ignacio Torreblanca.
Sir Paul Collier es una de las voces más influyentes en el pensamiento económico contemporáneo y un referente internacional en el estudio del desarrollo, la gobernanza y la renovación regional. Paul Collier es Profesor de Economía y Políticas Públicas en la Blavatnik School of Government de la Universidad de Oxford, donde también dirige, como Academic Director, el International Growth Centre, una iniciativa conjunta entre la London School of Economics y Oxford University. Asimismo, forma parte del consejo del Natural Resource Governance Institute, desde donde promueve una gestión responsable y sostenible de los recursos naturales. Su amplia obra académica ha contribuido de manera decisiva a la comprensión de los desafíos del crecimiento inclusivo y la cohesión social. Entre sus publicaciones más reconocidas destacan The Plundered Planet: How to reconcile prosperity with nature y Plundered Nations?, centradas en la relación entre prosperidad y sostenibilidad; The Future of Capitalism: Facing the New Anxieties, una profunda reflexión sobre las tensiones del capitalismo contemporáneo; y Greed is Dead, escrita junto al profesor Sir John Kay, donde plantea la necesidad de restaurar el sentido de comunidad frente a la polarización y el individualismo excesivo. En su obra más reciente, “Rezagados” (Debate, 2025), Sir Paul ofrece una mirada esperanzadora sobre las posibilidades de renovación de las regiones y comunidades desfavorecidas, combinando rigor académico y propuestas prácticas. Su asesoramiento a gobiernos locales y nacionales en políticas de desarrollo territorial da testimonio de su compromiso con la aplicación real del conocimiento económico al servicio del bienestar social.
El Dr. José-Ignacio Torreblanca es asesor sénior de la Oficina de Madrid y miembro distinguido en geoeconomía y tecnología del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). Actualmente es profesor titular en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) de Madrid, donde imparte cursos de grado y posgrado sobre el sistema político de la UE y la UE como actor internacional.
Resumen:
El pasado 27 de octubre, la Fundación Rafael del Pino reunió en Madrid al economista británico Paul Collier, profesor en la Universidad de Oxford, y al politólogo José Ignacio Torreblanca para reflexionar sobre una pregunta crucial para las democracias avanzadas: ¿por qué algunos territorios prosperan mientras otros se estancan o se sienten “dejados atrás”?
El diálogo, titulado “Cuando los territorios se quedan atrás: respuestas desde una nueva economía”, fue una invitación a mirar la economía desde una dimensión moral, comunitaria y territorial. Collier —autor de obras como The Bottom Billion y The Future of Capitalism— presentó su visión sobre cómo reconstruir el contrato social y rescatar la idea de propósito compartido frente a la desigualdad y la desafección.
Del homo economicus al ser social
Collier comenzó desmontando uno de los pilares del pensamiento económico clásico: el homo economicus, ese individuo racional, calculador y egoísta que maximiza su beneficio personal. “Si te encontraras con él —bromeó— no le confiarías tu cartera”. Para Collier, ese modelo describe a un sociopata económico más que a un ser humano.
La economía, argumentó, no puede entenderse al margen de los vínculos de cooperación, confianza y aprendizaje colectivo que caracterizan a nuestra especie. “Nuestra supervivencia como humanos —recordó— dependió de nuestra capacidad para trabajar juntos y aprender rápido”. Y ese aprendizaje cooperativo, añadió, es justo lo que escasea en muchas de nuestras sociedades fragmentadas.
El capital social: el activo invisible que sostiene el desarrollo
Uno de los conceptos centrales de Collier es el capital social, entendido como el tejido de confianza y cooperación que permite que las comunidades funcionen. Siguiendo la línea del politólogo Robert Putnam, Collier recordó cómo regiones aparentemente similares pueden divergir durante décadas según la fortaleza de sus lazos sociales.
El ejemplo de Italia —con un norte próspero y un sur rezagado— ilustra cómo los hábitos de cooperación y asociación, incluso en actividades tan simples como un coro o una cooperativa, generan las bases de una economía vibrante. “La clave no es solo el PIB, sino el ‘nosotros’ frente al ‘yo’”, subrayó.
Sin embargo, ese capital social se erosiona con facilidad. Collier advirtió cómo las redes sociales, lejos de unir, han multiplicado la polarización: “Zuckerberg pensó que creaba una comunidad global. Lo que construyó fue una selva digital que tiraniza a nuestros adolescentes”.
El espejo británico: desigualdad territorial y movilidad rota
Desde su experiencia en el Reino Unido, Collier ofreció un diagnóstico incómodo: la desigualdad territorial y la falta de movilidad social están destruyendo la promesa meritocrática. Ciudades como Sheffield, su lugar de origen, encarnan ese declive. “Cuando yo crecí allí —recordó—, alguien como yo podía llegar a Oxford. Hoy, las posibilidades son menores”.
El contraste entre Londres y las ciudades del norte refleja un país donde la geografía del talento y el capital concentra oportunidades en pocos puntos, dejando a millones atrapados en economías locales sin inversión ni esperanza. “La tragedia —lamentó— es que las universidades de provincias están siendo asfixiadas mientras Oxford o Cambridge son bañadas en donaciones multimillonarias”.
El Estado que no aprende
Uno de los pasajes más críticos de la conversación fue la descripción del sistema británico. Collier denunció una burocracia centralizada, arrogante y sin visión de largo plazo, personificada en el Ministerio del Tesoro, que —dijo— “se comporta como un monasterio: nadie entra ni sale, y nadie piensa más allá de un año”. La consecuencia: proyectos desastrosos como la línea de alta velocidad HS2, símbolo de la desconexión entre tecnocracia y territorio.
Frente a este modelo, propuso una alternativa basada en el aprendizaje rápido y la experimentación descentralizada: “En un mundo de incertidumbre, la respuesta correcta muchas veces es ‘no lo sabemos’. Lo importante es crear estructuras que aprendan deprisa”.
Su ejemplo favorito: Deng Xiaoping, quien transformó China mediante experimentos locales controlados que fomentaban la innovación desde abajo. “Eso fue aprendizaje adaptativo en acción”, resumió Collier, aunque advirtió que el regreso del control centralizado bajo Xi Jinping amenaza con revertir esos logros.
El modelo vasco: cooperación, propósito y éxito compartido
Para ilustrar que la combinación de democracia, cohesión social y prosperidad es posible, Collier destacó el caso de Mondragón, en el País Vasco. Nacido del impulso de un sacerdote, José María Arizmendiarrieta, el grupo cooperativo se construyó sobre principios de solidaridad y participación: salarios limitados (máximo 5 a 1 entre el más alto y el más bajo), reinversión social y colaboración interempresarial.
Ese modelo, sostuvo, permitió no solo resistir crisis industriales, sino convertir la cooperación en ventaja competitiva. “De ahí —recordó— salió la capacidad colectiva que permitió atraer incluso al Guggenheim a Bilbao. Esa fue la victoria del ‘nosotros’”.
De la justicia distributiva a la justicia contributiva
El cierre del diálogo giró en torno a un concepto nuevo en el debate económico: la justicia contributiva, acuñado por el filósofo Michael Sandel. No se trata solo de repartir riqueza, sino de reconocer el valor moral de contribuir al bien común. Collier resumió las condiciones necesarias: igualdad de voz, igualdad de respeto y capacidad material para participar.
El ejemplo con el que terminó fue poderoso: la fundación de la Universidad de Sheffield en 1904. Los obreros siderúrgicos donaron voluntariamente una semana de salario, igualada libra por libra por los empresarios locales, para construir una universidad “para sus hijos y nietos”. Ese pacto —entre trabajadores y empresarios— encarnaba la verdadera justicia contributiva: todos se sentían responsables del futuro.
Un nuevo contrato moral para la economía
El mensaje de Collier fue claro: la economía necesita recuperar propósito moral, confianza y aprendizaje colectivo. Ni los mercados por sí solos ni los Estados tecnocráticos pueden generar prosperidad inclusiva si no se reconstruye el sentido de pertenencia y el deber compartido.
En tiempos de polarización, Left Behind —su último libro— no solo ofrece un diagnóstico del declive, sino una receta: pasar del “yo” al “nosotros”. Solo así, insistió, las sociedades podrán transformar la desesperanza en “esperanza creíble”, el antídoto más poderoso frente al populismo y la fractura social.
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