La Fundación Rafael del Pino organizó, el día 20 de noviembre de 2025, el diálogo “Innovación industrial, defensa nacional e independencia estratégica” en el que participaron Lorin Selvy ex US Chief of naval Research y Luis Pérez Breva, Director, MIT Innovation Teams.
Luis Perez-Breva es innovador, emprendedor y experto en la práctica y el desarrollo de la innovación en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Es, además, Catedrático Rafael del Pino. El profesor Perez-Breva ha guiado más de 170 proyectos con nuevas tecnologías del MIT para descubrir oportunidades con las que llevar a cabo la misión del MIT de tener un impacto positivo en nuestra sociedad y ha formado, guiado, asesorado y educado a más de 200 equipos de emprendedores e innovadores en todo el mundo. Actualmente, dirige el programa estrella del MIT en innovación aplicada, el MIT Innovation Teams: un programa y un curso conjunto de la Escuela de Ingeniería y la Escuela de Negocios del MIT. Recientemente ha codirigido la rama de innovación de la alianza del MIT con Rusia para crear un nuevo modelo de universidad basado en la formación de innovadores (MIT Skoltech Initiative) y colabora, asimismo, en varias iniciativas internacionales de este tenor en Portugal, Singapur y Abu Dhabi. El Dr. Perez-Breva posee títulos en Ingeniería superior Química, Negocio, Física, e Inteligencia Artificial obtenidos en España (Institut Quimic de Sarrià), Francia (Ecole Normale Supérieure), y EEUU (Massachusetts Institute of Technology).
El contralmirante Lorin Selby es natural de Baltimore, Maryland, y se graduó en la Universidad de Virginia con una licenciatura en Ingeniería Nuclear y obtuvo su nombramiento a través del programa del Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva Naval. También tiene un máster en Ingeniería Nuclear y un título de Ingeniero Nuclear por el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Entre sus misiones a bordo se incluyen el USS Puffer (SSN 652), el USS Pogy (SSN 647) y el USS Connecticut (SSN 22). De julio de 2004 a mayo de 2007, comandó el USS Greeneville (SSN 772) en Pearl Harbor, Hawái. Durante estas misiones, Selby llevó a cabo varios despliegues en el Pacífico occidental, el Pacífico norte, el Atlántico norte y el océano Ártico. En tierra, las asignaciones del personal de Selby incluyen el cargo de oficial de compañía e instructor en la Academia Naval de los Estados Unidos, el cargo de subdirector de la oficina de enlace de la Marina con la Cámara de Representantes de los Estados Unidos y el cargo de jefe de la rama de Plataformas Submarinas y Programas Estratégicos en la Dirección de Guerra Submarina del Estado Mayor de la Marina. Tras ser seleccionado como profesional de adquisiciones, ocupó el cargo de director de programas tanto de la Oficina de Programas de Sistemas Electrónicos y de Imágenes Submarinas (PMS 435) como de la Oficina de Programas de Sistemas Submarinos Avanzados (PMS 394). Como oficial de alto rango, Selby ocupó el cargo de comandante de los Centros de Guerra Naval de Superficie (NSWC) desde octubre de 2014 hasta agosto de 2016. En este cargo, dirigió a más de 17 000 científicos, ingenieros, técnicos y personal de apoyo, tanto civiles como en servicio activo, en ocho divisiones de los NSWC repartidas por todo el país. Desde junio de 2016 hasta mayo de 2020, ocupó el cargo de ingeniero jefe de la Armada y subcomandante del Comando de Sistemas Marítimos Navales (NAVSEA) para el diseño, la integración y la ingeniería naval de buques (SEA 05), donde dirigió la experiencia en ingeniería y científica, los conocimientos y la autoridad técnica necesarios para diseñar, construir, mantener, reparar, modernizar, certificar y desechar los buques, portaaviones, submarinos y sistemas de combate y armamento asociados de la Armada. En mayo de 2020, asumió el mando de la Oficina de Investigación Naval como 26.º jefe de Investigación Naval. Selby está autorizado a llevar la Medalla al Servicio Distinguido, la Legión al Mérito (tres condecoraciones), la Medalla al Servicio Meritorio (cuatro condecoraciones), la Medalla al Mérito de la Armada y el Cuerpo de Marines (seis condecoraciones) y la Medalla al Logro de la Armada y el Cuerpo de Marines (tres condecoraciones), además de diversas condecoraciones de unidad.
Resumen:
La competitividad de las economías avanzadas está entrando en una nueva fase, marcada por la convergencia entre innovación industrial, capacidad tecnológica y seguridad nacional. Esta fue una de las ideas centrales del diálogo «Innovación industrial, defensa nacional e independencia estratégica» celebrado en la Fundación Rafael del Pino, con la participación del almirante (ret.) Lorin Selby, ex US Chief of Naval Research, y Luis Pérez-Breva, director del programa MIT Innovation Teams.
Un nuevo paradigma industrial impulsado por la defensa
El debate partió de un diagnóstico compartido: la frontera tecnológica global se está moviendo a una velocidad sin precedentes. La combinación de inteligencia artificial, robótica, sensores avanzados y autonomía está reconfigurando industrias enteras —transporte, energía, logística, manufactura— y también los equilibrios geopolíticos. Selby recordó que, históricamente, una parte significativa de las grandes innovaciones que después se trasladan a la economía civil se origina en la I+D financiada por los gobiernos, especialmente en defensa. El ejemplo más claro es el modelo del Office of Naval Research (ONR) estadounidense, creado en 1946: una institución que invierte desde ciencia básica en universidades hasta prototipos funcionales en empresas, desempeñando el papel de primer inversor estratégico del país.
Este esquema —gobierno, academia y empresa colaborando en un mismo circuito de innovación— es uno de los factores que explican la posición de liderazgo de Estados Unidos en sectores como semiconductores, comunicaciones, software o aeroespacial.
La “trampa del prototipo” y el reto de transferir tecnología
Tanto Selby como Pérez-Breva coincidieron en un problema común a todas las economías desarrolladas: se genera enorme conocimiento científico, pero una parte significativa queda atrapada en informes, patentes o prototipos que no llegan al mercado ni al sector público. Esa brecha de transferencia —que Selby denomina la “estantería tecnológica virtual”— representa un coste económico enorme: inversiones ya realizadas que no se traducen en productividad, competitividad ni autonomía tecnológica.
Para afrontarlo, Pérez-Breva explicó su metodología de innovación aplicada, desarrollada en el MIT: combinar tecnologías existentes (combinatorial innovation), orientarlas a problemas reales y acelerar su despliegue en el mercado. Esta metodología ha generado en EE. UU. más de 200 proyectos y decenas de empresas deep tech, y comienza a trasladarse a España a través de programas piloto impulsados por la Fundación.
Europa y España ante la autonomía estratégica
El diálogo puso el foco en la situación europea. En un contexto de rivalidad tecnológica global, Europa afronta tres desafíos:
Déficit de inversión en I+D, especialmente en ciencia básica y tecnologías habilitadoras.
Déficit de capacidades industriales en áreas como microelectrónica, baterías, robótica o defensa naval.
Falta de velocidad: procesos regulatorios y presupuestarios que retrasan el despliegue de innovaciones.
Selby alertó además de la aceleración de China, que ya no se limita a copiar, sino que innova y escala tecnologías clave con gran rapidez. Para Europa, esto implica reforzar alianzas, coordinar su política industrial y tecnológica y apostar por una defensa que no sea solo militar, sino económica y estratégica.
Defensa como motor económico
Una de las conclusiones más relevantes del acto fue que la defensa no debe interpretarse exclusivamente como gasto militar, sino como palanca de innovación y competitividad industrial. La transición hacia sistemas “pequeños, ágiles y numerosos” —drones, sistemas autónomos, sensores de bajo coste— ya está transformando la industria manufacturera y abre un espacio de oportunidad para empresas tecnológicas europeas y españolas con capacidad de prototipar rápido y escalar.
El caso de Ucrania, que ha neutralizado activos rusos de miles de millones con sistemas autónomos de bajo coste, es un ejemplo extremo pero revelador: la innovación rápida y distribuida está redefiniendo tanto los conflictos como la industria que los rodea.
El factor humano y la productividad futura
Pese a la centralidad de la tecnología, Selby subrayó que el verdadero diferencial competitivo seguirá siendo el talento. Sin suficiente masa crítica en STEM, sin liderazgo científico y sin cultura de riesgo y aprendizaje, ninguna economía podrá mantener su autonomía industrial y tecnológica. Además, defendió que la IA no debe concebirse como sustituto del trabajo humano, sino como herramienta para liberar tiempo intelectual, del mismo modo que la revolución industrial liberó tiempo físico. En un mundo saturado de información, recuperar tiempo de pensamiento crítico será una ventaja económica y democrática.
Conclusión: una agenda de país
El diálogo dejó un mensaje claro: la autonomía estratégica ya no es solo un concepto geopolítico, sino un imperativo económico. Para España y Europa implica:
invertir sostenidamente en ciencia y talento;
reconstruir capacidades industriales avanzadas;
integrar la innovación en defensa dentro de la estrategia industrial;
acelerar la transferencia tecnológica;
y promover liderazgo orientado al largo plazo.
La Fundación Rafael del Pino, subrayaron ambos ponentes, puede desempeñar un papel clave en este cambio, actuando como puente entre investigación, empresa y liderazgo social.
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