Diálogo presencial «Cómo los autócratas están reinventando la política del Siglo XXI»
Moisés Naím y José Juan Ruiz
La Fundación Rafael del Pino organizó, el 7 de abril de 2022, el diálogo presencial en el auditorio Rafael del Pino «Cómo los autócratas están reinventando la política del Siglo XXI» en el que participarán Moisés Naím y José Juan Ruiz con motivo de la publicación de la obra «La revancha de los poderosos: Un libro Para Entender Como Se Obtiene, Se Usa y se Pierde el Poder en el Siglo 21« de Moisés Naím, editada por Debate.
Moisés Naím (1952) es un escritor y columnista venezolano que dirigió entre 1996 y 2010 la revista Foreign Policy y desde 2011 presenta Efecto Naím, un programa semanal de televisión sobre asuntos internacionales que se transmite en decenas de países por la cadena de televisión NTN24. Además colabora en medios del máximo prestigio internacional como El País (España), El Universal (Mexico). La Nació (Argentina) o La Repubblica (Italia).entre muchos otros En reconocimiento a esa labor, en 2011 recibió el Premio Ortega y Gasset, el galardón más importante del periodismo español. Moisés Naím es un miembro distinguido del Carnegie Endowment for International Peace, y fue ministro de Fomento de Venezuela, Director del Banco Central de Venezuela y Director Ejecutivo del Banco Mundial. Tiene un PhD del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Sus libros Ilícito (Debate, 2007) y El fin del poder (Debate, 2013) fueron sendos éxitos internacionales. La revista británica Prospect lo incluyó en 2013 en la lista de los intelectuales más destacados del mundo y el Gottlieb Duttweiler Institut de Suiza lo seleccionó como uno de los 100 líderes del pensamiento global en 2014 y, de nuevo, en 2015.
José Juan Ruiz, en la actualidad presidente del Real Instituto Elcano, ha pertenecido a su Consejo Científico desde hace una década. Economista de formación, pertenece al cuerpo de Economistas y Técnicos Comerciales del Estado. A lo largo de su vida profesional ha ocupado puestos en el Ministerio de Economía, trabajado en el sector privado –como economista jefe de Argentaria, AFI y Banco Santander en América Latina– y, más recientemente, ha sido el economista jefe y director del Departamento de Investigación del Banco Interamericano de Desarrollo. En la actualidad es miembro del Consejo Asesor de Asuntos Económicos de la Vicepresidenta Primera del Gobierno. Posee una larga experiencia en organismos internacionales, tanto europeos como globales. Miembro de varios consejos de administración de empresas públicas y privadas, ha sido profesor y también presidente del Consejo Social de la Universidad de Castilla-La Mancha. Colaborador frecuente de los medios de comunicación, ha formado parte de los consejos editoriales de Política Exterior, Prisa y Grupo Recoletos.
Resumen:
El 7 de abril de 2022, la Fundación Rafael del Pino organizó el diálogo titulado “Cómo los autócratas están reinventando la política del siglo XXI”, que tuvo como protagonista a Moisés Naím, columnista y miembro distinguido del Carnegie Endowment for International Peace en Washington, con motivo de la presentación de su libro La revancha de los poderosos: Cómo los autócratas están reinventando la política en el siglo XXI.
Para Naím, hay tres ‘Ps’ que están reinventando la política del siglo XXI: el populismo, la polarización y la posverdad. El populismo siempre ha existido. La polarización es la sociedad que se pelea. Y todo ello actúa en medio de la propaganda, a la que ahora llamamos posverdad. Estas tres ‘Ps’ han adquirido una potencia y y unas formas de interactuar que no tenían antes.
El populismo se confunde con una ideología, pero no lo es. Es una caja llena de herramientas, trucos y tácticas para obtener el poder y no dejarlo, basado en la estrategia de divide y vencerás. La gran división es entre el pueblo maltratado y una élite abusadora que lo maltrata. En medio de ellos aparece siempre un caudillo que ofrece al pueblo noble la posibilidad de no seguir siendo maltratado y así llega al poder. Esa división ahora es producto de la polarización de todo tipo. Las sociedades están polarizadas de una manera paralizante, por una polarización tóxica que es no aceptar que los rivales tienen derecho a la posibilidad de gobernar. Esa es la polarización que estamos viendo en las democracias actuales. Esa polarización se ve influida por la posverdad. Antes se hablaba de propaganda. La posverdad la incluye, pero la transciende tratando de crear un mundo artificial, diferente, al servicio del poder, con la mentira como un instrumento normal de la política, la mendacidad como estrategia fundamental. La gran mentira forma parte del arsenal normalmente utilizado por los populistas. Lo que hay que hacer es disminuir la impunidad de los mentirosos.
Históricamente, los dictadores eran militares que se unían a otros militares, daban un golpe de Estado y decían que ellos eran el poder. Ahora ya no ocurre mediante un golpe de Estado sino con un proceso en el que, poco a poco, se van socavando los elementos que definen a una democracia. Se hace de forma invisible para la gente normal, colocando a su gente en el poder judicial, comprando parlamentarios, aprobando leyes a última hora de la noche del viernes. Eso paso en la década pasada. En 2011, el 40% de la humanidad vivía en régimen autocráticos, en 2021 era el 70%. El número de países que son democracias ha disminuido a 31. La aparición de las redes sociales, con su inmensa influencia sobre la sociedad, la aparición de nuevas alianzas y de todo tipo de realidades, la llegada de Xi Jinping, mientras todo eso estaba pasando, se estaban haciendo todos esos trucos para acabar con la democracia.
Estamos en presencia de estados criminales. No se trata de que haya unas bandas organizadas que se asocian con funcionarios públicos o políticos para robar, para delinquir. Ahora el gobierno es el organismo criminal, organizado, permanente, que persigue el lucro de la elite autocrática. Este gobierno utiliza las tácticas del crimen organizado como tácticas de política interna y externa, para promover y apoyar objetivos de los oligarcas en el poder.
¿Por qué si la democracia está en declive hay tantas elecciones? Hay elecciones en todos los países todos los días porque los autócratas necesitan las elecciones puesto que proporcionan legitimidad. Además, esas elecciones son mentira. Orban acaba de ser reelegido por cuarta vez y hay datos de que se falseó la elección, con la logística de las elecciones, con la maquinaria electoral. Orban es hoy en día otra vez presidente a través de una elección trucada, pero no es el único. En Venezuela también hubo hace poco unas elecciones. Lo mismo lo hemos visto en Rusia. ¿Por qué Putin tiene que hacer estar piruetas institucionales, cuando es tan poderoso? Por la búsqueda de legitimidad y por las grandes mentiras.
Somos consumidores ingenuos de la política. Es fácil engañar a la gente, manipularla. Todo eso ahora está potenciado por las redes sociales y las nuevas tecnologías. Además, está la necrofilia política, que es el amor por ideas muertas, que han sido probadas una y otra vez y siempre fracasan. La necrofilia política está en pleno auge. Basta oír los discursos de López Obrador, Castillo, Maduro, Kirchner. Nos hemos acostumbrado a que solo hay que votar cada cuatro o cinco años y no debemos hacer más, pero no basta porque podemos perder la libertad.
La política es una colcha de retazos en la que la polarización divide a la sociedad entre el pueblo, la élite y todo tipo de identidades. En Chile acaba de haber unas elecciones. En la toma de posesión del nuevo presidente hubo mucha gente. El acto estaba lleno de banderas en las que estaban todas las identidades, pero faltaba una, la de Chile. Eso era la afiliación de la gente a sus identidades, no a su país. Mete las redes sociales y demás y eso da la situación tan precaria de muchos países.
Los autócratas generan grupos de apoyo mutuo. Orban ha dicho que va a seguir comprando petróleo a Putin y pagándole en rublos. En América Latina vimos un intento que ha fracasado, que era la alianza que creo Hugo Chávez. Tienen la necesidad y la propensión de buscar aliados en otros países.
Tratar con los autócratas depende de la narrativa de cómo presentar una democracia. Esas narrativas están profundamente enraizadas en la anti política. En esas narrativas todo es malo, lo de antes no sirve y hay que traer algo nuevo. Eso ha destruido muchos países. Hay que mejorar la narrativa, pero tiene un producto medio obsoleto. La democracia tiene que adaptarse a las realidades del siglo XXI, como el cambio climático, la inteligencia artificial. Eso transciende fronteras, transciende regímenes. Hay que alinear la democracia con las exigencias de la gente del siglo XXI. Los conflictos armados han creado menos refugiados que el calentamiento global y eso va a seguir, con costos humanos y materiales que no hemos visto nunca. La narrativa no puede ser la defensa de una democracia que no se ha actualizado a las realidades del siglo XXI.
España es uno de los mejores países del mundo. Tiene defectos, carencias y malas circunstancias, pero también tiene una lista enorme de cosas positivas. Lo que siempre me sorprende de España es la propensión a la autoflagelación, producto de la crispación, de las rivalidades partidistas exacerbadas. Cuando se hace la lista de los principales problemas que va a tener España en el futuro y se compara con la conversación nacional, no se parece en nada, no tiene nada que ver con el debate nacional. También hay mucha necrofilia política.
En Venezuela había mucha pobreza, mucha corrupción y mucha desigualdad cuando se alzó Chávez. Venezuela, entonces, no era el país más pobre de Latinoamérica, así es que la pobreza no explica lo que pasó. En desigualdad también estaba mucho mejor que países como Brasil o, incluso, Chile. Había corrupción, pero también estaba mejor que muchos otros. Así es que esto no explica lo que pasó. Todo en Venezuela circula alrededor del petróleo. La cultura del petróleo estaba muy arraigada y la idea del derecho de los venezolanos a la riqueza del petróleo, también. La gente, entonces, se preguntó por qué, si el país es tan rico, yo soy tan pobre y el resultado fue que la gente tumbó al gobierno. En esos gobiernos se cometieron errores gigantescos, pero la sociedad no quería lo que estaba ofreciendo el presidente Pérez.
En el caso concreto de la concentración de poder y la revancha de los poderosos hay que disminuir la impunidad de la mentira. Hay que estar más alerta de lo que está sucediendo en la democracia para que no se pueda destruir desde dentro sin que nadie se de cuenta. Tenemos que ser mejores consumidores digitales, con entes que los protejan porque somos víctimas de las nuevas tecnologías que saben todo acerca de nosotros para utilizar esa información para efectos comerciales, de publicidad y para efectos políticos. Esto no quiere decir censura. Internet es esencialmente un espíritu de tecnología descentralizada. Hay tecnologías que nos van a permitir ser menos ingenuos en el uso de productos digitales. La posverdad va a ser más complicada. Esas tecnologías se van a combinar con cambios legislativos con la idea de proteger nuestra privacidad, tener derecho a sentirnos seguros, a que cuando mandamos un mensaje otros no lo estén leyendo.
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