Samuel Martín-Barbero y Sebastian Royo
La Fundación Rafael del Pino organizó, el 18 de junio de 2020, el diálogo en directo a través de www.frdelpino.es titulado «El nuevo paradigma del aprendizaje de por vida: el futuro es ya presente» en el que participaron Samuel Martín-Barbero y Sebastian Royo.
Samuel Martín-Barbero es es ex Decano de la Facultad de Comunicación de la IE University, ex Rector de la Universidad Camilo José Cela y actualmente Distinguished Presidential Fellow de la University of Miami. Directivo, pensador e innovador en educación superior, con sólida experiencia en liderazgo, estrategia y transformación organizativa y académica. Sus áreas de especialidad e interés profesional son: la renovación curricular, la gestión del talento, la generación de valores, el desarrollo internacional y el impacto social. A nivel formativo, es doctor en Comunicación (con Premio Extraordinario), Universidad Complutense de Madrid; posee el master en Periodismo, del diario El País-Universidad Autónoma de Madrid; y estudios en Historia, Política y Gestión por Lunds Universitet (Suecia). Cuenta con cursos avanzados en liderazgo, gestión e investigación, en: Harvard University, Massachussets Intitute of Technology (MIT), University of Oxford, University of Pennsylvania, The University of Chicago, LSE y United Nations University (UNU), gracias a becas concedidas por la Fundación Caja Madrid, Fundación Rafael del Pino y Fundación Ramón Areces. “..Ha sido activo miembro del Global Agenda Council (GAC) en Informed Societies y en el Knowledge Advisory Board, ambos pertenecientes al World Economic Forum (WEF, en Suiza). En el presente, es miembro del Comité Asesor Editorial Internacional de la revista científica Journalism & Mass Communication Educator (EE.UU). Ha publicado intensamente en forma de artículos de opinión sobre educación superior, en medios especializados y divulgativos como: Times HIgher Education, Higher Education Policy Institute, World Economifc Forum-Agenda, The Conversation, Foreign Policy y Elconfidencial.com.
Sebastián Royo is currently a Visiting Scholar at Harvard University’s Minda de Gunzburg Center for European Studies. He is also a Vice President of International Affairs and Professor in the Department of Political Science & Legal Studies at Suffolk University in Boston, USA, where he served as Acting Provost between August 2016 and August 2019. Royo’s articles and reviews on comparative politics have appeared in Comparative Political Studies, European Journal of Industrial Relations, PS: Political Science and Politics, West European Politics, South European Society and Politics, Democratization, Mediterranean Quarterly, SELA, FP, Perspectives on Politics, and other publications. His books include From Social Democracy to Neoliberalism: The Consequences of Party Hegemony in Spain, 1982-1996 (2000), A New Century of Corporatism? Corporatism in Southern Europe: Spain and Portugal in Comparative Perspective (2002), Spain and Portugal in the European Union: The First Fifteen Years (ed. with P. Manuel, 2003); Portugal, Espanha e a Integração Europeia: Um Balanço (ed. 2005); Varieties of Capitalism in Spain (2008); Lessons from the Economic Crisis in Spain (2013), and Portugal, Forty-Four Years After the Revolution (ed. 2018). Royo is a Senior Research Associate at the Elcano Royal Institute in Madrid, and an and local affiliate at the Minda de Gunzburg Center for European Studies at Harvard University, where he is the co-chair of the Europe in the World Seminar. He is the founder and co-chair of the American Political Science Association’s Iberian Studies Group, and serves in the editorial boards of South European Society & Politics and esglobal.org.
Resumen:
El 18 de junio de 2020 la Fundación Rafael del Pino organizó el diálogo titulado “El nuevo paradigma del aprendizaje de por vida: el futuro es ya presente”, en el que participaron Samuel Martín-Barbero, ex decano de la Facultad de Comunicación de la IE University, ex rector de la Universidad Camilo José Cela y actualmente Distinguished Presidential Fellow de la University of Miami, y Sebastián Royo, visiting scholar at Harvard University’s Minda de Gunzburg Center for European Studies.
Sebastián Royo comentó que una de las grandes sorpresas y decepciones que se ha producido en los últimos años en Estados Unidos ha sido la pérdida de confianza en el sector educativo y en el valor de las titulaciones universitarias. Esto viene dado por la desconexión entre el coste de la educación superior y su valor a la hora de salir al mercado de trabajo. El modelo que hemos tenido de desentenderse de los estudiantes cuando salen de la universidad está obsoleto. El proceso de aprendizaje debe ser continuo para poder resolver esa cuestión del valor de la educación.
Samuel Martín-Barbero se pregunta si el aprendizaje para toda la vía pertenece o no al ámbito universitario. Apenas encontramos departamentos que destinan recursos, energía y vocación a cubrir ese segmento formativo que viene después de una educación reglada. Conceptualmente, el aprendizaje a lo largo de toda la vida lleva dos décadas en Estados Unidos siendo algo sobre lo que se ha construido un corpus teórico para acercar a esa población mayor y trabajadora que quiere estudiar hacia una formación y una educación profesional. Pero hace un siglo ya había figuras de renombre que concebían que, en el espíritu americano, la formación tenía que estar siempre presente. La educación por correspondencia, por ejemplo, era una forma de educación para toda la vida. Las universidades, sin embargo, han prestado poca atención a este tema, lo que ha llevado a que otros proveedores se encarguen de cubrir esa demanda.
Cuando se habla de formación a lo largo de toda la vida hay que tener en cuenta que son las instituciones educativas, antes que el profesorado, las que tienen que tomar la decisión al respecto porque esas son las reglas de juego. Con esas reglas, al profesor se le mide por su capacidad de producción científica. Por tanto, ¿hasta qué punto tiene capacidad de influencia en el proceso y los mecanismos de compensación? Son los líderes de las instituciones, los estados y los órganos reguladores los que tienen que dictaminar si tiene sentido que, en vez de poner al alumno en el centro de su ser, sea la ciencia y la carrera científica las que deban estar. En muchos países existen instituciones que se posicionan a favor del profesor, la docencia y el aprendizaje frente a la investigación. En ellos se presta una atención creciente a todo lo que tiene que ver con la experiencia dentro y fuera del aula, con la experiencia de vida, de acompañar con un conocimiento necesariamente formal en su proceso de madurez. Esta pregunta requiere de una reflexión de tipo institucional. Hay profesores magníficos que llevan la vocación en las venas, otros que llevan la investigación. El equilibrio entre esas dos fuerzas será lo que determine el valor de la educación.
Sebastián Royo considera que esto es una decisión estratégica para las universidades. Teniendo en cuenta que las universidades tienen perfiles muy diferentes, para unas puede ser una parte muy importante y para otras no, pero para la mayoría de las universidades estadounidenses la salida profesional de los estudiantes se ha convertido en un tema casi existencial. Si no son capaces de responder a esa demanda otros agentes van a ser los que den la respuesta, con un coste mucho más bajo y buscando un segmento de mercado muy diferenciado. La prioridad número uno, por tanto, es que los programas garanticen la salida profesional de los estudiantes y que sean un punto de partida que garantice una carrera profesional. La educación tiene un papel clave porque el currículo lo deciden los profesores. El reto es que se involucren en este espíritu de diseñar los currículos para los estudiantes. Los estudiantes no vendrán a las universidades si no ven que van a tener salidas profesionales, sobre todo si se tienen que endeudar para poder pagar la universidad.
Samuel Martín-Barbero coincide en que la empleabilidad es clave. Es un elemento de atracción que están empleando las universidades para conseguir alumnos, hablando de las ventajas competitivas de tener formación universitaria frente a no tenerla. Es evidente porque las familias buscan un retorno de la inversión a partir de un coste enorme o de una deuda descomunal que van a tener para toda la vida. Esta variable juega un elemento clave. Pero ¿el problema de la empleabilidad es algo a resolver solo por la universidad? No. Las empresas deben aproximarse a la universidad de una forma distinta a como lo hacen ahora, para diseñar el currículo conjuntamente con ella. No se trata solo de contratar profesores asociados, sino de asumir que el futuro del diseño curricular pasa por diseñarlo en colaboración con el tejido empresarial. Cuando se habla de long life learning tendemos a pensar que, si la universidad ha cubierto el espacio formativo de las personas de entre 18 y 24 años durante siglos, va a hacerlo por extensión natural respecto a los demás segmentos de edad. La pregunta es si eso es posible o no. El 80% de los ingresos de las universidades lo cubre el segmento de 18 a 24 años y el 20% restante los másteres y doctorandos que no están en el perfil de edad de los seniors. El long life learning implica que el alumno regresa a la universidad en varias ocasiones para hacer másteres, certificados, etc. Esas motivaciones no parten necesariamente de los mismos impulsos que cuando el estudiante tiene 18 años. Puede querer hacerlo por cambiar de profesión, de sector, porque quiere estudiar lo que le gusta, por la necesidad de evadirse. La cuestión es si la universidad está preparada para dar respuesta a esa demanda de formación.
Sebastián Royo recuerda, al respecto, que hubo un momento en el que se planteó si las humanidades iban a tener futuro, frente a las carreras de ciencias y de administración de empresas. Una de las sorpresas agradables fue que cuando las universidades hablaron con los empleadores, una de las respuestas que les dieron fue que no les importa tanto la titulación específica de la persona como sus capacidades profesionales y la capacidad de seguir aprendiendo. Lo que quieren es que los estudiantes aprendan en la universidad a comunicarse, escribir, innovar, manejar tecnología, datos, escribir digitalmente. Eso es importante, pero también es clave que no nos olvidemos de los contenidos más esenciales. Los estudiantes se van a encontrar un mundo en el que los problemas que se planteen tendrán que resolverse de forma interdisciplinar. El concepto de departamentos especializados va en contra de la enseñanza interdisciplinar que se necesita, lo mismo que en los cursos donde necesitamos gente de distintas especialidades.
Samuel Martín-Barbero comenta que hay universidades en Europa continental que empezaron procesos de reforma curricular sobre esa idea. El posicionamiento de las facultades y unidades temáticas se hace mirando al futuro del mundo hacia el que vamos y hacia la evolución de las propias profesiones. Es la mejor garantía de que las universidades apuesten por la empleabilidad. Se trata de ayudar a los alumnos a prepararse para la gestión de su vida, para que puedan alcanzar el equilibrio entre vida laboral y vida personal, cambiar de sector, pasar de freelance a plantilla y viceversa. Eso es la empleabilidad, no solo conseguir el primer empleo. Es importante dimensionar el largo plazo, mirar y entender el ecosistema, ir más allá de lo que transcurre dentro de las aulas para entender el papel de las universidades. La interdisciplinariedad es necesaria. Gran parte de los problemas a los que nos enfrentamos hoy pasan por la capacidad de integrar saberes muy distintos para dar respuestas certeras.
Sebastián Royo advierte que el primer empleo de los egresados no es muchas veces lo que ellos se esperaban. Por eso, es necesario dar un giro hacia un compromiso con los estudiantes, adquirir un compromiso durante toda la vida profesional de ese individuo. Es importante porque hoy es impensable permanecer de por vida en una misma empresa, en un mismo trabajo, incluso en una misma carrera. Hay que desarrollar programas para que puedan seguir conectados a la universidad y que les demos las herramientas para ello. El modelo actual se ha vuelto obsoleto porque el título no sirve para nada transcurridos cuatro o cinco años. ¿Qué conocimientos puede acreditar una persona cuatro o cinco años después de haber terminado en la universidad si no ha trabajado en algo relacionado con ellos? Es necesario reformar esos modelos y condicionar el título al compromiso del egresado de seguir formándose con el paso de los años, para actualizar los conocimientos que se han quedado obsoletos.
Una pregunta clave en este proceso de reforma es cómo aprenden nuestros estudiantes. Esta cuestión tiene que ser un punto de partida para desarrollar nuevas metodologías de aprendizaje. Los estudiantes aprenden haciendo, viendo, experimentando, no memorizando. Tenemos que ajustar nuestras metodologías en torno a este hecho. Las metodologías que permiten la experimentación son clave. Eso tiene que estar en todo lo que hacemos y que el aprendizaje tenga lugar también en el mundo real. Es esencial para dar a los estudiantes una puerta de entrada al mercado de trabajo. La tecnología también es clave. Tenemos tanta información de como aprenden individualmente los estudiantes que, con la ayuda de la tecnología, somos capaces dar respuesta a sus necesidades individuales y adecuar esa respuesta a las particularidades de cada uno de ellos.
Samuel Martín-Barbero considera que no hay mayor tesoro que encontrarse en una universidad que cubre todos los espacios del conocimiento, que piensa en esa revolución que abarca todo. El Reino Unido, en este sentido, empezó hace unos años a instaurar la figura del rector de learning and teaching. La metodología va a determinar el valor diferencial de una universidad porque va a determinar la percepción de calidad que tengan los estudiantes y los futuros estudiantes de esa universidad. Los antiguos alumnos ayudaran a la universidad en función de esa experiencia de aprendizaje. Una metodología con muchas áreas de conocimiento puede ser muy rica si se integra todo. Un activo no aflorado es la forma en que se han aprendido determinadas carreas y oficios, lo que puede dar un resultado formidable y mejorar la calidad. En este proceso, hay que pensar primero en la metodología y luego en los contenidos que se adapten a dicha metodología. El espacio físico también juega un papel determinante. Eso genera una nueva cultura organizativa que las universidades van a tener que activar y a la que tendrán que prestar atención. Es importante desde el punto de vista pedagógico para los jóvenes y para los mayores.
Sebastián Royo considera que la convivencia de jóvenes y mayores en mismo espacio docente es una oportunidad extraordinaria. Los mayores tienen forma de aprender diferente, tienen experiencias vitales distintas. Esas experiencias de la gente de más edad cuando se incorpora a las aulas tienen un impacto dramático en los estudiantes. Producen un enriquecimiento de los debates, de las discusiones, de las perspectivas, de la sensibilidad hacia los distintos temas, hacia el crecimiento de la diversidad, que va a ser clave para el éxito de las personas. Una universidad solo para jóvenes es una elección que no vamos a poder tener por la disminución de la población joven, a causa del descenso de la natalidad y de la emigración hacia otras partes del país.
Samuel Martín-Barbero señala que la preocupación por las cualificaciones y competencias empezó hace dos o tres años. El World Economic Forum ha publicado informes en los que habla de las competencias en descenso y de las que experimentan un fuerte crecimiento. La OCDE también tiene informes sobre las competencias fundamentales y está procediendo a contratar en función de esas competencias que son la capacidad analítica, la capacidad relacional y la capacidad estratégica. Ya no se mira tanto la titulación como la institución de la que uno procede, en el sentido de que provea de competencias transversales muy reconocibles para el mercado, independientemente de la titulación que hayan cursado los egresados.
Sebastián Royo coincide con este último punto y comenta que las universidades están dejando el modelo de los créditos y lo han sustituido por aprender competencias. El éxito de los estudiantes es prioritario porque es clave para la percepción del valor de sus estudios. La tecnología es clave para dar información que permita apoyar a los alumnos en las áreas en las que tengan más dificultades. Al mismo tiempo da la oportunidad de customizar esas acciones. También da información sobre los procesos de aprendizaje de los estudiantes. Esa información da la oportunidad de rediseñar el curso. La tecnología también ofrece la posibilidad de aprendizaje en línea o de aprendizaje híbrido. La pandemia ha supuesto una aceleración hacia modelos virtuales y de aprendizaje en línea. Los profesores se han dado cuenta de que pueden hacerlo y ven las virtudes de este modelo. Se van a desarrollar experimentos mediante cursos híbridos, en los que el alumno puede elegir ir unos días a clase y otros estudiar en formato online.
Samuel Martín-Barbero indica que el miedo escénico a enfrentarse a la realidad virtual se ha ido disipando. La tecnología ha habilitado que se pueda trabajar de una forma más ágil. Pero no existe un número ilimitado de alumnos a los que puede atender si se quiere generar debate e interacción. Para motivar a los estudiantes online es importante traer invitados, combinar exámenes orales y escritos, establecer objetivos cada diez minutos, reutilizar los recursos multimedia para complementar los planes de la asignatura. Todavía es pronto para saber el grado de acomodo a la nueva normalidad de las universidades. Entre ellas hay idiosincrasias muy distintas. Unas tienen poco dinero para subsistir y unas pocas cuentan con recursos de sobra. Muchas van muy justas de presupuesto. El impacto económico a corto de la pandemia va a ser importante para las universidades muy sujetas a las matrículas. Van a experimentar un descenso de ingresos de entre el 20% y el 30%, en parte por el diferimiento en la reserva de plaza y matrícula, en parte por los alumnos internacionales ya que no se puede viajar, en parte por el rediseño espacial de los campus para adecuarlos a los criterios sanitarios. Esa variable es clave a la hora de hacer cualquier tipo de vaticinio porque sin ingresos suficientes la estrategia de reposicionarse en el mercado se complica.
Sebastián Royo añade que la crisis llega en un momento en el que muchas universidades estaban en situación de gran debilidad, resultado de la crisis de confianza sobre su valor, de la crisis demográfica y de la crisis de acceso por los altos costes de la universidad y por la dificultad para conseguir financiación para estudiar. Esto ha llevado a unas tensiones excepcionales en muchas universidades, especialmente las que tienen menos capacidad financiera, y al cierre de algunas de ellas. El COVID-19 va a acelerar ese proceso. Por tanto, hay que demostrar el valor de la universidad, desde la perspectiva del empleo y también de la del aprendizaje. Hay que generar metodologías que muestren valor. Tenemos que reducir los costes de la universidad. Eso va a llevar a una reorganización de las universidades y a un mayor uso de las tecnologías para aumentar escalas y reducir costes. Hay que buscar oportunidades con otros segmentos de mercado que no sean los jóvenes, con segmentos que demandan esos conocimientos. Las universidades que sean capaces de dar respuesta a esas crisis son las que van a salir adelante.
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