Resumen:
El 25 de octubre de 2023, la Fundación Rafael del Pino organizó la conferencia “La crisis del capitalismo democrático”, que impartió Martin Wolf, editor asociado de Economía y comentarista económico jefe de Financial Times.
Martin Wolf comenzó con una cita. La mejora asociación en un estado es aquella que opera a través de las clases medias. Aquellos estados en los que la clase media es amplia y más sólida, más fuerte, que los ricos o los pobres, o más fuerte que uno de esos dos grupos, cuenta con todas las posibilidades de tener una constitución democrática bien gestionada. Este es el eje central de mi argumento. Esta cita nos llega desde Aristóteles, el primer politólogo.
Hay otra cita, nada en exceso, que aparece en el templo de Apolo, en Éfeso. ¿Por qué? Porque una sociedad sofisticada, civilizada, es el resultado de un equilibrio delicado de elementos que posiblemente entran en conflicto. El gran error que comenten quienes están en los extremos es creer que esto se puede simplificar dejándolo en una única cosa.
En 1937, su padre abandonó Viena y se fue solo a Inglaterra. Su familia más inmediata consiguió de milagro escapar a Palestina, pero el resto quedó atrapado en Polonia y falleció en el holocausto, excepto en una persona. En 1940, el padre de mi madre, que era un hombre hecho a sí mismo, consiguió secuestrar un barco pesquero para llevar a su familia a Inglaterra, a medida que penetraban los alemanes en Holanda. Pidió a sus hermanos que se fueran con él, pero ninguno quiso. También fallecieron durante el holocausto. Esta catástrofe fue el resultado del colapso de la civilización a principios del siglo XX en Europa.
Entre las razones más importantes de este colapso está la catástrofe económica, la Gran Depresión. Hitler llega al poder, en última instancia, por la Gran Depresión. Mi conclusión es que si la gente no puede ganar dinero suficiente para vivir con decencia, si no hay esperanza de una cierta prosperidad, el orden democrático, pacífico y estable basado en el consentimiento es difícil, cuando no imposible, de garantizar. No podemos dar por supuesta la estabilidad de una democracia civilizada, ni siquiera de la más poderosa, ni siquiera la de Estados Unidos.
Ahora mismo estamos presenciando una recesión democrática. En una democracia liberal, una democracia caracterizada por derechos civiles individuales, el Estado de Derecho y el respeto a los derechos de los perdedores como a la legitimidad de los ganadores, las elecciones justas y libres determinan quién se hace con el poder. Sin ello, no es una democracia. Los intentos de cualquier jefe de gobierno de derrocar las elecciones, o anular el sentido de los votos, son una traición al orden constitucional. Esto es lo que Donald Trump ha intentado hacer, tanto antes como después de las últimas elecciones presidenciales. Fracasó, pero aún hoy en día, a pesar de estos resultados de los republicanos, Trump sigue atrayendo a la base de su partido y de casi todos los candidatos presidenciales. Mientras tanto, acérrimos conservadores, como Liz Cheney, hija del vicepresidente Cheney, ha sido defenestrada por decir que la gran mentira de Trump de decir que los resultados de las elecciones fueron una gran mentira es una gran mentira. Más recientemente, muchas de las personas que le apoyan en su campaña, diciendo que era una gran mentira, ahora han cambiado de collar, pensando en esa cárcel a la que se enfrentan. Así es que nos enfrentamos a la posibilidad de que Donald Trump llegue a ser presidente y encarcelado, o presidente en vez de estar encarcelado.
El Partido Republicano, por consiguiente, ya no se siente comprometido con la más básica de las normas democráticas, que es la de unas elecciones justas y libres. Pero ¿cómo va a sobrevivir una democracia si la gente piensa que lo único importante es ganar? La democracia, básicamente, se fundamenta en valores morales, en ética. Todos tenemos que pensar que somos ciudadanos. Gobernamos gracias a los debates, no obligando a nadie y debatimos honradamente de manera razonable. Si desaparecen estos valores ¿qué queda? Solo la violencia.
Lamentablemente, Trump no está solo. Freedom in the World 2023, de la Freedom House, informa que este año ha sido el décimo sexto consecutivo en el declive de la democracia liberal. Esta recesión democrática ahora la vemos más cerca que en los últimos quince años. Este declive se da en todas las regiones del mundo, en especial en las más frágiles. Pero, sobre todo, se observa en democracias esenciales de Occidente, incluyendo Estados Unidos.
¿Cómo nace la combinación de democracia y mercado? En 1800, no había democracia alguna en el mundo. Ningún país tenía un número suficiente de electores, ni un proceso electoral genuino que permitiera decidir qué era democrático. Estados Unidos era una república, pero solo el 6% de los adultos tenía derecho al voto. Incluso, cuando existen las instituciones republicanas, la franquicia estaba muy limitada en función del sexo, la raza y el patrimonio. En el siglo XIX se amplían estas franquicias, aflora la democracia universal y empieza paulatinamente a darse a conocer en la mitad de los países del mundo. Esto no sucedió en todo el mundo, ni incluyó a todos los países importantes, como China, pero sí tuvo lugar en el suficiente número de naciones como para cambiar el mundo.
En 1800 había un 10% de países democráticos. Después de la Primera Guerra Mundial había un 40%. La democracia colapsa en los años del comunismo y el fascismo. Luego se dispara a medida que Europa se va liberando tras la caída del nazismo y del fascismo. Se estabiliza hasta 1980 y luego explota tras la caída de la Unión Soviética. La apertura de la economía mundial, medida como comercio global sobre PIB, correlaciona con el avance de la democracia. Hay un cierto vínculo entre la democratización y el dinamismo y confianza en el mundo que insufla una economía liberal.
¿Por qué se dan estas excepciones? Es importante recordar que, históricamente, en las sociedades agrarias, la forma más normal de estructurar las economías y las políticas es que el poder se ha casado con la riqueza y la riqueza se ha casado con el poder. Los más poderosos son los más ricos y viceversa. Los monarcas absolutos eran dueños de todo. ¿Por qué se da este cambio revolucionario? ¿Por qué avanzamos hacia la democracia? La respuesta yace en el afloramiento del matrimonio entre la economía liberal y política democrática. El capitalismo de mercado y la democracia son opuestos que se complementan. Ambos rechazan el estatus hereditario adscrito. Defienden la idea de que la gente puede decidir en asuntos importantes, en términos económicos y políticos, por sí y para sí mismos. El capitalismo democrático se sustenta sobre ideales de trabajo, esfuerzo individual, recompensa al mérito y la fuerza de la ley.
En términos históricos, aunque con dificultad, la economía de mercado ha conseguido la urbanización, una demanda creciente para una mano de obra más cualificada y mejor educada, la recién organizada clase obrera, así como oportunidades para políticas de suma positiva porque, efectivamente, las economías empiezan a crecer. La democracia, como dice Aristóteles, se sustenta sobre la existencia de un grupo de ciudadanos independientes en el sentido económico. Por eso, el progreso económico resulta ser tan importante. Una sociedad completamente socialista va a ser, inevitablemente, una dictadura, puesto que la titularidad de los activos productivos yace completamente en aquellos que controlan el Estado. Ausente la coordinación del mercado por medio de mecanismos productivos, entonces el Estado será el encargado de asignar estos recursos valiosos, tiene demasiado poder. Los mercados protegen la política democrática de esta concentración excesiva del poder, pero la política democrática también protege a los mercados de una excesiva concentración de la riqueza. Así, la democracia y la economía de mercado se complementan.
Ambos, también, son opuestos. La economía de mercado tiende a ser global, cosmopolita, mientras que el Estado democrático, por definición, es territorial. El mercado es el dominio de la salida; la democracia es el dominio de la voz. La economía de mercado tiende a ser poco igualitaria (un dólar, un voto), mientras que la democracia es, por definición, en teoría, igualitaria (una persona, un voto). Por tanto, la tensión entre capitalismo y democracia va a resurgir. Si la economía no atiende los intereses de la mayoría, la sensación de soberanía compartida se va a debilitar y vamos a ver cómo salen a la luz demagogos populistas.
El populismo en sí no es malo para la democracia, en tanto en cuanto adopte la forma de una hostilidad justificada contra élites predatorias. Sin embargo, demasiado a menudo, se convierte en una hostilidad hacia el pluralismo de por sí, y el pluralismo es un elemento esencial para la democracia. Cuando sucede esto, la democracia se transforma en una dictadura plebiscitaria y, en última instancia, en una dictadura. Desde el otro extremo, la concentración de la riqueza puede llevar a la plutocracia porque la riqueza se va convirtiendo en poder. Todo esto pasa en nuestros países, más en concreto, en Estados Unidos. De hecho, es bastante probable que haya una autocracia depredadora y una plutocracia corrupta. Eso es básicamente el sistema que gobernaba el imperio romano. En resumen, democracia y mercado están unidos entre sí, pero al igual que pasa con muchos matrimonios, son difíciles.
En las democracias de los países de renta alta, los aumentos de la desigualdad, la perspectiva cada vez peor de las clases medias, han ido erosionando los cimientos y la confianza en la democracia. El miedo a perder poder económico ha creado lo que se llama ansiedad por el estatus. Esto, los propagandistas lo han ido convirtiendo en resentimiento racial y cultural, especialmente en sociedades diversas étnicamente. Esto no es nuevo. Esto han sido los cimientos de la cultura política en el sur americano y en el fascismo europeo. Estos resentimientos han empeorado a causa de la emergencia de una clase grande pero descontenta de funcionarios educados en la universidad, dedicados a una cultura progresista y a una política racial. Este ejército identitario de la izquierda choca con el ejército identitario de la derecha y crea una gran escisión social que se convierte en la característica más importante de la política en muchos países. El surgimiento de los nuevos medios ha facilitado todas estas tendencias, pero no las han creado.
¿Qué ha pasado para crear este estatus, especialmente con las personas que no han ido a la universidad? A largo plazo, hay un fenómeno importante que son fenómenos económicos: la desindustrialización, la creciente desigualdad, la caída de la productividad. En el Reino Unido, la proporción de personas que trabaja en la industria se ha reducido en veinticinco puntos porcentuales, del 40% al 12%, aproximadamente. En España y Alemania también ha caído mucho. En Estados Unidos y Reino Unido se dan los niveles de desigualdad más altos entre las democracias de renta alta. Además, han tenido algunas de las políticas populistas de extrema derecha. ¿Es por casualidad? Lo dudo.
Al mismo tiempo, la productividad por hora trabajada se ve un empeoramiento drástico del aumento de la productividad, que determina la prosperidad en estos países, especialmente en los que más éxito tenían en el primer periodo. El crédito fácil disimuló estas tendencias, pero estalló en la crisis financiera internacional. La dimensión de esta crisis, el rescate de los bancos y de los banqueros, convenció a mucha gente de que las élites que dirigían las sociedades no solo eran incompetentes, sino también corruptas.
El periodo siguiente a la crisis financiera ha sido también tremendo. En 2021, el PIB per cápita en España fue el 31% menor de lo que hubiera sido si la tendencia pre crisis financiera hubiera continuado. Otro país que está muy cerca de España es Italia. El Reino Unido también ha salido mal parado. El país que empeoró menos fue Alemania, que sobrevivió a la crisis financiera relativamente bien. En los últimos quince años hemos experimentado un cambio dramático y hemos pasado a que se estanquen los niveles de renta en todos estos países. En Estados Unidos ha bajado un 20% aproximadamente. Por eso, y por el rescate financiero, el establishment norteamericano estaba tan maduro para su toma por los populistas. Lo sucedido desacreditó a ambos partidos, como ocurrió en el Reino Unido a los conservadores. El cambio hacia sectores y tecnologías intensivas en cualificación, la desindustrialización de la mano de obra, la globalización, el auge de China, son factores en los que las poderosas fuerzas económicas subyacentes son importantes.
Aun así, hay muchas pruebas de la emergencia del capitalismo rentista con una reducción de la competencia, un aumento de los monopolios y un egoísmo desenfrenado de los ejecutivos. Es más, el papel del dinero en la política de Estados Unidos ha erosionado la base tributaria. No es sorprendente que la gente no crea en la política convencional.
¿Dónde nos encontramos en la actualidad con el capitalismo democrático? El capitalismo va a sobrevivir, la cuestión es qué tipo de capitalismo va a ganar, el que Branko Milanovic llama capitalismo democrático o el que denomina capitalismo político o autoritario. Hay dos tipos de capitalismo autoritario en el mundo. La versión más común, y probablemente la menos peligrosa a nivel global, se deriva de una OPA hostil desde dentro sobre las democracias. El autócrata se come las democracias. Generalmente, empieza como demagogo populista, con un círculo de confianza que es fiel al líder. Los plutócratas suelen encontrar necesario el tener que apoyar al dirigente, que suele ser un gánster. En última instancia, solo sobreviven si lo hacen sus compinches. El otro problema es el capitalismo autoritario burocrático, como el sistema chino. La burocracia china opera un sistema capitalista que puede ser autodisciplinaria, puede ser previsora, tecnocrática y racional. Incluso así, el capitalismo democrático también sufre de las voces del autoritarismo, especialmente la tendencia a la corrupción y al capitalismo clientelista. Estos fallos atañen tanto a la economía como a la legitimidad política. El capitalismo burocrático es un rival para el capitalismo democrático occidental. Aún así, las autocracias son y siguen siendo malos sistemas. No tienen una estructura de responsabilidad, no tienen debates abiertos, no pueden garantizar una transferencia de poder en paz, y tienden al amiguismo desenfrenado y a la corrupción.
La democracia liberal ha superado muchas dificultades en los últimos siglos. Sigue siendo el mejor sistema. Se basa en una creencia genial, que es que la gente tiene derecho a decidir lo que quiere decidir y a vivir lo que quiere vivir, en sociedades donde las decisiones conjuntas se toman con el consentimiento activo de los gobernados. Lo difícil es renovar la democracia y el capitalismo. Esta renovación debe estar animada por una idea, sencilla y potente, que es la soberanía compartida. Para que la democracia funcione, no podemos considerarnos solo trabajadores, ahorradores, consumidores, inversores. También tenemos que considerarnos ciudadanos y la ciudadanía tiene que cumplir tres aspectos: fidelidad a las instituciones democráticas, políticas y legales y a los valores del debate abierto y la tolerancia mutua que las sustentan; preocuparse por la capacidad de que los ciudadanos vivan una vida plena y desear crear una economía que permita a todos los ciudadanos esperar un futuro mejor.
El mundo ha cambiado demasiado y no podemos responder con nostalgia del pasado. Los seres humanos tenemos que actuar individual y colectivamente. Si no pensamos y actuamos como ciudadanos, la democracia fracasará. Si nuestras principales lealtades no van con la sociedad, la democracia va a fracasar.
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