Por qué los postimperios euroasiáticos desafían el orden mundial
Mira Milosevich, Robin Niblett y Tom Burns
La Fundación Rafael del Pino organizó el 21 de marzo de 2024 a las 19 horas, el diálogo «Por qué los postimperios euroasiáticos desafían el orden mundial» en el que participaron Mira Milosevich, Robin Niblett y Tom Burns. Con motivo de la publicación de la obra «El imperio zombi. Rusia y el orden mundial.» editada por Galaxia Gutenberg.
Con motivo de la publicación de la obra de Mira Milosevich titulada El imperio zombi, Rusia y el orden mundial, editada por Galaxia Gutenberg, en la que la Sra. Milosevich analiza el legado imperial zarista y comunista, las causas y características del militarismo, antioccidentalismo y excepcionalismo rusos, y el papel de Rusia desde las guerras napoleónicas en el orden mundial.
Mira Milosevich-Juaristi es investigadora principal para Rusia, Eurasia y los Balcanes del Real Instituto Elcano, profesora asociada de The Foreign Policy of Russia en School of Global and Public Affairs de IE University. Ha colaborado en varios libros colectivos y es autora de tres libros, dos de ellos sobre las guerras yugoslavas –Los Tristes y los Héroes. Las historias de los nacionalistas serbios (200) y El trigo de la Guerra. Nacionalismo y Violencia en Kosovo (2001), publicados por Espasa Calpe. Su libro más reciente es Breve Historia de la Revolución Rusa (2017, Galaxia Gutenberg, 7 ediciones). Ha asesorado al Parlamento Europeo, al Parlamento Español, al Parlamento del Reino Unido, a la OTAN, al STRATCOM y al Departamento de Estado de los Estados Unidos en cuestiones de seguridad relacionadas con la desinformación como instrumento de la guerra híbrida de Rusia en Occidente. Forma parte del consejo de la Iniciativa de Relaciones Transatlánticas (IE University). Es miembro de dos grupos de trabajo del European Leadership Network, Grupo de Contacto de las relaciones entre Occidente y Rusia, y del Grupo de Acción Rusia-OTAN. En 2020, fue Visiting Fellow del programa sobre Europa, Rusia y Eurasia del Center for Strategic and International Studies (CSIS) en Washington, D.C. gracias al apoyo económico de Argyros Family Foundation. Mira Milosevich es doctora en Estudios Europeos por la Universidad Complutense de Madrid y licenciada en Sociología y Ciencias Políticas por la Universidad de Belgrado. Diploma del Workshop in Global Leadership de la Harvard Kennedy School (2019) y diploma de los cursos ejecutivos del CSIS Understanding Russian Military Today (2020) y Understanding Washington (2020). Sus idiomas de trabajo son español, inglés, ruso y serbio.
Robin Niblett es Distinguished Fellow y ex director de Chatham House (The Royal Institute of International Affairs) en enero de 2007. Antes de incorporarse a Chatham House, de 2001 a 2006, el Dr. Niblett fue vicepresidente ejecutivo y director de operaciones del Center for Strategic and International Studies (CSIS), con sede en Washington. Durante sus dos últimos años en el CSIS, también fue director del Programa Europa del CSIS y de su Iniciativa para una Asociación Transatlántica Renovada. Los comentarios y análisis del Dr. Niblett han aparecido en el Financial Times, el Washington Post, el Daily Telegraph, el Guardian y la agencia Reuters. Es autor de Britain, the EU and the Sovereignty Myth (Gran Bretaña, la UE y el mito de la soberanía) (Chatham House 2016), Britain, Europe and the World: Rethinking the UK’s Circles of Influence (Gran Bretaña, Europa y el mundo: replanteamiento de los círculos de influencia del Reino Unido) (Chatham House, 2015) y Playing to its Strengths: Rethinking the UK’s Role in a Changing World (Aprovechar sus puntos fuertes: replanteamiento del papel del Reino Unido en un mundo cambiante) (Chatham House, 2010). También es editor y colaborador de America and a Changed World: A Question of Leadership (América y un mundo cambiado: una cuestión de liderazgo) (Chatham House/Wiley-Blackwell, 2010); colaborador de Influencing Tomorrow: Future Challenges for British Foreign Policy (Influir en el mañana: los futuros retos de la política exterior británica) (Guardian Books, 2013) de Douglas Alexander MP y el Dr Ian Kearns; autor y colaborador de varios informes del CSIS sobre las relaciones transatlánticas, y colaborador y coeditor junto con William Wallace de Rethinking European Order (Replanteamiento del orden europeo) (Palgrave, 2001). El Dr. Niblett participa con frecuencia en conferencias sobre Europa y las relaciones transatlánticas. Ha declarado en varias ocasiones ante el Comité Selecto de Defensa y el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de los Comunes, así como ante los Comités de Asuntos Europeos del Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Es consejero externo de Fidelity European Values Investment Trust. Ejerce como asesor especial de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de los Comunes (desde 2015). Fue presidente del Grupo de Expertos de la Cumbre de la OTAN de 2014. Fue presidente del Consejo de la Agenda Global sobre Europa del Foro Económico Mundial (2012-13) y presidente del Comité Directivo de la Academia Británica del Proyecto Lenguas para la Seguridad (2013). En 2012 recibió la medalla Bene Merito del gobierno polaco. Fue nombrado Compañero de la Orden de San Miguel y San Jorge (CMG) en 2015. Se licenció en Lenguas Modernas y obtuvo un máster y un doctorado en el New College de Oxford.
Tom Burns Marañón, Londres, 1948. Nació en el seno de una familia hispano-inglesa, fue alumno del profesor Raymond Carr en la Universidad de Oxford, donde estudió Historia moderna, y fue enviado a Madrid como corresponsal de la agencia Reuters en 1974. Posteriormente, fue delegado en España de la revistaNewsweek y del diario The Washington Post, y durante una dilatada etapa fue corresponsal del Financial Times. Es autor de una trilogía sobre el cambio político en España en clave de historia oral Conversaciones sobre el Rey (1995), Conversaciones sobre el socialismo (1996) y Conversaciones sobre la derecha (1997), considerada como una referencia ineludible en la historiografía de la Transición. Entre sus obras destacan La Monarquía necesaria (2007), Hispanomanía (reeditada por Galaxia Gutenberg en 2014), De la fruta madura a la manzana podrida (Galaxia Gutenberg, 2015) y Entre el ruido y la furia (2018). Participa en numerosos foros de análisis político y financiero y es patrono de diversas fundaciones, entre ellas la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón. En 2001 fue nombrado oficial de la Orden del Imperio Británico por la reina Isabel II por su contribución a las relaciones culturales entre el Reino Unido y España, y en 2014 recibió el XXV premio de periodismo de la Fundación Institucional Española (FIES) de manos del rey Felipe VI.
Resumen:
La Fundación Rafael del Pino organizó, el 21 de marzo de 2024, el diálogo “Por qué los postimperios euroasiáticos desafían el orden mundial” en el que participaron Mira Milosevich, investigadora principal para Rusia, Eurasia y los Balcanes del Real Instituto Elcano y profesora asociada de The Foreign Policy of Russia en School of Global and Public Affairs de IE University, y Robin Niblett, Distinguished Fellow y ex director de Chatham House, con motivo de la publicación de la obra de Mira Milosevich “El imperio zombi. Rusia y el orden mundial” editada por Galaxia Gutenberg.
Mira Milosevic: Rusia no es un imperio, es un post imperio. No es un imperio zarista o comunista y el régimen de Putin es consciente de que no puede mantener un imperio como fueron los anteriores. Es un imperio zombi porque quiere volver a la vida. Se puede analizar con el concepto de re-imperialización, acuñado por Henry Kissinger, por el cual. La idea consiste en que, mientras los occidentales están eufóricos por el fin de la historia de Fukuyama, hay dos personas que dicen que esto no es cierto. Uno de ellos es Kissinger quien, en su libro “Diplomacia”, dice que es probable que Rusia entre en un periodo de re-imperialización porque su pauta histórica es el expansionismo. El otro es Giovanni Sartori, quien dice que la democracia ha ganado como la legitimidad de un sistema político, pero esto no quiere decir que no vaya a haber otros sistemas políticos que se quieran imponer. Sartori y Kissinger hablan de que no hay fin de la historia, de que esto no es así.
Rusia es un imperio zombi porque en 1921, como a partir de 1993, sobre todo con la llegada de Vladimir Putin al poder, Rusia intenta re-imperializarse. Cuando Lenin dice “muerte al chauvinismo ruso” y derroca al gobierno de los zares, por mucho que hablase de la autodeterminación, del derecho de los pueblos a elegir su futuro, etc., vemos que los bolcheviques están en contra del imperio zarista, pero no del imperio como tal. De hecho, construyen un imperio comunista. Durante la Primera Guerra Mundial se desintegran cuatro imperios. El zarista es uno de ellos, pero es el único que se recupera. El otomano, el austro húngaro y el prusiano desaparecen. El ruso vuelve a la vida en formato comunista y ahora Putin hace lo que han hecho todos los demás antes que él, de la manera que puede y teniendo en cuenta que sus recursos son muy limitados. Rusia fracasa como estado nación, no puede tener un imperio como los de antaño, pero intenta mantener las zonas de influencia imperiales.
Rusia no quiere una guerra con la OTAN porque la perdería. Lo que le anima a invadir Ucrania es que no es miembro de la OTAN. En este momento, Moldavia, con el mal llamado conflicto congelado de Transnistria, está es una situación mucho más complicada que los países bálticos. Los países bálticos, son miembros de la OTAN. Con la entrada de Suecia y Finlandia, que son dos países con un ejército extraordinario, la OTAN cierra una brecha geográfica. Polonia y los países bálticos están preparados para defenderse y creo que Rusia es consciente de que perdería esta guerra.
Puede haber una crisis de Kaliningrado. Su estatuto se negoció durante más de dos años. Rusia ha desplegado allí armamento nuclear. Es otro punto caliente, pero, en cualquier caso, una de las causas de por qué Rusia es una potencia revisionista es una muy mala digestión de su estatus. La Unión Soviética fue un actor clave en la estabilidad europea, junto con los estados Unidos. Al final de la Guerra Fría, los países del Pacto de Varsovia ganan la independencia, pero Rusia pierde un imperio. Eso no es fácil, porque no son ingleses, los rusos no saben perder un imperio.
Robin Niblett: Tristemente, vamos a estar fascinados con Rusia durante muchos años. También hay que añadir que es un imperio anacrónico, de otra era. Por eso lo hace un imperio zombi. Cada gobierno debe encontrar maneras de representar a sus ciudadanos de la mejor manera posible, darles el mejor futuro posible. Con Vladimir Putin, tenemos una idea muy antigua de lo que es una nación, un estado. Tenemos un pequeño grupo que decide lo que es el interés de un país, es una autodecisión, y después encuentra manera de convertir a sus ciudadanos en zombis para que estén de acuerdo. Es lo que ha hecho Putin. Los ciudadanos rusos han pasado de una situación de indiferencia, de no querer saber, a estar casi rabiosos porque esta guerra continúa y quieren venganza sobre los ucranianos. Putin lo está empujando. Que el interés nacional de Rusia sean las fronteras es un interés de otra era, pero una era que todavía tiene importancia. Brzezinski tiene una frase famosa, que dice que el poder odia el vacío. En este sentido, en un momento u otro, Ucrania tendría que pertenecer a Rusia, a su nuevo imperio, o que sus ciudadanos pudiesen escoger su futuro. Cuando ellos ven el futuro de Polonia dentro de la UE y de la OTAN, si eres ucraniano quieres ese futuro. Vladimir Putin nos está obligando a ir hacia atrás, a un mundo que no tiene un futuro proactivo. China parece una autocracia más moderna, pensando en cómo vincularse con la economía global, mientras Rusia todavía está intentando proteger recursos. A Rusia le irá bien, pero no podrá ser un imperio porque ha perdido su poder blando, y lo ha perdido completamente.
Mira Milosevic: Hay similitudes entre Putin y Trump en relación con lo WOKE, con volver a hacer grandes a sus países eliminando a toda esa gente. Pero la actitud de Putin, de los rusos, tiene raíces históricas en la idea de Rusia como tercera Roma. Una vez caída Constantinopla en 1453, el centro de la iglesia ortodoxa se traslada a Moscú. Iván III se casa con Sofía Paleóloga, sobrina del último basileus del imperio bizantino. Rusia se proclama a sí misma tercera Roma y esta es la raíz del mesianismo ruso, que ve a Rusia como un país y un pueblo que tiene que salvar. A partir de ahí, los rusos están salvando continuamente a alguien. Desde Catalina la Grande la política oficial ha sido que Rusia tiene derecho a proteger a los cristianos ortodoxos en el imperio otomano y los imperios católicos. Luego Rusia salva a Europa de Napoleón. Luego la salva de Hitler. Ahora está salvando a los compatriotas en Georgia, en Ucrania del supuesto régimen nazi de Zelenski. El mesianismo ruso tiene su raíz en esta idea de la tercera Roma y de que salva a Occidente. Los rusos describen a Europa como decadente, hipócrita, etc. Allí, ellos se ven como lo más fresco y auténtico, que va a salvar a Europa de la decadencia. Todo esto es un background histórico, que no necesariamente conoce todos los rusos. El discurso de Putin representa una nueva dimensión de enfrentamiento entre los adversarios. La diferencia de la Guerra Fría esta dimensión de lucha contra la cultura WOKE. La Constitución rusa garantiza que no habrá matrimonio gay. Es un instrumento más que se basa en la falsa religiosidad de la iglesia ortodoxa rusa y en la idea de decadencia europea. Esto que está disfrazado de valores religiosos tiene mucho eco entre los evangelistas en Estados Unidos y entre candidatos como Donald Trump.
Robin Niblett: La idea de la defensa de los valores de la iglesia ortodoxa es anacrónica, pero, a la vez, es moderna. Las primeras naciones se fundaron alrededor de una creencia, normalmente religiosa, para poder dar una perspectiva compartida a una población que, de otra manera, se podría dividir. Esto se ha hecho desde hace cientos de años. La separación de iglesia y nación es algo muy moderno. La idea de que un líder anacrónico intenten recuperar esta idea y sumarla al poder no es sorprendente. En Delhi, todo el mundo habla de cómo Modi, antes de las elecciones, entró en el antiguo templo de Ram, que se construyó encima del antiguo templo musulmán, que se construyó sobre otro antiguo templo hindú. Pasó once días ayunando y santificó el templo delante de todas las televisiones. Esto se hace también en supuestas democracias. Es moderno y anacrónico. Pero hay una diferencia entre la situación de Trump y la de Putin. Trump hace lo que hace y cree en lo que cree dentro de un entorno democrático. Sí, es una democracia asediada, pero existe. Hay gente que tiene un punto de vista anti inmigrante, religiosa, que piensa que una unión matrimonial debe ser de un tipo u otro y dice que tiene el derecho a ser votada si la mayoría del pueblo tiene estas creencias internas, sociales. Entonces, ¿por qué no tener la libertad de liderar un país? Eso es la democracia. Pero en otros países, como Hungría, eso se combina en autocracia. Cuando la nación se piensa en términos de algunos y no de la minoría, entonces la minoría es el enemigo, los que no creen lo que tú crees no forman parte de la nación y, por tanto, no deben tener el poder. Es lo que cree Trump. Si gana, después de cuatro años estará fuera. El peligro es la combinación de la ortodoxia, de la religión con el poder, porque es una manera de reforzar una estructura completamente autocrática en la que no hay transparencia. Todo es para controlar al pueblo. Los autócratas son mayoritariamente hombres, es una forma de liderar muy masculina.
Mira Milosevic: La guerra de Ucrania está en una tercera fase en el sentido de que, cuando empezó, primero fue un shock. El mundo se sorprendió porque, en el siglo XXI, un país iba en contra de la integridad territorial de un vecino, aunque este país fuera Rusia. Después, todos entramos en euforia cuando Ucrania empezó a recuperar cierto territorio en Kharkiv y, sobre todo, en Kherson. Había una cierta voluntad de luchar y ganar. Ahora estamos en un momento de realidad. Estamos en una guerra de desgaste, en el equilibrio de debilidad. Occidente está esperando que las sanciones económicas produzcan un colapso de la economía rusa, o, por lo menos, que la debiliten significativamente. Hay que ser ignorante o ingenuo de esperar, como los occidentales, que China fuese a apoyar sanciones contra Rusia. En este sentido, también estamos en un momento de realismo. Occidente está esperando que Rusia colapse económicamente, o que haya un golpe palaciego, aunque no hay pruebas de ello, mientras Rusia está esperando a que Occidente se canse de apoyar a Ucrania y, por lo tanto, se quede sin defensa.
Todo conflicto tiene tres niveles: político, estratégico y táctico. En el nivel político, Rusia y Ucrania no han cambiado sus objetivos. Rusia quiere convertir a Ucrania en un estado fallido y alejarle de Occidente, de la OTAN. Ucrania quiere conservar su integridad territorial, convertirse en miembro de la UE y de la OTAN algún día. Ninguna de las partes ha alcanzado estos objetivos políticos. Las estrategias han ido cambiando y, en estos momentos, Rusia está ganando la guerra en el nivel táctico porque cada día está conquistando más territorios mientras Ucrania no tiene capacidad de recuperarlos. Estamos en este momento, pero es importante que los objetivos políticos de Rusia no se han alcanzado. Lo más probable es que haya una guerra larga cuyo final más probable sería una partición de Ucrania al estilo de las dos Coreas, en la que una parte de Ucrania podría irse desarrollando. Ucrania sacrificaría una parte de su territorio por paz y el resto del territorio podría convertirse en un país democrático.
La victoria de Rusia sería muy mala señal para China y para lo que está ocurriendo en el área del Indo Pacífico, en torno a Taiwán. Sería un mensaje a otras potencias revisionistas, como China e Irán, de que se pueden salir con la suya. Por eso, es importante contener a Rusia. El problema es que, en este momento, Rusia está ganando la guerra y no tiene interés en negociar.
Robin Niblett: Hemos entrado en la fase más realista y crítica de este conflicto y es que nos hemos dado cuenta, como europeos, de que Ucrania es nuestra responsabilidad. Si gana Trump, o si gana Biden, el apoyo americano está aflojando. Su obsesión es China, está mucho más lejos, tiene mucha deuda. Enviarles armas muy bien, porque son americanas y el dinero se mueve en círculo en Estados Unidos, pero dar un apoyo más grande… El tiempo diplomático se pone cada vez más difícil. Estados Unidos está involucrado en tres guerras: una fría con China y las más calientes en Oriente Medio y en Ucrania. Nos hemos dado cuenta como europeos que el futuro de Ucrania es nuestra responsabilidad, pero no sabemos qué vamos a hacer. Pero lo más importante es que los europeos ayuden a Ucrania a sobrevivir 2024. Es un momento de gran vulnerabilidad para Kiev. Lo podrán hacer porque hay límites de cuánto pueden tomar las fuerzas rusas. Lo que quieren tomar, por lo menos, son los cuatro oblast que, teóricamente, ya se han anexado. Dos de estas áreas están ocupadas, hay violencia, hay resistencia, las fuerzas rusas no tienen control. Donesk y Luganks ya lo tienen colonizado, ya están más o menos perdidos. Si los europeos podemos ayudar a redescubrir un nuevo equilibrio de fuerzas en 2024, en 2025 terminaremos con una negociación. No será para una paz, será un alto del fuego, pero, por lo menos, paramos de luchar. Será un modelo como el de Alemania en la última guerra fría. Ucrania no acepta ser dividida, pero acepta no luchar para recuperar estas partes y gana el apoyo para entrar en la Unión Europea y, posiblemente, en la OTAN. Esto último será más difícil, pero ya tienen acuerdos bilaterales con países y ya tienen armas. Esto será una solución, si se la puede llamar así. Las sanciones son un autocastigo. Es decirnos a nosotros que no vamos a depender de un país que es enemigo y es un peligro para nosotros. Las sanciones son una forma de separarnos. Habrá una nueva guerra fría en Europa. Habrá un nuevo telón de acero, pero más al este.
El sur global, los países que combinan para esta frase, no está del lado de Rusia. Consideran que esto no tiene nada que ver con ellos. El hecho de que no apoyen a Ucrania no quiere decir que apoyen a Rusia. Quiere decir que les da igual esta batalla, que el orden liberal internacional lo ha sido para nosotros, pero para muchos países del sur global éramos hipócritas. Si en la Guerra Fría un país autocrático nos era útil, era aliado nuestro. Nosotros también hemos sido un poco excepcionalistas en el manejo de nuestra lista de un orden internacional. El sur global nos dice que no tenemos derecho a decirles que tienen que estar con nosotros en la guerra de Ucrania. Pero estar del lado ruso, no. La India es muy buen ejemplo. Ha comprado de Rusia el 90% de sus armas, pero ahora ha bajado al 60%. Quiere comprar de Estados Unidos porque ahora le es más útil tener a Estados Unidos a su lado que a Rusia. Brasil antes decía que iba a invitar a Putin y que China iba a ser su gran amigo. Pero, en estos momentos, las importaciones chinas están fuera de control y están socavando la economía brasileña. Estos países están triangulando entre Estados Unidos y sus aliados pacíficos y atlánticos en un lado y China y Rusia en el otro. India es el mejor ejemplo. India estar con China o Rusia. Mira al G-20 y dice que ahí puede tener su voz. Los países democráticos y liberales debemos acompañar al sur global a ser socios del progreso y ayudarles económicamente, con África por lo menos. El sur global no quiere depender de Rusia para nada y van a comprar productos agrícolas de donde sea.
La paz que puede verse en 2025, si es aceptable para el Kremlin y para Ucrania, creo que va a ser una paz negociada por el sur global. Zelenski lo sabe. Por eso para tanto tiempo hablando con India, con Indonesia, ha creado ese grupo de ochenta países que se reunieron recientemente en Davos. El sur global va a ser muy interesante para el futuro.
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