Mauro Guillén y Moisés Naím
La Fundación Rafael del Pino organizó, el 23 de noviembre de 2020, el diálogo en directo a través de www.frdelpino.es titulado «Cómo la colisión de las grandes tendencias actuales remodelará el futuro de todo» en el que participarán Mauro Guillén y Moisés Naím con motivo de la publicación de la obra de Mauro Guillén titulada «2030 Viajando hacia el fin del mundo tal y como lo conocemos», editada por Deusto.
Mauro F. Guillén es ex Director del Joseph H. Lauder Institute de la Universidad de Pennsylvania, un programa de investigación y docencia que combina la administración de empresas y las relaciones internacionales, y Catedrático de Dirección Internacional de Empresas en la Wharton School, donde ocupa la Cátedra Dr. Felix Zandman. Ha sido titular de la Cátedra Rafael del Pino en el año 2003.Formado como sociólogo y economista político, ha estudiado las empresas multinacionales y el proceso de globalización durante veinte años. De los múltiples reconocimientos que ha obtenido, destaca el IV Premio Fundación Banco Herrero al mejor investigador español en ciencias sociales menor de 40 años.
Moises Naím es Columnista y analista venezolano, es autor de una decena de libros sobre economía y política internacional.En la actualidad, es senior associate en el Carnegie Endowment for International Peace. Es analista de El País y sus columnas semanales son reproducidas por los principales periódicos en América Latina y Europa. Entre 1996 y 2010, Naím dirigió la revista Foreign Policy, que circula en 160 países y se publica en siete idiomas. Antes de dedicarse al análisis y el periodismo, Naím trabajó en el sector público y la docencia. Fue ministro de Industria y Comercio de Venezuela a comienzos de los años noventa, director del Banco Central de Venezuela y director ejecutivo del Banco Mundial. Previamente ejerció como director académico y profesor del IESA en Caracas, así como profesor visitante en universidades de Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. Moisés Naím es presidente del directorio del Population Action International (PAI) y también del Grupo de los Cincuenta (G-50), así como miembro del consejo de dirección del International Crisis Group y del National Endowment for Democracy. Naím obtuvo el Ph.D. y la maestría del Massachussetts Institute of Technology.
Resumen:
El 23 de noviembre de 2020, la Fundación Rafael del Pino organizó el diálogo “Cómo la colisión de las grandes tendencias actuales remodelará el futuro de todo”, en el que participaron Mauro F. Guillén, catedrático de Dirección Internacional de Empresas en la Wharton School, y Moisés Naím, senior associate en el Carnegie Endowment for International Peace.
Moisés Naim señaló que la demografía es fundamental. Comparar los diez países más poblados ahora con los que lo serán en 2050 es muy revelador. Ahora son China, India, Estados Unidos, Indonesia, Pakistán, Brasil, Nigeria, Bangladés, Rusia y México. Pero en las décadas que vienen se van a producir profundas transformaciones demográficas en el planeta, algunas de las cuales se pueden proyectar pero otras no, porque pueden verse afectadas por hechos como el cambio climático o la revolución digital. Teniendo en cuenta esto, se observa que, en 2050, China ya no será el país más poblado del mundo, sino que ese puesto lo ocupará India. México y Rusia salen de esa lista. Nigeria pasa del séptimo lugar al tercero. Estados Unidos es el único país rico que está en la lista. Todos los demás son pobres, subdesarrollados. De los diez países de la lista, cinco están en Asia, tres en África y uno en América Latina. En la lista entran la República Democrática del Congo y Etiopía. Este es un mundo diferente porque muchos de estos países son inestables, algunos casi un Estado fallido. Muchos de ellos son países en guerra. Algunos son potencias nucleares, como Estados Unidos, India, China y Pakistán. Muchos de ellos son muy vulnerables al cambio climático, por ejemplo, Bangladés, que es el país más densamente poblado del mundo y el de más baja altura, lo que quiere decir que, si aumenta el nivel del mar, buena parte del país quedaría sumergido, lo que obligaría a su población a tener que emigrar hacia los países vecinos, Myanmar e India, que ya han dicho que están tomando las medidas para impedir que ese movimiento de población suceda. Todas estas cuestiones son impredecibles.
Mauro F. Guillén comentó que, en algunos países, vamos a tener en los países un 30% o 40% de la población por encima de los 60 años. Cada generación que nace ahora es más pequeña en número que la generación anterior. Eso implica que en los mercados financieros y de consumo va a haber una transformación en términos de la atención que se presta a este grupo generacional. En términos de esperanza de vida, los mayores de 60 pueden esperar vivir otros 25 ó 30 años. Además, las mujeres continúan progresando en sus carreras profesionales, gracias a un mejor acceso a la educación. Esto no implica que se haya resuelto la discriminación salarial o profesional, pero sí cambia la situación en muchos países. En los países muy poblados, las mujeres tienen muchos hijos porque no tienen un acceso generalizado a la educación. Cuando lo tienen, postponen la decisión de tener bebés. Ese es el factor que mejor explica el número de hijos que acaba teniendo una mujer. Por tanto, cualquier proceso de cambio que conlleve un prolongamiento de la vida estudiante o trabajadora de las mujeres hace que caiga la tasa de natalidad. Por lo tanto, en el mundo vamos a tener más abuelos que nietos. El mercado de mayores de 60 años va a ser el mayor segmento del mercado en términos de edad. El nuevo papel de la mujer es el detonante de todos estos cambios, aunque todavía estamos muy lejos de la igualdad y la paridad entre hombres y mujeres. Por tanto, el mundo en el que nacimos y crecimos está cambiando de forma radical. Desde el punto de vista demográfico, desde el punto de vista económico con el auge de los mercados emergentes y desde el punto de vista tecnológico vamos a ver una transformación que nos va a llevar a una situación completamente distinta a la actual.
Moisés Naim indicó que la educación va a definir cuáles van a ser en el futuro los países prósperos, así como las actividades humanas. Casi todas las preguntas en este ámbito tienen que ver con la destrucción creativa. Las nuevas tecnologías generan un enorme progreso en productividad, pero un descenso inicial en el empleo. Luego, los puestos de trabajo reaparecen más tarde, en más número, con mayores salarios, más estables. Eso siempre ha ocurrido. Siempre ha habido el temor de que la automatización, el cambio tecnológico fuese a crear un desempleo estructural muy dañino para la sociedad, insostenible económica y políticamente, pero eso nunca ocurrió. El desempleo tecnológico no sucedió nunca en el pasado. Pero hay estudios que dicen que ahora estamos en otro mundo, porque el tipo de tecnología que ha llegado ahora es diferente: destruye empleos a una tasa muy rápida y los reemplaza a una tasa muy lenta, lo cual crea una brecha permanente de subempleo o desempleo. Es el caso de los conductores, ahora que ideas como el vehículo autónomo o la distribución de productos mediante drones empieza a ser una realidad en muchas partes. Todo va a depender de si uno cree que la destrucción creativa está aquí para quedarse. Entonces estamos tranquilos. Pero si esto no es así, muchos países van a experimentar problemas muy severos puesto que los empleos destruidos no se recuperan a la velocidad necesaria para que las familias tengan un medio de vida.
Mauro F. Guillén dijo, en este sentido, que ahora aprendemos, trabajamos, jugamos e, incluso, nos relacionamos, a través de la tecnología, mientras que antes empleábamos otros métodos de llevar nuestras vidas. La transformación empresarial es masiva y estamos viendo que estas tecnologías van a desplazar a trabajadores de edad, que les resulta difícil aprender otra profesión o trasladarse a otro lugar. Lo importante es identificar los colectivos que se van a ver afectados porque son grupos muy concretos. No se puede comprender el auge de los partidos populistas sin comprender a esos grupos de edad y que el cambio tecnológico a ellos no les funciona y se han quedado descolgados del tren de progreso. También habrá voces que digan por qué no paramos el tren. En una economía global, con competencia de mercado, esto es imposible. Lo que caracteriza al mercado es la destrucción creativa. El motor de cambio no es la tecnología per sé, sino la competencia en los mercados, de tal manera que los emprendedores por un lado, los consumidores por otro, y las empresas por otro tratan de reposicionarse cuando se produce una novedad tecnológica. Lo que tenemos que hacer es prepararnos porque la oleada de cambio que se avecina es enorme. Si en una parte del mundo pretendemos aislarnos de ello, otra parte del mundo va a avanzar. Además, es más fácil que estas nuevas tecnologías las adopten los países más atrasados. En África, por ejemplo, hemos visto como hace diez años adoptaban la banca móvil o la telemedicina. Gracias al aprendizaje remoto vamos a conseguir educar a esa generación de tantos niños que nacen allí porque no vamos a tener tiempo de construir tantas escuelas como se necesitarían en esos países de gran crecimiento demográfico. Por tanto, tenemos que entender el desafío en términos de competencia en el mercado y tener en cuenta que, muchas veces, la tecnología tiene el efecto de que los últimos pasan a ser los primeros. Desde la perspectiva europea o norteamericana se puede pensar que nada nos puede hacer caer, pero ese tipo de pensamiento es muy peligroso porque el cambio tecnológico puede hacer que los rezagados puedan pasar a estar en vanguardia. Esto se puede aplicar a los individuos que pierden su trabajo, pero también a una economía.
Moisés Naim se mostró de acuerdo con esa idea de la dinámica del mercado y de la competencia como motor central del cambio tecnológico. Sin embargo, hay que enfatizar los impactos distributivos de esas nuevas tecnologías, en particular la inteligencia artificial y sus ramificaciones, porque tienen efectos distributivos diferenciales. No todas las empresas africanas van a poder moverse a la velocidad de la tecnología del siglo XXI. En América Latina también. Allí hay empresas que tienen dificultades para dar saltos importantes de tamaño, que es inadecuado porque no tienen la escala necesaria. Allí, el impacto de la tecnología va a ser diferencial. También lo va a ser sobre la renta de la gente. ¿Qué hace un conductor de 50 años al que ya no contratará nadie? No hay ejemplos a gran escala de recualificación. El mundo hoy no tiene la tecnología, el método y las instituciones para reciclar a los trabajadores a la escala que sería necesario. Esto lleva al tema de la renta básica para todos los ciudadanos, que es un tema controvertido, pero inevitable.
Mauro F. Guillén se refirió a ello y dijo que hace cinco o diez años propuestas como una renta mínima solo las hacía gente muy radical y no tenían gran tracción. Ahora vamos a tener que debatir sobre ello a ambos lados del Atlántico. Esa renta deberían recibirla solo aquellas familias que verdaderamente lo necesiten. Ese ingreso mínimo garantizado, por tanto, no debe ser universal, sino solo para los que lo necesiten. Al mismo tiempo, es razonable tener un debate sobre si los robots deberían pagar impuestos para ayudar a recolocar a esa gente desplazada por el cambio tecnológico. Habría que hablar de si deberían pagar impuestos de la misma forma que se aplican impuestos sobre la gasolina que ayudan a construir carreteras. Por lo que se refiere a la esperanza de vida y a tener varias carreras profesionales a lo largo de la vida, Mauro F. Guillén, señaló que el trabajador típico que se ha visto desplazado por la tecnología es un trabajador que tiene cincuenta y pico años, que se ha visto afectado por estos cambios en el peor momento, que tiene una cierta imposibilidad de movilidad geográfica. Lo que se puede hacer al respecto es concentrar los recursos, ya sean privados o públicos, en beneficio de ese tipo de personas. No algo universal, para todo el mundo, porque destruye la cultura del esfuerzo.
Moisés Naim indicó que parte de ese nuevo mundo urbano va a estar bajo el agua. Un determinante fundamental de la división rural-urbano va a ser el cambio climático. Hoy en día hay más refugiados por el cambio climático que por conflictos armados. La tendencia va a continuar. La frecuencia e intensidad de los daños causados por efectos climáticos está aumentando. Tenemos cada vez más huracanes, incendios, etc. Los expertos detectan cada vez mejor estas tendencias, pero no la velocidad a la que se producen. Con el cambio climático está pasando esto. El cambio climático va a alterar nuestras vidas, definiendo dónde y cómo vivimos, cómo nos transportamos, cómo nos conectamos de una manera muy importante. No sabemos cómo va a ser porque no tenemos precedentes. Lo que sí tenemos seguro es que las ciudades van a ser más definidas por el cambio climático que por otras tendencias.
Mauro F. Guillén se mostró de acuerdo en que nos vamos a replantear las grandes aglomeraciones urbanas, sobre todo en la costa. En Asia va a tener un impacto enorme porque la mayor parte de sus aglomeraciones urbanas están en la costa. En Europa, a raíz del trabajo remoto vamos a replantearnos el vivir tan cerca del centro de las ciudades. Lo peligroso para el futuro es que en sur de Asia y en el África subsahariana todavía hay un 60% de la población en el medio rural, donde las oportunidades no son muy buenas. Estas personas tienen incentivos para emigrar hacia las ciudades. Eso va a contribuir a que haya más presión demográfica sobre esas áreas urbanas, que se verán más afectadas por el cambio climático. En segundo lugar, hasta ahora, como consumidores, hemos estado pensando que el problema del cambio climático se resuelve si los gobiernos se ponen de acuerdo y si realizamos innovaciones tecnológicas, sobre todo en tecnologías más limpias. Aparte de lo que puedan hacer los gobiernos y del cambio tecnológico, falta una tercera parte que nos incumbe a todos: nuestro propio comportamiento como consumidores. Es decir, en lugar de comprar camisetas de nylon, comprarlas de algodón. En lugar de tirar el 30% de la comida que entra en nuestros hogares, tratar de compartirla. Tratar de usar más el transporte público. Hay una serie de comportamientos del consumidor claves que pueden ayudarnos a resolver el problema del cambio climático. En tercer lugar, el 2% del agua del mundo es potable. El resto, o no es accesible, o es agua salada. Con el calentamiento global, muchas de las reservas de agua dulce que tenemos en Groenlandia, en la Antártida, van a convertirse en agua líquida y, al final, en agua salada. El principal problema que vamos a tener es el cambio de la dinámica en los océanos porque regulan la temperatura en el resto de la Tierra y causan una disrupción enorme en la economía global. Asociado a ello está la crisis en la producción agrícola, por la escasez de agua y su mala distribución, por la mayor frecuencia de los eventos climatológicos extremos, etc. Estamos hablando de pasar de una situación de abundancia de alimentos a otra para la cual haya escasez de alimentos para la mayor parte de la humanidad.
Moisés Naim añadió que la inseguridad alimenticia ha aumentado muchísimo durante la pandemia. El número de países con inseguridad alimentaria es gigantesco y no vemos cuál es la solución. Los alimentos están, lo que no existe es la forma de distribuirlos. Respecto a la conducta del consumidor, no se cree que vaya a ser más verde. Por eso, apuesta por que los productos que no sean verdes sean más caros que aquellos otros que lo son. Es un incentivo para que sean más verdes. Los gobiernos son muy importantes, por ejemplo, debido a los subsidios a las empresas energéticas. El 85% de los subsidios que conceden en el mundo es para abaratar la energía procedente de hidrocarburos. Esos subsidios habría que eliminarlos.
Mauro F. Guillén dijo que hay que abandonar la mentalidad de que se puede dar marcha atrás hacia ese mundo que se nos escapa, que es lo que prometen los políticos populistas. Esa esperanza no tiene fundamento, por todos los motivos comentados anteriormente. En segundo lugar, cada vez que se produce una gran transformación como la que estamos viviendo, que tiene muchas dimensiones -tecnológicas, sociales, políticas, económicas, empresariales-, es muy importante que nos preparemos para ello, tratando de relacionar todas estas tendencias, tanto como personas como como trabajadores. Si no sabemos conectar las cosas, no vamos a tener éxito en el mundo que se avecina porque están cambiando muchas cosas al mismo tiempo que están interrelacionadas entre sí. En tercer lugar, no se debe tomar ninguna decisión que sea irreversible. Hay darse margen de maniobra para poder cambiar el curso a medida que cambian las circunstancias, tanto las personas como las empresas. Tratar de inculcar en la población la falsa esperanza de que se puede volver atrás es muy peligrosa, porque eso es imposible.
Moisés Naim compartió esas ideas. El amor apasionado por políticas públicas muertas, que crean miseria, pobreza, corrupción, es repetitiva. Esa es la amenaza de los populistas, que proponen malas ideas confirmadas. Estamos viviendo en la edad de oro de los charlatanes, porque ahora son digitales. Hay que tener cuidado con la hiperespecialización. No hay suficientes líderes para sobrevivir en este mundo muy competitivo. Para ser competitivo hay que ser obsesivo, tener una visión muy concreta, no distraerse, porque la competencia es eso. Pero esa obsesión distrae de todo lo que pasa alrededor, en la vida, en la empresa. En un mundo lleno de cambios, las amenazas pueden llegar no de los competidores, sino de esos cambios.
Mauro F. Guillén se mostró en contra de las ideas de que, dado que estamos en un mundo multipolar, las instituciones que se crearon tras la Segunda Guerra Mundial son inútiles y hay que hacer borrón y cuenta nueva. Esas instituciones hay que reformarlas, mejor que tratar de construir otras nuevas. Además, la preocupación es que las partes del mundo que más están creciendo no son necesariamente democracias liberales. Suscriben el mercado, porque trae prosperidad, pero no la democracia y los derechos humanos.
Moisés Naim añadió que, a medida que el mundo se globaliza, aumenta la necesidad de tener bienes públicos globales. La demanda de esos bienes está aumentando exponencialmente, pero su oferta está estancada o reduciéndose. Esto produce el déficit más peligroso del mundo, es decir, la necesidad de que haya una buena oferta de bienes públicos globales porque está desequilibrada. Ante el crecimiento de eventos de impacto mundial, necesitamos que haya respuestas globales, que haya países trabajando juntos, coordinadamente, para afrontar esta demanda de bienes públicos globales. Lamentablemente, no lo estamos haciendo.
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