Escenarios y perspectivas económicas y financieras tras la Gran Epidemia

Javier Díaz Giménez y Daniel Lacalle

La Fundación Rafael del Pino organizó, el 21 de abril de 2020, el diálogo en directo a través de www.frdelpino.es titulado «Escenarios y perspectivas económicas y financieras tras la Gran Epidemia. Deuda, déficit público, sistema financiero y crecimiento» en el que participaron Javier Díaz Giménez y Daniel Lacalle.

Javier Díaz-Giménez es Profesor Ordinario de Economía en el IESE. El profesor Díaz-Giménez ha dedicado la mayor parte de su vida profesional a investigar y enseñar en el campo de la macroeconomía. En su trabajo más reciente analiza las consecuencias macroeconómicas de las reformas de la política fiscal y el sistema de pensiones. Ha publicado los resultados de su investigación en algunas de las principales revistas profesionales como Journal of Political Economy y Journal of Monetary Economics. También es autor del libro de texto universitario Macroeconomía: Primeros Conceptos. Díaz-Giménez ha sido asesor del Ministerio de Industria español y, aunque por poco tiempo, también asesor de la Oficina Económica del Presidente.

Daniel Lacalle es economista, asesor internacional y Economista Jefe en Tressis. Doctor en economía, licenciado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Madrid, posee el título de Analista Financiero Internacional CIIA (Certified International Investment Analyst), posgrado por el IESE (Universidad de Navarra) y máster en Investigación Económica. Su carrera en gestión de carteras e inversión comenzó en el hedge fund Citadel, en Estados Unidos y Londres, y continuó en Ecofin Limited, abarcando renta variable, fija, capital de riesgo y materias primas, y posteriormente en PIMCO. Ha sido votado durante cinco años consecutivos en el Top 3 de los mejores gestores del Extel Survey, el ranking de Thomson Reuters, en las categorías general, petróleo y eléctricas. Previamente a su etapa como gestor, trabajó como analista financiero en ABN Amro (hoy RBS), y llevó a cabo distintas responsabilidades en Repsol y Enagas, donde recibió el premio a la mejor OPV (IR Awards 2002). Daniel Lacalle escribe regularmente en El Español y colabora habitualmente en La Sexta, en la CNBC, CNN, Epoch Times, Hedgeye, Mises, The Commentator y en The Wall Street Journal. Es también profesor en el Instituto de Empresa, UNED, OMMA, IEB y en la London School of Economics and Political Science. Asimismo, ha escrito los libros Nosotros, los mercados, Viaje a la libertad económica, La madre de todas las batallas, Acabemos con el paro, La Pizarra de Daniel Lacalle y La Gran Trampa, todos ellos publicados en Deusto y convertidos en bestsellers tanto en su edición original en español como en sus traducciones al inglés y al portugués.

Resumen:

El 21 de abril de 2020, la Fundación Rafael del Pino organizó el diálogo online sobre “Escenarios y perspectivas económicas y financieras tras la Gran Epidemia”, en el que participaron Javier Díaz Jiménez, profesor de Economía en el IESE, y Daniel Lacalle, economista jefe en Tressis. Para Javier Díaz, esta crisis es diferente de otras crisis económicas. Es mucho más especial que ninguna de ellas porque las causas son excepcionales. Esta crisis se debe a un parón obligatorio de la actividad económica, a un cambio brutal en el contexto en el que se produce. Se trata, además, de una crisis de proporciones desconocidas y sin planificación para afrontarlas. Las consecuencias, en cambio, van a ser parecidas a las de otras crisis. Habrá paro, quiebra de empresas, reconfiguración de sectores productivos. Ahora bien, las empresas que van a quebrar ya tenían antes problemas con su modelo de negocio. Lo que hace la crisis es acelera ese cambio. Esas empresas van a verse muy afectadas. La cuestión es cómo gestionamos la transición hacia ese nuevo mundo, porque España vende proximidad. Y ese tipo de actividades se va a ver muy penalizado mientras no haya una vacuna. La clave, por tanto, reside en cuándo vamos a contar con una terapia eficaz. Mientras no exista, el contexto va a ser muy complicado. Daniel Lacalle coincide en que esta crisis es muy diferente y añade que es la primera crisis generalizada en prácticamente todos los sectores de la economía. Esto se debe a que la decisión de combatir la pandemia mediante el cierre de la economía por decreto genera un efecto mayor y de más largo plazo. Estamos acostumbrados a que las crisis sean de demanda de consumo, de demanda de crédito. Pero esta no es así. El gran problema estriba en el diseño de la lucha contra la crisis. Ante el riesgo sanitario, que colapsa la cadena sanitaria, se decide el cierre forzoso de la economía. Y las medidas que se toman pretenden incentivar una demanda que no existe y que no viene acompañada por una respuesta del lado de la oferta porque la economía está cerrada. El gran problema es, también, el efecto a posteriori. En primer lugar, habrá un cambio radical en la forma del consumo. En los últimos años hemos estado ignorando las señales de la economía y lo hemos fiado todo a la política monetaria y la política fiscal. Mientras veíamos que los sectores rescatados se contraían, los servicios mantenían la economía artificialmente dopada. Por tanto, se han tomado unas decisiones basadas en un diagnóstico equivocado: que la economía tiene una fortaleza que no es tal. El segundo problema reside en considerar que el cierre forzoso es como unas vacaciones y que después todo vuelve a la normalidad. Pero no va a ser así porque el cambio en las decisiones de consumo e inversión va a ser dramático y la recuperación no va a generarse mediante el apalancamiento. El tercer error consiste en creer que las políticas de demanda van a fortalecer la economía de cara al futuro. Lo que están haciendo es rescatar a sectores con problemas. Por tanto, la mala asignación de capital por decisión gubernamental va a ser todavía más agresiva que en 2008. Además, en 2008 había una serie de mecanismos que permitían que los sectores de alta productividad se financiaran mediante mecanismos diferentes. Ahora, los recursos se van a reasignar a sectores que generaban baja productividad y bajo crecimiento y provocaban un bajo funcionamiento de la economía. Por lo que se refiere al escenario europeo, Javier Díaz recordó que lo que dominaba en diciembre era el Brexit y la respuesta de la UE al mismo. Este asunto ahora se ha convertido en algo trivial. La UE tenían un problema gravísimo: que no es una zona monetaria óptima. También tenía que aclarar de qué se trata la UE, si es un mercado único o si es una unión más política. La crisis actual y la forma en que la están gestionando Italia y España van a agudizar brutalmente esas contradicciones. La respuesta europea frente a la crisis ha sido la de sálvese quien pueda. Europa sigue siendo un mercado único, pero no tiene liderazgo ni proyecto político bien definido. En este escenario, Italia lo va a pasar peor que España y podría llegar a plantearse la salida de la UE. El mercado único, por tanto, está más amenazado que nunca, ya que no hay capacidad para gestionar una quiebra de Italia o España tal y como están configurados los tratados en estos momentos. Va a ser muy difícil contener esta situación sin un cambio en los tratados. La duda es quién va a quebrar, cómo vamos a organizar las quiebras y quién decide quien quiebra. Si hacemos algo, vamos a favorecer a unos sectores y países y vamos a perjudicar a otros. Podemos intentar distribuir los costes y tendremos que hacerlo dentro de un contexto en el que los países no tienen bancos centrales nacionales que puedan emitir moneda. Si España tuvieran un banco central propio, el mix de política sería diferente y ya tendríamos hoy una renta básica, porque es ahora cuando la necesitamos. Ahora España le va a decir a Europa que el BCE es su banco y que no tiene que consensuar nada con ella porque también es su banco, y si no se le permite que emita dinero, a lo mejor hay que irse del banco emisor. Si impacto de esa crisis es distinto en Alemania que en España, ¿por qué España tiene que consensuar con Alemania lo que tiene que hacer el BCE? Siguiendo con este tema, Daniel Lacalle, comentó que el relato que se intenta vender de la UE es que estamos ahogados por el BCE y por una UE que no apoya, y que estaríamos mejor de otra forma. El balance del BCE es el 42% del PIB de la UE, muy superior al de la Reserva Federal estadounidense. Tenemos tipos de interés negativos y programas de compra que mantienen a países en quiebra con unos tipos de interés increíblemente bajos. Esto es así desde la creación del banco. Desde entonces, el balance del BCE no ha hecho más que expandirse para rescatar a los sectores de baja productividad y penalizar fiscalmente a los de alta productividad. El problema es cuando se dice en la UE que hay que hacer algo. Pero hay que recordar que, si España e Italia tuvieran su propio banco central, no tendríamos mercado donde financiarnos, ni renta básica, ni nada. En todo esto están cometiéndose varios errores. El primero de ellos es olvidar que el euro no es la moneda de reserva del mundo y que su nivel de utilización en las transacciones internacionales ha bajado desde hace diez años. La capacidad de estímulo monetario ya es un fracaso porque no evita el colapso de la economía. Emitir moneda para pagar la deuda es lo que está haciendo Argentina desde hace veinte años y así está. Gracias al euro, el nivel de inflación es muy inferior al de un entorno de política monetaria propia y el gasto público tiene un volumen que, en otras circunstancias, no nos podríamos permitir porque no hay demanda de moneda soberana domestica italiana o española. El problema no es de falta de unidad, sino de exceso de ella en el modelo equivocado. También se nos intenta decir que sin unión fiscal no hay unión monetaria y esto no funciona. Eso es falso, como demuestra el caso de Estados Unidos, donde hay unión monetaria mientras cada estado gestiona su propio presupuesto y Michigan no tiene que rescatar a Illinois. En la UE se ha creado un sistema en el que se penaliza al que lo hace bien. Grecia ha gestionado la pandemia de forma admirable, así es que tampoco podemos hablar de una división entre norte y sur. No debería haber liderazgo en la UE. La UE es un milagro y un éxito y el euro aún más. Esto es porque la UE va aprendiendo de sus errores mientras los comete. En cambio, si aplicáramos el dirigismo francés a toda la UE, entonces tendríamos el riesgo de salida de los países. Italia sí se iría. Los mecanismos que unen la UE son tan amplios que la UE bajo un sistema dirigista unificado y mutualizado no tendría la capacidad de actuación que tiene, ni el BCE tendría el balance que tiene, ni habría la capacidad de los mecanismos de financiación porque la idea de mutualizar el riesgo es falsa. Y es que el que lo hace mejor sale más perjudicado que el que lo hace peor. Los ciudadanos, además, saben que estaríamos peor fuera del euro. Por tanto, no podemos mantener una política de traspasar los problemas a quienes lo hacen mejor. Si no hay responsabilidad y condicionalidad junto con la solidaridad, la Unión Europea morirá y el euro irá detrás. En relación con el helicóptero monetario, Javier Díaz considera que, como no ha habido inflación en la eurozona, el balance del BCE es razonable. Antes se decía que el tipo de interés que anclaba las expectativas era el 4%; ahora es mucho más bajo. La política monetaria, cierto, no genera crecimiento. Pero el problema ahora no es ese, sino evitar sufrimiento. Eso es lo que debe hacer la política monetaria. En cuanto haya terapía, esto se ha terminado y el crecimiento volverá. La crisis del coronavirus es una catástrofe natural de la que nadie es responsable. Por eso, el Estado debe socorrer a los afectados con el helicóptero, dando dinero a la gente, no a las empresas. Se puede hacer porque no va a haber inflación, con el petróleo cotizando negativo. La manera de salir consiste en que cuando haya la vacuna los balances de las empresas estén lo menos afectado posible, y para eso hay que evitar la quiebra dando el dinero a la gente. Así, las empresas no tienen que pagar salarios. Daniel Lacalle se mostró en desacuerdo. Según dijo, tenemos hiperinflación en activos financieros, debido al dinero que se ha ido a mantener estados quebrados. Tenemos hiperinflación en bonos soberanos. Los países que tienen liquidez para seis meses están financiándose con tipos negativos. Además, tenemos hiperinflación en activos no replicables, cuyos precios suben más de lo que lo hacen los salarios reales. Lo que va a generar el helicóptero monetario es deflación. Si pones mil euros a todo el mundo en su cuenta, el 25% se destinará a comprar comida y bienes esenciales, con lo que capacidad de esos sectores no varía. Otro 25% paga facturas de gastos corrientes, con lo que tampoco aumenta la oferta. Otra parte se utiliza para gasto suntuoso, como libros, películas o Netflix. El resto se ahorra. Por tanto, la idea del helicóptero no funciona. Además, se dice que esta medida se establece solo para algún tiempo, pero luego se convierte en perenne, como los programas de compra de bonos porque los países no pueden soportar la prima de riesgo del mercado. Lo que genera es todavía peor. La política monetaria jamás ha evitado el sufrimiento en ningún sitio. Nunca lo ha hecho porque la idea del helicóptero nunca es neutra. Siempre beneficia a los primeros receptores y perjudica a los últimos, que son los asalariados, los ahorradores y las clases más bajas. Si la política monetaria evitara el sufrimiento, Argentina y Venezuela serían los países más ricos del mundo. El estado ha destruido la economía. El cierre forzoso ha supuesto la destrucción del tejido productivo, con lo que esta crisis es peor que la anterior. Lo que hay que hacer es que en la apertura de la economía haya capital suficiente para recapitalizar a las empresas. El estado ignora el riesgo de la pandemia, la gestiona mal, cierra la economía y decide a quién hay que rescatar. Esto funciona como un desincentivo a la recuperación. La solución no pasa por repetir los errores de política monetaria y multiplicarlos. Lo que tenemos que hacer ahora mismo es abrir todos los esfuerzos económicos y financieros para que entren en la economía en cuanto se produzca la reapertura. El problema de las ayudas es que daríamos el dinero a los sectores que hacen más ruido y generaríamos desincentivos en todos los sectores de alta productividad que pueden mejorar la economía en la salida. Javier Díez aclaró que él no daría el dinero a ninguna empresa. Se lo daría a las personas. Eso iría decreciendo a medida que volviese la actividad. Va a haber una economía distinta porque mientras no haya terapia los negocios basados en la proximidad no van a abrir. Desde 1918 no hemos tenido algo parecido. Esta crisis en una catástrofe natural que requiere unas medidas excepcionales que han tenido un coste económico brutal. No haría nada con ningún sector. Puede haber un horizonte gradual de retirada de estas acciones. Hay que ayudar a las personas con un helicóptero. Si tienen que ser seis meses, que sean seis. Daniel Lacalle se opuso porque esa política no iría a ser durante un tiempo. La propia dinámica del helicóptero genera que todos los sectores vayan a la barrena. El helicóptero ya existe porque tienen un estado, el de España, que solo tiene seis meses de liquidez con un gasto de 400.000 millones que no podría tener sin la ayuda del BCE, que va a tener un gasto adicional que no podría tener, mientras el gobierno está lanzando medida tras medida sin memoria económica. En cualquier caso, la realidad del helicóptero te lleva a un desplome de tal calibre en la productividad que la capacidad de que esos ciudadanos vuelvan a encontrar empleo y que la economía se recupere es cada vez menor. La UE se gasta 1% de PIB en rentas de inserción y políticas activas. El relato es que los estados tienen que gastar todo lo que haga falta porque luego ya ahorrarán. En vez de cerrar, las autoridades tendrían que haber dado protocolos, como en Corea del Sur, porque se podían hacer otras cosas. Hay por todas partes países que no han tenido que llevar acabo el cierre de la economía. Política fiscal y monetaria no te garantiza la estabilidad. Luego la realidad es que los gobiernos ahora gastan y luego no ahorran. Y al que le toque gestionar el año que viene le van a echar la culpa de los recortes. El verdadero problema final es monetario. La UE y el euro no son la moneda de reserva del mundo. Ese es el privilegio único de Estados Unidos. Y lo que hace siempre Estados Unidos es mirar la demanda de dólares y siempre emite mucho menos que la demanda, porque no puede pervertir esa ecuación. Cerrar la economía por decreto tiene efectos desproporcionados y distintos a los que los gobiernos esperan. Por eso los gobiernos tendrían que ser los últimos en tener la capacidad de gestionar la economía. El discurso de que la pandemia no se podía prever, que todo el mundo lo ha hecho igual y que el estado lo tiene que solucionar no es cierto. Países como Austria, Suiza, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, Suecia o Finlandia lo demuestran. Por último, y respecto a la posible intervención del gobierno sobre las empresas, Javier Díez se mostró en contra. Todo eso de sectores estratégicos, o que las empresas sean públicas, son cosas absurdas del pasado. El estado no tiene que comprar ni regular nada que no estuviera haciendo antes. Solo tiene que garantizar la salud pública. Si no hay mascarillas, la culpa la tiene el estado; si se mueren los mayores en las residencias, la culpa la tiene el estado porque se le ha encargado ocuparse eso. También hay que pedirle que nos permita volver a trabajar. No tiene que comprar ni acción de oro ni nada. Que quiebre lo que tenga que quebrar. Para Daniel Lacalle, a su vez, el concepto de empresas estratégicas es una estupidez porque tienen accionistas que son de todo el mundo. En el relato de la pandemia el Estado se arroga la facultad de preservar el pasado y decidir el futuro. Por un lado, van a rescatar y tomar el control de los sectores que ya estaban en pérdida de rentabilidad y de cuota de mercado y, a la vez, se van a lanzar para decidir el futuro, con el nombre de verde. Los únicos sectores en los que no hay competencia perfecta es porque eso lo ha incentivado el estado. El primer peligro para la libertad de información y la privacidad viene de darle más poder al Estado.

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