La gran pandemia ¿está la libertad amenazada?

Adela Cortina, Carlos Rodríguez Braun y Pedro Schwartz

La Fundación Rafael del Pino organizó, el de mayo de 2020, el diálogo en directo a través de www.frdelpino.es titulado «La gran pandemia ¿está la libertad amenazada?» en el que participaron Adela Cortina, Carlos Rodríguez Braun y Pedro Schwartz.

Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Jurídica, Moral y Política de la Universidad de Valencia desde 1986, además de directora de la Fundación ÉTNOR, para la ética de los negocios y las organizaciones. En 1969 ingresa en el departamento de Metafísica de la Universidad de Valencia. La concesión de una beca le permite ampliar sus estudios en las universidades de Munich y Fráncfort, donde entra en contacto con la filosofía de Jürgen Habermas y Karl-Otto Apel. De vuelta en la recién estrenada España democrática, en la segunda mitad de la década de 1970, le hace plantearse la necesidad de buscar una “ética para todos”, convirtiendo desde ese momento esta ciencia en materia de su estudio y dedicación. Entre su abundante producción, cabe citar “Ética mínima” (1986), “Alianza y Contrato” (2005), “La escuela de Fráncfort: crítica y utopía” (2008).

Carlos Rodríguez Braun es un experto en pensamiento y liberalismo económico con reconocimiento internacional por sus publicaciones y conferencias. Este doctor en Economía hispano-argentino se caracteriza por aunar el rigor académico con el afán divulgativo. Es miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Argentina y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid, y combina la publicación de libros y artículos académicos con la colaboración con medios de comunicación escritos y audiovisuales. Es un referente y creador de opinión sobre la realidad económica, política y social, además de un defensor de la globalización y el liberalismo. Actualmente es columnista de La Razón, Expansión, Actualidad Económica y Libertad Digital y participa diariamente en Onda Cero Radio. Ha publicado artículos en revistas de prestigio como History of Political Economy, American Journal of Economics and Sociology, European Journal of the History of Economic Thought o el Journal des Économistes et des Études Humaines, y también es evaluador y forma parte de los consejos asesores de publicaciones científicas en España y otros países.

Pedro Schwartz es Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y en Ciencias Políticas por la London School of Economics (LSE). Miembro del Consejo de Administración del Centre for European Policy Studies, y de la Mont Pèlerin Society, de la que fue presidente de 2014 a 2016. Forma parte del Consejo Académico Asesor del Liberales Institut de Zurich y es Adjunt Scholar en Cato Institute. Escribe con regularidad en Expansión, Actualidad Económica, ABC y Financial Times.

Resumen:

El 7 de mayo de 2020, la Fundación Rafael del Pino organizó el diálogo online titulado “La gran pandemia: ¿está la libertad amenazada?, en el que participaron Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Jurídica, Moral y Política de la Universidad de Valencia; Carlos Rodríguez Braun, catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid, y Pedro Schwartz, catedrático de Economía en la Universidad Camilo José Cela. Adela Cortina empezó advirtiendo de que, cuando se habla del Estado, hay que precisar de qué tipo de Estado se está hablando, porque no es lo mismo el estado en China que en Estados Unidos o la Unión Europea. En el caso de la UE se trata de un Estado social democrático de derecho, que intenta ligar las dimensiones de democracia y libertad con un elemento social que es fundamental para el funcionamiento. En este sentido, en los últimos tiempos se está produciendo una deconsolidación de la democracia liberal que puede haberse visto reforzada durante la pandemia con un mayor retroceso. Las fracturas sociales también colaboran a esa recesión, que hacen que las democracias puedan decaer. No hay contraposición entre democracia y libertad, pero las fracturas sociales ayudan a que decaigan las democracias liberales. Con la pandemia, las tendencias desglobalizadoras se han visto cada vez más favorecidas. Frente a la globalización se han producido unas reacciones nacionalistas e independentistas, de cerrar puestas. Eso va totalmente en contra de las libertades. La pandemia ha reforzado nacionalismos e independentismos. La gente está buscando cada vez más una cierta seguridad en ámbitos más cerrados, lo que va a acelerar el proceso de deconsolidación de las democracias liberales, lo cual es una pésima noticia. La pandemia se ha producido en un país dictatorial. Al faltar transparencia y no haber comunicado a tiempo lo que ocurría, ha muerto mucha más gente de la que tendría que haber fallecido. Esto es una prueba más de que los Estados totalitarios son inadmisibles, que nuestra gran tarea es la conquista de la democracia liberal social en la que se viven las libertades, pero también se respetan los derechos económicos, sociales y culturales. Lo que hay que hacer ahora es reforzar esa democracia liberal social y extenderla universalmente porque es la única forma de asegurar las libertades, los derechos sociales y la transparencia. ¿El Estado debería ocupar espacios que no le corresponden? Desgraciadamente, Adela Cortina se teme que sí. Por eso es muy importante dejar muy claros cuáles son los límites de la Constitución, cuáles son los contenidos que no se pueden traspasar de ninguna manera. Pedro Schwartz recordó lo que el por entonces ministro de Economía de Alemania, Ludwig Erhardt, le dijo a Hayek. A Hayek le inquietaba la denominación de economía social de mercado, a lo que Erhard respondió que no se preocupara porque el mercado es social. El punto débil de todo lo que hemos estado construyendo en nuestras democracias es una red social cada vez más amplia, que pone cada vez más en las manos de las autoridades la educación, la sanidad, el mínimo vital, todas esas cuestiones que llamamos sociales. Esto es lo que ha venido haciendo daño a la democracia y al mercado. Por eso, profundizar en la parte social es un profundo error. Es algo innecesario, peligroso para las libertades y para el mercado. La idea socialdemocrática de una economía social y de mercado es una idea que ha venido fracasando y que, a medida que la parte social ha ido creciendo, se ha ido haciendo más daño a la libertad individual y a las posibilidades de crecimiento y de transformación. Europea se ha convertido en un continente suave, hermoso, tranquilo, seguro e incapaz de hacer lo que había que hacer con el coronavirus. El Estado ha fracasado con el coronavirus porque no tenía un fondo de contingencia, sobre todo en algunos países como España, Italia o Francia. Lo que había en ellos es deuda. La dimensión social se ha exagerado, ha ido demasiado lejos y hace daño a los Estados. Hace daño a la educación, porque es de mala calidad, en la salud y en todo aquello que se refiere a la libertad económica. Carlos Rodríguez Braun indicó que, en efecto, se han ocupado espacios por parte del Estado. Era difícil imaginar un escenario contrario. Todas las crisis animan a los Estados, a todas las fuerzas antiliberales a aprovechar la situación para legitimar la expansión del Estado sobre las libertades. La cuestión es si vamos a recuperar después estas libertades que hemos ido perdiendo. Pero hay una nota de optimismo. En estas situaciones siempre se habla de la crisis de la libertad. El otro día, un señor afirmaba en televisión que la crisis del coronavirus viene del capitalismo. Pero la crisis viene de un país comunista y los países capitalistas la están intentando capear. Siempre se tiende a pensar que lo malo es el capitalismo, el mercado, la libertad. Pero la sensación de Carlos no es así. Con la libertad, el capitalismo, el mercado, la democracia vale la vieja frase de Mark Twin que decía que las noticias sobre su muerte han sido francamente exageradas. Pedro Schwartz matizó que muchos de los progresos sociales, de las mejoras de las clases desfavorecidas, en la situación de la mujer, no se deben a la legislación, a la intervención, sino al movimiento espontáneo del capitalismo. La mujer tiene la posibilidad de estar en el mercado de trabajo gracias a los avances técnicos y sociales que ha producido el libre mercado. Adela Cortina contestó que todo el mundo habla siempre del capitalismo para echarle la culpa o para refundarlo. Pero hoy nuestro tema no es el capitalismo. Vincularlo con la crisis del coronavirus es una tontería. Lo que ha ocurrido es una cosa inesperada y no teníamos ningún conocimiento sobre la expansión del virus y sobre cómo frenarla. A veces ocurren cosas en la vida que no tienen causas económicas ni humanas. El gran error es que se produjera en un lugar en que no se dijo absolutamente nada y la falta de transparencia es nefasta. En un país democrático alguien se puede levantar y preguntar qué nos está pasando porque en una sociedad libre no ocurren estas cosas con tanta facilidad. En las sociedades democráticas no hay hambrunas porque siempre hay alguien que critica, que dice que esto no puede ser. El asunto no es el capitalismo, sino la libertad. Pero la gente debe tener una base de sustento que les asegure el poder ejercer su libertad. Esa ha sido la tarea de la socialdemocracia, el decir que hay unos bienes tan básicos que no pueden quedar al mercado porque, entonces, hay gente que no puede ejercer su libertad. El coronavirus demuestra, una vez más, que es importante estar preparados. Eso sí que nos ha cogido a todos desconcertados y sin preparación, asombrados de que ni siquiera los más poderosos tienen posibilidades de contrarrestar al coronavirus. Pero ahora tenemos a una gran cantidad de investigadores viendo cómo podemos tener una vacuna, porque es un problema mundial. Pedro Schwartz respondió preguntándose qué va a pasar después. Porque la gente está diciendo que hay que volver al sistema de dirección de los países que son peligrosos. Más mercado, más libertad económica y menos intervención es lo que debemos defender, porque vienen tiempos en los que se aprovechará para volver atrás. El futuro estará en más libertad. Carlos Rodríguez Braun comentó que el miedo es una palanca política poderosa porque tiende a desactivar el impulso a la libertad que tenemos todos en la medida en que nos aterrorizan. El miedo es una fuerza contraria a la libertad y a la democracia porque inhibe nuestra capacidad de elegir de forma ponderada y correcta. Para hablar de los peligros para la libertad hay que incorporar el miedo y añadir que esta democracia social, que se erige precisamente en la que calma los miedos de las personas, en qué medida los puede aumentar. Por ejemplo, de pronto se produce un descalabro y se hunde la recaudación impositiva. Los Estados entonces no quieren más alternativa que subir los impuestos porque tienen un horizonte complicado para la deuda pública. Una democracia que tranquilizase a los ciudadanos no debería tener deuda. El segundo punto, que también tiene que ver con el miedo, es por qué hay tan poco ahorro individual. Las democracias sociales tienden a desanimarlo. Esto es una tragedia porque la persona que ahorra está en condiciones de tener menos miedo que otra que está en manos del poder porque carece de medios o de ahorro. Pedro Schwartz recalcó, en este sentido, que es una contradicción que las pensiones se paguen con deuda. Lo que se necesitaba es haber ahorrado algo durante el tiempo en que se ingresaba más. ¿Quién va a pagar esa deuda? No las generaciones futuras porque el plazo medio de la deuda hoy es de siete años. La vamos a pagar nosotros. Al final, se van a subir los impuestos para pagar algo que debería estar financiado con el ahorro. Adela Cortina se refirió al dilema entre seguridad y libertad. Las dos cosas se pueden conciliar perfectamente. Hay gente que dice es un dilema que lleva a que haya que optar por la seguridad. Los expertos dicen que parece que hay una vuelta a este afán de seguridad que lleva a los países al totalitarismo porque da la sensación de que un país como China, que ha conseguido la obediencia de todos sus ciudadanos, es más seguro que uno que deja terreno a la libertad. Es un dilema falso, sino que un país más libre es más seguro que en el caso contrario. Cuando hay mayor libertad, mayor posibilidad de crítica, mayor transparencia, hay más seguridad. Además, los regímenes totalitarios también son ineficientes incluso para mantener la vida porque la siegan cuando les conviene. Por eso hay que ir con mucho cuidado con esas derivas hacia el afán de seguridad porque ese dilema de seguridad es totalmente falso. En este caso del coronavirus se está plantando con toca claridad. Hay cantidad de gente que están recurriendo a este tipo de pandemias para decir que hemos de buscar la seguridad. Entonces, los medios para controlar la población, como la inteligencia artificial, serían maravillosos y así podríamos salvar sus vidas. Miren, no. Es muy importante ver en qué medida medios que pueden ser muy provechosos en algunos sentidos, se pueden convertir en medios de auténtico control de toda la ciudadanía. En algunos países ya está ocurriendo y en otros puede ocurrir. Este es uno de los grandes temas en los que estamos entrando con la desescalada, en el que cada vez hay más medios de saber dónde están los que pueden contagiar, los que no pueden contagiar, donde puede tenerlos usted situados. Es un tema que hemos de tener muy estudiado e ir con mucho cuidado no sea que un día nos demos cuenta de que estamos estudiados policialmente. En España, la gente más que miedo, ha sido extraordinariamente madura. Lo que tenemos es un enorme desconcierto porque ni siquiera los especialistas saben muy bien qué se puede hacer. La gente lo único que hace es seguir las ordenes porque no tienen otra alternativa. Ha seguido las pautas cuando ha visto que era razonable, no ha obedecido lo arbitrario. No estamos dispuestos a obedecer lo arbitrario, sino lo razonable. Por eso, hay que ir dando razones a la gente y explicando. Si se hace la desescalada de una manera, explique por qué. Eso es fomentar la libertad. También insistió en que una base social es fundamental, y más con el paro que se nos va a venir encima. El coronavirus ha creado una situación terrible y, además, hay cada vez más gente que no encuentra empleo porque no tiene las competencias necesarias y ni siquiera tienen el nivel. Pedro Schwartz respondió que una cosa que hay que tener en cuenta en esa discusión son los efectos no deseados. Lo que ocurre con las buenas intenciones es que se obtiene lo contrario. Por ejemplo, la decisión de un salario mínimo alto, o tener un ingreso social mínimo para todo el mundo, causa paro. Esa contradicción entre las buenas intenciones y las malas consecuencias es la principal crítica a esa dimensión social. Carlos Rodríguez Braun señaló que siempre queremos todas las libertades, la política, la económica y la cívica. El problema es cuando entran en colisión. La cuestión del estado social y democrático de derecho tiene problemas y contradicciones. La libertad puede padecer en la medida en que exista una dinámica que lleve al Estado a crecer. Esto es lo que hemos visto en nuestro tiempo, paradójicamente porque democracia significa que el pueblo elija. La propia dinámica de la democracia moderna nos ha llevado a unos estados que son cada vez más grandes, independientemente de las crisis, y por lo tanto conspiran contra las libertades económicas. Aquí hay una contradicción porque a la gente le gusta utilizar sus bienes como le convenga. La democracia es el mayor legitimador que ha tenido el poder político y la prueba es cómo han crecido los estados sin las protestas populares de subir los impuestos, porque la gente no quiere pagar más impuestos. Adela Cortina cree que el tema de democracia y libertad es fundamental, porque no se contraponen. Además, la única manera de realizar las libertades políticas y civiles es a través de un gobierno democrático. La democracia es el menos malo de los sistemas de gobierno posibles. Pero desde el principio se han venido enfrentando lo que entendemos por autonomía individual y soberanía popular. La cuestión es cómo conseguimos una organización política en la que todos puedan realizar su autonomía si no es a través de algún tipo de soberanía que, al final, consiste en el gobierno representativo. Elegimos a unos representantes para que tomen unas decisiones por nosotros siempre que podamos estar controlándoles. Ahí es donde está el punto cuando Benjamin decía que cuando los países van creciendo y la gente se va volviendo más rica, nombra a sus administradores para que les lleven los asuntos públicos y no tener que ocuparse directamente de ellos, para dedicarse a lo que les interesaba que es la vida privada. Pero, al final, advertía que, si se pone todo en sus manos y no se les controla, algún día les habrán quitado hasta su libertad privada. No hay mejor manera de realizar las libertades civiles y políticas que en una sociedad democrática en la que se eligen representantes a los que se exigen responsabilidades y a los que no se les deja que tomen una serie de medidas en tiempo de pandemia que sean irreversibles. No hay manera de organizar un sistema político en el que los ciudadanos puedan ser libres si no es a través de una sociedad democrática que no quiere decir el gobierno de las mayorías, sino cómo se generan las mayorías, si a través del debate, la deliberación, etc., o a través de la manipulación y el engaño, y, después, como se reclama a los políticos que rindan cuentas. Eso es esencial para entender dónde estamos. La libertad política consiste en poder participar en las cuestiones públicas, en poder reclamar en las cuestiones públicas y, para eso necesitamos lo más importante de un país: una ciudadanía lúcida y madura. Para Pedro Schwartz, la clave en ese asunto es que hemos nombrado a unos administradores que resultan ser infieles. Su infidelidad ha consistido en que, con el pretexto de que tienen mayoría, van aumentando el campo en el que mandan. El estado actual es cada vez más grande y solo se detiene en su crecimiento cuando empieza a caer el crecimiento económico, cuando la gente es más pobre. Eso ha ocurrido, por ejemplo, con el estado en Suecia, cuando era tanta la intervención del estado que, al final, decidieron nombrar un gobierno para intentar detener algo el crecimiento del estado. La cuestión fundamental de la representación es que nos representen con un sistema bien sopesado, bien discutido, y que el estado no vaya demasiado lejos. El asunto esencial en una democracia es cómo evitar que el estado crezca. Decía Keynes que, si el gasto del estado pasaba del 25% de la producción nacional, se acabaría la libertad. Ahora estamos en el 45%, 50%, 52% y se alega que en otros países de Europa se gasta más. La cuestión fundamental es cómo reducir el estado, porque se financia con nuestros impuestos y los impuestos son una forma de reducir nuestras libertades. Adela Cortina coincidió en que el estado no tiene que ser un estado grande. Pero, en este momento estamos en una situación que va a ser terrible, porque el número de parado ha aumentado de una manera atroz, el número de empresas que ha tenido que cerrar es terrorífico. En este momento tenemos que estar unos y otros, con nuestras fuerzas, tratando de ver cómo se resuelven los problemas porque no es en absoluto sencillo. Si se habla de un ingreso mínimo, lo último que debería ser es uno de esos pesebres populistas que consiguen que la gente no trabaje, pero se tiene el voto asegurado. Eso hay que evitarlo por todos los medios. No se puede hacer un país de ese tipo, ni de esa manera. Pero en este momento, con el nivel de pobreza y miseria que hay, que va a ser necesario apoyar, Adela Cortina ve clarísimo que el estado tiene que ser social. Lo que no hay que permitir de ni ninguna manera es que se aproveche la situación para hacer crecer al estado más allá de los límites constitucionales, para ocupar espacios que no tocan, para hacer cuestiones mediante decreto que no tocan. Hay que poner muy bien los límites. Una cosa es una situación de excepción, en la que no se puede abandonar a la gente desvalida, pero no se debe consagrar esa situación. Ahí es donde tienen que estar muy atentos los partidos políticos de la oposición y los ciudadanos, dándose cuenta de si se les está ocupando el terreno o no, para que no nos encontremos un buen día que nos han quitado hasta nuestras libertades privadas. Carlos Rodríguez Braun se refirió a las libertades civiles. La idea de la amenaza es visible en la privacidad. Cuando se ve la capacidad que tienen los estados de controlarnos da escalofríos a cualquier liberal. Parece 1984 (la novela distópica de George Orwell), donde la televisión no se utiliza para ver sino para que te vean, te vigilen y te controlen. Esto se refuerza en la pandemia, con el ciudadano pidiendo permanentemente autorización al estado, porque el estado controla al ciudadano en lo que hace, justo lo contrario de lo que debe ser una sociedad libre. Esto que vale para las opiniones, vale también para la economía. La invasión del estado te va a decir cuánto tienes que producir, qué cosas tienes que producir, si va a cerrar la economía porque hay que proteger una actividad u otra. Estas dos cuestiones se pueden vincular en el sentido de que se legitima la expansión del estado. Pero me parece que existe una reacción popular, una protesta de la gente contra la invasión de su vida privada. Adela Cortina comentó, al respecto, que la UE ha hecho una serie de documentos en el uso de la inteligencia artificial que son muy interesantes porque en ellos se defiende el derecho a la privacidad de la persona, el derecho a la intimidad. Eso es algo que hay que dar a conocer y el derecho a la privacidad es un derecho que hay que respetar por encima de todo. Cuando se entra en el asunto de la pandemia, la cuestión es muy delicada. Hay científicos que están trabajando con inteligencia artificial para tratar de ver cómo salir del impasse y no es fácil tratar de ver cómo evitar contagios usando esos medios, pero puede que llegue el momento en que vayamos más allá de lo que es el respeto a la privacidad. Ese no es un tema ideológico, sino un problema técnico en el que hay que intentar ver respetando la privacidad de la gente. Pero hay otra de las libertades que puede quedar bastante dañada en tiempos de pandemia, que es la libertad de expresión, porque existe el mundo de las redes y pueden tomarse medidas que frenan la libertad de expresión. Con eso no se puede estar de acuerdo porque no se puede frenar en absoluto la libertad de expresión. Frenar la libertad de expresión en cualquier país es acabar con lo más radical de los seres humanos. No puede admitirse que se aprovechen los tiempos de pandemia para limitar la libertad de expresión. Pedro Schwartz añadió que hay un campo en el que no hay tanta sensibilidad a las libertades personales, que es el de la educación. Determinadas ideologías entran en lo que se enseña en los colegios y en los institutos. Deciden, especialmente los nacionalismos, qué es lo que hay que enseñar, cómo se enseña la historia y qué se dice de lo que está ocurriendo en la sociedad. Pero no solo es eso. Todo nuestro sistema educativo está transido de intervención, de intervención de aquellas personas que no consienten que haya una manera distinta de ver la educación. ¿Qué es eso de que los libros de texto los decida una dirección general? Eso es algo que nadie tiene que decidir. Hay una decisión de que es muy necesario que alguien vigile qué se enseña a los niños y eso no lo deciden las familias. Carlos Rodríguez Braun destacó que la situación potencia las fuerzas antiliberales. Han surgido fuerzas proteccionistas. Pero si se compara esta ola proteccionista con cualquier momento del pasado, es incomparable. En los años 30 se cerraron las economías del mundo. Se cerró Estados Unidos. Se cerró Inglaterra, la madre del librecambio. El intervencionismo a escala microeconómica era de una profundidad que no nos podemos hacer idea. Ahora, efectivamente, vuelven las fuerzas antiliberales, pero con una dimensión muchísimo menor. Trump lanza discursos proteccionistas y la opinión pública le refuta. En los años 30, cuando el gobierno cerró la economía norteamericana, todo el mundo estaba a favor. Ahora no. En España ha habido conatos de avanzar sobre los mercados, el control de los precios. En el momento en que apareció esa discusión, empezaron a aparecer voces discordantes advirtiendo que era mejor que no se controlase la economía porque ya tenemos experiencia de lo que pasa en los países fascistas, en los países comunistas, donde se regula todo y las cosas funcionan mal. Ahí hay un pequeño motivo para el optimismo. Pedro Schwartz también afirmó que la situación actual es mejor que la de tiempos pasados, excepto en algunos momentos del siglo XIX. Pero es importante que se sepa y no se dice que el libre comercio ha sido la principal forma de reducir la pobreza. La pobreza no se ha reducido por las ONGs. La pobreza y la desigualdad en el mundo se han reducido gracias a libre comercio. Eso lo ha dicho el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En 1990, el 47% de las personas en todo el mundo vivía con menos de dos dólares al día. Ahora nos dice Naciones Unidas que es el 14% en 2010. La libertad económica es la principal forma de reducir la pobreza y la desigualdad. Si la gente come, eso es lo que reduce la desigualdad. El nivel de pobreza ha disminuido muchísimo a pesar del aumento de la población. Eso no acabamos de decírselo a la gente. No aumenta la pobreza y la desigualdad, sino todo lo contrario, gracias a la libertad de comercio. Adela Cortina añadió que el proteccionismo no resuelve ni los temas económicos ni los políticos. Pero el coronavirus nos ha descubierto, una vez más, la interdependencia que existe entre todos de la Tierra. En algunos casos, esa interdependencia lleva a que unos países sean muy dependientes de otros en un tipo de bienes muy fundamentales para ellos, con lo cual se hace bastante difícil la libertad. La UE está dependiendo de otros países en temas tan fundamentales como los antibióticos, de los que dependemos totalmente de China, las mascarillas, etc. ¿No hace falta que la UE sea algo autosuficiente? Si no tenemos suficientes empresas farmacológicas, y estamos dependiendo siempre de otros, somos esclavos, ser siervos de otros. Pedro Schwartz criticó esta opinión con el ejemplo de un lápiz, en el que la UE depende del exterior del grafito, de la madera, de la cola y, si tiene un metal con una goma, esa goma quizá venga de Birmania. En todo dependemos de otros y a eso se llama comercio. Lo que defiende Adela Cortina, dijo, es una intervención pública en la producción y de limitar qué comerciemos con otros. Es una voz sensata, pero que va en el sentido de limitar la libertad económica. Carlos Rodríguez Braun añadió que la opinión de Adela es un pensamiento bastante generalizado que lo que hace es apelar al sentido común. El problema es que el sentido común a veces nos lleva a cometer errores en cuestiones de economía. Esa retórica empleada por Adela es denigratoria hacia la compra en el exterior, diciendo “estamos en manos de”. Esas no son las relaciones que hay en una sociedad libre y en el momento que se coartan, se recorta la libertad de las personas. Adela Cortina aclaró que se tiene que comprar y vender. Pero hay una serie de bienes sustanciales para un país de los que tiene que tener una cierta autosuficiencia. Si no, al final te tienes que plegar a todo lo que el otro quiera. Hay que tener manos libres para poder tomar decisiones en determinados momentos. Carlos Rodríguez Braun finalizó recordando a un gran pensador liberal, Anthony de Jasay, quien dijo que el estado se va a limitar cuando a él le convenga. Describe en muy pocas palabras una cierta lógica de la política de la libertad que convendría analizar, en vez de pensar que el estado está limitado exógenamente. Ninguna Constitución ha garantizado nunca ninguna libertad, porque la libertad no está en las leyes sino en los corazones de las mujeres y los hombres. Pero si el estado se puede limitar en su propio interés, entonces entra la cuestión de la opinión pública, que siempre es necesaria para la libertad de expresión. La opinión pública puede cambiar y la esperanza de Carlos es que hay algunas tendencias que apuntan hacia una mayor apetencia de la libertad y a una menor tolerancia a las incursiones del poder político y legislativo en el conjunto de nuestras libertades. El optimismo de Pedro Schwartz nace de la tecnología. Los avances tecnológicos que estamos viendo, con todo lo negativo que puedan tener, están devolviendo poder a los individuos. Esas tecnologías que ahora puede p arecer disruptivas de nuestras costumbres, están siendo más sencillas de usar y eso nos está dando más libertades. Esa tecnología siempre produce miedo. Lo hizo en el siglo XIX cuando empezó a usarse para sustituir el trabajo humano. Pero los hombres aprendemos nuevas maneras de producir. La libertad de hablar aumenta porque tenemos la tecnología. Por último, a Adela Cortina, más que el optimismo sobre el futuro le interesan las virtudes, que son esos hábitos que se van trabajando día a día, que se van ejerciendo día a día y que son excelencias del carácter. Le parece muy importante una excelencia del carácter, que es la esperanza, porque la esperanza lleva aparejado el compromiso. No se trata de pensar si el futuro va a ir bien o mal, sino si nos comprometemos a que vaya a ir bien. Hay muchas cosas en manos de la libertad y de la responsabilidad, y si nos hacemos responsables de nuestro futuro, e intentamos que las cosas vayan mejor, hay esperanza de que las cosas vayan bien. Cada vez más hay una ciudadanía ilustrada, lúcida, que se da cuenta de que las cosas tienen que cambiar. Entonces aparece ese lado que también hay que tener en cuenta, que son los hábitos. En ese sentido, tiene esperanza de que las cosas vayan mejor porque hay una gran cantidad de gente que puede generar esos hábitos y que no van a dejar a nadie que nos quiten nuestra libertad porque es, junto con la solidaridad, lo más interesante que tenemos.

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