Datos de satélites para toma de decisiones

La fabricación, lanzamiento y gestión de sistemas satelitales es la principal actividad de la industria espacial. Ahora las barreras de entrada a la industria aeroespacial son más bajas, la tecnología más avanzada y la necesidad de conocimiento de las sociedades mayor que nunca. Una visión sintética de los mercados del espacio ofrece cuatro actividades principales: vuelos espaciales tripulados, seguridad nacional, comunicaciones por satélite y análisis de imágenes y datos.

«Si miras desde el espacio ves España, claro, pero no ves fronteras…», dice Johann-Dietrich Wörner, director general de la Agencia Espacial Europea (ESA), cuyos programas de exploración, observación e investigación cubren ya un amplísimo abanico de actividades espaciales desde su posición de organismo público perteneciente a la Unión Europea, con aportaciones de los países miembros a los diferentes programas según sus propias decisiones. Y es, sin duda, una buena inversión. Según la ESA, cada euro invertido en tecnología espacial retorna una media de 6 euros a la economía global, teniendo además un impacto transversal en todos los sectores industriales y en nuestra sociedad.

A la actividad espacial de carácter institucional se le une ahora el ‘New Space’, iniciativas privadas que ven oportunidades, con sus propios desarrollos, para aprovechar las posibilidades de negocio del espacio. Un negocio que, hoy, se asienta sobre todo en el campo de las telecomunicaciones pero que emerge también con nuevas perspectivas en muchos otros sectores como la observación de la tierra o los pequeños lanzadores.

La filosofía del New Space es la rapidez de ejecución y ahorro de costes. Si falla un lanzamiento, si se pierde un satélite, se reemplaza de inmediato. Por eso todo debe ser barato. Un ‘low cost’ sin astronautas por medio.

En los años inmediatos se multiplicarán las grandes constelaciones de satélites privados. Megaconstelaciones van desde los 800 hasta 12.000 satélites, ofreciendo conectividad a internet de alta velocidad y baja latencia en lugares con poca densidad de población donde, por costes, no tiene sentido esperar que llegue la conexión terrestre por fibra óptica.

Este acceso global a Internet de calidad facilitará el acceso a la educación y la transformación digital en todos los sectores de negocio. Por ejemplo, la agricultura de precisión, que, si ya en la actualidad usa información de clima, meteorología, agua y otros datos suministrados por satélites, con la disponibilidad de conexión rápida podrá incorporar a sus cultivos sensores en tiempo real en cualquier lugar del mundo. La disponibilidad de este grado de conectividad puede influir en una redefinición del reparto poblacional.

Junto a esa gran eclosión satelital comercial que emerge con el ‘New Space’, Europa dispone ya de dos infraestructuras de satélites que ofrecen otro ámbito de desarrollo y grandes posibilidades de negocio desde ahora mismo: los sistemas Galileo y Copernicus de la Unión Europea.

La constelación Galileo, operativa desde diciembre de 2016 y que está previsto sea completamente operacional en 2021, es el sistema de navegación por satélite propio de la Unión Europea, con cobertura global del planeta. Es la primera infraestructura pública de ámbito europeo, no sólo espacial, originada y creada de manera directa por la Unión.

Una infraestructura que, a diferencia del GPS americano, el ruso Glonass y el chino Beidou, es civil y está controlada por las autoridades civiles. Los otros tres grandes sistemas de posicionamiento son militares, con uso dual para fines civiles, y controlados por militares.

Galileo es un sistema planteado para perdurar a largo plazo, decenas de años, lo que otorga estabilidad y perspectivas para las inversiones que se hagan en su ecosistema. Cuando esté operativo al 100% va a ofrecer cuatro tipos de funcionalidades a través de sus 10 señales complementarias: los servicios en abierto, gratuitos, disponibles para posicionamiento de navegadores y todos los aprovechamientos que se puedan desarrollar; el servicio público regulado (PRS), con señales cifradas y acceso controlado para uso gubernamental, incluyendo servicios de emergencia, de seguridad y defensa; los servicios de rescate, para búsqueda y salvamento de personas en peligro; y seguridad aérea, ya disponible para la aviación civil con GPS a través de EGNOS (Servicio Europeo de Navegación por Complemento Geoestacionario), que está previsto incorpore Galileo a mediados de los años 20.

Galileo cuenta con otros dos ‘diferenciadores’ importantes con respecto a GPS: la disponibilidad muy pronto de un servicio en abierto y gratuito de alta precisión, con resoluciones del orden de 20 centímetros; y un servicio de autenticación de señales en abierto y comercial, permitiendo un posicionamiento robusto y mucho más seguro que GPS.

Estos dos nuevos servicios serán grandes facilitadores de la transformación digital en industrias tan estratégicas como las asociadas al Internet de las cosas, el sector del automóvil (incluyendo el guiado automático de vehículos), ciudades inteligentes y vehículos aéreos no tripulados (drones o UAVs)

Galileo es un vector muy importante para la economía. Estimaciones actuales de la Comisión Europea concluyen que un 10% del PIB europeo depende de la disponibilidad de servicios de posicionamiento por satélite. En cuanto al uso actual e inmediato de Galileo, se identifican ya unas 40.000 aplicaciones diferentes, que afectan a todos los sectores de la economía: turismo, transporte, movilidad, energía, medio ambiente, agricultura, telecomunicaciones… Todos ellos, sectores estratégicos en nuestro país.

Más del 95% de los móviles existentes incluyen hoy navegador por satélite, y desde hace dos años, los principales fabricantes incorporan el sistema europeo ya en sus terminales, habiendo alcanzado en septiembre de 2019 la cifra de 1.000 millones de móviles con Galileo, en solo 34 meses desde el inicio de sus operaciones.

El otro pilar institucional europeo en el campo de las aplicaciones espaciales es el programa Copernicus para observación de la Tierra que es, a día de hoy, el campo con más crecimiento en la industria espacial. Representa un tercio de los satélites operacionales en órbita. Un 25% del presupuesto global de la Agencia Espacial Europea se dedica a satélites de observación del planeta.

Copernicus se basa en los satélites Sentinel, de los que ya se han lanzado siete y se esperan decenas en las próximas décadas. Los Sentinel son esenciales para la monitorización del cambio climático, permitiendo un análisis global, continuo y fino de nuestro planeta, en todas sus dimensiones. A la vez, Copernicus es un generador extraordinario de nuevas oportunidades de negocio.  Suministra varios Terabytes diarios de información, accesibles de forma gratuita, en abierto y en tiempo real, Copernicus es el mayor suministrador de datos satelitales del mundo. Es un filón extraordinario para el desarrollo de actividades de la denominada nueva economía: medidas de vientos para la optimización de parques eólicos; medidas de la irradiación solar para la generación de energía fotovoltaica; análisis de corrientes marinas para la optimización de rutas de navegación… Si los datos son considerados por la economía el nuevo petróleo, desde el espacio está cayendo sobre Europa el petróleo gratis a chorros.

El papel de España

España es un país importante en el sector espacial. País fundador de la Agencia Espacial Europea y el quinto en contribución total en Europa espacial. La Comunidad de Madrid es una de las regiones con mayor actividad espacial de Europa (acapara el 90% de la española), con instalaciones en Robledo de Chavela (donde se escuchó el mensaje de Armstrong fracciones de segundo antes que en Houston), Villanueva de la Cañada (ESAC), Torrejón de Ardoz (varios centros), San Martin de la Vega, Getafe, Arganda del Rey…

España está muy bien posicionada para aprovechar el tirón del espacio, y en particular las actividades de Galileo con empresas muy implicadas en su desarrollo y con infraestructuras clave. En Torrejón de Ardoz, integrado en las instalaciones del INTA, está el Centro de Servicio Europeo del programa Galileo, el GSC, que es la oficina que media entre las comunidades de usuarios y el sistema. Un centro clave en el desarrollo de nuevas aplicaciones. Dice Jorge Potti, vicepresidente de la Comisión de Espacio de la asociación de empresas aeroespaciales españolas y responsable del área en GMV, compañía que ha ganado contratos clave en el desarrollo de Galileo, que “debemos avanzar en el desarrollo de programas espaciales nacionales, dentro de un plan estratégico nacional, que permita a la industria dar un salto de calidad”.

Se está instalando en Madrid uno de los dos Centros de Vigilancia de Seguridad de Galileo, el GSMC, trasladado desde la localidad británica de Swanwick ante el Brexit, evitando así que una instalación clave quedase fuera de la Unión Europea. Además, la oficina científica de Galileo de la Agencia espacial europea está ubicada en el centro de ESAC y los datos se almacenan también en España.

En cuanto a Copernicus, las aplicaciones que se desarrollan cuentan con abundantes subvenciones y bastantes programas de Horizonte 2020 de la UE se plantean sobre la utilización de sus datos. La decisión de la Unión Europea de que los datos del programa Copernicus sean en abierto y gratuitos, permite maximizar las investigaciones científicas y las oportunidades de negocio.

Galileo y Copernicus encajan perfectamente con los nuevos paradigmas de la globalización y la importancia de la industria de los datos. Son una apuesta segura.

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