Resolver el reto de la alimentación mundial sin comprometer la sostenibilidad obligará a intensificar la innovación en el ámbito de los fertilizantes, para hacerlos más inteligentes y menos dañinos para el medio. La energía innovadora debe orientarse a consolidar a esa nueva generación de nutrientes como una alternativa real y atractiva, para lo cual debe resolver las dificultades tecnológicas para liberar exactamente la cantidad que requieren las necesidades puntuales de cada cultivo, para reducir la diferencia de coste por unidad de nitrógeno en comparación con los fertilizantes convencionales y para minimizar el riesgo de acumulación de residuos de materiales sintéticos en el suelo derivado de su uso.
En cultivos de alto valor añadido, los fertilizantes inteligentes ya son rentables y su coste ha disminuido gracias la mayor capacidad de producción de urea recubierta de azufre (SCU) en China y al desarrollo de nuevos fertilizantes de urea revestida por polímeros (PCU) en EE.UU.
Reducción de emisiones de nitrógeno
No hay otro camino para reducir las emisiones nocivas de los fertilizantes en el campo, como plantea Europa, que la tecnología. La eficiencia real del uso de nitrógeno (NUE) para todas las tierras agrícolas en la UE-27 es de media del 61%. Este valor tiene que aumentar en un 25%, hasta alcanzar una NUE del 72%, para asegurar el rendimiento real necesario del cultivo con una escorrentía aceptable de nitrógeno (N) hacia las aguas superficiales. En general, se considera razonable una reducción en las entradas reales de N cercana al 15-30%, dependiendo del uso de técnicas de aplicación de fertilizantes más eficientes, para proteger la calidad del aire y el agua. A Fertilizers Europe le gusta el método y es partidaria de utilizar el indicador NUE como una métrica para evaluar el progreso para alcanzar el objetivo de reducción de pérdidas de nutrientes.
En un sentido similar, cobran relevancia los inhibidores de la ureasa (IU) para lograr una reducción en las emisiones de nitrógeno que la UE quiere que sea de hasta un 30% en algunos países en 2030 en relación con 2005. Dado que los IU pueden reducir la emisión de NH3 de la urea hasta en un 70%, Alemania ha impuesto su adición a la urea granular desde 2020. En el otro extremo, China consumió el 34 % de la urea global en 2019, lo que representó alrededor del 40% de todos los fertilizantes nitrogenados sintéticos en China y, por lo tanto, tiene las mayores cantidades de emisiones de NH3 en todo el mundo.
Europa no sólo tiene razones medioambientales para promover los fertilizantes inteligentes, sino también económicas. En primer lugar, porque depende en gran medida de las importaciones para la mayoría de los fertilizantes minerales: compra en el exterior más de 3 millones de toneladas de nutrientes basados en nitrógeno cada año, y si se incluye el amoníaco, el nivel de importaciones alcanza los 6 millones de toneladas, mientras que las importaciones de fertilizantes potásicos rondan los 2 millones de toneladas. En circunstancias de inestabilidad geopolítica como las asociadas a la invasión de Ucrania por Rusia, uno de los principales suministradores de materias primas para fertilizantes, esa dependencia puede convertirse en una vía de debilidad.
Unos fertilizantes más inteligentes podrían reducir la contaminación y, al mismo tiempo, garantizar una agricultura más duradera y sostenible. Cada vez contamos con soluciones más atractivas en campos como la biotecnología y la nanotecnología para mejorar el rendimiento y la eficacia de los cultivos, ajustándonos a los objetivos de la UE y las Naciones Unidas. En las regiones como España, donde el cambio climático provocará una mayor irregularidad de las precipitaciones, así como fenómenos meteorológicos extremos, debemos apostar por el desarrollo de nuevos productos inteligentes para asegurar el futuro de nuestra capacidad productiva.