El hidrógeno es un combustible que puede sustituir al gas natural y al petróleo, acelerando los procesos de descarbonización. Sin embargo, al contrario que los combustibles fósiles, no puede obtenerse directamente de la naturaleza, lo que plantea una serie de retos para su obtención, transporte y almacenaje. Aun así, la UE lo considera un pilar fundamental hacia sus objetivos de neutralidad climática y estima que, en 2050, el hidrógeno generará el 25% de toda la energía europea. Hasta entonces, planea invertir 500.000 millones de euros para incentivar la adopción de esta tecnología, según Bloomberg. Además, el hidrógeno verde podría acelerar la descarbonización de varios procesos industriales, como la fabricación de amoniaco y el refino de petróleo.
El hidrógeno verde presenta una serie de oportunidades muy relevantes en los sectores del transporte y la energía, de nuevo como “vector energético” y almacén de energías renovables intermitentes. Pero, además, resulta especialmente interesante para la industria química, un sector líder en España que podría reducir drásticamente sus emisiones de CO2.
El hidrógeno también jugará un papel clave como «vector energético», una forma de almacenar energía para liberarla, después, de forma controlada. Uno de los mayores problemas de las energías renovables es que muchas de ellas, como la energía solar y la energía eólica, por ejemplo, son intermitentes. Es por esto que necesitamos desarrollar tecnologías que nos permitan almacenar los excedentes de producción para aquellos tramos en que la potencia generada disminuya. De nuevo, las baterías parecen una solución lógica al problema, pero plantean serias dificultades.