Introducción al informe INTEC 2024
La investigadora del MIT Susan Solomon formó parte del equipo científico que viajó en 1986 a la Antártida para reunir los datos que proporcionarían la prueba definitiva de que los clorofluorocarbonos (CFC) eran más eficaces para destruir el ozono allí que en ningún otro lugar del planeta. Un año antes, el British Antarctic Survey había dado la voz de alerta al publicar un artículo científico en el que afirmaba que se había formado un “agujero” inesperado en la capa de ozono sobre su estación. El mundo reaccionó de forma asombrosamente ágil y eficaz a la llamada de la ciencia y en 1987 se firmó el Protocolo de Montreal, que establecía las condiciones para la protección de la capa de ozono, en lo que puede considerarse la mayor historia de éxito ambiental internacional. Cuando, casi 40 años después, Susan Solomon rememora aquella gesta, en la que el conocimiento científico fue capaz de movilizar una sensacional respuesta regulatoria y de innovación tecnológica, vierte también las valiosas lecciones aprendidas. “A la hora de resolver el problema del ozono, nos ayudó una confluencia ideal de lo que yo llamo las tres P: tenía impactos profundamente personales en la salud, su ciencia era fácilmente perceptible para los no expertos y las soluciones eran eminentemente prácticas”, escribe. La causa científica se benefició de “un poderoso impulso causado por la acción de los consumidores al alejarse de los CFC en latas de aerosol en EEUU, una elección personal que destruyó el mercado de los CFC estadounidenses e hizo que nuestros productores estuvieran ansiosos por buscar alternativas”. Se logró que la gente se sintiera “empoderada e interesada”, sentencia. Las políticas de orientación tecnológica en el marco del Protocolo de Montreal llegaron allí donde no podían los individuos, e inspiraron la innovación necesaria para resolver problemas en los que los consumidores tenían menos poder de coerción, como la refrigeración y el aire acondicionado. “Las personas son mucho mejores para resolver crisis calientes que para lidiar con crisis lentas. La fascinación del público mantuvo a los científicos energizados y a los políticos bien motivados para actuar”, dice Solomon. Aquella fue una historia de éxito en una tarea que hoy se ha vuelto imperativa en nuestras sociedades y en nuestras economías, especialmente en Europa: pasar de la identificación del problema a la acción.
“Es el tiempo de los valientes”, afirmó el director de la Cátedra Ciencia y Sociedad de la Fundación Rafael del Pino, el científico y emprendedor Javier García, en la presentación del libro Innovación con futuro que recoge el contenido del informe INTEC 2023. El Protocolo de Kioto no está logrando el mismo éxito que el Protocolo de Montreal. Las circunstancias hoy difieren de aquellas en las que se dirimió la batalla contra el agujero de la capa de ozono. Asistimos a la confluencia de múltiples revoluciones científico-tecnológicas a una escala nunca antes conocida, en ámbitos como la generación, distribución y almacenamiento de energía, los nuevos materiales sostenibles y la economía circular, la transformación digital, los semiconductores, la inteligencia artificial (IA), los sistemas autónomos, la conquista espacial, la descarbonización o la gestión del talento. Hay también similitudes: el entorno de los años 80 estaba dominado por una división del mundo en bloques, más antagónicos incluso que los actuales, y estaba ensombrecido por la amenaza bélica. Pero el problema del agujero de la capa de ozono no se puede comparar en complejidad con la acción concertada, multisectorial y multipolar que requiere la lucha contra el cambio climático.
Hay, no obstante, un factor diferencial más, de enorme valor cualitativo, resultado de un cambio de raíz estructural, no coyuntural, en la forma en la que se gestiona hoy el conocimiento en el mundo. Hace 40 años, se pudo producir una respuesta unificada al desafío científico gracias al equilibrio entre la iniciativa y la titularidad del conocimiento que servía de base para la innovación tecnológica. Hoy ese equilibrio se ha roto. El liderazgo de los países occidentales ya no es tal y han emergido alternativas, en especial China, que condicionan la concertación de estrategias. Las nuevas opciones no sólo provienen de Estados, también grandes corporaciones están promoviendo nuevas sendas de innovación y exploración que desafían la capacidad para articular los grandes objetivos de la humanidad, desde la conquista del espacio a la explotación de la luna, la monitorización del planeta o las nuevas aplicaciones de la IA generativa, en torno a foros de acuerdo internacional. Es ilustrativo seguir la evolución bursátil de los gigantes tecnológicos desde mediados de la pasada década, cuando el diseño de sus algoritmos pasó de estar definido por la calidad del servicio a los usuarios de sus redes sociales, agregadores de contenido y marketplaces a hacerlo por objetivos financieros. Los productores de aplicaciones de IA generativa pueden ser los siguientes. El sector público nunca ha sido tan dependiente como hoy del conocimiento que genera el sector privado. Pasar de las ideas a la acción corre el riesgo de dejar de ser un impulso de propósito general, para convertirse una estrategia de diferenciación geoestratégica y de competencia en el mercado.
En la propia crisis del COVID-19 se pudo comprobar fehacientemente la fragmentación del mundo del conocimiento en bloques y la incapacidad de actuar de forma plenamente coordinada. La militarización de la economía está contribuyendo a agravar esa dinámica de fraccionamiento. En la última BIO Convention, el evento más importante del año del sector biotecnológico a nivel mundial, estuvo muy presente la necesidad de garantizar la seguridad nacional de EEUU frente a posibles amenazas biológicas. El Gobierno norteamericano tiene una alianza permanente con BIO para colaborar en aspectos que van desde la identificación de brechas en los sistemas de alerta temprana hasta la identificación y vigilancia de amenazas y el desarrollo y distribución de soluciones. Tecnologías de la salud y de seguridad, cada vez más entrelazadas. En la SPIE Defense + Commercial Sensing, un alto cargo de Defensa de EEUU, Dev Shenoy, proclamó que “la microelectrónica sustenta todas las capacidades de los sistemas militares”, y apostilló que “la IA debe ser transformadora para la defensa», porque las tecnologías de la información se han convertido en “un sistema de guerra de misión crítica”.
En plena carrera contra el cambio climático, el mundo ahora invierte casi el doble en energía limpia que en combustibles fósiles, pero existen importantes desequilibrios en esa inversión. Las economías de mercados emergentes y en desarrollo, excluida China, representan sólo alrededor del 15% del gasto mundial en energía limpia. En Estados Unidos, estaba previsto que la inversión superara los 300.000 millones de dólares en 2024, 1,6 veces el nivel de 2020 y muy por encima de la cantidad invertida en combustibles fósiles. La Unión Europea gasta 370.000 millones de dólares en energía limpia, mientras que China habrá destinado casi 680.000 cuando acabe 2024, respaldada por su gran mercado interno y el rápido crecimiento de las llamadas “tres nuevas” industrias: células solares, producción de baterías de litio y fabricación de vehículos eléctricos.
Nada más sintomático que lo que está sucediendo en la apasionante carrera tecnológica por la fusión nuclear. En octubre de 2023, Reino Unido, que había batido el récord mundial de energía generada a partir de la fusión en 2021, lanzó su programa Towards Fusion Energy 2023; en la primavera siguiente, Japón siguió sus pasos; y en junio de 2024, Estados Unidos, tras firmar alianzas con ambos países, desvelaba su Fusion Energy Strategy 2024, que describía como una hoja de ruta “única en el mundo”. El 80% de los más de 6.000 millones de dólares invertidos hasta ahora en este apasionante camino han recalado en empresas de fusión estadounidenses. La fusión se ha convertido en una carrera global para el Departamento de Energía norteamericano, pero Ambrogio Fasoli, nombrado a principios de año director de EUROfusion, está advirtiendo de que el ritmo de desarrollo del ITER, el centro de investigación europeo que fue pionero en el mundo en este campo, es irritantemente lento y que Europa debe redoblar sus esfuerzos para posicionarse en la energía de fusión. En otro campo tecnológico fundamental, el dominio de los datos y del software y el hardware de recopilación, almacenamiento, procesamiento y distribución, una cifra resume la realidad de la situación actual en materia de transformación digital: el Barcelona Supercomputing Center, uno de los tres mayores superordenadores de Europa, cuenta con 4.500 chips Hopper de NVIDIA, los más potentes de la actualidad en IA; la empresa Meta dispone de 350.000.
Pasar de las ideas a la acción, siguiendo la metodología de Solomon, implica tener identificadas e interiorizadas las consecuencias de no hacerlo, explicar bien y de forma comprensible el problema y las soluciones y promover medidas prácticas. Hoy podría decirse que el otro gran obstáculo, junto a la fragmentación, la militarización y la polarización global, es el enorme desafío que supone conseguir que la población se muestre “empoderada e interesada” por objetivos comunes, intervenga o no la ciencia en su delimitación. En el impulso de la transformación del modelo productivo, no hay que depositar toda la responsabilidad en las ideas. La mayor garantía de éxito de un propósito es lograr que se convierta en una demanda social y en ese punto queda mucho camino por avanzar en las sociedades libres. La ausencia de una autoridad estatal que imponga el cambio por la vía de la coerción y la restricción, se ve contrarrestada en los países occidentales por la dificultad para establecer un diálogo constructivo con respeto a la diferencia, algo que está poniendo en riesgo el concepto mismo de democracia. A la luz de la Ilustración se le acaba la batería. El auge de los populismos, de las visiones estrictamente cortoplacistas, de los extremismos, acentuados por las redes sociales, convierten los restos de las viejas proclamas por la igualdad, la fraternidad y la libertad en un repositorio de memes amargos.
Una interesante investigación demuestra hasta qué punto la codificación del conocimiento técnico en la lengua vernácula resultó clave para que los países absorbieran las tecnologías de la Revolución Industrial. La ventaja comparativa se desplazó a las industrias que podían beneficiarse de las patentes, en los países y colonias que tenían acceso a los conocimientos técnicos codificados, y no alcanzó al resto de regiones en igual medida. Japón consiguió subirse a esa ola de transformación cuando su Gobierno codificó el conocimiento técnico disponible en Alemania en 1870. Gracias a ello fue único entre los países no occidentales en industrializarse con éxito durante la primera ola de globalización. La codificación compartida de aquellos días se presenta como una bella analogía, ahora la torre de Babel zozobra.
El informe de Mario Draghi sobre “El futuro de la competitividad de Europa” tiene una cara B en la que se realiza un “Análisis en profundidad y recomendaciones”. En ella, se propone una suerte de codificación de los sectores clave para la innovación: energía, materias primas críticas, redes de banda ancha de alta capacidad y velocidad, digitalización y tecnologías avanzadas, computación e inteligencia artificial, semiconductores, industrias intensivas en energía, tecnologías limpias, automoción, defensa, espacio, farmacéutico y transporte. Podría interpretarse como taxonomía de los sectores económicos más relevantes. La visión ya no es de producto (textil, cerámica, mueble…), sino que la atención se traslada a las tecnologías habilitadoras (todas las relacionadas con componentes digitales y el mundo TIC) y hacia los grandes agregadores de productos y servicios, entre los que encontramos ausencias estridentes como la salud, las infraestructuras o la agroalimentación. La clave es que Europa no ostenta el liderazgo en ninguna de las áreas relevantes incluidas en el listado de sectores de Draghi, según un informe de Digital Europe. En semiconductores avanzados, Europa se encuentra a un 45% de las mejores prácticas mundiales; en el caso de la IA, apenas llega al 53%; en biotecnologías de la salud y computación cuántica la brecha respecto de las mejores prácticas mundiales es también sustancial, apenas alcanza el 57%; cuatro puntos por arriba se encuentran las tecnologías energéticas, aunque llegan sólo al 61% del top global; en las tecnologías del espacio y la fabricación aditiva Europa está al 69% del máximo desarrollo; el mejor resultado se obtiene en conectividad avanzada (71%).
En su llamada de alerta sobre nuestro particular agujero de ozono innovador, Draghi dice que la brecha de la UE en tecnologías digitales y avanzadas puede afectar el funcionamiento de otros sectores y pide “acciones políticas significativas y específicas”. Hasta la ventaja comparativa de la UE en tecnologías verdes se está viendo cada vez más cuestionada porque China se está poniendo al día, y su número de patentes aumenta rápidamente. “Las actividades de innovación de la UE se concentran principalmente en sectores con una intensidad de I+D media a baja”, lo que “podría empujar a la UE a una ‘trampa de tecnología media’”, dice el informe. En las últimas dos décadas, las tres principales empresas de la UE han pertenecido sistemáticamente al sector del automóvil y han mostrado cambios mínimos en su clasificación. Se puede discutir si la mejor forma de paliar esta deriva preocupante es una nueva campaña de inyección de gasto público (800.000 millones de euros de inversión al año), un modelo de impulso de la I+D europeo que evite la fragmentación nacional, regional y local (poniendo en cuestión toda la red de instituciones e infraestructuras que se han ido desarrollando en las últimas tres décadas al amparo del modelo anterior), mejores mecanismos de impulso de la innovación a través de la demanda pública y una apuesta por los centros de investigación de excelencia. Se podrán plantear alternativas a la solución que plantea Draghi, pero la meta es clara: Europa y España deben recuperar la soberanía tecnológica y el liderazgo no sólo en la ciencia de frontera, sino también en la traducción de sus hallazgos en forma de tecnología.
Hay que pasar de las ideas a la acción, es la hora de trabajar con las “luces largas”, otra de las imágenes que suele utilizar Javier García. Eso supone actuar rápido y de forma más eficiente. “En España no existe una única institución dedicada a la productividad”, dice la OCDE en el informe que analiza la situación de nuestro país. Uno de los grandes problemas del lento crecimiento de la productividad laboral es que se concentra en las empresas y regiones más rezagadas desde el punto de vista de desarrollo tecnológico y, por lo tanto, “coincide con la profundización de las desigualdades económicas”, añade. Mientras que el 5% superior de las empresas más productivas de España, las llamadas empresas frontera, muestran un crecimiento “saludable” de la productividad laboral (alrededor del 2% anual de media), comparable al de otros países de la OCDE, el crecimiento de la productividad laboral entre las llamadas empresas rezagadas, “ha quedado reducido considerablemente”. El patrón es similar en el caso de las regiones, y podría decirse que en el de los ciudadanos, por extensión. La productividad es el CFC de España.
Como cada año, el informe INTEC pretende servir de referencia para la toma de decisiones, para pasar de las ideas a la acción, en los ámbitos identificados por los miembros del comité de expertos de la Cátedra Ciencia y Sociedad, entre los que se encuentran destacados representantes del mundo de la ciencia y la economía. Es una llamada de esperanza porque se elabora a partir de la identificación se espacios de oportunidad en España, ya sea para la resolución de problemas sociales y económicos, como para la profundización en áreas en las que nuestro tejido investigador y empresarial ha alcanzado cotas de excelencia o la diversificación hacia nuevos horizontes de crecimiento basado en la tecnología y la innovación. El capítulo dedicado a analizar la gestión del agua en la agricultura resulta más pertinente que nunca, porque España es un territorio de innovadores en este ámbito y afronta un escenario hídrico complicado en el futuro.
Era necesario explorar las posibilidades que abre la IA en dos ámbitos cruciales para nuestro futuro. En el caso del idioma español, la tecnología no puede convertirse en un factor de distanciamiento y discriminación cultural, en el que se imponga una determinada singularidad lingüística sin considerar toda la riqueza de nuestra lengua y de las diferentes expresiones locales y regionales. Es necesario intervenir en los mecanismos de entrenamiento de los nuevos modelos de lenguaje extenso (LLM) y tomar la iniciativa en su implementación. El segundo asunto en torno a la IA que aborda el informe no podría resultar más crítico para el comité de expertos: la educación. En la dinámica actual de concentración de conocimiento en grandes hubs de excelencia, los sistemas educativos que se doten de las herramientas más eficaces para potenciar la formación de la población, si quieren garantizar la igualdad de oportunidades. Asistimos a una de las mayores crisis de disponibilidad de talento de la historia, probablemente no ha existido ninguna igual, se trata de un tema indiscutible.
La conquista del espacio se asemeja a lo que supuso hace cuatro décadas el inicio de la carrera de conectividad que desembocó en internet. España demostró una capacidad admirable para posicionarse en el sector de las telecomunicaciones y cuenta con un tejido empresarial altamente competitivo en la tecnología de satélites. Pero el cambio que se está produciendo ahora es de una escala sin precedentes. El éxito de PLD Space al convertirse en la primera startup europea capaz de enviar un cohete al espacio debe servir de motivación para impulsar el ámbito de los lanzadores, y es urgente posicionarse de forma estratégica en el mercado de las megaconstelaciones de satélites que, más allá de los aspectos controvertidos que haya que abordar para que se desplieguen de forma segura, actuarán como la nueva red de comunicaciones esencial del mundo.
España está tomando iniciativas muy interesantes en el ámbito de los nuevos carburantes, alternativos a los de origen fósil, tanto los que proceden de residuos como los que pueden producirse de forma completamente verde como el metanol. En ambos casos, existen certezas que permiten pensar en una progresiva implantación en el mercado, aunque sea inicialmente en nichos de actividad específicos como el tráfico marítimo o las flotas de transporte terrestre. Uno de los grandes vectores de cambio será la aviación, un sector en el que España cuenta con una enorme presencia industrial y una larga trayectoria de innovación. A partir de 2035, las aeronaves que conocemos hoy empezarán a ser sustituidas por otras mucho más sostenibles, tanto en lo que se refiere al combustible como en los materiales. Se trata de una de las grandes carreras tecnológicas del momento, con muchas incógnitas todavía por resolver.
El informe INTEC siempre reserva un apartado destacado a las tecnologías vinculadas a la salud, directamente implicadas en la mejora de las condiciones de vida y bienestar de las personas. Después del éxito en su aplicación en las vacunas, conviene seguir de cerca la evolución de las tecnologías vinculadas al CRISPR y todas las oportunidades que se abren para España en este ámbito. Es creciente, asimismo, el interés de los investigadores por las posibilidades asociadas al resurgir de los fagos, como alternativa a la medicación química, para combatir los virus más resistentes. Otras sociedades han entrado en ese debate en profundidad y la nuestros no debe quedar al margen.
Este trabajo va más allá, por consiguiente de ser una llamada a la acción. Aunque la frase “que innoven otros” se atribuye a Henry Ford, se ha convertido en un lugar común a evitar en nuestro país, una suerte de desencanto acerca de nuestras propias posibilidades que la evidencia desacredita en cuanto éstas se analizan con detenimiento. Claro que podemos innovar nosotros. De hecho, en este trabajo no sólo se propone pasar a la acción, siguiendo las indicaciones de Susan Solomon, si se quiere, sino que además se ofrecen vías y claves para hacerlo atendiendo a nuestras necesidades y al talento disponible.