Javier García, entre los impulsores de la Declaración de Estocolmo por una «química de la sostenibilidad»

Promovida por el Simposio Nobel, la declaración promueve una ciencia y una industria químicas respetuosas con el ser humano y con el medio ambiente ante los desafíos globales actuales

Las principales voces de la ciencia, la industria, la educación y la política se reunieron en el Museo del Premio Nobel para el lanzamiento oficial de la Declaración de Estocolmo sobre la Química para el Futuro. Entre los firmantes, se encontraba el director de la Cátedra Ciencia y Sociedad de la Fundación Rafael del Pino, Javier García Martínez. Promovido por el comité organizador del Simposio Nobel y apoyado por SuCCeSS, este evento destacó el papel fundamental de la química para abordar los desafíos globales mediante soluciones éticas, sostenibles y con visión de futuro. Por su interés, reproducimos los principales contenidos de la declaración.

Comienza diciendo que “científicos de todo el mundo están inventando y desarrollando nuevas moléculas y materiales, y están creando nuevos métodos para fabricarlos, que están alineados con los objetivos de promover el bienestar humano y preservar la biosfera y la geosfera esenciales que permiten que la vida exista y prospere”. En parte, este trabajo se debe a que “los enfoques tradicionales de la química de los últimos dos siglos, si bien han producido enormes avances tecnológicos y una gran riqueza, también han causado con demasiada frecuencia un gran daño involuntario a las personas y al planeta”.

La Declaración aboga por una “química de la sostenibilidad” que garantice que “los productos de nuestra ciencia sean seguros y sostenibles por diseño, eliminen virtualmente el concepto de desperdicio a través de la utilización completa del material/energía, utilicen materiales que no agoten, permitan la generación/almacenamiento/transporte de energía renovable, proporcionen un rendimiento funcional, diseñado a través de un pensamiento sistémico integrador, y son dinámicos/adaptables/resistentes/multifuncionales”.

Para conseguirlo, los firmantes instan a asegurar, en lo referente a la actividad de los científicos, que “nuestro diseño, desarrollo e implementación de productos y procesos químicos procedan de una manera que integre el objetivo de reducir o eliminar el daño a las personas y al planeta por diseño”.

En segundo lugar, consideran que “todas las partes de nuestra empresa química deben actuar ahora para reconocer que el riesgo para las personas, la prosperidad y el planeta de la inacción y la preservación del statu quo es mucho mayor que cualquier riesgo que pueda estar involucrado con la transición a un modelo de «nueva química para la sostenibilidad» que beneficie a las personas”.

Nuestros maestros, estudiantes y profesionales de la química deben recibir capacitación ahora para garantizar que la invención de nuevos productos químicos o transformaciones químicas integre la salud, la sostenibilidad y la seguridad inherente como elementos esenciales del rendimiento”, añade la Declaración de Estocolmo.

Junto a ello, “debe garantizarse la transparencia de los datos subyacentes y el análisis de las ventajas y desventajas de una tecnología química nueva o heredada para permitir comparaciones adecuadas sin preocuparse por la exageración o el sesgo”. Es clave, en última instancia, “actuar ahora para garantizar que nuestras políticas gubernamentales sobre la empresa química, incluidos los subsidios, las regulaciones, los incentivos fiscales, las protecciones o las sanciones, estén alineadas con el avance de la química saludable y segura y desincentiven/desincentiven la química contaminante, derrochadora, tóxica y peligrosa”.