Esta decisión inaugura un nuevo tiempo en el que la agenda política ya no podrá desentenderse de los criterios científicos y el cumplimiento de los ODS dependerá de la capacidad de escuchar y hacer caso a los que desarrollan y aplican las herramientas del conocimiento. Lo cuenta en este artículo publicado en Materia/El País, el catedrático de la Fundación Rafael del Pino, Javier García.
Artículo de Javier García
«En lo que llevamos de década, hemos aprendido – quiero pensar – que las decisiones basadas en evidencias, la investigación científica y la cooperación internacional son nuestras mejores aliadas para hacer frente a los retos que tenemos por delante. La ciencia no nos va a solucionar nuestros problemas, pero nos permite entender sus causas y nos da herramientas para combatirlas eficazmente. Además, la ciencia tiene también un papel muy importante en el diseño, definición y evaluación de las políticas públicas más adecuadas. Por eso, más de treinta organizaciones de todo el mundo, incluidas las principales Uniones Científicas, lideran este Año Internacional con el objetivo de poner a la ciencia en el centro de la Agenda 2030. A esta tarea se han unido decenas de Academias, centros de investigación y universidades de todo el mundo.
Hacer realidad los Objetivos de Desarrollo Sostenible es una cuestión de voluntad política y de compromiso individual. La regulación, los incentivos fiscales y nuestro comportamiento juegan un papel clave en la construcción de un futuro mejor. Sin embargo, en muchos casos, generosas ayudas públicas o acciones bienintencionadas no tienen el efecto deseado porque, con demasiada frecuencia, aquello que nos acerca a uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible nos aleja de otros. Por ejemplo, el uso de fertilizantes en zonas áridas nos permite reducir el hambre, la pobreza y la desigualdad allí donde más falta hace. Pero contribuye a la generación de CO2 (producido en la fabricación de amoniaco), a la contaminación del agua (que pierde oxígeno disuelto cuando los fertilizantes llegan a ríos y lagos) y al uso de combustibles fósiles (necesarios para la fabricación del hidrógeno que se utiliza en la producción de amoniaco, que es la base de la mayoría de los fertilizantes.
Precisamente por eso, necesitamos una nueva aproximación, basada en evidencias, para definir las acciones y políticas públicas más eficaces, no aquellas que, en la superficie, resultan más intuitivas. Los profesores Francesco Fuso y Ricardo Vinuesa, ambos del Real Instituto de Tecnología de Suecia, han publicado un trabajo en Nature Communicationsen el que analizan cómo la Inteligencia Artificial nos puede ayudar a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En este estudio han encontrado relaciones positivas y negativas inesperadas que son clave para diseñar mejores políticas públicas. Pero las matemáticas nos ofrecen otras muchas herramientas que nos ayudan a tomar mejores decisiones, eliminar sesgos y hacer un uso más adecuado de nuestros recursos.
Fondos de recuperación europeos
Este Año Internacional coincide con un tiempo en el que la ciencia está jugando un papel muy importante en la lucha contra la pandemia. Pero también nos pilla en pleno proceso de reconstrucción de una economía maltrecha. Los Fondos de Recuperación Europeos y, especialmente, el programa Next Generation, son una oportunidad única para inventar e implementar una nueva economía más alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Para hacer realidad este nuevo paradigma vamos a necesitar nuevos materiales que nos permitan producir, almacenar y utilizar energía renovable. Varios grupos de investigación estamos trabajando en nuevos catalizadores que nos permiten reducir la generación de residuos. Otros colegas están desarrollando tecnologías capaces de trasformar el CO2 en productos de alto valor añadido. También se están creando alternativas a los plásticos que tienen su misma ligereza, bajo coste y excelentes propiedades pero que, además, pueden reutilizarse indefinidamente.
La ciencia del futuro la harán los equipos multidisciplinares. De hecho, esta es una tendencia que se está consolidando en los últimos años, como se ha puesto de manifiesto en la reciente Jornada Jóvenes, Conocimiento y Agenda 2030 organizada por la Academia Joven de España. Las grandes empresas contratan personas con perfiles distintos y con habilidades complementarias. De la misma forma, los mejores laboratorios están formados por investigadores de varias disciplinas que trabajan para resolver los problemas más complejos desde aproximaciones alternativas.
Pero trabajar en equipos multidisciplinares no es sencillo ni algo que se enseñe en las facultades de ciencias. Precisamente por esta razón, uno de los objetivos de este Año Internacional consiste en reinventar la educación para que la creatividad, el pensamiento crítico y el emprendimiento se promuevan y desarrollen desde las etapas iniciales del proceso educativo. Y es que la brecha entre la ciencia y su enseñanza no deja de crecer. Los avances científicos de los últimos años han borrado los límites entre disciplinas y abierto posibilidades inimaginables. Sin embargo, las carreras científicas están fuertemente compartimentadas y los temarios son, en buena parte, los mismos que estudiamos hace décadas.
España a ciencia cierta
Debido a la pandemia, la proclamación de este Año Internacional se ha retrasado tanto que estará, de hecho, a caballo entre dos. Comenzará a mediados de 2022 y durará hasta el verano del próximo año. Para entonces, apenas quedarán 7 años para hacer realidad la ambiciosa Agenda 2030. Precisamente para poner la ciencia en el centro de la agenda, algunos de los mejores investigadores de nuestro país han escrito, España a Ciencia a Cierta, que constituye una verdadera hoja de ruta para que las tecnologías que están a nuestro alcance impulsen la economía, el empleo y la sostenibilidad de nuestro país.
España ha impulsado el Año Internacional de las Ciencias Básicas para el Desarrollo Sostenible que ha recibido el apoyo unánime de Naciones Unidas. El verdadero trabajo comienza ahora. Nuestro país puede liderar este nuevo tiempo en el que aquellos que ofrezcan soluciones serán los que definan la agenda internacional. Tan peligroso es el archiconocido “que inventen ellos” como que “lideren ellos”. No parece que este nuevo tipo de liderazgo esté en nuestra agenda política, pero se abre ahora una oportunidad para que España ponga a la ciencia al volante de su política internacional, económica y medioambiental».
Javier García Martínez es presidente de la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC) para el bienio 2022-2023, miembro del grupo de trabajo del Año Internacional de las Ciencias Básicas para el Desarrollo Sostenible y presidente de la Academia Joven de España. Catedrático de química inorgánica la Universidad de Alicante y catedrático de la Fundación Rafael del Pino. Patrono de la Fundación Gadea por la Ciencia.