El 4 de abril, con motivo de la entrega de la II edición de los Premios Jóvenes Divulgadores, tuvo lugar una mesa redonda sobre Los Límites de la Ciencia y la Tecnología. El acto fue organizado por Celera con la colaboración de Incluciencia, Rewisor y Principia, en la Fundación Rafael del Pino y contó con ponentes de la talla de Pampa García, Lluis Montoliu, Javier García, Andrea Martos y Amador Menéndez. La mesa fue presentada por Vicente Montes y moderada por Manuel Seara, quien, tras realizar las presentaciones pertinentes, planteó la pregunta: ¿se deben poner límites al conocimiento científico?
En los últimos años se han producido grandes avances en la tecnología CRISPR-Cas, de edición de genomas. No obstante, ésta aún no tiene una eficiencia suficientemente alta para, por ejemplo, revertir patologías en animales de experimentación. Además, esta técnica no es completamente específica y puede provocar mutaciones no deseadas, por lo que actualmente su utilización en humanos no es segura y está prohibida.
Hace unos meses la comunidad científica se revolucionó ante una noticia: un científico chino aseguraba haber creado las primeras bebés modificadas genéticamente. Al parecer, el padre de las gemelas era portador de VIH, así que él y su pareja recurrieron a concebir mediante inseminación artificial. Lo que estos no sabían es que el equipo de científicos que les asistió se había tomado la libertad de editar el genoma de los embriones con el fin de inactivar uno de los genes que el virus utiliza para infectar el sistema inmune y así protegerlos de la enfermedad.
Como es de esperar, este asunto trascendió a la sociedad en general y provocó una gran polémica. En primer lugar, porque se puso en riesgo la vida de las bebés. En segundo lugar, porque los padres no dieron su consentimiento ni tenían conocimiento y los científicos se saltaron la legislación del país. Y por último, porque se abrió la puerta al debate sobre la eugenesia, o crear bebés “a la carta”. La línea que separa la modificación de genomas para prevenir una patología y para corregir un defecto o “mejorar” la especie es muy fina y se lleva discutiendo desde hace décadas.
«No hay ninguna pregunta que no debamos responder»
Javier García
El caso de las gemelas CRISPR es un buen ejemplo para ilustrar el dilema que planteó Manuel Seara y fue un tema recurrente durante la tarde del jueves. Lluis Montoliu comentó al respecto que no debería hacerse todo simplemente porque el avance de la tecnología lo permite. Opina que el gremio de científicos no es diferente a los demás, que también debemos estar regulados. Pampa García apuntó que los límites no deben imponerse al conocimiento científico, sino a cómo emplearlo, a sus aplicaciones. Javier García estaba de acuerdo: “No hay ninguna pregunta que no debamos responder.” No obstante, añadió que, aunque exista una regulación (muy necesaria), esto no indica que los científicos no puedan actuar de manera irresponsable, como ocurrió con CRISPR en China.
Más adelante, Andrea Martos hizo una reflexión muy interesante: “No se puede regular sobre los límites de la ciencia si la sociedad a la que atañen no está informada sobre los avances científicos.” Y dado que “el avance de la ciencia es exponencial, en este momento es muy difícil estar al tanto de todos los avances, por lo que es difícil llevar a cabo un debate social y posteriormente regular”. Aquí es donde la comunicación y la divulgación de la ciencia toman un papel fundamental. No obstante, según Javier García, una sociedad mejor informada no necesariamente toma mejores decisiones porque somos seres emocionales y no racionales. Puso de ejemplo que en Francia el 40% de la población no cree en las vacunas.
Este tema llevó a los ponentes a hablar sobre Ciencia en el Parlamento, que pretende dotar a los políticos de las herramientas de la ciencia para que puedan tomar decisiones y desarrollar políticas basadas (o al menos informadas) en la evidencia. Esta iniciativa tuvo una gran acogida entre los parlamentarios y tras organizar unas jornadas en el Congreso de los Diputados, logró que se aprobara la creación de una oficina de asesoramiento científico para las Cortes Generales.
En relación a la otra vertiente del debate, los límites de la tecnología, Amador Menéndez indicó que muchas veces los límites vienen impuestos por la propia tecnología. Explicó cómo están proliferando las inteligencias artificiales, que se están volviendo muy eficientes para resolver problemas complejos mucho mejor que los seres humanos, a quienes nos pueden resultar inabarcables. Sin embargo, indicó que esto es lo que se conoce como “inteligencia artificial estrecha”, orientada hacia una cuestión concreta e incapaz de adaptarse a otras situaciones. Cree que la “inteligencia artificial general” está muy lejos de alcanzarse y que probablemente nunca llegaremos a desarrollarla. De este modo, no cree que podamos ser completamente sustituidos por máquinas.
Posteriormente le llegó el turno de intervención al público, que había llenado la sala hasta completar aforo y fue muy participativo. Cabe destacar la presencia de muchos jóvenes, pues al fin y al cabo la mesa redonda se enmarcaba en la entrega de premios Jóvenes Divulgadores. Hubo preguntas de todo tipo y de todas las edades, que ayudaron a consolidar los conocimientos y las ideas adquiridas durante el debate. También surgió un tema nuevo, relacionado con el “espionaje” al que nos vemos sometidos constantemente por el uso de los teléfonos móviles. En este aspecto, resulta inquietante el contraste de perspectiva entre generaciones: aquéllos para quienes la tecnología es algo adquirido, este “control” es alarmante e inaceptable. Sin embargo, los jóvenes, que ya han nacido con un móvil en la mano, consideran que es un pequeño precio que hay que pagar por disfrutar de llevar el “conocimiento de la humanidad” en el bolsillo.
Para terminar, se proyectaron los vídeos de los ganadores del concurso y María Polo, nueva directora de Celera que coge el testigo tras Francisco Martínez, hizo entrega de los premios.