Tecnología para la detección de bacterias resistentes

Además de trabajar en el desarrollo de nuevos fármacos, los científicos investigan nuevas tecnologías para la detección de bacterias resistentes. Localizar las amenazas a tiempo acelera el diagnóstico y tratamiento adecuados.  

Los medicamentos antibióticos fueron uno de los grandes descubrimientos científicos del siglo XX. Sin embargo, los hemos utilizado tanto que las bacterias han aprendido a defenderse; los antibióticos están dejando de funcionar. Esto plantea riesgos enormes, las heridas más insignificantes podrían tener consecuencias fatales. Por ello, además de trabajar en el desarrollo de nuevos fármacos, los científicos investigan nuevas tecnologías para la detección de bacterias resistentes. Localizar las amenazas a tiempo acelera el diagnóstico y tratamiento adecuados.

Por tanto, es fundamental desarrollar nuevas tecnologías para poder hacer frente a esta amenaza. Algunas líneas de investigación estudian nuevos antibióticos contra súperbacterias, otras buscan nuevas formas de atacar a los microbios para evitar que desarrollen resistencia, como las terapias basadas en virus bacteriófagos. Pero, además, es necesario invertir en mejores soluciones para la detección de bacterias multirresistentes. Por un lado, hacen falta sistemas capaces de encontrar nuevas amenazas, sistemas que puedan discernir qué microorganismos son verdaderamente peligrosos. Y, por otro lado, hacen falta técnicas capaces de identificar súperbacterias de forma sensible, rápida y eficaz, para poder tomar decisiones rápidas sobre diagnóstico y tratamiento. Entender mejor cómo actúan los microorganismos patógenos, así como identificarlos correctamente, debería conducir a un uso más racional de los medicamentos antibióticos.

Desde 2010 se han lanzado 16 nuevos tratamientos antibacterianos en EE.UU., solo dos en Japón y apenas uno de los dos aprobados por Canadá. De los 16 que recibieron el visto bueno de la Agencia Europea de Medicamentos, se han puesto en marcha 13, aunque algunos no están disponibles en todos los países de la UE. El Plan de acción mundial (GAP) de la OMS sobre la resistencia a los antimicrobianos, acordado en 2015, se marcó el objetivo de alcanzar un «caso económico sostenible» durante la siguiente década. Pero aún no existe una hoja de ruta por países que pueda ser implementada a partir de 2023 para cumplir esa previsión en 2025. Las cinco organizaciones de investigación clínica más grandes tienen una capitalización de 24.800 millones de dólares, 40 veces menor que la de las cinco compañías farmacéuticas más grandes (1,9 billones).

Entre el 30% y el 50% de todos los antimicrobianos recetados a pacientes humanos son innecesarios

El Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC) ha estimado que, hasta la fecha, entre el 30% y el 50% de todos los antimicrobianos recetados a pacientes humanos son innecesarios, y esa prescripción excesiva promueve aún más el desarrollo y la propagación de la resistencia. Existen dos necesidades diagnósticas básicas que deben cubrir las pruebas AST. En primer lugar, la de que los médicos identifiquen rápidamente los antibióticos que pueden usarse para tratar con éxito a los pacientes infectados con patógenos bacterianos. Y, en segundo lugar, la evaluación epidemiológica, es decir, la detección de mecanismos de resistencia fenotípica y el seguimiento de su propagación.

Las compañías que quieren innovar en tratamientos tienen que superar todavía a un complejo Valle de la Muerte porque el coste total de desarrollar un antibiótico con diez años en el mercado se estima en 1.700 millones de dólares, pero no resulta fácil obtener ingresos para recuperar la inversión durante la primera década de vida del nuevo tratamiento. Una parte sustancial de la innovación debería consistir en encontrar fórmulas adecuadas para financiar esa I+D que impida que el número anual de muertes alcance los 10 millones en 2050, como apuntan las estimaciones actuales, con especial incidencia en países de ingresos bajos y medianos.

Muchas tecnologías de diagnóstico actuales son efectivas, pero costosas; consumen mucho tiempo; no detectan marcadores de resistencia emergentes; no logran un cultivo vivo y puro de la bacteria; y no discriminan rápidamente las infecciones bacterianas o fúngicas de las virales. Se necesitan investigaciones e inversiones adicionales para mejorar las pruebas de diagnóstico y los datos que generan. Tener información sobre la resistencia en el momento en que el paciente recibe tratamiento por primera vez ayuda a orientar el uso de antibióticos de amplio espectro a aquellos pacientes con infecciones resistentes cuando lo necesitan y evita su uso innecesario en aquellos que no los precisan.

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