Conferencia Magistral Adam Tooze

Cómo una década de crisis financiera ha cambiado el mundo

La Fundación Rafael del Pino organizÓ, el 10 de octubre de 2018, la Conferencia Magistral «Cómo una década de crisis financiera ha cambiado el mundo» que impartirá Adam Tooze con motivo de la publicación de su último libro titulado «Crash» editado por Crítica.

Adam Tooze es profesor Barton M. Biggs de historia y director de los estudios de seguridad internacional de la Universidad de Yale. Durante años fue profesor en la universidad de Cambridge. Su obra The wage of destruction le ha valido gran prestigio internacional.

La crisis que se inició en Estados Unidos en septiembre de 2008 no fue un accidente puntual, sino el inicio de un gran cambio global. Sus consecuencias se extendieron también al campo de la política, con manifestaciones que van desde el colapso de Grecia al Brexit o a la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Adam Tooze nos ofrecerá su visión la historia global de una década en que una secuencia de crisis financieras han transformado por completo nuestro mundo.

Resumen:

El 10 de octubre de 2018 tuvo lugar la conferencia de Adam Tooze, Kathryn and Shelby Cullom Davis Profesor of History de la Universidad de Columbia, titulada “Cómo una década de crisis financiera ha cambiado el mundo”. El profesor Tooze explicó que 2008 fue la peor crisis financiera global de la historia, incluyendo la Gran Depresión, como muestra el hecho de que los flujos de dinero cayeron de más del 30% del PIB a casi el 0%. Esta situación colocó a los sistemas bancarios de los dos lados del Atlántico al borde del colapso. Además, el mercado de trabajo estadounidense explotó. En la zona euro, también se produjo el colapso del crédito a partir de 2008 y el desempleo se disparó, especialmente en España. Eso transformó la política española. El choque que se produjo en ambos lados del Atlántico fue sincronizado y tuvo consecuencias políticas en las relaciones trasatlánticas. Todo empezó con la crisis de los bancos de Wall Street, en cuya expansión tuvo mucho que ver la ingeniería financiera. El sector bancario estaba descontrolado e impulsó la contratación de créditos por parte de los particulares, lo que creó la burbuja inmobiliaria, la cual afectó tanto a las clases bajas como a las altas. La concesión de hipotecas se disparó, con lo que la burbuja se fue inflando, hasta el punto de que el 45% de los créditos hipotecarios eran para especular con la vivienda. En 2008, los europeos decidieron que ese era un problema americano, no suyo, y no hicieron nada al respecto. En Estados Unidos, en cambio, la historia fue diferente. La titulización de las hipotecas extendió la crisis por todo el país y después por Europa y convirtió el impago de las hipotecas en las zonas marginales donde vivían los negros estadounidenses en una reacción en cadena global. La zona euro tenía su propia burbuja de deuda, posiblemente mayor que la estadounidense, además de grandes burbujas inmobiliarias en España e Irlanda. Así es que, si la burbuja era global, la crisis también lo sería. Y cuando llegó, no se trató de un choque habitual porque los flujos de capitales se secaron. La recuperación se inició relativamente pronto en Estados Unidos y el Reino Unido, pero no así en la zona euro. Lo mismo sucedió con la evolución del empleo, en especial del empleo juvenil. ¿Por qué? La culpa fue, en parte, por aplicar políticas de austeridad que se sincronizaron con la crisis financiera. En Estados Unidos pasó algo parecido. La diferencia es que las autoridades estadounidenses enseguida empezaron a tomar medidas para estabilizar el sistema bancario, mientras que en Europa no se hizo así, con lo que aumentó el riesgo de quiebra del sistema crediticio. Otra idea europea equivocada fue considerar que Europa no era una tierra de especulación financiera y que el sistema no podía quebrar porque no había bancos lo suficientemente grandes como para que su caída pudiera considerarse como un riesgo sistémico. La respuesta estadounidense a la crisis consistió en proporcionar a la banca un soporte financiero inmediato que permitiese su recapitalización, apoyar al mercado de activos y llevar a cabo una expansión monetaria y fiscal. Europa tendría que haber hecho lo mismo. Además, Estados Unidos obligó a los bancos a aceptar esas medidas para generar confianza en el sistema financiero. ¿Por qué pudo hacerlo Estados Unidos? En primer lugar, por la magnitud de recursos que pudo movilizar el Tesoro. Aquí fue clave la élite que pudo reclutar el secretario del Tesoro, Robert Rubin, para formar su equipo en la Casa Blanca, así como su red de contactos. Además, las autoridades estadounidenses ejercieron un liderazgo tanto económico como político durante la crisis, algo muy distinto a lo que hicieron sus homólogos europeos. Estados Unidos también aplicó a la crisis financiera lo que aprendió en la guerra de Vietnam, esto es, a llevar a cabo un gran despliegue de fuerzas sin que nada ni nadie pueda limitar la acción. Esto le permitió actuar como prestamista global de último recurso, lo que salvó al mundo porque el crédito no se limitó a los bancos americanos, sino que también llegó a los bancos europeos, los cuales no tenían garantías en dólares suficientes para acceder a las líneas de crédito de la Reserva Federal. Para resolverlo, la FED creó líneas especiales de swaps con el Banco Central Europeo. Gracias a ellas, el BCE recibió 25 billones de dólares en una sola vez, a cambio de una cantidad similar en euros. Esa liquidez en dólares se trasladó a los bancos europeos. El FMI también intervino, proporcionando liquidez y concediendo ayudas a los países europeos por encima, incluso, de la que podrían obtener en otras circunstancias en función de su cuota. Gracias a ese paraguas, Estados Unidos, el Reino Unido y Suiza pudieron superar la crisis. En la zona euro no sucedió lo mismo, con lo que la crisis bancaria se convirtió en una crisis de deuda soberana. Eso dio lugar a fuertes discusiones entre los europeos sobre qué hacer con Grecia. Y es que luchar contra la crisis fue más fácil en un estado nación, como Estados Unidos, que en la Unión Europea. El énfasis europeo en la austeridad, más que en la reestructuración de la deuda, en la recapitalización de los bancos y en conseguir el apoyo del BCE, desestabilizó los mercados de deuda y provocó la reaparición de la prima de riesgo.

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