Conferencia Magistral Andrés Rodríguez-Pose

Ciudades en el mundo post-Covid

La Fundación Rafael del Pino organizó, el 26 de noviembre de 2020, la Conferencia Magistral en directo a través de www.frdelpino.es titulada «Ciudades en el mundo post-Covid» que impartió Andrés Rodríguez-Pose.

Andrés Rodríguez-Pose es Catedrático de Geografía Económica de la London School of Economics (LSE).Anteriormente, fue jefe del Departamento de Geografía y Medio Ambiente de la LSE. Presidente en funciones de la Asociación Internacional de Ciencias Regionales. Asesor habitual de numerosas organizaciones internacionales, entre ellas la Comisión Europea, la OCD, la Organización Internacional del Trabajo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco de Desarrollo de América Latina. Fue titular de una beca avanzada del Consejo Europeo de Investigación (ERC, en sus siglas en inglés).

Resumen:

El 26 de noviembre de 2020, la Fundación Rafael del Pino organizó la conferencia “Ciudades en el mundo post-Covid”, que impartió Andrés Rodríguez-Pose, catedrático de Geografía Económica de la London School of Economics.

Rodríguez-Pose se refirió, en primer lugar, a las posibles causas y la incidencia que ha tenido el coronavirus en todo el mundo. La Covid 19 se ha apoderado de nuestras vidas, de forma que nadie podía imaginar que, en el siglo XXI, íbamos a tener que volver a situaciones que no habíamos visto desde 1918 con la gripe española, o desde mediados del siglo XIX con la epidemia de cólera.
Hemos tenido pandemias a lo largo de nuestra historia que han sido mucho más mortíferas, como la peste negra del siglo XIV, que acabó con un tercio de la población mundial; las epidemias de cólera de las grandes ciudades europeas, como Londres, Moscú o Hamburgo, que fueron devastadas a mediados del siglo XIX, y después la mal llamada gripe española de 1918-1920, que se llevó la vida de 55 millones de personas. Después de cada una de ellas, la sociedad se ha rehecho y ha vuelto a florecer. Por ejemplo, cincuenta años después de la peste negra empieza el Renacimiento italiano que, además, lleva a una serie de mejoras que transforma las ciudades y las hace más salubres de lo que lo eran antes. La peste negra dio lugar a la transformación de ciudades como París o Londres, que trajeron el alcantarillado y sistemas sanitarios mejores y mucho más fiables. Por último, la gran gripe de 1918 trajo un cambio en unas ganas de vivir muy importantes que se dio en la década de los años 20.

Ahora estamos en un momento en el que se contabiliza, a nivel mundial, poco más de un millón cuatrocientos mil muertos. Estos números, seguramente, no están contabilizando la incidencia total de la Covid, solo aquellas que están ligadas a un diagnóstico positivo de Covid.

La incidencia de la pandemia entre todas las regiones europeas es muy variada. En la primera ola de la pandemia no hubo ningún tipo de mortalidad en el 40% de las regiones europeas. Ha habido una mortalidad menor que en los últimos cinco años e, incluso, en Hungría, se ha reducido un 5% porque, cuando se confina a la población, hay menos posibilidades de que cojan cualquier tipo de enfermedad.

La Covid, sin embargo, ha tenido una incidencia muy devastadora en ciertas regiones. La región de Madrid ha sido la más afectada de toda la Unión Europea. A nivel muy cercano están Lombardía y Castilla-La Mancha, pero también hay regiones como París, Alsacia, Maastricht o Londres o Estocolmo, regiones donde hay grandes ciudades, en las que se ha producido una incidencia muy superior a lo que ha habido en áreas circundantes. Es el caso de Suecia, en el que la parte sur de Malmoe ha sido muy baja, mientras la incidencia se ha concentrado en la región de Estocolmo.

Hay diferencias muy importantes dentro de los países. Dos de las regiones de la UE más afectadas están en España, Madrid y Castilla-La Mancha, mientras que la mortalidad en Galicia fue inferior a la que se registró de media en los cinco años anteriores. En el caso de Italia se produjo una gran concentración en Lombardía, sobre todo en regiones como Bérgamo, mientras que hay siete regiones en Italia con una mortalidad inferior a la de los años anteriores. Tenemos, por tanto, una situación que es muy desigual desde el punto de vista geográfico, pero, también, desde el punto de vista temporal.

La incidencia temporal se concentra en las semanas entre la segunda mitad de marzo y la primera mitad de abril. Después se produce una incidencia mucho menor en mayo y junio en casi todas las regiones europeas. En cambio, hay otras regiones, muchas de ellas grandes ciudades, que pasaron la primera ola de la Covid prácticamente sin incidencias, a pesar de que, en un primer momento, las grandes ciudades fueron señaladas como los grandes centros de contagio y difusión de la Covid.

Estas diferencias también se aprecian dentro de las regiones. En Nueva York, la incidencia ha sido muy variable en distintas zonas. En Manhattan, o las zonas muy gentrificadas de Brooklyn hay muy pocos casos. Estos se concentran en las zonas más pobres del Bronx y en las zonas próximas a los aeropuertos.

La incidencia va cambiando con el tiempo. El distrito de Fuencarral, que tuvo una gran incidencia en la primera ola, ha tenido una relativamente menor en la segunda, mientras que muchos de los distritos del sur, que tuvieron menor incidencia en la primera ola es en los que se concentra la incidencia en esta segunda.

¿Por qué hay estas diferencias? En el caso de Nueva York se ha apuntado muchas veces que la causa es el nivel de pobreza. Los distritos más pobres, en los que hay mayor hacinamiento, son los que tienen mayor incidencia, tanto de casos como de exceso de mortalidad. Hay una correlación importante entre estos dos factores. Esto, sin embargo, no ocurre en todos los sitios. Si se hace el mismo análisis para Londres o Madrid durante la primera ola, no hay una relación entre incidencia y nivel de renta y la incidencia afecta más a algunas zonas ricas y a algunas zonas pobres. Por tanto, todavía está buscándose la respuesta.

En el análisis de las regiones de la UE se aprecia que todos los factores que han sido identificados como posibles causas tienen un impacto. En primer lugar, el nivel de mortalidad por la Covid-19 está vinculado con las regiones ricas, con las grandes ciudades. Respecto al tamaño de la ciudad y la densidad de población no aparece ninguna relación. Es mucho más importante el número de contactos entre individuos. La conectividad es un factor fundamental por la incidencia por coche, por la accesibilidad por carretera. Mientras el tráfico aéreo cayó mucho al principio de la pandemia, el tráfico de automóviles no cayó tanto.
Las regiones que tenían más médicos, más enfermeras, más camas de hospital, han sido las que mejores resultados han registrado en términos de mortalidad. Las que tenían mayor déficit en este sentido han sido las que más han sufrido. También hay factores de carácter medioambiental, como la temperatura o la humedad. La Covid ha afectado más a las zonas más frías, a las más secas y a las que presentan mayores niveles de contaminación.

Por lo que se refiere a los factores institucionales, tener un sistema descentralizado de salud ha reducido la incidencia de la Covid. Cuando mayor nivel de descentralización y de autonomía en la gestión de los recursos, menor nivel de incidencia. La efectividad del gobierno y la evolución de la calidad institucional también influyen mucho. En un momento en el que se han centralizado las decisiones, cuanto mayor es la calidad institucional a nivel nacional, mejores han sido los efectos en términos de menor mortalidad. Aquellos países donde se ha producido un declive más importante de la calidad institucional han tenido mayores dificultades para controlar la pandemia.

Otro factor que ha influido es el nivel de contactos. En aquellas zonas en las que hay más frecuencia de contactos con personas que no pertenecen al núcleo familiar, la incidencia ha sido mucho mayor. Además, cuanto mayor es el capital social, la capacidad de generar consensos, menor ha sido la incidencia de la pandemia. Pero no hay ninguna relación con la confianza en las instituciones.

Una vez identificados los factores, ¿qué va a pasar con las ciudades en el mundo post-Covid? La incidencia de la pandemia va a depender de varios factores. En primer lugar, de la duración. Cuanto más dure la pandemia, mayores van a ser los cambios. En segundo lugar, va a depender de las condiciones económicas, sociales y políticas de cada ciudad y cada región. Eso va a determinar cómo se ponen en marcha las dinámicas sociales y políticas para buscar soluciones. También están las condiciones institucionales. Por último, está la suerte.

Hay tres factores fundamentales para impulsar el cambio. La pandemia está creando unas cicatrices sociales importantes, reflejadas en el miedo a interactuar, a salir, al contagio. En muchos casos puede durar mucho tiempo. Cuando se normalice la situación no sabemos cuántas personas van a volar, van a utilizar el transporte público, van a asistir a eventos como cine, teatro o acontecimientos deportivos. El segundo mecanismo impulsor es los cambios en los negocios, en las actividades diarias, para mantener la distancia social. Se están haciendo reformas en restaurantes, aeropuertos, universidades, lugares de trabajo, para acomodar un futuro incierto. En tercer lugar, el factor más importante, está el experimento social forzado al que nos han llevado los confinamientos. Los confinamientos han forzado a que cambiemos nuestros tipos de trabajo, de consumo, de relaciones, de la noche a la mañana. Estas tendencias ya se venían observado, pero crecían a un ritmo mucho menor y, de repente, han explotado.
La pandemia ha acelerado lo que Richard Florida llama el apocalipsis de las calles mayores. Está agravando los problemas de las grandes superficies. Gran parte de la población ha descubierto el comercio online, que antes no utilizaba, con sus ventajas y sus inconvenientes, como el tipo de empleo que genera o dónde se tributa.

El puesto de trabajo también se ha transformado. De la noche a la mañana ha habido que pasar de trabajar en persona a hacerlo frente al ordenador. Tiene ventajas, como el coste y el tiempo de transporte, e inconvenientes, como las dificultades para separar vida laboral y vida familiar. Las empresas se han dado cuenta de que la productividad, en muchos casos, ha aumentado, que la gente ha trabajado bien en casa y que pueden ahorrar dinero en oficinas, calefacción y otras actividades que van a mejorar su balance. Por último, hemos cambiado nuestra forma de relacionarnos.

Estas transformaciones tienen un impacto en cómo vemos las ciudades y las regiones. El comercio online está afectando de forma muy importante al comercio minorista, con cierres. Este es un proceso que se va a acelerar y va a afectar no solo al pequeño comercio, sino también a los grandes centros comerciales. En Europa, el comercio minorista representa el 15% del empleo y Amazon, en todo el mundo, emplea algo más de un millón de trabajadores. Por tanto, va a haber un ajuste muy duro.

El cambio en el modelo de trabajo ha dejado oficinas vacías. La gente no va a volver a trabajar en las oficinas, sino en un modelo mixto, dependiendo de las necesidades, con un porcentaje del tiempo en casa. Esto va a llevar a que haya menos demanda de suelo comercial y para oficinas en las ciudades y a una menor demanda de suelo de ocio. Esto va a afectar a nuestras ciudades.
En los medios de comunicación se defiende la idea de que la Covid puede ser una oportunidad para cambiar la dinámica de mayor concentración de la actividad económica en pocos lugares. La idea de una España con un Madrid más dominante y dinámico dejaría paso a un mayor potencial de crecimiento en cualquier lugar. Lo mismo sucede en Paris. En Estados Unidos se piensa que la idea de un centro dinámico como Austin se puede reproducir en cualquier otro lugar, como Wichita (Kansas) o Fargo (Dakota del Norte), que pueden convertirse en centros importantes de teletrabajo. El problema es que esto no va a ocurrir.

Cuando se analiza la capacidad de trabajo a nivel nacional y a nivel regional, se aprecia que está ligada a empresas, actividades y niveles de formación que se concentran, sobre todo, en las grandes ciudades. En Europa, las zonas con mayor capacidad de teletrabajo son ciudades como Londres, París, Múnich, Hamburgo, Stuttgart, en menor medida en ciudades como Madrid. Mientras, en muchas zonas de menor nivel de desarrollo, que dependen de actividades tipo turismo donde el contacto directo con la persona es esencial, la capacidad de teletrabajar es mucho menor. La mayoría de regiones españolas, junto con las turcas, griegas y del sur de Italia, están en la cola de Europa en la capacidad de teletrabajo.

En segundo lugar, las ciudades van a seguir teniendo ventajas porque crean unas sinergias, unas economías de aglomeración, que favorecen la interacción entre sectores, la diversidad, la creación de nuevas ideas, la presencia de mano de obra cualificada, que hace que las grandes ciudades tengan una mayor capacidad de rebotar en el futuro. Los grandes ganadores van a ser algunos centros dinámicos que ya existen, ciudades intermedias y pequeñas que tengan una buena conectividad para beneficiarse del teletrabajo.

Pero la mayoría no va a poder hacerlo. Los perdedores serán pequeñas ciudades, pueblos y muchas áreas rurales que tienen pocas oportunidades de atraer talento y generar oportunidades. La Covid, por tanto, no puede plantearse como una solución a la España vaciada, que necesita soluciones pero que no van a caer del cielo.

Más importante va a ser el cambio a nivel microgeográfico. La Covid está acelerando cambios que ya estaban ahí que van a afectar, sobre todo, al uso del suelo en las grandes ciudades. Va a haber menos demanda de uso para oficina, para comercio y para ocio. Esto va a crear problemas y reajustes para muchos centros que han sido los grandes beneficiarios de la renovación del espacio urbano de los últimos treinta años, como Madrid o Londres. Muchas empresas van a tratar de potenciar el teletrabajo, o buscar localizaciones en los suburbios. Además, mucha gente no va a querer utilizar transporte público para ir a las grandes ciudades, con lo cual se van a beneficiar los suburbios y las ciudades medianas que sean fácilmente accesibles y estén cerca de los centros más dinámicos.

Por tanto, va a haber que redefinir las funciones de los centros de las grandes ciudades. Va a haber espacio vacío, que representa un problema, por ejemplo, porque se va a reducir la capacidad de imposición de estas grandes ciudades. Pero también representa una oportunidad para que entren en estas grandes ciudades nuevas actividades, nuevas gentes, nuevas ideas. Puede que haya una bajada de precios, que favorecerá la entrada en las ciudades de la gente joven que ha quedado fuera de ellas por el excesivo precio de la vivienda. Esto puede generar un mayor nivel de creatividad.

La cuestión es qué ciudades lo pueden hacer y qué ciudades pueden experimentar un declive. Aquí tenemos una combinación de factores. Se ha hablado mucho de la ciudad de quince minutos, en la que la gente va a vivir cerca del trabajo, va a hacerlo todo a pie, o yendo en bicicleta o patinete, que va a buscar todos los servicios básicos en una cercanía en la que se puede hacer todo a pie. Pero estas ciudades van a ser muy atomizadas, que lo que hacen es recrear pueblos dentro de las grandes ciudades. Además, tienen el riesgo de volver a ciudades atomizadas muy segregadas, en las que haya menos combinación de ideas y de grupos distintos, muchas veces ligadas a determinados tipos de empresas.

Hay que intentar buscar combinaciones de ciudad próxima con otro tipo de ciudad que permita mayor movilidad, mayor creatividad, mayor diversidad dentro de los grupos, mayor generación de ideas, mayor creación de empresas, de start-ups. Hay que buscar otros tipos de ciudad abierta, nuevos usos residenciales y una ciudad que sea más cultural. Aquí hay muchas regiones, por ejemplo, París, que está creando espacios más abiertos. En otras ciudades, como Newark o las ciudades australianas, piensan que la gente ya no va a querer utilizar el transporte público y están facilitando cada vez más el acceso al coche. Las ciudades van a tener que ser cada vez más abiertas y vivibles, para poder atraer a las personas necesarias con los niveles necesarios para que se puedan generar las actividades que cimenten el futuro.

Si vamos a sistemas en los que la ciudad se convierte en, prácticamente, un lugar al que se va muy rara vez y se va solo en coche para hacer una gestión y volver, entonces vamos a tener ciudades que no van a ser catalizadores de crecimiento y de dinamismo, de cambio social, de ideas culturales, sino que van a ser ciudades administrativas con muy poco tirón para el desarrollo futuro. Si las ciudades no funcionan, el resto de la economía va a funcionar poco. Salvo raras excepciones, no podemos esperar que el motor económico sea un conjunto de pequeños núcleos en red.

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