Voces liberales: democracia y selección de políticas públicas
La Fundación Rafael del Pino, organizó el día 19 de marzo de 2025 la Conferencia Magistral «Voces liberales: democracia y selección de políticas públicas» que impartió Bryan Caplan con motivo de su última obra El mito del votante racional: por qué las democracias eligen malas políticas editado por Deusto.
Bryan Caplan es Profesor de Economía en la Universidad George Mason y autor bestseller del New York Times. Es reconocido por sus investigaciones en economía política, mercados laborales y políticas públicas. Ha escrito numerosos libros influyentes, entre ellos The Myth of the Rational Voter, The Case Against Education y Open Borders. Además, es editor y escritor principal del blog Bet On It, alojado en el Salem Center for Policy de la Universidad de Texas. Sus artículos han sido publicados en medios de prestigio como el New York Times, Washington Post, Wall Street Journal, TIME, Newsweek y The Atlantic. También ha contribuido con publicaciones académicas en revistas como American Economic Review, Economic Journal y Journal of Law and Economics. A lo largo de su carrera, ha aparecido en programas de ABC, BBC, Fox News, MSNBC y C-SPAN, destacándose como un referente en debates sobre economía y política.
Resumen:
El pasado 19 de marzo de 2025, la Fundación Rafael del Pino acogió la Conferencia Magistral «Voces liberales: democracia y selección de políticas públicas», impartida por el reconocido economista Bryan Caplan. El evento, celebrado con motivo de la publicación en español de su influyente obra El mito del votante racional, sirvió como escenario para un profundo análisis sobre los sesgos sistemáticos que afectan a la toma de decisiones democráticas y las consecuencias que estos generan en la formulación de políticas públicas.
La paradoja de la democracia: votantes irracionales, decisiones erróneas
En su intervención, Caplan expuso la idea central de su libro: la democracia, lejos de ser un sistema donde las decisiones reflejan el interés común de una sociedad informada, está profundamente sesgada por la ignorancia del votante medio. Según el economista, existe la creencia de que el desconocimiento general de los ciudadanos sobre política y economía no afecta la calidad de las políticas adoptadas, ya que, en teoría, los errores individuales se compensarían entre sí, dando como resultado una decisión colectiva razonable. Este principio, conocido como el milagro de la agregación, es, en opinión de Caplan, incorrecto. Los errores de los votantes no son aleatorios, sino sistemáticos, lo que conlleva la elección de políticas perjudiciales.
Cuatro sesgos que distorsionan la toma de decisiones
A lo largo de su exposición, Caplan detalló cuatro sesgos que condicionan el juicio de los votantes y que, a su vez, explican por qué las democracias a menudo optan por políticas económicas ineficientes o contraproducentes:
Sesgo anti-mercado: Existe una percepción errónea de que el éxito de las empresas y de los individuos económicamente prósperos se logra a costa del perjuicio de otros. Este pensamiento ignora los beneficios que los mercados generan en términos de crecimiento, empleo y bienestar.
Sesgo anti-extranjero: El miedo a la competencia internacional y la desconfianza hacia la inmigración provocan que los votantes apoyen medidas proteccionistas que, lejos de fortalecer la economía nacional, la debilitan al limitar la libre circulación de bienes, servicios y talento.
Sesgo pro-empleo: Los ciudadanos tienden a valorar las políticas en función de su impacto en la creación de empleo, sin considerar que el objetivo real de una economía no es generar trabajo en sí mismo, sino riqueza y productividad. Caplan ilustró este punto con una anécdota de Milton Friedman, quien, al observar a un grupo de trabajadores cavando con palas en lugar de usar maquinaria, ironizó: «Si lo que quieren es crear empleo, ¿por qué no les dan cucharas en lugar de palas?».
Sesgo pesimista: Existe una tendencia generalizada a creer que la economía y la sociedad están en declive, aun cuando la evidencia muestra lo contrario. Este pesimismo fomenta la adopción de políticas intervencionistas que buscan «corregir» problemas inexistentes o mal diagnosticados.
Democracia vs. mercado: incentivos y racionalidad
Uno de los puntos clave de la conferencia fue la comparación entre la toma de decisiones en democracia y en el mercado. Caplan argumentó que, mientras que los individuos tienen incentivos para actuar racionalmente en sus decisiones económicas —pues sus errores tienen consecuencias directas en su bienestar—, el mismo principio no se aplica al voto. Como el impacto individual de un voto es mínimo, los ciudadanos pueden permitirse el lujo de sostener creencias irracionales sin que ello afecte directamente sus vidas.
Para ilustrar esta idea, Caplan propuso un experimento mental: si una persona estuviera a punto de comprar un coche y recibiera información contradictoria sobre su calidad, probablemente investigaría hasta asegurarse de tomar la mejor decisión, ya que una mala elección le costaría dinero. Sin embargo, en política, donde un solo voto rara vez cambia el resultado de una elección, no hay un incentivo real para que los ciudadanos se esfuercen en informarse o en cuestionar sus creencias.
¿Cómo mejorar la calidad de las decisiones democráticas?
Ante este diagnóstico, Caplan propuso diversas estrategias para mitigar los efectos de la irracionalidad del votante y mejorar la calidad de las políticas públicas:
Despolitizar ciertas decisiones: Algunas áreas clave de la economía y la gobernanza deberían estar protegidas de la volatilidad electoral y dejarse en manos de expertos o del propio mercado.
Imponer reglas de mayoría cualificada: Para decisiones de gran impacto, en lugar de una simple mayoría del 51%, se podría exigir un 66% o más, reduciendo así el riesgo de decisiones impulsivas o populistas.
Aumentar el peso de los expertos: Aunque Caplan reconoció que los expertos no son infalibles y pueden estar sesgados, consideró que su opinión, en términos generales, tiende a ser más informada que la del votante medio.
Sistemas de voto ponderado o con requisitos de conocimiento: Planteó la posibilidad de implementar pruebas de conocimiento para votar o sistemas en los que los votos de personas con mayor información sobre ciertos temas tengan un peso superior.
Evitar campañas de fomento del voto indiscriminado: Según el economista, el mensaje de «sal y vota» sin mayor contexto es problemático, pues alienta la participación de personas que no han reflexionado suficientemente sobre su decisión. En su lugar, defendió la necesidad de promover una cultura cívica basada en la responsabilidad y el análisis crítico.
¿Esta en peligro la democracia?
Para cerrar su intervención, Caplan abordó la cuestión del futuro de la democracia. Si bien reconoció que el populismo y la desinformación son problemas reales, se mostró escéptico ante las visiones catastrofistas que predicen el colapso del sistema democrático. Argumentó que, a lo largo de la historia, la política siempre ha estado marcada por el conflicto y la irracionalidad, y que la estabilidad institucional, combinada con el progreso tecnológico y económico, hace poco probable un colapso total de la democracia en el corto o medio plazo.
Además, criticó la tendencia de algunos analistas a calificar de «déficit democrático» cualquier resultado electoral que no se ajuste a sus preferencias ideológicas, señalando que la democracia, por definición, implica aceptar resultados que pueden no gustarnos.
Conclusión
La conferencia de Bryan Caplan en la Fundación Rafael del Pino dejó claro que la democracia, aunque valorada como el mejor sistema de gobierno, no está exenta de problemas estructurales. La irracionalidad del votante y los sesgos sistemáticos en la toma de decisiones generan políticas subóptimas que podrían corregirse con reformas orientadas a fortalecer la influencia de la razón y el conocimiento en el ámbito político.
Su mensaje, lejos de ser una condena a la democracia, es un llamado a la reflexión: si realmente queremos mejorar nuestro sistema de gobierno, debemos reconocer sus fallas y buscar formas de minimizar sus defectos, en lugar de asumir que el voto popular es infalible.
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