Conferencia Magistral Johan Norberg

El manifiesto capitalista

La Fundación Rafael del Pino organizó el 14 de febrero de 2024 , la Conferencia Magistral titulada «El manifiesto capitalista» que impartió Johan Norberg con motivo de la publicación de la obra de igual título publicada por Deusto.

Johan Norberg es escritor, conferenciante y autor de documentales. Es miembro del Cato Institute de Washington D. C. y del Centre for International Political Economy de Bruselas. Ha publicado más de veinte libros que se han traducido a veinticinco idiomas. Progreso (Deusto, 2017) fue un bestseller internacional que The Economist consideró libro del año. Además, se han publicado en español En defensa del capitalismo global (Unidad Editorial, 2005) y Fiasco Financiero: Cómo la obsesión de los americanos por la propiedad inmobiliaria y el dinero fácil causó la crisis económica (Unidad Editorial, 2015). Norberg escribe habitualmente para medios como The Wall Street JournalReason y HuffPost.

Resumen:

El 14 de febrero de 2024, la Fundación Rafael del Pino organizó la conferencia “El manifiesto capitalista”, impartida por Johan Norberg, escritor, conferenciante y miembro del Cato Institute de Washington D. C. y del Centre for International Political Economy de Bruselas, con motivo de la presentación de su libro del mismo título publicado por la editorial Deusto.

A veces parece que todo el mundo se opone a las ideas del libre mercado, que han traído al mundo tantas oportunidades y riqueza. El capitalismo ahora está bajo presión, se ve como una plaga para la humanidad. Lo vemos en Hollywood, las redes sociales, las ciencias sociales. Una encuesta muestra que solo un 20% de los americanos aprecia el capitalismo. Eso significa que más gente cree en fantasmas que en los beneficios del capitalismo. Un 36% a nivel internacional cree que la humanidad está condenada por el daño medioambiental que el capitalismo ha causado.

Es la opinión de los gobiernos de izquierdaS, que piensan que el mercado es peligros y que necesitamos que los gobiernos intervengan para repatriar la producción, echar abajo a los ganadores tecnológicos y económicos y dar subsidios para asegurarse que los trabajos se queden con nosotros.

Ahora, también, nos viene de la derecha, que dice que el capitalismo solo ha beneficiado a los ricos, que las desigualdades están aumentando y que las grandes empresas se están apropiando del planeta. Por eso necesitamos más intervención, una política industrial, más proteccionismo y un Estado del bienestar más potente y con mejores salarios. Esto lo dijo un miembro del think tank American Compass, un think tank conservador, trumpista.

El problema con las ideas liberales es que hay quien piensa sobre ellas que implica que no hay que hacer nada con las políticas. Si hay un problema en el mundo, un problema fundamental, se supone que la respuesta es que no hay que hacer nada. Por supuesto, eso no suena muy atractivo.

¿Es ese el caso, que el capitalismo ha fracasado? Ese es el mensaje y la nueva ideología es tachar de malvados a los que producen y ofrecer subsidios a quienes no producen. Las quejas son una divisa y ahí mucha riqueza ahí. ¿Esta narrativa es cierta? No creo que lo sea.

Cuando se pregunta qué tal le va al capitalismo, hay que preguntar comparado con qué. Esa es la pregunta. Porque hay alternativas y ¿qué tal les ha ido? Puedo entender el miedo al capitalismo global porque parece que el mundo se está volviendo más peligroso, que se está volviendo más difícil. Si echamos un vistazo a los últimos veinte años han sido unos años de horrores. Hemos tenido crisis financieras, guerras sin fin, la pandemia, la invasión de Ucrania, ahora la inflación y la espiral de tipos de interés. Así es que han sido veinte años terribles, con lo que es comprensible que la apertura y la innovación no suenen tan emocionantes. Parece que necesitamos a alguien que nos proteja, algún gobierno que nos coja de la mano y nos diga que hacer.

Lo triste es que estos veinte años también han sido los mejores de la historia de la humanidad. A pesar de los horrores, si estudiamos los indicadores objetivos de los niveles de vida, nunca han mejorado tanto como lo han hecho en las últimas dos décadas. Si intentamos medir la riqueza mundial, la media de ingresos con el PIB per cápita, casi la tercera parte de toda la riqueza que el hombre ha creado a lo largo de su historia se ha hecho a lo largo de estos veinte años. La pobreza extrema ha ido a menos, con 130.000 personas menos al día en esta situación en los últimos veinte años. La mortalidad infantil se ha reducido a la mitad, lo que implica que el año pasado murieron cuatro millones menos de niños que en 2002. Los problemas de hambre también han ido a mejor. Esto no es lo que hubiéramos esperado.

Si hace veinte años alguien nos hubiera dicho que iba a haber guerras, que iba a haber luchas geopolíticas, crisis financieras globales y una pandemia que ha matado a millones de personas y que ha parado al mundo, todos hubiéramos pensado que vivíamos en un mundo post apocalíptico. Pero hemos conseguido superarlo, de alguna forma. No teníamos todo previsto, nadie nos dijo que teníamos que hacer. No hablamos previsto nada y por eso funcionó, porque millones de personas han podido adaptarse, poder mirar al mundo con su creatividad y aportar las mejores soluciones que se les podían ocurrir para resolver todos estos problemas. No había un plan, sino millones. Esto es lo que nos salvó y, por eso, estos desastres fueron menos desastrosos de lo que podían haber sido.

Cuando empezó la pandemia, cuando se cierra el mundo, empecé a comprar como loco papel higiénico, latas de comida. Y, de pronto, empecé a pensar que qué vergüenza porque, de pronto, los mercados empezaron a estar llenos de artículos. Lo que había sucedido es que miles de negocios de agricultores, comerciantes, vieron lo que estaba pasando y vieron las señales de los precios que hablaban de carencias y nuevas oportunidades. A pesar del impacto tremendo, todo el sector europeo de la restauración cerró y la gente acaparaba cosas. De pronto, los expertos empezaron a pensar en soluciones, y los expertos no son los que están en un sitio específico para pensar, sino que es la gente que está en la vida, que piensa si nos faltan los recursos ¿qué podemos hacer para fabricar mejor? Si, de pronto, desaparece la mano de obra, ¿qué podemos hacer con los que vienen a trabajar? Si, de pronto, nos vemos en una situación en la que los gobiernos cierran las fronteras, ¿Cómo podemos reorganizar la entrega de bienes para que todo funcione? Los negocios consiguieron reconstruir las cadenas de suministros en tiempo real. Como decía Thoureaux, parece que el comercio está hecho de algo elástico porque consiguen superar los obstáculos. El logro fue fantástico y no dedicamos un solo minuto a pensar en lo que estábamos haciendo porque la cosa funcionó. Funcionó porque los empresarios se dedicaron día y noche a reconstruir las cadenas de suministros.

Luego Putin invade Ucrania y vuelta al principio. Porque cuando uno de los grandes exportades de alimentos invade a otro de los grandes exportadores de alimentos, mucha gente pensó que se producirían hambrunas, que no tendríamos fuentes energéticas. Pero, en pocos meses, los precios volvieron a su nivel e, incluso, fueron más baratos que antes de la invasión. Los precios del gas natural bajaron un 80% en unos pocos meses. Los agricultores, las empresas energéticas y los exportadores de gas licuado vieron las oportunidades, empezaron a producir y cambiaron las pautas del comercio para poder luchar contra estas escaseces. Otra cosa que no se dijo en las noticias.

Cuando se da un cierto grado de libertad a todas esas personas que trabajan tan duro, trabajadores y empresarios, improvisando, innovando. Hemos conseguido dejar atrás todas las crisis gracias a la improvisación. Así es que lo que hemos visto en los últimos veinte años es el capitalismo exitoso, es el éxito de los mercados libres. No se han limitado a enfrentarse a la crisis; han sabido mejorar el mundo. Las mejoras en el hambre, la pobreza, la salud, es gracias a los países que han sabido integrarse y funcionar dentro de los mercados libres. El liberalismo, el capitalismo, no tiene que no hacer nada cuando surge el problema. Lo que hacemos es permitir a los expertos que vean los problemas y estudien las soluciones. Vamos a impedir a un gobierno, a un mandatario, que imponga limitaciones, que interrumpa a millones de personas, que no les permita experimentar. Porque sabemos que, en tiempos difíciles, cuando no sabemos qué va a pasar, es el momento en el que comprendemos que necesitamos todos los conocimientos y creatividad posibles. Esto es lo que sucede cuando permitimos a todas estas personas experimentar con sus modelos de negocio, con sus patrones, con su trabajo y con sus innovaciones.

Esta tentación de que alguien tome las riendas para salvarnos, el gran gobierno, es una manera de sustituir la sabiduría de millones de personas y su constante experimentación. Esto es peligrosísimo si pensamos en que es la centralización, el autoritarismo. Es una forma de perder el conocimiento y la creatividad. Es una forma de decir que este tome las riendas y lo solucione, cuando esto siempre fracasa.

Las ideas intervencionistas no son nuevas. Se han puesto en práctica antes. Los controles de precios crean escasez, las barreras arancelarais se traducen en pérdidas de empleo y los políticos enseguida entran y ponen en tela de juicio las decisiones que han tomado millones de personas. Esto resulta en un fracaso total.

Aquellos que hablan de por qué deberíamos de subvencionar a los ganadores, lo hacen sobre algunos ejemplos. Si lo subvencionas todo, algo consigue el éxito. Pero los que estudian el resultado de estos intentos ven que tras cada éxito hay cien fracasos. También hay que fracasas. Así avanzan los mercados. Cuando el Estado empieza a subvencionar a los ganadores, cortocircuita el proceso de descubrimiento en su totalidad porque impide que los mercados hagan lo que tienen que hacer para poner a prueba la actividad comercial, que es lo que te dice si algo no funciona. Esto es peligroso. Por eso, tenemos esta larga lista de fracasos de los gobiernos cuando elegimos a los ganadores: en las navieras antiguas, en la siderurgia, la lucha contra el cáncer, el Concorde supersónico.

La redistribución de riqueza del Gobierno de Maduro en Venezuela ha sido el mayor fracaso económico de la historia moderna. El PIB colapsó, casi siete millones de personas han huido de este experimento. Cuando alguien tiene todas las soluciones a todos los problemas, impide que alguien más busque otra solución. Por eso es tan peligroso. Estas ideas se han puesto antes en marcha y siempre acaban en el mismo punto.

La mayoría de las personas que quieren una solución rápida no acaban de entender que es difícil innovar, crear riqueza. Es como si creyeran que los negocios simplemente saben imprimir dinero. Nunca encuentran a los que fracasan. Cada gran innovación no se creó de la noche a la mañana, sino que hubo cientos de experimentos, prueba y error, adaptación. A través de pequeños progresos se llega. Era un modelo completamente distinto. La innovación y la economía son procesos de descubrimiento y eso es difícil. Mucha gente fracasa. Pero también hay modelos de negocio con capacidades tecnológicas que enriquecen a la humanidad. Hay que llegar ahí, aunque es como cruzar un campo de minas.

Lo que lleva a la gente a hacerlo es la posible recompensa de que, si consigues llegar al otro lado, te quedarás con el fruto de tu labor. Es la clase de incentivo que anima a la genta a cruzar estos campos de minas. La mayoría no llega a esa clase de riqueza, pero lo importante es que algunos sí lo hacen y pueden pensar en nuevos bienes y servicio. Así puede seguir avanzando la humanidad. Esto es lo que hacen los negocios, los innovadores, los capitalistas, trabajan día y noche para los demás, tienen que arriesgarlo todo, tienen que pagar a sus trabajadores, a sus proveedores, sus préstamos. Y tienen que idear bienes y servicios por los que la gente esté dispuesta a pagar. Solo entonces consiguen quedarse con algo. Esos son los beneficios. ¿Cuánto es eso? Nada, alrededor de un 2%. El resto va a los demás. Tenemos nuevos bienes y servicios y mayor poder adquisitivo porque los precios caen a medida que esto pasa. Y el empresario se queda con un 2% si tiene éxito. Un 2% de miles de millones es mucho.

Que haya multimillonarios parece que es injusto, que el mundo se está deteriorando. Pero si pensamos un poco, no importa cuantos ceros tiene alguien detrás del primer dígito en su cuenta. Lo importante es lo que uno puede hacer con su dinero, lo que compra, lo que uno se puede permitir. Ahora tenemos electricidad, calefacción, comida, mayor esperanza de vida, medicamentos, prótesis, móviles, … Todas estas cosas son mágicas para nuestros ancestros. Pero lo más increíble es que todo esto son cosas que tenemos en común con los millonarios. Pueden tener un jet privado, beber un vino caro, tener ropa cara. Pero nuestros ancestros no considerarían eso la gran queja, comparado con que ahora podemos ver a nuestros nietos, tengamos agua corriente, no pensar de donde viene el dinero, en la comida al día siguiente, todas estas cosas que hacen la vida más cómoda están distribuidas de una manera más igualitaria que en cualquier momento de la historia.

Así es que no vivimos en una era desigual, sino en la más igualitaria. ¿Por qué? Por esos capitalistas, emprendedores e innovadores y que se les haya permitido convertirse en millonarios al transformar cosas que eran lujos para los más ricos hace solo unas pocas generaciones, en cosas que casi todo el mundo puede permitirse en los países industrializados. Eso es maravilloso, porque han encontrado la manera de atravesar un campo de minas y quedarse con el 2% de la riqueza que han compartido con todos nosotros.

Esa es la maravilla del libre mercado, que solo puedes enriquecerte enriqueciendo a los demás. Es el primer sistema en el que solo puedes acumular riqueza trayendo riqueza a los demás y ofreciendo algo que es más importante que el dinero que te dan. En los sistemas anteriores (feudalismo, esclavitud, socialismo, fascismo) siempre la manera de acumular riqueza era robando a los demás. El capitalismo es el primer sistema en el que los ricos se han hecho ricos ofreciendo algo a los demás. Eso es un sistema precios y altamente moral que reconoce la dignidad de todos y cada uno de nosotros porque nos da el derecho a irnos y participar en acuerdos solo si todos creemos que nuestra vida será mejor que sin esos acuerdos. Pero no es un sistema popular, porque parece peligros e impredecible porque se basa en la libertad.

La Fundación Rafael del Pino no se hace responsable de los comentarios, opiniones o manifestaciones realizados por las personas que participan en sus actividades y que son expresadas como resultado de su derecho inalienable a la libertad de expresión y bajo su entera responsabilidad. Los contenidos incluidos en el resumen de esta conferencia, realizado para la Fundación Rafael del Pino por el profesor Emilio González, son resultado de los debates mantenidos en el encuentro realizado al efecto en la Fundación y son responsabilidad de sus autores.

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