Diálogo online «España en su laberinto»

José Manuel García- Margallo y Fernando Eguidazu

La Fundación Rafael del Pino organizó, el 17 de octubre de 2022, el diálogo online «España en su laberinto» que fue retransmitido a través de https://frdelpino.es/canalfrp/ con motivo de la publicación de la obra de José Manuel García- Margallo y Fernando Eguidazu de igual título.

El acto se desarrollaró de acuerdo con el siguiente programa:

Bienvenida

  • María del Pino, Presidenta de la Fundación Rafael del Pino
  • Manuel Pimentel, Editor de Almuraza

Mesa redonda en la que intervendrán

  • José Manuel García- Margallo, Eurodiputado ExMinistro de Asuntos Exteriores
  • Fernando Eguidazu, Ex Secretario de Estado para la Unión Europea
  • Miguel Ángel Ordoñez, Periodista y Escritor (moderador)

Clausura

  • Alberto Núñez Feijóo, Presidente del Partido Popular

José Manuel García- Margallo es europarlamentario y fue ministro de Asuntos Exteriores de España entre 2011 y 2016. Activo en la política española desde la Transición, fue miembro de las Cortes Constituyentes con UCD, diputado en las Cortes Generales durante trece años y, posteriormente, eurodiputado en el Parlamento Europeo durante diecisiete años, donde llegó a ocupar la vicepresidencia de la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios, antes de integrarse en el gobierno de Mariano Rajoy al frente de la cartera de Exteriores. En 2016 regresó como diputado al Congreso y desde 2019 es diputado en la Eurocámara. Es Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto, donde también cursó estudios en Economía. En 1973 obtuvo el grado de Master of Laws y el International Tax Program por la Universidad de Harvard. En 2004 se doctoró en la Universidad Miguel Hernández de Elche con una tesis sobre el modelo europeo de bienestar. Articulista asiduo en prensa, ha escrito también varios libros, entre los que se encuentran Todos los cielos conducen a España (Planeta, 2015), Europa y el porvenir (Península, 2016), Por una convivencia democrática (Deusto, 2017) y Memorias heterodoxas (Península, 2020).

Fernando Eguidazu es licenciado en Ciencias Económicas y Derecho, y pertenece al Cuerpo de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado. Ha sido Director General de Ordenación Económica y Director General de Transacciones Exteriores en el Ministerio de Economía, Director General de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio de Asuntos Exteriores y Secretario de Estado para la Unión Europea. Ha sido asimismo vicepresidente del Círculo de Empresarios y ha ocupado cargos de responsabilidad en el sector privado. Actualmente es consejero del Banco de España y miembro de su Comisión Ejecutiva. Es autor de libros sobre política monetaria y economía internacional como Intervención monetaria y control de cambios en España, Manual de inversiones extranjeras o La prevención del blanqueo de capitales, y de más de un centenar de artículos sobre asuntos económicos.

Alberto Núñez Feijóo, es el actual presidente del Partido Popular desde 2022. Licenciado en Derecho por la USC, es miembro del cuerpo superior de la Administración general de la Xunta. Fue secretario general técnico de la Consellería de Agricultura, Ganadería y Montes; vicepresidente y secretario general del Servicio Gallego de Salud; director del Instituto Nacional de Salud (Insalud) y presidente de la Sociedad Estatal de Correos y Telégrafos, S.A. En 2003 fue nombrado consejero de Política Territorial y en 2004 vicepresidente 1º: de la Xunta de Galicia. Fue elegido presidente del PPdeG en enero de 2006 y, tras ganar las elecciones el 1 de marzo de 2009, tomó posesión como presidente de la Xunta el 18 de abril de 2009. Núñez Feijóo acumuló cuatro mayorías absolutas en las elecciones autonómicas; la última de ellas en las Elecciones Gallegas de 2020.

Resumen:

El 17 de octubre de 2022 tuvo lugar, en la Fundación Rafael del Pino, el diálogo titulado “España en su laberinto”, en el que participaron José Manuel García-Margallo, ex ministro de Asuntos Exteriores, y Fernando Eguidazu, ex secretario de Estado para la Unión Europea, con motivo de la presentación de su libro del mismo título.

García-Margallo: En 2021 se iban a celebrar tres centenarios: el de Annual, que certificó la descomposición del régimen de la Restauración; el asesinato de Dato, que fue el último de los regeneracionistas que pudo evitar la caída del régimen, y la publicación de “España invertebrada”, en donde se citan esos males de los que hablamos de fragmentación, polarización, radicalización, ingobernabilidad. A partir de ahí, reflexionamos sobre la idea de España. No se puede gobernar si no se tiene una idea de España. En este momento hay, como mínimo, tres ideas de España y una cuarta más difusa.

La primera es la de Unidas Podemos y los apoyos parlamentarios del presidente, que aspiran a una España plurinacional, con derecho de autodeterminación incluida, organizada en un Estado que no llega a ser confederal. Hay otra idea de España, que no reconocen con gusto, en las autonomías y regiones que la integran y que tampoco concibe que el papel de España en el proyecto europeo sea dar pasos más decididos, más fuertes, hacia los Estados Unidos de Europa. Hay una tercera idea, que es la España constitucional, la España una, las autonomías, la separación de poderes y profundamente europea. Y hay una cuarta idea, difusa, que nace en los pactos del Tinell, que es donde se empieza a descomponer España en 2003. Lo firma el entonces candidato socialista a la presidencia, Rodríguez Zapatero, con Esquerra Republicana y con Iniciativa per Catalunya, que habla de un pacto en virtud del cual los partidos nacionalistas se comprometen a apoyar al gobierno de Rodríguez Zapatero mientras Zapatero se compromete a poner al partido socialista a su servicio en aquellas nacionalidades históricas. Ocurrió en Galicia y Cataluña, pero no en el País Vasco con Herri Batasuna porque volaron la T4. Ese proyecto ha sido recuperado por Sánchez. Por tanto, tenemos que elegir entre esas ideas de España y sacar las consecuencias.

Eguidazu: Es trágico que después de cuarenta años en los que pensábamos que España estaba instalada en la normalidad y teníamos la velocidad de crucero de la democracia, de repente se han venido encima los mismos problemas que apuntaba Ortega hace cien años, y nos han venido de golpe.

El primer problema es la quiebra del bipartidismo. Eso no es un problema en sí, porque no es mejor ni peor que el multipartidismo, pero en España ha dado muy mal resultado. El bipartidismo tiene un inconveniente y es que, en la medida en que aparecen partidos importantes en los extremos, tiran de los grandes partidos hacia los extremos. Ese es un peligro en el que hemos caído, en especial el partido del gobierno. Ese es el primer problema y la causa de muchas cosas que nos han venido después.

El segundo, que ha aparecido con cierta virulencia, es una estrategia de polarización. Eso es muy peligroso. Se está promoviendo que la sociedad española se vuelva a dividir en dos grupos antagónicos. El tercero es lo que llamamos la deriva autoritaria, que es la práctica de ocupar todas las instituciones del Estado, que tienen que ser neutrales por definición. Ese proceso de ocupación tiene su mayor gravedad en el intento de control del poder judicial. Esto es muy malo porque desvirtúa la democracia. La democracia no consiste solo en votar cuatro años. Consiste en más cosas, en unos equilibrios, en unos contrapesos de poderes. El cuarto es el desafío secesionista, que nos ha venido con una virulencia como no sucedía desde los años treinta.

Entre medias habría que añadir el problema económico, que es especialmente grave porque se produce en un momento de crisis política.

Por último, queda el gran problema de nuestro tiempo, que es la aparición de un desafío frontal al modelo constitucional. Se ha puesto en cuestión la esencia, el núcleo duro de nuestra convivencia. Lo grave es que no se está produciendo desde partidos marginales, sino desde partidos en el gobierno o que le apoyan.

García-Margallo: La democracia responde a la pregunta de quién gobierna, que es el pueblo. El liberalismo responde a otra pregunta, que es cómo se gobierna. Eres liberal si respetas la esfera de los individuos y el derecho de las minorías. Eso es lo que no se ha entendido en la historia española.

Hay muchos paralelismos entre la situación actual y la historia. En España ha habido varias crisis desde el siglo XIX, como la vuelta de Fernando VII, la pérdida del trono de Isabel II, la crisis de la Restauración y la cuarta es el colapso del franquismo. Las que se han resuelto con el acuerdo de las dos grandes fuerzas políticas españolas, la Restauración y la Transición, han salido bien. Aquellas en las que se ha elegido el enfrentamiento han salido mal.

Cuando Fernando VII vuelve del exilio en 1814, restablece el absolutismo con una enorme brutalidad. En 1820-23 otro pronunciamiento: Riego con el trienio liberal, que empieza con el aplauso de la burguesía y que muy pronto, cuando los exaltados sustituyen a los moderados, acaba en un baño de sangre y en la desconfianza de las potencias del Congreso de Viena. Se restablece el absolutismo y tenemos la última década de Fernando VII, que es donde se plantean las dos Españas.

La acción de Isabel II es más o menos la misma. Sigue el carlismo en varias regiones de España, fundamentalmente en el norte, pero sería un error creer que el carlismo es solo una cuestión dinástica. Están también el integrismo católico y el fuerismo, que es desnaturalizado por el Partido Nacionalista Vasco. La caída de Isabel II se explica por el distanciamiento del poder con la España real. El pueblo no está presente en la vida política. Hay unos partidos que son, más bien, una reunión alrededor de un cacique. En segundo lugar, es muy notable el papel del Ejército, llamado por los liberales españoles para hacer la labor modernizadora que ellos no podían hacer. El papel de la Iglesia también es muy importante. El español no se hace católico porque abrace una determinada doctrina, sino para afirmar su pertenencia a una tribu. Isabel II termina, hay un intento de unión liberal que no sale, la reina desaparece y la situación se intenta resolver con una monarquía democrática y una república que empeora las cosas.

Hay que esperar a la Restauración, que es la primera Transición. Dos grandes partidos, el Conservador y el Liberal, se entienden entre sí, se ponen de acuerdo, hacen la constitución y una gran labor legislativa y es tan fuerte esa unión que superan la crisis de 1898.

Así llegamos a la época alfonsina y el desastre de Annual. Se intenta arreglar con Primo de Rivera y no sale y esto termina con una república.

Eguidazu: En la República no hubo consenso, ni interés en alcanzarlo. La Constitución del 31 fue una constitución que impuso la izquierda sin contar con la derecha. Ortega, en septiembre del 31, criticaba esta deriva por la forma en que se había aprobado con imposición. Esa constitución nunca se sometió a referéndum, lo que es una diferencia abismal con la Transición, en la que la constitución fue fruto del consenso y aprobada por referéndum con un resultado abrumador a su favor. La derecha no aceptó esa república y cuando ganó las elecciones se dedicó a derribar las medidas del gobierno anterior. Entonces fue la izquierda la que no lo aceptó y por ese camino el país se fue polarizando y acabó separado en dos bloques. La República duró cinco años y tres meses y en ese tiempo tuvo seis sublevaciones: tres de los anarquistas, una de los monárquicos en el 32, una del partido socialista en el 34 y otra de la derecha en el 36. Es decir, contra la República se sublevó todo el mundo en un momento o en otro. Eso contrata poderosamente con la Transición, que siguió exactamente el camino contrario porque los españoles decidieron romper con esa tradición cainita de que ya verás cuando venga yo porque te vas a enterar.

García-Margallo: La Transición consistió en disolver una dictadura que había nacido de la violencia en una democracia, utilizando la legalidad y las instituciones no para transformarla, sino para renovarla. Hay que distinguir dos etapas. El primer gobierno de Adolfo Suárez, en que Suarez tuvo varios aciertos fundamentales. El primero fue dejar al rey el protagonismo de la Transición. El segundo fue proceder a la liberalización antes que a la democratización. Suarez y su gobierno entienden que antes de ir a unas elecciones hay que establecer la libertad de expresión, la libertad de opinión, la libertad de asociación, la libertad de sindicación, etc., para crear una opinión pública formada que huya tanto del voto amedrentado como del voto demagógico. Si las elecciones se hubieran convocado el 1 de julio del 76, los dos contendientes hubiesen sido el Partido Comunista de España, que venía de la resistencia y que contaba con Comisiones Obreras y con las asociaciones de vecinos, y Manuel Fraga, que en aquella época inicial era la alianza de los siete magníficos creyendo que había un franquismo ideológico subyacente que podía ser explotado. El tercer acierto fue un estilo de gobierno. En los discursos de Suárez no hubo una amenaza, una injuria. Eran proposiciones abiertas a toda la sociedad.

Cuando logra crear ese clima y se hacen las elecciones, la Transición es posible por varias cosas. La primera es porque se produce la reconciliación nacional, que es la amnistía, que es una enmienda de Jauregui, del Partido Nacionalista Vasco. Marcelino Camacho hace un discurso sobre ese tema, hablando de las concesiones recíprocas que nos habíamos hecho unos a otros para conseguir un fin superior. El tercer punto son los Pactos de La Moncloa. Había que pacificar las calles. La situación económica era mucho peor entonces que ahora. La subida del precio del petróleo había provocado una inflación del 26%, una subida de tipos de interés, una vuelta de inmigrantes y una recesión. La última fue que la constitución renunció a plantear una constitución para que fuese de todos y para todos. Ese ha sido el mayor éxito que hemos tenido en nuestra historia. Ese éxito que ahora se quiere negar para, aduciendo que esto ha sido un paréntesis y que hay que volver a la legitimada república, que es lo que justificaría esa España plurinacional. Pero la Transición es el ejemplo que todos tenemos que ver.

Eguidazu: Es muy llamativo que siempre que España se ha encontrado en una crisis política existencial, nos ha pillado en plena crisis económica. La Transición se encontró con la crisis del petróleo de 1973 y la situación actual nos encuentra con la crisis de la pandemia, la crisis de Ucrania y, anteriormente, con la crisis financiera. En todos los casos, crisis que nos vienen de fuera. En la Segunda República, también nos pasó, con la crisis del 29 y la Gran Depresión. Son crisis exógenas, pero en todas nos ha pillado con los deberes sin hacer, o mal hechos. En el momento actual identificamos tres problemas principales que vienen de lejos, no son de ahora. El primero es una productividad muy baja. El crecimiento de la productividad en España es poco más que la mitad que en Alemania, y llevamos así muchos años. El segundo es el mercado laboral. El momento de mejores resultados del mercado laboral, justo antes de la crisis de 2008, España tenía un 8% de paro. Ahora nos parece inalcanzable. En Europa, un 8% de paro es un desastre. En Europa, las tasas de paro son un 4%, un 5%. Es decir, en estos años, España no ha tenido capacidad para dar trabajo a sus habitantes. El tercero son las cuentas públicas. En los últimos veinte años, solo en tres ocasiones hemos tenido superávit. En los últimos diez años, en cuatro ocasiones hemos tenido tasas de déficit público superiores al 9%. En estos momentos tenemos una deuda pública que está en torno al 115% del PIB. Ha habido que gastar dinero, eso no lo discute nadie, para apoyar a familias y empresas en el momento de la crisis. Pero no podemos acostumbrarnos a vivir con ese déficit porque nos hace muy vulnerables ante una posible perturbación financiera y no nos da margen de maniobra si aparece una nueva crisis o se agrava la presente. Con una crisis política es imposible hacer una reforma económica porque esos problemas requieren soluciones difíciles y llevan tiempo. Un gobierno no puede embarcarse en esas reformas con la oposición echada al monte. Debe haber unos acuerdos básicos en los principios de un programa de reformas estructurales, que es lo que hizo los Pactos de La Moncloa. Inversamente, es muy difícil resolver el problema político sin resolver la economía, porque una población con paro e inflación no está para bromas en materia política. Es decir, hay que resolver las dos cosas a la vez y tenemos un precedente de nuevo en la Transición. Antes de aprobar la Constitución se firmaron los Pactos de la Moncloa. En ellos participaron todas las fuerzas políticas y todas las sociales. Eso se puede volver a repetir, quizá no con este gobierno, con una parte que va en dirección contraria, pero en otro contexto político sería altamente deseable.

García-Margallo: El futuro inmediato no parece muy alentador. La capacidad que tenemos de cambiar en unas elecciones y afrontar el futuro con más optimismo lo creo. Después habrá que llegar a grandes acuerdos con las grandes fuerzas nacionales en temas muy evidentes. El primero sobre la lealtad institucional. No ha fracasado el sistema institucional; ha fracasado la deslealtad de los nacionalistas. Una defensa cerrada de la integridad territorial de España. Un respeto absoluto a la división de poderes. La despolitización de las instituciones. La tolerancia cero en materia de incumplimiento de leyes. Pactos nacionales en los grandes temas de la educación, la seguridad ciudadana, la política exterior y la defensa. Y, finalmente, una reforma integral de las administraciones, contemplando todas las administraciones y todos los ingresos y gastos, porque lo que se viene es tremendo.

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