España mejor. ¿Cómo fortalecer la democracia a través de la Sociedad Civil?

Miriam González, Elena Pisonero, Víctor Lapuente, Manuel Villoria y Elisa de la Nuez

La Fundación Rafael del Pino organizó, el 10 de junio de 2024, el diálogo «España mejor. ¿Cómo fortalecer la democracia a través de la Sociedad Civil?» en el que participaron Miriam González, Elena Pisonero, Víctor Lapuente, Manuel Villoria y Elisa de la Nuez.

Miriam González Durántez es abogada especializada en comercio internacional, fundadora y presidenta de España Mejor, una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo es dinamizar a la sociedad civil para que participe en la elaboración de propuestas de políticas públicas, de una manera abierta, inclusiva, apartidista y transversal ideológicamente. Miriam es, asimismo, miembro del Consejo de Diversidad de Toyota Europa y consejera independiente de Atrys Health. Además, forma parte del consejo asesor internacional del Círculo de Empresarios en España, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores y de varias instituciones educativas y ha sido profesora de política comercial internacional en la Universidad de Stanford, California. Miriam es, también, la autora de «Devuélveme el Poder», un libro centrado en la necesidad de una reforma política en España. En 2015 fundó Inspiring Girls International, una organización benéfica mundial presente en 36 países dedicada a elevar las aspiraciones de las jóvenes, poniéndolas en contacto con referentes femeninos de todos los sectores. Miriam está casada con Nick Clegg, ex viceprimer ministro británico, y Presidente de Asuntos Públicos de Meta, con quien tiene tres hijos varones. Actualmente, vive a caballo entre Reino Unido y España.

Elena Pisonero es una economista con visión estratégica y global que ha desarrollado en sus más 30 años de experiencia proyectos de transformación. Actualmente es Presidenta Ejecutiva de Taldig. Ha sido Presidenta de Hispasat, Consejera de Hisdesat y se implica de manera voluntaria en proyectos que aporten en la sociedad manteniendo su vinculación en materia de geopolítica como consejera independiente del think tank europeo Bruegel y miembro del Consejo Científico del Real Instituto Elcano. Además, es socia de IWF (International Women Forum) y WCD (World Corporate Directors) promoviendo el liderazgo de las mujeres. Entre sus posiciones anteriores destacan analista en Siemens, economista en el IEE y Secretaria de Estado de Comercio, Turismo y Pymes, Diputada nacional y portavoz de Economía, Embajadora de España en la OCDE y socia de KPMG. Se licenció en Ciencias Económicas por la Universidad Autónoma y ha cursado programas directivos en las más prestigiosas escuelas de negocios. Entre otros reconocimientos, en el año 2000 recibió la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica que otorga su Majestad el Rey de España y la Legión de Honor de Francia en 2016.

Víctor Lapuente es doctor en ciencias políticas por la Universidad de Oxford y, actualmente, es catedrático en la Universidad de Gotemburgo y profesor visitante en ESADE. Sus investigaciones analizan por qué unos países gozan de mayor calidad de gobierno que otros, y han aparecido publicadas en revistas científicas como The Journal of Politics, European Journal of Political Research, Journal of Public Administration Research & Theory, Governance, Party Politics, Political Research Quarterly or Local Government Studies. Sus análisis han sido mencionados en medios internacionales como, entre otros, The New Yorker, The New York Times, The Wall Street Journal, Financial Times, The Economist, The Guardian, Politico, BBC Radio, CNN, Time Magazine, Foreign Policy. Es columnista de El País y colaborador de la Cadena SER. Es autor de Organizando el Leviatán. Por qué el equilibrio entre políticos y burócratas mejora los gobiernos (Deusto, 2018; en inglés, Cambridge University Press 2017) y El retorno de los chamanes (Península, 2015).

Manuel Villoria Mendieta es Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Doctor en Ciencia Política y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid, Licenciado en Derecho y Licenciado en Filosofía y Letras; fue becario Fulbright en Estados Unidos, donde realizó estudios de Master en Public Affairs por la Indiana University. Es Director del Departamento de Gobierno y Administración Pública del Instituto Universitario Ortega y Gasset, donde en la actualidad dirige el Programa de Alta Dirección Pública y el Curso Superior de Dirección y Gestión de la Seguridad Pública. Es autor de más de cien publicaciones (libros y artículos) sobre Administración pública y ética administrativa. Ha ocupado diferentes puestos en la Administración pública española, como el de Secretario de Educación y Cultura de la Comunidad de Madrid. Ha sido miembro de las Comisiones de Modernización de la Administración del Estado entre los años 1988-1993 y de la Comisión para el estudio y creación de la Agencia Estatal de Evaluación de la Calidad de los Servicios y de las Políticas Públicas. También es miembro del Comité de Políticas Públicas y Administración de la Asociación Mundial de Ciencia Política. Profesor visitante en diferentes universidades nacionales y extranjeras (Indiana University, Deutsche Hoghschule für Verwaltungwissenschaften (Speyer), Universitat Pompeu i Fabra, Universidad Autónoma de Madrid…) y en Institutos nacionales y extranjeros de formación de funcionarios.

Elisa de la Nuez Sánchez-Cascado es Abogada del estado en excedencia y  socia de Derecho público. Licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid (1980-1985), accedió al Cuerpo de Abogados del Estado en el año 1988. Ha desempeñado distintos cargos en el sector público y en el sector privado, habiendo sido secretaria del Consejo de administración de varias empresas. Ha sido socia fundadora de la empresa de consultoría Iclaves. Ha impartido docencia en ICADE, en la Universidad Complutense de Madrid, en la Universidad San Pablo-CEU, en el Instituto de Estudios Fiscales o ESADE. Co-editora del blog Hay derecho, así como de los libros publicados desde la Fundación con la editorial Península bajo el pseudónimo colectivo “Sansón Carrasco”: “¿Hay Derecho?” y “Contra el capitalismo clientelar”, además de numerosas obras especialistas.

Resumen:

El 10 de junio de 2024, en la Fundación Rafael del Pino, tuvo lugar el diálogo “España mejor. ¿Cómo fortalecer la democracia a través de la Sociedad Civil?”. En él participaron Miriam González Durántez, abogada especializada en comercio internacional, fundadora y presidenta de España Mejor; Elena Pisonero, presidenta ejecutiva de Taldig; Víctor Lapuente, catedrático en la Universidad de Gotemburgo y profesor visitante en ESADE, y Manuel Villoria Mendieta, catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad Rey Juan.

Miriam González: España Mejor celebra su primer aniversario. Doce meses después de ese día en que lanzamos la fundación, estoy más convencida de la necesidad de una sociedad civil abierta, participativa y con volumen social. Lograr entre todos que se pongan soluciones reales sobre problemas reales del país. Empezar a gestionar la reforma económica y política que son necesarias para el país. Hay que quitar obstáculos para el crecimiento y hay que ponerle en el centro de la agenda política del país.

Elena Pisonero: Hay una polarización instigada desde la política con un claro interés de inhibir la participación y la vida social. Eso alimenta un círculo vicioso en el que estamos atrapados porque impide esa significación. No es por todos los partidos políticos, hay algunos interesados en ella porque evita que se hagan las preguntas importantes. Las élites no son un mundo aparte de la sociedad, se nutren de ella. También hay un problema interesado de demonizar a las élites porque se considera automáticamente que son las que ostentan el poder, cuando son mucho más que eso. Los jóvenes no aspiran a formar parte de la élite, lo cual es un problema porque no quieren formar parte de la gobernabilidad del país. La élite es la que cambia, la que transforma.

Víctor Lapuente: Está cayendo el centro, nos estamos polarizando. España puntúa en democracia en el puesto 23-24 del mundo, pero hemos perdido algunos puestos. Estamos resistiendo el auge de las autocracias. En cincuenta años tenemos un menor porcentaje de la población mundial que vive en autocracias. No tenemos una polarización sustantiva como en muchos países ni en inmigración, ni en política fiscal. Lo que se ha producido es una polarización normal en que la izquierda desea mas impuestos y la derecha menos. Pero tenemos una sanidad y una educación pública. Pero tenemos la polarización negativa, un sentimiento de antipatía hacia el oponente político que solo experimentamos en Estados Unidos. Esto justifica cualquier cosa al gobernante, lo que parece muy peligroso. Orban sobrevive gracias a ese miedo.

Miriam González: La polarización no ocurre solo en nuestro país, es un fenómeno global. Estamos en un cambio enorme de la sociedad, cómo se gestiona la economía nuestras sociedades. Cuando los países que están arriba bajan y los que están abajo suben es normal que la gente entre con pasión en el debate. En las sociedades que se polarizan mucho, las cosas van mal. La gente se va a los extremos cuando siente una situación de peligro en su situación económica y social. Esto es terrible para la calidad democrática porque si todo el tiempo que perdemos en enfrentamiento los empleáramos en lo que hay que hacer, el sistema democrático sería mucho mejor.

Manuel Villoria: El mundo es tan complejo que la política se ha desentendido de analizar la realidad en toda su complejidad. Para evitar esto, elabora una serie de mecanismos que permita a la política gestionar esta realidad tan compleja. El mundo actual es muy complejo -inmigración, inteligencia artificial, nuevas tecnologías. Un ciudadano medio tiene problemas para adaptar esto y darle respuestas en términos políticos. Y como tiene esas dificultades, necesita ayuda. Tradicionalmente, teníamos periódicos serios e intelectuales que ayudaban a la gente a interpretar la realidad de acuerdo con valores democrático-liberales. Pero eso ha caído. La desintermediación es brutal: tenemos redes sociales, carecemos de intelectuales que nos ayuden y entonces quedan los demagogos, lo que está fracturando la realidad. El resultado es que las instituciones sufren. Por ejemplo, el poder judicial que se dice que es de derechas o de izquierdas. Si juzgan un caso de corrupción, se dice que es porque el juez es de derechas o de izquierdas y esto se utiliza para tratar de controlar el poder judicial. Esto es un ejemplo de cómo vamos destruyendo las instituciones mediante estos mecanismos de polarización y simplificación que no van a ninguna parte.

Víctor Lapuente: En democracia solemos estar entre las veinte o veinticinco mejores naciones del mundo. Pero, en calidad de gobierno, que es la otra pata del Estado, la que no tiene que ver con cómo tomamos las decisiones, sino con cómo las implementamos, cómo las ejecutamos, ahí sí que sufrimos. Eso tiene que ver con las dificultades y las trabas burocráticas para colaborar con la sociedad civil. Tenemos reglas burocráticas excesivas para todo, de cualquier problema surge la burocracia. Lo relevante de los casos que tenemos estos días es que vamos a ver un cambio a peor en la regulación de la contratación pública, en la que se va a eliminar la parte subjetiva de los contratos para evitar que la carta de recomendación de la esposa de alguien pueda determinar nada. Se va a ir a precio, va a haber bajadas temerarias, se va a complicar muchísimo más todo el proceso de licitación y vivimos en una pesadilla burocrática continua. En los países del sur de Europa las vivimos con pasión exagerada. En los países que puntúan en los primeros lugares en calidad de gobierno lo que han hecho es desburocratizar y tener una relación mucho más fluida entre el Estado y la sociedad civil. Es lo que nos falta en España: hemos remplazado la confianza por el control. Si los políticos desconfían de los ciudadanos, los regulan constantemente. Lo vimos durante la pandemia. En todo, la respuesta es una mayor regulación y ese es uno de los principales problemas que tenemos. El primero es la politización de todas las instituciones públicas, la colonización por parte de todos los partidos, acostumbrados a tener un poder absolutamente exagerado en comparación con cualquier democracia moderna en la penetración en todos los niveles administrativos a través de la libre designación. La otra cara de la moneda es la excesiva burocratización, que se retroalimenta con la politización.

Elena Pisonero: La burocratización nos impide ver de qué estamos hablando. Estamos en un momento de cambio sistémico, que genera miedo porque es incomprensible. En ese contexto, el que quiere estar en el poder tiene la necesidad de llenar el espacio, y hay tendencias según los orígenes, y tiende a meter reglas. Hay cierta gente a la que eso le da mucho confort en estos momentos en que hay tanto miedo. Eso es una realidad. La realidad se observa poco y se piensa que algo se va a mantener en el tiempo. Hemos tenido un problema de adormecernos en un proceso en el que se creía que todo iba a fluir y se trataba de aplicar un manual. Pero las cosas están cambiando y ese manual hay que cambiarlo también. Eso da mucho miedo. Ante esa situación hemos probado el exceso de reglas, pero ya se están rompiendo las costuras. Ayer ser voto por una zona bastante centrada, pero falta una visión compartida y de ambición, porque tenemos mucho miedo y queremos preservar. No podemos regular todo. De lo que se trata es de cómo podemos conformar un nuevo marco que nos permita transitar en este mundo, que es muy complejo y no está construido. Hay unas pulsiones en las que la gente se mueve mejor en un mundo sin reglas, esto es China, Rusia, Estados Unidos. No hay que ir contra las reglas, sino contra burocracia que impide esa participación activa de todos los que pueden aportar. Tenemos que recuperar ese dinamismo en el que podamos aportar lo mejor de nosotros mismos, formarnos, tener la ambición de formar ese nuevo modelo actualizado en el que volvamos a establecer una serie de reglas en las que todos crezcamos porque eso es el progreso. Para eso necesitamos instituciones y hay que ir a la propia esencia de su función, y no a su supervivencia.

Víctor Lapuente: Cuanto mayor regulación, mayor corrupción y cuanta mayor corrupción, menos confianza social.

Miriam González: En términos de burocracia tenemos dos cosas superpuestas. Tenemos un problema a nivel europeo. La Unión Europea es una construcción eminentemente jurídica. El mercado interior se inventó por abogados. Ha ido con la tendencia a ir reglamentando, a ir añadiendo reglas, y nos encontramos en un momento en el que parte de esas reglas, esa obsesión reglamentaria, se ha convertido en un problema. La joya de la corona de la Unión Europea es el mercado interior. Todo depende de él. Hemos quitado el foco de la fragmentación, de que se pueda mover con completa libertad, de que sea amplio, y nos hemos puesto a reglamentarlo. Ese es uno de los problemas que tenemos a nivel europeo. Pero a nivel nacional, la burocracia se ha convertido en uno de los instrumentos de la corrupción. Los países más corruptos son los que tienen más trabas burocráticas y más hiper regulaciones. Hay un punto crítico que es ideal, pero nosotros nos hemos pasado muy de largo. Con esa burocracia es como han ido pasando los abusos éticos. Hay que poner mucha atención en los mecanismos de garantía y en los mecanismos de control.

Manuel Villoria: En el sector privado tenemos el sistema de compliance, que surge a partir del Código Penal de 2010. Compliance, si te lo tomas en serio, es algo muy importante. Prácticamente todas las empresas de más de cinco mil empleados tienen este sistema. Cuando se establece como un mecanismo para evitar problemas penales porque, llegado el caso, se puede decir que tienen un sistema de compliance, no hay una cultura detrás de ello, que es lo que funciona. Si hablamos del sector público, los sistemas de integridad están en no tener sistemas de integridad. La OCDE nos dijo que teníamos que tenerlos. Una de las obligaciones es tener sistemas antifraude, que no son perfectos. Todas las organizaciones públicas que reciban fondos Next Generation tienen que tener sistemas antifraude. Si lo tienes es para hacer autoevaluación de lo que has hecho, pero el 50% de los municipios y comunidades autónomas no han hecho autoevaluación de sus riesgos, sus problemas. Se ha establecido como algo que hay que tener, sin ninguna filosofía detrás sobre prevenir la corrupción. Lo fundamental es cumplir con los procedimientos. Cualquiera que gestione planes antifraude, y las empresas que reciban fondos Next Generation, tienen que pasar un control de conflictos de interés a través de los DACI (declaración de ausencia de conflictos de interés). Todo el mundo tiene que firmarlo, lo hacen automáticamente y así sucesivamente. Luego esto pasa por un sistema de control. Esto es un ejemplo de cómo se burocratiza y falta la cultura que hay detrás.

Víctor Lapuente: Si coges los indicadores de nivel de politización en los nombramientos de los altos cargos con los indicadores de corrupción y transparencia, la correlación es muy elevada. La politización lleva a la corrupción y a las malas prácticas porque tú a tu jefe no le vas a denunciar ni vas a aceptar que venga cualquier asesor, porque sabes que tu carrera depende de no decirle la verdad. En algunos países ocurre lo contrario. En ocasiones, la prensa británica critica la poca politización, con lo que a veces los funcionarios no tienen la voluntad de llevar a cabo la política del ministro. Pero es mucho mejor tener un sistema dónde quede muy acotado el margen de nombramientos políticos. Técnicamente es muy sencillo: que no coincidan los mandatos. Por eso es bueno crear agencias, que son las que ejecutan las políticas públicas. Esa es la primera gran reforma que necesitamos. La segunda es que, en la Administración Pública no se gestiona. Las áreas de servicio público, los hospitales, los colegios, están dirigidos por gestores públicos que tienen un margen de maniobra para contratar, decidir incentivos intrínsecos de promoción, de carrera. Eso no lo tenemos en España. Hay que desburocratizar eso e imprimir el espíritu de gestión privada al sector público, para que los gestores públicos puedan gestionar. En España sucede lo contrario: los gestores públicos se deciden en el BOE.

Elena Pisonero: La inmensa mayoría de las empresas no tienen relación con la Administración en términos de contrato. Si su vida dependiera de lo que decida el sector público, la economía decrecería porque le inhibiría la asunción de riesgos, que es la esencia de cualquier actividad humana. Se ha seguido una relación incómoda, que depende de la Administración de cada momento. Se interviene demasiado en la actividad. La Administración debería gestionar servicios públicos y profesionalizarse si se decide que el sector público debe prestar esos servicios. Las empresas asumen riesgos y establecen planes que se tienen que ejecutar. El problema es cuando se combinan esos planes. Si las cosas están claras, deberían funcionar en función de los méritos y no de la arbitrariedad. Eso es un deterioro de una sociedad moderna, que no deberíamos normalizar. Esto hace que muchas empresas no quieran contratar con la Administración. Lo que hay que hacer es tener relaciones sanas, con reglas objetivas, con órganos reguladores que vigilen que las reglas se cumplan y establecer el corte entre lo que es una decisión política y su ejecución. El problema es que, aquí, se baja al nivel político hasta en el último detalle. Hay que buscar un equilibrio, pero eso se consigue con transparencia. Hay una perversión que parece que nuestra vida se base en cumplir, que no en las cosas que tienes que hacer correctamente, que es distinto. Las empresas tienen que asumir riesgos porque en los riesgos hay una oportunidad. Y si no lo hacen adecuadamente, lo acaban sufriendo en su propia cuenta. El problema de la política es que se apropia del bien común para su beneficio propio, porque no se establece una agenda común con beneficios compartidos, ni se vigila y cuestiona cómo se hacen las cosas. Eso es un deterioro, pero no ha sido siempre así y tenemos que recuperar que no siga siendo así. No demos por sentado que eso es lo correcto y tenemos que mejorarlo, eso hay que romperlo.

Manuel Villoria: Sí bueno los casos de corrupción son parecidos a los de los 90, pero son parecidos también a los del Duque de Lerma. Es una larga tradición en la que siempre hay abuso de poder para beneficio privado, directo o indirecto. El clientelismo tradicional, el que se basaba en la distancia económica enorme entre los más ricos y los más poderosos, los patrones y los caciques, y el pueblo ha desaparecido en gran medida. Ese clientelismo tradicional de tú me das el voto y yo te llevo al niño, te dejo que entre en el colegio, te ayudo que vaya al colegio. En América Latina se ha desarrollado un clientelismo distinto porque los más pobres se organizan y ahora ya negocian de tú a tú con los políticos. Lo que sí es cierto es que hay un clientelismo de otro tipo, más político, más de relaciones en las cuales, durante un tiempo, yo te financio y tú me ayudas. Eso también se ha mejorado gracias a la prohibición de que las personas jurídicas financien a partidos, financien campañas. Entonces, nuestro clientelismo es relativo. Lo que sí hay es mucho patronazgo. Hay patronazgo porque se utiliza el sector público para colocar a los amigos y a las redes clientelares de políticos y funcionarios. Pero la clave fundamental de por qué en España puede haber no sé si es un tema tanto cultural como institucional, como ciertas reglas del juego que existen en nuestra sociedad que refuerzan el particularismo frente al universalismo. Esa idea de que la clave para resolver los problemas es qué amigos tienes, con quién te relacionas. Y entonces esa red es esa situación por virtud de la cual la clave son los amigos y las conexiones es clarísima en España. En transparencia internacional, en el último barómetro, mi amigo portugués Luis de Sousa y yo incidimos en que había que meter unas preguntas sobre las conexiones, lo que llaman en inglés pulling strings, e introducimos la pregunta. Es fascinante porque el 40% de los españoles respondieron que habían usado redes de conexiones y amigos para alcanzar y para poder tener ciertos servicios públicos. A lo mejor tenían derecho a ellos, pero gracias a ese se saltaron las colas, el 40%. O sea, que se veía como algo normal tener conexiones para poder alcanzar servicios públicos y eso sí que es un elemento peligroso porque rompe la igualdad, los criterios de imparcialidad y genere daños. Eso de las conexiones tiene que ver un poco con un marco cultural, que es el que hemos tenido a otros niveles. Decir que España tiene una cultura favorable a la corrupción me costaría más. En términos generales, somos sociedades secularizadas y con valores materialistas, como muchas europeas. No somos Marruecos. No hay mucha diferencia. En términos de capital social, que tenemos redes, bastante cerradas y fuertes, que tienen que ver mucho con nuestra tradición familiar. Hay pocos puentes, y como hay pocos puentes circulan poco la información y el conocimiento. Además, no conseguimos esa fluidez entre la sociedad para que se desarrolle la riqueza. Por ahí puede haber algo, pero no estoy absolutamente seguro de que seamos muy diferentes de otras sociedades del sur de Europa, ni estemos a niveles preocupantes en la materia. Pero sí es verdad que somos sociedades todavía bastante familiares, bastante centradas en las redes de amigos y en las redes de conexiones. Generamos una cultura fuerte de confianza, pero los puentes con otras redes se hacen difíciles. Eso genera que el capital social no fluya.

Miriam González: La mayoría de la sociedad está horrorizada de algunos de esos tratos de favor, que se consienten a nivel político, pero que en el día a día nos parecen terribles. Lo que pasa es que no sabemos cómo salir de este círculo vicioso en el que nos hemos metido para generar una dinámica más positiva. Respecto a los sistemas de cumplimiento de las empresas, es muy relevante ver qué es lo que funciona en las empresas. Funcionan en los países que funcionan porque hay vigilancia y exigencia. He estado en consejos de administra de servicios financieros donde el 85% de nuestro tiempo se dedicaba a los sistemas de cumplimiento. ¿Por qué? Pues porque tienes responsabilidad penal y sabes que si te viene el regulador, que te viene no sé cuántas veces por año, y te pillan en que tenía que haber hecho una pregunta sobre si se estaba cumpliendo este código, o esta norma, y no la has hecho tienes un problema personal enorme. Cuando ha habido un número grande de empresas que han dado unos servicios o unos bienes, algo en especie, gratis a alguien relacionado con el poder, si te ha ocurrido en muchas empresas y yo fuese regulador en España estaría pensando que a lo mejor tenemos un problema sistémico. Si de todas esas empresas hay alguna que está relacionado con los Estados Unidos, a alguien se le ha caído el pelo, porque en Estados Unidos el sistema de cumplimiento ligado al Foreign Corrup Services Act es bastante serio. Esa vigilancia es importantísima con respecto a las normas en el poder público con una complejidad, que es que cuando estás mirando al presidente y a los ministros no le podemos poner alguien por encima aparte del sistema judicial que ejerza esa vigilancia. ¿Cómo se soluciona eso en muchos países? Poniendo distintas capas de control. ¿Cuál es el problema que tenemos en España? Los sistemas. ¿Cuántas veces se controla en España que un ministro o un presidente tenga que dimitir porque miente deliberadamente al Parlamento? ¿Por qué tenemos corrupción? Pues porque no cambiamos significativamente los sistemas una vez que tenemos los problemas. Una cosa son los sistemas de integridad que se aplican a toda la administración y otra es lo más alto de la cúspide, como ocurre en las empresas. ¿Quién marca la cultura de la empresa? El presidente y el consejo de administración. ¿Quién marca la cultura ética del país? El presidente del Gobierno y los ministros y hay que ponerles una responsabilidad adicional. No entiendo que aquí no tengamos normas de que todas las veces que se hablen de asuntos ministeriales tenga que haber un funcionario presente. En Italia entras en las páginas web y ves el currículum de los cargos, por qué se les ha nombrado, el sueldo. ¿Por qué nosotros no tenemos eso, por qué no tenemos normas clarísimas de qué es lo que te pagan cuando estás en las casas con los coches, qué ocurre en los nombramientos? ¿Cómo es posible que no tengamos ese tipo de normas, que no puedas bajar hasta lo más bajo de la Administración? Porque llega un momento en que esa administración tiene que responder a la decisión política. Pero si la estás debilitando un año sí y otro también, al final la administración no te puede responder. No entiendo por qué el presidente y los ministros, sean del partido que sean, no pueden tomar ese tipo de compromisos.

Elena Pisonero: Hay que romper este círculo vicioso. La sociedad civil tiene que asumir en primera persona que la mejor garantía de que haya un nivel de derechos y una convivencia sana es asumir las obligaciones y la responsabilidad individual que eso requiere. Si no asumimos en primera persona el nivel ético y el estándar que queremos ver en la sociedad, la sociedad no tendrá esa exigencia de niveles éticos a sus líderes. No podemos esperar que venga alguien a establecernos las cosas y darnos el mundo feliz. Solo con responsabilidad y con obligaciones podremos tener de verdad los derechos a la altura de nuestras ambiciones. Y eso requiere mucha exigencia personal. Es esa autorregulación de una sociedad madura, que es ponerte la exigencia y el cumplimiento, porque quieres hacer las cosas bien, porque, si no, no generas la confianza, que es esencial para que haya crecimiento y una convivencia sana esa. Una sociedad civil fuerte es la única garantía de una democracia fuerte. No esperemos que vengan líderes investidos de un planeta extraterrestre, que son éticos, que son buenos. Si somos con nosotros mismos igual de responsables que de exigentes para con los demás, tendremos los líderes que nos merecemos.

Víctor Lapuente: Hay dos formas de organizar una sociedad que es la confianza que es la que todos queremos. y la otra alternativa es mediante el control. En España estamos controlando demasiado. Para tener una sociedad civil buena necesitamos un sector público más dinámico, que confíe más en el en el ciudadano. En muchos casos, simplemente es aplicar la norma. Es decir, si la señora María López decide ir una licitación pública, puede hacer una declaración jurada sobre su patrimonio. Pero si la misma María López quiere acceder a algún tipo de ayuda social, entonces es una auténtica pesadilla lo que se le abre en cuanto a procedimientos administrativos. Con lo cual, la propia administración tiene muchos mecanismos. Podríamos tirar mucho más del silencio administrativo positivo, cuando lo que predomina es el silencio administrativo negativo. Necesitamos un sector público mucho más dinámico y que sepa atraer a los jóvenes. Tenemos unos perfiles STEM de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas bajísimos en la administración pública. Con eso va a ser muy difícil que podamos atraer a los jóvenes.

Manuel Villoria: La sociedad civil es fundamental no solo para una democracia sana, sino en términos muy concretos para la lucha contra la corrupción. Los sistemas funcionan porque no estamos condenados a la corrupción, no tenemos una cultura que nos condene a la corrupción. Tenemos algunos rasgos culturales que probablemente tienen que ver con unas tradiciones históricas, que poco a poco van cambiando la situación social y económica. Pero necesitamos unas reglas adecuadas y una autorregulación por parte de los poderes públicos mucho más exigente, no basada solo en burocracia, sino basada en valores. Cuando tenemos esas reglas y tenemos una sociedad civil que la empoderamos, ella misma tiene la capacidad de hacer denuncias, de exigir, de reclamar. Entonces, las cosas cambian radicalmente. Cuando tenemos solo normas, pero la sociedad civil no está empoderada, al final los políticos dejan de cumplirlas. Pero si tienes una sociedad civil empoderada, no es tan fácil. Si no hay ejemplaridad pública, es muy difícil que podamos transformar. El ejemplo es fundamental para poder desarrollar sociedades decentes.

Miriam González: La sociedad civil es fundamental. La calidad de una democracia se mide por la calidad de los gobernantes y la calidad de los gobernados. Todos tenemos una responsabilidad. Hay dos retos fundamentales. Uno: aterrizar las cosas. Muchas veces la contribución de la sociedad civil se queda muy arriba. Hay que aterrizar. Y la segunda cosa que tenemos que hacer es centrarnos. Tenemos un sistema muy manipulable, porque hay mucha cercanía entre distintos poderes y distintas maneras de comunicarse. Es muy fácil despistarnos. Tenemos que tener claro lo que queremos. No puedo estar más de acuerdo en la necesidad de tener una sociedad civil empoderada, pero tenemos que ser realistas. Nadie nos va a empoderar, nos tenemos que empoderar nosotros.

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