Adam Tooze y Ricardo de Querol
La Fundación Rafael del Pino organizó, el 28 de septiembre de 2021 a las 18.30 , el diálogo en directo a través de www.frdelpino.es titulada «El apagón. Cómo el coronavirus sacudió a la economía mundial» en el que intervinieron Adam Tooze y Ricardo de Querol con motivo de la publicación de la versión española de la obra de Adam Tooze de igual título, publicada por la editorial Crítica.
Adam Tooze es catedrático Kathryn and Shelby Cullom Davis de Historia en la Universidad de Columbia y también ha sido docente en las universidades de Cambridge y Yale. Es autor de The Wages of Destruction (2006), El diluvio (Crítica, 2016) y Crash (Crítica, 2018), y ha recibido el Wolfson History Prize, Longman-History Today Book of the Year Prize y el Lionel Gelber Prize.
Ricardo de Querol Alcaraz es licenciado en Ciencias de la Información por la Complutense. Inició su carrera en 1988 en el diario Ya y trabajó más de 10 años para Diario 16. En 1997 y 1998 fue director del diario Tribuna de Salamanca. En 2002 entró en Cinco Días, donde fue redactor jefe y subdirector. En 2006 se incorporó a EL PAÍS, del que ha sido redactor jefe de Sociedad, Mesa Digital y Babelia. Desde marzo de 2016 y hasta el pasado septiembre ha sido el director de Cinco Días. Además fue responsable del lanzamiento de El País Retina. Desde enero de 2019 es subdirector de El País.
Resumen:
El 28 de septiembre de 2021, la Fundación Rafael del Pino organizó el diálogo con Adam Tooze, catedrático Kathryn and Shelby Cullom Davis de Historia en la Universidad de Columbia, titulado “El apagón. Cómo el coronavirus sacudió a la economía mundial”, con motivo de la publicación de la versión española de su libro de igual título.
Tooze cree que vivimos la primera crisis global del Antropoceno. Muchas personas estábamos muy preocupados a principios del siglo XXI por lo que parecía la crisis más importante que nos afectaba, que era el clima. De pronto nos sorprendió el impacto de la pandemia. La pandemia avanzaba más rápidamente que la crisis climática, de forma que cada uno de nosotros era el peligro que amenazaba a los demás. Podíamos afectar a toda la humanidad en un tiempo cortísimo. La pandemia también tiene una escala enorme, así como las medidas que planteamos para luchar contra ella. Esto ha tenido un impacto económico sin precedentes.
Si volvemos la vista atrás, hacia mediados de los años setenta, a medida que nos hemos ido dando cuenta de la crisis climática otro grupo de científicos estaba estudiando las enfermedades contagiosas emergentes, que tenían rasgos parecidos a la pandemia, por ejemplo, la falta de equilibrio entre la humanidad y la naturaleza, el riesgo en los laboratorios, el intento de manipular la naturaleza. Si le añadimos los viajes en avión a lo largo y ancho del mundo, resulta que deberíamos tener mucha suerte para evitar una crisis biológica. Lo que ha pasado en 2020 es que se ha cumplido esa predicción. Si miramos hacia el pasado reciente y pensamos en la gripe porcina, la gripe aviar, el SARS, si nos hubiéramos centrado en ello y hubiéramos estado de acuerdo en reconocer que son problemas, como la realidad del cambio climático, nada de lo que ha sucedido nos hubiera sorprendido. Por eso, quienes pensábamos antes que la gran amenaza para la humanidad era el cambio climático, ahora tenemos que añadir también esta preocupación para poder comprender los riesgos a los que nos enfrentamos.
Por lo que se refiere a la ortodoxia de la política económica, con la respuesta a la pandemia se ha vuelto a los tiempos de Keynes. Si preguntamos sobre el poder, sobre cómo gobernamos, hasta qué punto la gobernanza neoliberal ha sido poco firme, vemos que el neoliberalismo ha sido un proyecto social para la desmovilización de clases. Era un régimen para hacer que la política hiciera sostenible un cierto tipo de desigualdad. Pero ahora, en efecto, se están desplegando estas nuevas políticas de estímulos fiscales y monetarios.
No obstante, no debemos confundir las cosas. No pensemos que estamos en una cápsula del tiempo que nos permite volver a 1945 en Estados Unidos, o a Alemania en los años 60. No, eso ha cambiado de forma radical. Así es que estas políticas que podían parecer keynesienas se están aplicando de forma que pueden parecer conservadoras. De hecho, estabilizan un sistema social transformado por el impacto neoliberal, un sistema de desigualdades muy profundas.
Para empeorar las cosas, si hubiera una única dimensión que nos permitiera explicar esta ruptura, esa dimensión sería la de la geopolítica, que también formo parte siempre del proyecto neoliberal. El neoliberalismo no era solo Milton Friedman o economía austriaca. Era, también, un proyecto norteamericano para anclar el Consenso de Washington. Esto se ha roto, pero no ha dado lugar a un nuevo internacionalismo, a una democracia social. Por el contrario, abre las puertas a un horizonte de una nueva guerra fría y, en el caso de Estados Unidos, a un compromiso firme con el poder duro para una generación entera.
Hemos tenido un cierto éxito en la gestión de la crisis porque hemos aprendido de los errores de la crisis de 2008. Vale la pena estudiar la historia porque aprendemos de ella. Lo vemos porque los acontecimientos de 2008 han tenido efecto en el Ministerio de Finanzas en Berlín, en el Banco Central Europeo, en la Reserva Federal, en los asesores de los políticos centristas. Estas personas llevan doce años digiriendo las consecuencias de lo que consideran errores políticos y han sabido ajustarlos.
La Reserva Federal, que ha llevado a cabo acciones de una escala extraordinaria en términos históricos, mucho más de lo que lo ha hecho el Banco Central Europeo. Los responsables de estas acciones son veteranos de la crisis de 2008. Saben comprar bonos a una velocidad tremenda. El Banco Central Europeo también ha cambiado su planteamiento. Su política en aquella crisis fue una forma de estrangular a la economía europea, pero esto no va a pasar con el equipo actual. El tercer lugar en el que se ha producido ese aprendizaje es en el equipo que rodea al ministro de Finanzas alemán. Estas personas han digerido el desastre que resultó ser la política alemana en la Eurozona. Por ello, París y Berlín firmaron un acuerdo explícito para actuar, aprobando el eurobono. Europa estuvo rozando el desastre, pero consiguió variar el rumbo.
Si se está comprometido con la democracia, con la igualdad, hay que replantearse la gobernanza. La cuestión es cómo hacerlo, qué coalición podrá movilizarse. Los momentos de transición reflejan este hecho. Lo vemos en el Estado del Bienestar en los años 30 y 40, también en los momentos neoliberales. Las fuerzas subyacentes varían de forma que algo ha pasado en este momento que ha agravado las desigualdades existentes. Por eso, vemos que Sanders y Corbyn han desaparecido del escenario, pero van a pasar otras cosas. Lo podemos ver en relación con las personas. En la campaña de Sanders había gente muy capaz que ahora mismo asesora a Biden. En Washington se está produciendo un gran debate sobre billones de dólares. Es una política interna para ver si se pueden cambiar las cosas. No es lo que uno desearía, pero es lo que hay en este momento y se va a conseguir cierto progreso.
Al principio de la crisis estábamos al borde del abismo. La crisis financiera fue seria en Estados Unidos y fue un momento terrible. La crisis de 2008 fue terrible. Fue una crisis del sector privado, basada en una crisis inmobiliaria, que luego afectó al sector bancario. En los países normales del mundo, no en Europa con Trichet, el gobierno supo proteger. Europa, en cambio, consiguió desestabilizar la deuda pública. Por eso, hubo países, entre ellos España, que se vieron inmersos en la espiral nefasta de déficit y deuda. España tiene una gran economía, pero no tan importante como la de Estados Unidos.
En la segunda y tercera semana de marzo de 2020 vimos como los precios de los bonos del Tesoro se iban desplomando. Se vendía todo, bonos del Tesoro y de empresas privadas, y, aun peor, no se podían vender grandes cantidades de bonos si no se regateaba. Esto es muy importante porque, cuando decimos que el dólar es la divisa hegemónica, no estamos hablando del dólar; estamos hablando de los bonos del Tesoro. Hay 21 billones de dólares en bonos en manos de particulares. Esto es el ancla del sistema. Este mercado es muy importante para los inversores porque es de tal envergadura que podemos dar por supuesto que sea cual sea el problema que lleva a vender los bonos, este problema no va a desestabilizar el mercado. Esto es esencial a la hora de hacer los cálculos de las carteras de inversión porque se puede calcular que una cartera de bonos va a pagar algunos intereses, pero es como tener efectivo porque, sea cual sea el precio, pueden venderse los bonos. Ese supuesto se vino abajo la tercera semana de marzo. Al pasar eso, se desestabiliza el resto de la cartera porque solo se puede aguantar con esos activos menos líquidos que dan más retorno si sabes que tienes tu hucha y los bonos ya no eran eso.
Esta situación desencadenó un pánico que obligó a la FED a actuar como lo hizo. La Reserva Federal no lo hubiera hecho si no hubiera estado preocupadísima por la estabilidad del sistema.
Si nos planteamos que estamos en el Antropoceno tenemos que reconocer que ha habido una serie de crisis. La cuestión es si podemos plantearnos la normalización de la política monetaria. Tendríamos que plantearnos unos pasos radicales, desmontar la estructura entera. En 2008 descubrimos que los balances de los bancos de inversión eran frágiles. Eliminamos los bancos de inversión, que fueron absorbidos por los bancos comerciales. En 2020 no hubo una crisis bancaria. Lo que descubrimos fue que el mercado de bonos mismo podría verse amenazado, por lo que necesita el apoyo monetario. Así es que, ¿qué hacemos? ¿Avanzamos hacia una reforma radical? Pues a lo mejor sí, pero ¿es realista esa propuesta? Si no lo es, tendríamos que plantear unas medidas más sólidas y distintas.
El capitalismo que conocemos ahora mismo no es como un bote de remos navegando por aguas tranquilas, sino como otro bajando por los rápidos, por lo que para manejarlo se necesita una reacción fulminante y muchísima fuerza.
Cuando pensamos en ese descenso del río, necesitamos todas las ayudas posibles, así es que no podemos ser puritanos con la política monetaria ni con la política fiscal. No estamos ante un Estado del Bienestar tradicional. Hay ciertos componentes de él en Europa que se han actualizado. El experimento europeo ha tenido mucho éxito. Esto tiene consecuencias para el balance fiscal del gobierno. Si estuviera dando lugar a problemas se vería en el mercado de bonos, pero, ahora mismo, España, Italia y Grecia pueden endeudarse a tipos de interés mejores que Estados Unidos. Esto es una decisión política, no es resultado de la realidad económica. Esto no es una exigencia para conseguir estabilidad financiera, sino una opción política. Puesto que el 60% de la población vive en estados con niveles de deuda superiores al 60% del PIB, la retirada de las medidas de apoyo representa una amenaza para la deuda soberana de la zona euro. Tendríamos que debatir si queremos convertirnos en Japón, que es el temor. La ratio deuda/PIB está ahora mismo alrededor del 100%, o sea que estamos a gran distancia de Japón. Italia, quien con una deuda de más del 150%, es el peor caso en Europa, también está a gran distancia de Japón. Por eso, habría que hablar de este asunto, pero no porque consideremos que este tema corre prisa. La gente tendría que estar dispuesta a pagar un precio tremendo. No se trata de cumplir a rajatabla lo que se pactó en Maastricht en los 90. En la política también hay fetichismo, pero tenemos que ser muy conscientes de lo que estamos hablando.
Al principio de la pandemia se infravaloraron los riesgos. Los políticos estaban viajando por el mundo sin parar y, en esos momentos, no saben reconocer que el Covid les va a afectar. Pensábamos que los chinos estaban haciendo cosas autoritarias, poco democráticas. Pensábamos que este no era nuestro problema. Este fue el error. Todo el mundo fracasó. Hubo muy pocos países que supieran reaccionar. Corea del Sur tuvo mucha suerte porque habían superado el MERS y supieron actuar. Pero, cuando se trata de un proceso exponencial como éste, lo que se hace al principio es lo que determina el futuro porque la curva exponencial es tal que si la decisión no es la correcta, se va a fracasar. Hubo que afrontar un coste económico enorme y millones de vidas perdidas. Ahora mismo, sabiendo cuáles son los riesgos y comprendiendo que han surgido nuevas variantes, todavía no nos estamos centrando en el problema. ¿Dónde están los miles de millones que tendrían que estar invirtiéndose en Europa para estudiar las pandemias? No se invierte dinero en eso. Europa está invirtiendo dinero en digital y en el clima, que está muy bien. Pero también debería tener un programa biotecnológico. Hay uno muy pequeño, pero debería ser mayor.
Hay que tener en cuenta que nadie estará seguro si no está seguro todo el mundo. Por eso hay que saber a cuántas personas se está vacunando diariamente en Brasil o en Perú, porque poder ir de vacaciones, o que una persona pueda acabar sus estudios, depende de estas cifras de vacunación.
La emisión de eurobonos podría ser un nuevo paso hacia la unidad europea. El gobierno español ha sido muy paciente y su aportación para llegar hasta ese punto ha sido muy importante. Los españoles han tenido que soportar muchas impertinencias y muchas tonterías. Los alemanes y los austriacos tendrían que hacer examen de conciencia. Pero esto son cuestiones políticas. Ahora hay que ver quién gana las elecciones en Alemania y cómo se distribuyen los escaños. La micropolítica de las coaliciones va a influir mucho en esto. Ya tenemos los ocho países austeros, que ya tienen listo su programa. Alemania, de momento, no ha dicho nada. Esto va a depender de quién ocupe el Ministerio de Finanzas alemán. Si se hace una comparación con 2008, podríamos sentirnos reconfortados porque supimos superar ese desastre. Las políticas de austeridad empezaron en 2010, pero, en términos más amplios, la crisis no se contuvo hasta 2012. El 2022 es el momento de la verdad porque ahí veremos qué ha aprendido Europa respecto a la política fiscal y a las actuaciones del Banco Central Europeo. Sería genial que el BCE siguiera haciendo lo que está haciendo, pero se teme que este asunto se politice. En cuanto suspenda su programa de compra de bonos, Grecia puede entrar en crisis porque tiene una deuda sobre PIB del 210%.
Respecto a China, esto es como un partido de fútbol. Es como si en la primera mitad China metiera dos goles y en la segunda parte el otro equipo se pasa los cuarenta y cinco minutos metiendo goles. El régimen chino no respeta los derechos de los ciudadanos, pero sí garantizaba la seguridad de la población. Ahora no lo ha conseguido. China es un país en el que se producen muchas pandemias. Es esencial evitarlas para que se pueda percibir al país como una economía moderna. El daño económico en China ha sido tremendo. Hay partes de la economía china que son ricas, modernas y miran al exterior, pero la mayoría de los chinos viven en situación de pobreza. Su fracaso, por tanto, es el gol en propia meta. La reacción ante Hong Kong, la política hacia los oligarcas son manifestaciones de que el gobierno chino está sacando pecho. China es una potencia, avanza con rapidez, acaba de incorporarse al acuerdo comercial más importante del mundo, pero la pregunta que hay que hacer en 2021 es si estamos en ese partido. Porque este partido en el que China gana, en términos del PIB, no es en el que está Estados Unidos, que ha dejado claro que ese no es su juego. EEUU ha anunciado el poder duro y no va a parar. No están planteando que si Huawei vende teléfonos allí o en España. No, lo que se plantean es la infraestructura de Huawei, han ido hasta la raíz de la cadena de suministros a las empresas holandesas, que son las que fabrican esa maquinaria esencial para los chips, y están cortando el acceso de China a estas empresas. Afecta al PIB, pero, sobre todo, afecta a la soberanía. Así es que lo que están diciendo los americanos es que ellos van a definir el nivel tecnológico hasta el que China va a evolucionar. Pero China no lo va a aceptar.
Sin China no hay solución al cambio climático, porque ellos son el problema. Ellos representan el 28% de las emisiones mundiales. Han crecido muchísimo en emisiones en los últimos años. Han cambiado la historia económica tal y como la conocíamos y, de paso, el equilibrio climático. Tienen que tomar decisiones muy difíciles porque se basan en el carbón. Hablamos de este problema como si China nos estuviese prestando atención, pero es lo contrario. Lo que nosotros hagamos no importa mucho. Ellos tienen que actuar porque, para China, la crisis climática es un asunto de vida o muerte. También para la India. Va a haber sequías, hambrunas, de todo, a no ser que consigan estabilizarlo.
Los puntos de vista de la Unión Europea sobre la crisis climática son innovadores, pero no se sabe si su programa es el que se necesita. De hecho, no lo es. Va haber negociaciones durísimas. Se va hablar del gas, cuyo precio está subiendo y va a haber un contragolpe. Se va a debatir el futuro de los automóviles diésel. Va a ser una dura batalla en la que, de nuevo, va a haber más política. Necesitamos coaliciones poderosas, sostenibles, de gobiernos democráticos, porque solo así lo vamos a conseguir.
El asunto de la retirada de Estados Unidos de Afganistán es complicado. Hay que pensar en el telón de fondo, en la descomposición de la cadena de mando. El Estado Mayor se oponía a esta solicitud por parte del presidente. También se opuso a las exigencias de Trump de acelerar la salida. Pero está muy bien el ver que se ha impuesto el presidente que ha sido elegido. Además, y para entender mejor este tema, Biden aprobó un presupuesto de defensa de más de setecientos mil millones de dólares, que se dedican a alta tecnología. Cuando uno se pregunta si Estados Unidos se está retirando del escenario, hay que ver lo que está haciendo en términos tecnológicos y demás. Por tanto, no tiene aspecto de que se esté retirando. Van a utilizar drones, como hacen en Iraq luchando contra el ISIS. Acaban de firmar con Australia un acuerdo sobre submarinos. Esa es un arma agresiva. Están dejando ver que esa es la postura de los aliados en esa parte del mundo.
La Administración Biden está intentando reparar un sistema que esta roto, pero está dentro del sistema. Avanza por un frente y retrocede en otro. En EEUU hay varios estados en los que los hospitales están a punto de colapsar y no se puede hacer nada al respecto a nivel federal. La victoria de los demócratas fue muy exigua, con lo que las cosas van a ser complicadas. Estamos hablando, por ejemplo, de garantizar un gasto mínimo en ferrocarriles, o atención básica para los recién nacidos, o que la electricidad vaya bajo tierra en vez de en los postes. Los demócratas se enfrentan a mucha oposición dentro del país. El Senado va a intentar poner un techo a la deuda. Los tribunales tampoco van a ayudar. Así que es una batalla. Son siglos de complicaciones y es algo delicado. El elemento clave es el poder en manos de una minoría blanca, que es algo que los republicanos defienden.
No salimos más fuertes de la pandemia. La herida ha sido profunda. Se ha respondido de forma creativa. Los políticos no han fracasado totalmente. Se ha superado una crisis constitucional en Estados Unidos. Pero también están las víctimas. Las vacunas son algo fantástico. Los chinos dedicaron su tiempo y su dinero a la investigación y facilitaron sus resultados al resto del mundo. Esto deberíamos celebrarlo pero, en su lugar, somos tacaños y no hemos conseguido garantizar esas vacunas a muchas partes de la población mundial. Así que salimos mejor parados de lo que cabría pensar, pero no más fuertes.
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