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Resumen
El Reino Unido disfruta de una buena situación laboral. el empleo crece, el paro es bajo y la tasa de actividad es alta gracias a un mercado flexible en el que abundan los trabajadores a tiempo parcial, los contratados a través de agencias de empleo y los trabajadores casuales o bajo demanda. Por supuesto, esto no es la mejor situación, pero cualquier trabajo es mejor que estar en paro. Eso es lo que opina Mathew Taylor, director general de la Royal Society of Arts de Londres y autor del informe ‘Good work’ sobre el futuro del empleo en el Reino Unido que le encargó el gobierno británico. Taylor estuvo en la Fundación Rafael del Pino, el 16 de marzo de 2018, para participar en el diálogo “El futuro del empleo, el empleo del futuro”, en el transcurso del cual expuso el contenido del informe que le encargó el gobierno británico, así como la respuesta del ejecutivo de Teresa May a sus conclusiones. Para Taylor, lo primero de todo es mantener la flexibilidad del mercado de trabajo porque, como dijo, cualquier empleo es mejor que no tener ninguno. Además, según dijo, muchos trabajadores a tiempo parcial están contentos con esa situación. Por lo que hay que preocuparse, por tanto, no es por si hay más o menos trabajadores a tiempo parcial, sino por el tratamiento que reciben los trabajadores casuales, los que están inmersos en la ‘gig economy’ o economía bajo demanda. En el Reino Unido hay dos millones de personas en esta situación y el gran desafío es cómo regular esta nueva modalidad laboral. Si el modelo se extiende, las empresas empiezan a considerar a sus empleados como si fueran trabajadores autónomos, entonces pagarán salarios menores, no habrá vacaciones retribuidas, ni se pagarán las bajas por enfermedad y bajará la recaudación fiscal. Además, si este modelo se desarrolla en todos los sectores, habrá problemas para los trabajadores, pero también para el gobierno, que perderá parte de sus rentas. La cuestión, por tanto, es cómo apoyar a los trabajadores casuales. El gobierno es responsable de la cantidad de trabajo en la economía, pero debería serlo también de la calidad de este. Un empleo de calidad importa porque es la base del contrato social, porque el mal empleo genera problemas de salud, porque la calidad del empleo está estrechamente relacionada con la productividad, así como con la participación ciudadana, y porque es importante para afrontar el desafío del cambio tecnológico, entendiendo que la finalidad de la tecnología debe ser la mejora de la vida de la gente. Tras la lectura del informe, el gobierno británico entendió que debe haber por su parte una responsabilidad en relación con la calidad del trabajo. En este sentido, habría que estudiar cómo se garantiza un número mayor de horas de empleo a los trabajadores casuales y cómo se facilita más seguridad a la gente. Una de las principales preocupaciones en relación con el mercado de trabajo es la baja productividad, a pesar de que el nivel de desempleo es bajo y de que el trabajo es barato. Tanto es así que, en contra de lo esperado, el trabajo está desplazando a la tecnología porque, con la llegada de inmigrantes, resulta más barato. La productividad, sin embargo, es una cuestión de justicia social porque permite tener mejores trabajos y más remunerados con altos niveles de empleo. ¿Por qué la productividad es tan baja en el Reino Unido? Los directivos progresistas culpan de ello a los gestores de las empresas y les culpan de ello porque no comprometen a los trabajadores con la misma. Su actitud es la de como yo te pago, haces lo que yo te diga. La evidencia empírica, sin embargo, muestra que cuando los trabajadores están comprometidos con la empresa, son más productivos. Otra cuestión es la de los trabajos basura. Para evitarlo, cada empleo debe ser justo y decente y debe permitir que la gente se desarrolle y tenga la posibilidad de progresar en el trabajo. En cuanto a la amenaza que supone la tecnología para el empleo, Taylor advirtió de que no sabemos lo que nos deparará el futuro. Solemos sobreestimar el impacto a corto plazo y subestimar el impacto a largo. Tampoco sabemos cómo serán los modelos de negocio en el futuro, ni cual será su efecto sobre el empleo. La realidad nos muestra que podemos equivocarnos. Por ejemplo, en el sector de la venta al por menor, en el que desaparecen tiendas porque la competencia de las plataformas online es muy fuerte, se está creando empleo porque el trabajo se ha trasladado a los almacenes. Ahora bien, lo que hay que tener en cuenta es que el cambio tecnológico debe estar al servicio del ser humano. Por ello, debemos asegurarnos de que el marco regulatorio sea el adecuado y de que promueva la mejora del bienestar de las personas. El bienestar, de hecho, es lo que más les preocupa a las nuevas generaciones. La gente joven quiere autonomía en el trabajo, quiere tener un propósito, quiere que haya un equilibrio entre la vida laboral y la vida personal, ya no tienen casas ni coches en propiedad porque prefieren compartir y gastan menos en bienes y más en experiencias. Por lo que se refiere a España, según Taylor nuestro país tiene ante sí tres desafíos. El primero de ellos es el de mejorar las cualificaciones profesionales de los trabajadores. Para ello, necesitamos combinar la formación con el aprendizaje práctico. El sistema educativo debe pensar más profundamente en la empleabilidad de las personas. También hay pensar en el aprendizaje de por vida, con el fin de que las personas puedan adaptarse a las nuevas exigencias de cualificaciones profesionales en el mercado de trabajo. El segundo problema es el elevado número de trabajadores temporales y a tiempo parcial, porque eso provoca que las empresas no inviertan en ellos y en su formación. El tercero es reconocer la importancia del diálogo entre el gobierno, los empresarios y los trabajadores sobre cuestiones como el futuro del trabajo, etc.
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