Actualmente, un análisis médico requiere una visita al hospital, la intervención de varios profesionales altamente cualificados y un laboratorio enorme lleno de aparatos caros, complicados y, por lo general, lentos. Sin embargo, tenemos la posibilidad de convertir estos análisis en procedimientos tan sencillos como un test de embarazo, que no requieran más que una hoja de papel, gracias a los test rápidos y a la tecnología point-of-care (pruebas de cabecera cerca del sitio de atención al paciente).
Los test rápidos podrían revolucionar nuestra manera de diagnosticar enfermedades. Según la OMS, estos ensayos funcionan sin la complejidad de un laboratorio de análisis, dan resultados en cuestión de pocos minutos y son fáciles de usar, de modo que tampoco necesitan la intervención de profesionales médicos. Un par de ejemplos cotidianos de test rápidos serían las pruebas de embarazo (que detectan gonadotropina, una hormona producida después de que el embrión se acomode en el útero) o los medidores de glucosa que utilizan los pacientes con diabetes.
La importancia de disponer de este tipo de análisis rápidos, robustos y accesibles se ha puesto de manifiesto durante la pandemia de COVID-19. La detección del SARS-CoV-2 se ha basado casi exclusivamente en pruebas PCR que, aunque son muy fiables, tardan varias horas en ofrecer resultados y requieren equipos especializados, personal altamente cualificado y el uso de reactivos costosos. Estos requisitos ralentizan la obtención de resultados y, por lo tanto, dificultan la toma de decisiones médicas.
Una apuesta por el desarrollo de test rápidos, baratos y sencillos de usar es una apuesta por una sanidad más justa y más eficaz. Los test rápidos facilitan el acceso igualitario al diagnóstico y reducen la carga de trabajo del personal sanitario y, además, aceleran la asistencia médica y el tratamiento cuando son necesarios. Integrados en tecnologías como los lab-on-a-chip, estos test podrán detectar varios analitos (y, por lo tanto, varias enfermedades) al mismo tiempo.
Asimismo, gracias a las posibilidades de conectividad de estos dispositivos, formarán parte del Internet-of-Things y ayudarán a desarrollar una medicina más personalizada, en la que los viajes al hospital sean cada vez más infrecuentes e innecesarios. Por último, los avances más recientes en ingeniería y microfluídica permiten fabricar test rápidos imprimiendo directamente sobre papel, lo que reduce el uso de componentes electrónicos. Estas nuevas tecnologías, probablemente, carezcan de la conectividad de los lab-on-a-chip, pero ya pueden fabricarse a escalas industriales y han transformado el diagnóstico de enfermedades en los países en desarrollo.
De cara a futuras pandemias y al análisis del avance de otras enfermedades infecciosas, los test rápidos son la mejor solución para un cribado rápido y eficaz. Poder diseñar este tipo de test a medida evitará confinamientos duros en el futuro y acelerará la vuelta a la normalidad.