Rafael del Pino y Moreno ha sido uno de los empresarios españoles más relevantes del siglo XX. Doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, puso en marcha en otoño de 1952 su propio proyecto, que este año celebra su 60 aniversario, tras sus primeros pasos en el sector de la construcción. Para ello, realizó con antelación un viaje por Europa en el que observó cómo se construían las líneas ferroviarias en otros países. En Alemania compró la maquinaria necesaria para exportar el modelo a España. Con las nuevas herramientas y “siempre muchas ganas de trabajar y salir adelante”, Rafael del Pino fundó Ferrovial. La primera oficina ocupaba un desván junto a la madrileña Iglesia de los Jerónimos.
Dedicada en sus orígenes a la renovación de vía y a la explotación de talleres de canjeo de traviesas, Ferrovial inició su primera obra en la provincia de Burgos, a la que siguieron numerosas actuaciones en otros lugares de España. La compañía demostró enseguida su vocación internacional – con la construcción de una carretera en Venezuela en 1954-, y amplió durante los años 60 sus horizontes para construir carreteras, presas hidroeléctricas y plantas de tratamiento de agua. Uno de los hitos que marcaron esta etapa fue la construcción de la autopista Bilbao-Behobia, que supuso la entrada de la empresa en el negocio de las concesiones de infraestructuras de transporte.
Diez años después de su fundación, Ferrovial contaba con 500 personas en plantilla y facturaba 126 millones de pesetas, cifra equivalente a 25 millones de euros en términos constantes.
Pese a la crisis de la década de los setenta, Rafael del Pino lideró la internacionalización de Ferrovial y su diversificación de la compañía hacia el mercado concesional, la promoción inmobiliaria, los servicios urbanos y el mantenimiento de infraestructuras. . Esta visión empresarial – basada en iniciativa, creatividad, método y riesgo medido- le impulsó, en 1978, a construir carreteras en Libia, un gran proyecto que representa los primeros pasos de la exitosa senda internacional emprendida por la compañía.
Desde entonces, Ferrovial se ha asentado en el mercado mundial como el referente de innovación y gestión sostenible que en 1952 imaginó Rafael del Pino, con presencia en más de 15 países, una plantilla cercana a los 70.000 empleados y una facturación en 2011 de 7.446 millones de euros
Rafael del Pino insistía a menudo en que su éxito radicó en saber rodearse de colaboradores capaces e ilusionados con los proyectos de crecimiento del Grupo, con principios como “el servicio a la sociedad, el amor a las cosas bien hechas, el espíritu del esfuerzo, la austeridad en el gasto, la reinversión del beneficio, la adaptación constante a una sociedad en evolución” y “la vista puesta siempre en el futuro“.
Tras esta exitosa trayectoria, en 1999 fundó la Fundación Rafael del Pino y, en el año 2000, dejó la presidencia de Grupo Ferrovial, si bien mantendría hasta su fallecimiento en 2008 el cargo de Presidente de Honor.
Desde entonces Rafael del Pino decidió dedicarse a la Fundación que lleva su nombre con el objetivo de “devolver a la sociedad parte de lo que esta misma sociedad me ha dado a lo largo de mi vida personal y profesional“. Para ello, contó con el apoyo expreso de su familia.
Durante su larga carrera, Rafael del Pino presidió además varias empresas, como Europistas, la Empresa Nacional del Gas (Enagás) o Philips Ibérica. Socio Fundador del Círculo de Empresarios (1977) y presidente de la patronal Seopan, fue miembro de la Comisión Permanente Ejecutiva del Banco Central Hispano Americano, presidente de la Junta Directiva del Instituto de la Empresa Familiar y Consejero de la Asociación para el Progreso de la Dirección, entre otros cargos.
Rafael del Pino se convirtió por méritos propios en una referencia del sector, al que hizo partícipe de sus ideales y su talante emprendedor y entusiasta. Recibió algunas de las más altas distinciones públicas, como la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, la Medalla de Oro de la Real Academia de la Historia, la Placa de Oro de la Real Academia Española y el doctorado ‘honoris causa’ por la Universidad de Castilla-La Mancha.
Del sector privado también obtuvo numerosos reconocimientos, como el Premio “Mejor Empresario de la Construcción y Promoción Inmobiliaria”, “Mejor Trayectoria Empresarial” o la Medalla de Oro de la Asociación Española de la Carretera. En 2006 recibió el XIX Premio Juan Lladó, que el Instituto de Empresa y la Fundación Ortega y Gasset conceden al esfuerzo en el mecenazgo cultural y la investigación.
Su inquietud y espíritu emprendedor le llevó en 1999 a crear la Fundación Rafael del Pino, a fin de “contribuir a la mejora de los conocimientos de los dirigentes de la España del futuro, al impulso de la iniciativa individual y al fomento de los principios de libre mercado y libertad de empresa. Nuestros dirigentes han demostrado que con tenacidad y esfuerzo pueden alcanzarse lugares de excelencia en todos los campos del saber y de la actividad profesional y empresarial. Merece la pena que puedan desarrollar con todo éxito sus capacidades en un mundo progresivamente globalizado, en el que la competitividad es una referencia fundamental“.
“Todos tenemos una gran tarea por delante: la de contribuir a que el conocimiento heredado de otros, junto con nuestro particular valor añadido, siga transmitiéndose a las siguientes generaciones en libertad. Todo ello desde el servicio a los demás y mediante nuestra entrega, nuestro esfuerzo y nuestro sacrificio. Y si aplicamos así nuestro conocimiento a mejorar el bienestar de más gente, habremos cumplido con nuestro deber y habremos contribuido un poco a facilitar la convivencia de los habitantes de la Tierra“.
“Las cosas hay que hacerlas con amor” solía repetir a sus colaboradores, “con la cabeza fría pero con el corazón muy caliente“.
Rafael del Pino falleció en Madrid el día 14 de junio de 2008.