Adam Tooze, Kathryn and Shelby Cullom Davis Professor of History de la Universidad de Columbia, poco antes de su intervención en la conferencia sobre «Cómo una década de crisis financiera ha cambiado el mundo».
Dado su conocimiento sobre la historia y las circunstancias que rodearon a la II Guerra Mundial, le preguntamos si observa algún paralelismo y alguna diferencia con la situación global actual de tensión internacional, por ejemplo entre China y Estados Unidos. La respuesta de Tooze ante esta cuestión fue tranquilizadora: «Si bien estamos saliendo de una crisis financiera, de un desorden económico y social prolongado y, al mismo tiempo, la tensión parece que va en aumento, creo no nos encontramos en un momento similar al de los años treinta«.
Para Tooze, la gran diferencia es que los años 30 fueron eclipsados por la I Guerra Mundial, mientras que las generaciones viven en un período que ya no está empañado por la guerra; y, según el experto, se necesita una combinación de guerra y crisis (económica, social y política) para encontrarse ante una situación como la de los años 30.
Si bien existen evidentes tensiones y conflictos en la actualidad que podrían intensificarse, como en el este de Asia, en Corea del Norte, o en Taiwán, a Tooze se le hace difícil imaginar que europeos o estadounidenses se unan para enfrentarse a China o que los nacionalismos emergentes sean una amenaza inminente para Occidente.
Aprovechando la presentación de su libro y de las lecciones de la Gran Recesión para la UE, le preguntamos sobre los principales efectos sociales y económicos de la crisis financiera actual y sus diferencias respecto a la anterior. Para Tooze, la crisis económica que comenzó en 2008 tiene en común con otras crisis que ha producido una fuerte desigualdad: una enorme división entre los mundos de las personas cuyas vidas casi no se vieron afectadas por la crisis, la mayoría, y las de las personas cuyas vidas se vieron terriblemente afectadas, y cuyo perdura en la sociedad europea tal y como sucedió en los años 30.
Tooze indica que la gran diferencia entre la crisis de los años 30 y la de 2008, mirada desde una perspectiva global en lugar de centrada en los puntos críticos de Europa, es que en esta ocasión no hemos llegado a una situación tan crítica como la de la Gran Depresión en la mayoría de países (en Grecia y en algunas partes de España sí se experimentaron efectos similares). Si bien los primeros doce meses de ambas crisis son muy similares, por ejemplo en términos de caída del comercio y de la producción industrial, a partir de 2009, fuera de Europa se inició una senda de recuperación que llevó a la economía estadounidense a una situación cercana al pleno empleo.
Esta rápida recuperación de otros países invita a reflexionar sobre la experiencia en Europa y, en particular, en países como España, Grecia, Italia, Irlanda o Portugal en esta crisis. El problema para la clase política en Europa es que toda responsabilidad apunta directamente a los centros reguladores de la zona euro, donde no se hicieron las cosas que podrían haberse hecho para aliviar la crisis.
¿Cómo se puede digerir políticamente que los jóvenes en España hayan sufrido una tasa de desempleo juvenil del 50%, en los últimos diez años, o incluso más en Grecia?
España es una entidad económica y política del tamaño de Texas. Sin embargo, señala Tooze, si Texas hubiera experimentado un 50% de desempleo juvenil, la política estadounidense se habría revolucionado y habría supuesto una crisis de proporciones nacionales. En la zona euro, por el contrario, esta situación se ha ocultado. El experto opina que una de las diferencias reveladoras en esta crisis es que sabíamos qué medidas políticas eran necesarias para solventar la crisis, y existen ejemplos de países que las han adoptado. En la UE esas medidas no se tomaron, lo que ha supuesto un grave desafío para el liderazgo de la clase política europea.
Tooze se pregunta durante cuánto tiempo más se puede seguir negando que el sistema político tiene que obtener resultados. El sistema político tiene que ofrecer perspectivas de futuro y de una vida razonable a la mayoría de la población y, especialmente, a las generaciones más jóvenes. Si no lo hace, sufrirá una pérdida catastrófica de legitimidad que es, precisamente, lo que ya ha ocurrido en Europa. Esta es, según Tooze, la mayor diferencia entre los dos momentos históricos: en esta ocasión sabíamos cómo lidiar con la crisis, pero no se hizo; y será difícil escapar de las implicaciones que esto tendrá en el largo plazo.