Por Manuel Muñiz.
Es prácticamente indiscutible que nos encontramos en un momento histórico único debido a la velocidad del cambio en innumerables ámbitos y los retos que esto plantea. El último siglo, por ejemplo, concentra la inmensa mayoría del aumento de desarrollo social y PIB mundial de la historia de la humanidad. La ya bien conocida Ley de Moore se cumple con sorprendente exactitud y aproximadamente cada dos años se duplica la capacidad de los circuitos integrados. Como dato de color adicional, y para poner la velocidad del cambio de la época actual en perspectiva, mientras que el teléfono tardó 75 años en alcanzar los 50 millones de usuarios, la radio 38 y la TV 13, el famoso juego Angry Birds tardó solamente 35 días. Nuestros días son cualitativa y cuantitativamente diferentes a los de las épocas que nos preceden.
La causa de todo esto se atribuye a un aceleradísimo avance tecnológico que ha llevado a una de las consultoras líderes a identificar 12 tecnologías disruptivas que tendrán el mayor impacto económico en los próximos 10 años, desde el internet móvil hasta las energías renovables, pasando por la automatización del trabajo, el internet de las cosas, la robótica avanzada, la genómica de nueva generación y la impresión en 3D.
Este panorama plantea una serie de retos, entre los cuales se destacan la transformación del mercado laboral (marcado descenso en el número de personas trabajando en el primer y segundo sector por una automatización a enorme velocidad), y la estagnación en los niveles de renta de la mayoría (creciente divergencia entre aumento de productividad y congelamiento de rentas). El primer reto tiene como consecuencia grave el surgimiento de una nueva clase socioeconómica denominada como el “precariado”, y el segundo trae consigo la fractura del contrato social: mientras que tradicionalmente los salarios han sido los elementos redistributivos, hoy en día ya no lo son. Desde los años 70 hemos aumentado la productividad de nuestras sociedades en un 250%, pero la renta media se ha mantenido prácticamente estable. Otros retos son la caída de la movilidad social e intergeneracional y el crecimiento de la desigualdad.
¿Qué consecuencias políticas ha traído esto? En primer lugar, un pronunciado sentimiento anti-sistema, una profunda fractura entre las élites (el llamado 1%) y el 99%, y una sordera de aquellas con respecto a los problemas reales de las clases medias. En segundo lugar, ha llegado la “era anti-liberal” y en muchos países empezamos a tener a los “bárbaros a las puertas”, un debilitamiento de la UE y del comercio internacional (una nueva Espiral de Kindleberger a la Gran Depresión de 1929). Por último, y no por ello menos alarmante, nos encontramos en un momento de pérdida de fe en la democracia como sistema de gobierno. Esto ha traído y está trayendo consigo un auge de líderes autoritarios y de decreciente sensibilidad por el sistema liberal que ha marcado los últimos 80 años.
Ante este alarmante panorama, y siempre conscientes del hecho de que el orden liberal ha sido también un gran generador de riqueza y bienestar en el mundo, el ponente propone estudiar la viabilidad de un nuevo contrato social con tres elementos principales:
1. Una transformación de las fuentes de ingreso del Estado: impuestos sobre el capital, fondos de capital- riesgo públicos al estilo noruego o saudí, un impuesto quizá a las ofertas públicas de venta, etc.
2. Replanteamiento del sistema redistributivo: rentas básicas universales, programas de transferencia de ingresos y riqueza, etc.
3. Replanteamiento del rol del sector privado: ir más allá de la maximización de beneficios y premiar el concepto de sostenibilidad, premiar empresas que invierten más en filantropía, ampliar el concepto del “stakeholder”, etc.
La primera edición del “Workshop on the Future of Government” reunió durante cuatro días a 25 altos funcionarios, políticos, académicos y otros profesionales españoles de dilatada trayectoria en el ámbito público en la McKenna Room de Christ Church College, en la Universidad de Oxford, para hablar de este y de otra serie de bloques temáticos relacionados con el futuro del gobierno. Si bien los retos son reales y sus consecuencias ya palpables, en el debate de este bloque, se habló sobre si las tendencias descritas son estructurales (el argumento propuesto por el ponente) o coyunturales (por los retos puntuales específicos de la última década). Se advirtió sobre el peligro de que el nuevo contrato social propuesto afecte la eficiencia de los mercados o se inmiscuya en la iniciativa privada pero se recordó que los cambios en el mercado laboral traerán consigo oportunidades y nuevas categorías profesionales, como veremos más adelante. Debemos abogar por una recuperación del PIB que genere empleos de calidad.
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Manuel Muñiz es Catedrático Rafael del Pino de Transformación Global, Decano de la Escuela de Relaciones Internacionales del IE y Director del Centro para la Gobernanza del Cambio de la misma institución. El trabajo académico del Dr. Muñiz se concentra en los campos de la innovación, la disrupción, la geopolítica y la gobernanza global.
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