Las democracias europeas, y occidentales en general, viven tiempos bastante agitados. Algunos autores hablan, incluso, de “crisis de la democracia”, aunque quizá fuera más correcto decir que el estado natural de las democracias de corte liberal es de crisis existencial, dada su fragilidad, pero también su capacidad de resistencia (Pérez Díaz, 2008).
Se observan en las últimas décadas algunos fenómenos preocupantes desde el punto de vista de esa fragilidad existencial, porque dificultan el funcionamiento de la democracia y/o porque hacen más difícil conseguir el apoyo ciudadano que requiere como régimen político, incluyendo un grado sustancial de participación cívica.
El estado natural de las democracias de corte liberal es de crisis existencial, dada su fragilidad, pero también su capacidad de resistencia
Se trata de fenómenos tales como la desconfianza creciente de la ciudadanía en la clase política en bastantes países, la extendida sensación (también en bastantes países) de que las democracias no funcionan tan bien como debieran o no son capaces de afrontar nuevos problemas de dimensión global, y regional, la tendencia a la caída en la participación en las elecciones generales, la caída en las tasas de pertenencia a partidos políticos, la caída en el voto a partidos tradicionales como los socialdemócratas (pero no solo a ellos), la emergencia de partidos populistas que tienden a cuestionar los fundamentos de las democracias liberales realmente existentes, entre otros. Muchos de esos fenómenos suelen englobarse en la temática del descontento o la desafección política.
En ese contexto, la Fundación Rafael del Pino encargó a Víctor Pérez-Díaz la convocatoria y coordinación de una reunión en que pusieran sus ideas en común expertos en esa problemática, por su dedicación académica, investigadora o de participación en la discusión pública española. La reunión se celebró el 21 de noviembre de 2017, en la sede de la Fundación, bajo su liderazgo y contó con la participación de representantes de entidades como Fundación Alternativas, Hay Derecho, Revista de Libros, Fundación FAES y las Universidades de Murcia, Barcelona y Carlos III.
En el coloquio se debatió sobre la cuestión desde tres puntos de vista: cómo hay que entender el fenómeno de la desafección política, cuáles son sus causas posibles, y qué tipo de remedios caben.
El fenómeno de la desafección política
El entendimiento habitual de la desafección en los estudios de ciencia política se refiere a un fenómeno reciente de distanciamiento de la ciudadanía con respecto a la política, que se refleja en las encuestas y, en ocasiones, en un aumento de la abstención electoral. Una variante de esa interpretación enfatiza la crisis de los partidos políticos, más evidente en la socialdemocracia, los malos resultados electorales de los partidos tradicionales, y la emergencia de partidos populistas.
Compatible con ambas interpretaciones es el recordatorio fundamental de que el fenómeno es más evidente en unos países que en otros, resaltando el contraste entre el norte y el sur de Europa. Una interpretación con más recorrido histórico entiende la desafección como un fenómeno recurrente en la historia de los regímenes liberales y democráticos, y plantea prestar una especial atención a lo ocurrido a finales del siglo XIX y en los años treinta del XX.
Causas
La discusión distinguió tres ejes principales que pueden ser las causas de este fenómeno, todos ellos vinculados o atravesados por fundamentales intermediaciones culturales. Primero, la aparición o el crecimiento de nuevos problemas o retos (globalización, situaciones de crisis económica, movimientos migratorios, cambio técnico) más difíciles de afrontar. Segundo, las características de la vida política que pueden contribuir al desapego ciudadano: comportamientos deshonestos, usos cainitas, comportamientos que empujan a la “infantilización” de la ciudadanía, o la diferencia en el tempo vital de las clases políticas y el de las gentes del común, mucho más rápido y orientado al futuro en las primeras. Tercero, los cambios económicos y sociales que hacen a la ciudadanía más proclive a retirar sus afectos a las clases políticas tradicionales: crisis económicas duraderas, cambios asociados a la digitalización y a la globalización.
Remedios
Como cierre al debate, los expertos reunidos ahondaron en los posibles remedios al problema de la desafección política, entorno a varios argumentos principales. Primero, serán necesarias, reformas institucionales como las orientadas a combatir la corrupción o a profesionalizar más la función pública, las cuales requerirán de cambios en la cultura vivida y en los usos de la ciudadanía (y la clase política). Segundo, se alertó acerca de los riesgos de soluciones tecnocráticas, a escala nacional o supranacional, pero también de las soluciones populistas. Tercero, se apuntó a la posibilidad de inspirarse en la experiencia de países que han lidiado mejor con esta problemática y en experiencias del pasado. Por último, se planteó la necesidad de llegar a nuevos acuerdos fundamentales, intergeneracionales o, en el caso español, “interterritoriales”.