La pandemia del COVID-19 es un acontecimiento insólito para la economía mundial. La crisis económica no es fruto de políticas equivocadas, sino de una pandemia. ¿Cómo se puede superar esta situación? ¿Cuándo se podrá salir de ella? Juergen B. Donges, Catedrático Emérito de Economía de la Universidad de Colonia y director del Instituto de Política Económica de esta universidad y del Otto Wolff Institute for Economic Studies, reflexiona sobre estas cuestiones.
Una crisis con dos shocks simultáneos
La pandemia ha generado dos shocks simultáneos: uno de oferta y otro de demanda. El shock de oferta consiste en que las cadenas de valor globales han quedado desarticuladas. Esto se ha debido a las medidas de confinamiento adoptadas que han detenido la actividad productiva. También, a las restricciones a las importaciones y exportaciones de numerosos productos. En la UE, el Mercado Único ha quedado disuelto, mientras que en el mercado mundial ha aumentado el proteccionismo.
El shock de demanda se debe a que las medidas gubernamentales han restringido notablemente la movilidad de las personas. Esto ha reducido el gasto familiar en bienes de consumo duradero, ocio y turismo.
El impacto sobre la economía mundial
El impacto sobre la economía mundial ya está teniendo lugar. Todas las economías avanzadas están en recesión. Además, están afrontando una quiebra de pymes y autónomos. Hay sectores, como las aerolíneas, que tienen que luchar por su supervivencia. Las destrucciones masivas de empleo están a la orden del día. La deuda pública está disparándose. Y lo que se ha perdido hasta ahora no va a poder recuperarse.
El PIB global retrocederá en 2020 un 3%, según el FMI. En la Gran Recesión la caída fue del 1%. El comercio mundial se ha desplomado el 11%. La recesión es generalizada en todas las economías avanzadas. Para las economías emergentes se prevé un declive menor que en los países avanzados, con un descenso de la actividad hasta el 1%.
Crisis en V
Si se confirman estas previsiones del FMI, tendríamos una evolución de la coyuntura en forma de V. Esta estimación se basa en los supuestos de que la pandemia remita en verano y en que las medidas fiscales funcionen. En esto caso, la recuperación se iniciaría en el segundo semestre y continuaría en 2020. Pero no hay ninguna garantía de que este escenario se cumpla.
Las cosas pueden ir a peor. Un primer escenario, en este caso, sería un perfil cíclico en forma de U. La base sería más alargada cuanto más durase la pandemia a causa de posibles rebrotes. De producirse, la recuperación se demoraría hasta entrado 2021, con tasas de crecimiento muy bajas. Este podría ser el escenario para la economía española.
Crisis en L
El segundo escenario sería un perfil cíclico en L, en el que no se podría determinar la longitud de la base. Sería la situación que tendríamos si se produjera una nueva oleada. En ese caso, se restringiría la actividad productiva y no se vería la luz al final del túnel. Esta situación sería un verdadero desastre para las empresas, los trabajadores, las arcas públicas y la Seguridad Social.
¿Qué probabilidad hay de que se produzca un escenario u otro? Hay un 60% de posibilidades de que el perfil sea en V. Para el perfil en U, es del 30%. Finalmente, para el perfil en L, la probabilidad es del 10%. Ahora bien, hay que tener en cuenta que todo ello está envuelto en una gran incertidumbre.
La recuperación por países
El perfil de la recuperación va a ser distinto según los países. Habrá más o menos complicaciones dependiendo de cuáles hayan sido las medidas adoptadas al comienzo de la crisis. A los países que han paralizado la economía, como España o Italia, les costará mucho más. A los que han mantenido la actividad, aunque a menor ritmo, como Alemania u Holanda, les costará menos. Y también dependerá del peso que tengan en el PIB los sectores más castigados por la crisis.
De lo que se trata ahora es de conciliar objetivos sanitarios y económicos. Mientras no haya desaparecido el riesgo de contagio, y no se disponga de una vacuna, hay que extremar las precauciones. Pero si la cifra de personas infectadas evoluciona favorablemente, entonces hay que iniciar la desescalada.
La clave está en la política fiscal
La economía tiene ante sí un reto doble. Por un lado, hay que evitar un deterioro irreparable del tejido productivo. Pero hay que hacerlo sin bloquear cambios estructurales que se produzcan por razones tecnológicas y de mercado. Por el otro, hay que recuperar la confianza de los agentes económicos para que la economía se reactive.
En política macroeconómica, la clave está en la política fiscal. Los bancos centrales van a mantener una política monetaria ultra expansiva. Por tanto, las condiciones financieras seguirán siendo muy holgadas. Así es que es la hora de la política fiscal, en función del tipo de perfil cíclico en que vaya a moverse la economía. Si el perfil es una V, basta con las medidas ya adoptadas, junto con el funcionamiento de los estabilizadores automáticos. No habría que hacer nada más. Si el perfil es una U o una L, entonces se necesitaría un esfuerzo fiscal mayor. La forma más eficaz sería mediante desgravaciones a las empresas, incluidas amortizaciones aceleradas. También, mediante la posibilidad de trasladar pérdidas a ejercicios anteriores en los que se hubieran producido beneficios. Además, habría que promover inversiones públicas en educación, investigación sanidad y estructuras vitales. También habría que reducir los trámites para la creación de empresas.
Ayuda de la Unión Europea
De todas formas, pudiera ser que los gobiernos necesitaran ayuda externa. En Europa pueden acogerse a los mecanismos ya existentes. Están bien dotados y las condiciones de acceso a ellos se han relajado. Se trata del MEDE, los fondos estructurales y de cohesión y el Banco Europeo de Inversión. Los gobiernos pueden utilizarlos ya.
Crear un fondo europeo de reestructuración, en cambio, llevaría mucho tiempo y muchos países no estarían de acuerdo. Tampoco hay que volver al tema de los eurobonos, porque tienen tres problemas. Primero, habría que reformar el tratado de la UE y suprimir la cláusula de bail out. Segundo, significa mutualizar por ley la deuda pública, lo que crea efectos perversos. Los países no aplicarían políticas presupuestarias rigurosas y demorarían las reformas estructurales necesarias para el crecimiento económico. Tres, es inaceptable para los alemanes tener que responsabilizarse de las deudas de otros países. En especial, si no pueden influir en cómo y en qué se usa esa deuda. Otra cosa sería si todos los países renunciaran a su soberanía nacional en materia presupuestaria, para trasladarla a la Unión Europea. Pero los países no están dispuestos a desprenderse de su competencia reina.
Ajustes fiscales
Con esta crisis aumentarán el déficit y la deuda en porcentaje del PIB. Los países, como Alemania, Austria u Holanda, que tienen unas finanzas públicas equilibradas porque han hecho sus deberes en el pasado, tendrán más fácil asumir ese endeudamiento. Otros, como España e Italia, que no han utilizado la bonanza económica para sanear sus finanzas, lo tendrán más difícil. Cuando se haya superado la crisis, los países tendrán que dar prioridad a la consolidación presupuestaria. No habrá más remedio porque es insostenible mantener niveles elevadísimos de deuda. Por tanto, habrá que hacer ajustes económicos más o menos severos por el lado del gasto ineficiente e improductivo. Si se consigue que la tasa de crecimiento económico supere el tipo de interés, los ajustes serán más llevaderos.
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