Dani Rodrik, Ford Foundation Professor of International Political Economy en la Harvard’s John F. Kennedy School of Government, participó en la X edición del Workshop in International Economics, celebrado del 17 al 20 de septiembre en Boston, con su presentación ¿Es factible la hiperglobalización?.
Según Rodrik, podríamos definir la hiperglobalización como una integración económica global plena, situación que tendría una serie de consecuencias para los actuales estados nación:
• No podrían imponer ningún tipo de restricción en las fronteras.
• Tendrían que armonizar sus sistemas monetarios, legales y regulatorios para minimizar los costes de transacción que se derivan de la existencia de diferentes jurisdicciones.
• Tendría que comprometerse de manera creíble a no desviarse de dichos sistemas de armonización.
En principio, existe una tendencia a que este fenómeno se produzca, pero la realidad es que la economía mundial se enfrenta a una especie de “trilema imposible”, al no ser posible que al mismo tiempo coexistan:
• Una hiperglobalización como la anteriormente definida.
• La soberanía nacional tal y como se entiende actualmente.
• Una “política de masas”, o democracia, tal que las decisiones institucionales reflejen las preferencias del electorado.
En la actualidad, la manifestación de este “trilema imposible” tiene mucho que ver con los impactos redistributivos de la apertura de la economía. La teoría económica dice que reducir barreras generalmente tiene un efecto positivo sobre el conjunto de la economía, pero esto también tiene un impacto redistributivo. Junto a esto, cuánto menores sean las barreras existentes mayor será el efecto redistributivo derivado de su eliminación frente a la ganancia agregada. El impacto de la redistribución puede compensarse para maximizar el bienestar social, pero esto resulta cada vez más difícil, por ejemplo, dada la dificultad de gravar el capital frente al trabajo.
De esta forma, la ratio coste-beneficio de la globalización, definido como el cociente entre la redistribución y la ganancia agregada, ha ido aumentando con el avance de la globalización, lo que cada vez divide más a los votantes y ha incentivado una demanda de propuestas populistas que hasta ahora no había tenido espacio político en los países desarrollados. Esto, unido a la mala gestión de la crisis, ha llevado a una reconciliación entre oferta y demanda de populismo.
Podría decirse que el populismo se caracteriza por declarar que representa a un pueblo, generalmente con un interés y un enemigo común, así como por rechazar la limitación del poder político, ya que éste representa la “voluntad del pueblo”. Además, este fenómeno tiene dos dimensiones:
• En su vertiente política, el populismo es generalmente contrario a las instituciones liberales, incluyendo la separación de poderes o instituciones internacionales.
• En su vertiente económica, es contrario a limitaciones en materia de política económica, tales como agencias regulatorias y bancos centrales independientes, así como a límites externos, como podría ser la Organización Mundial del Comercio.