Innovación: claves de su funcionamiento

La innovación es un elemento fundamental de la economía.

Es la que explica el desarrollo económico y la consiguiente mejora en el nivel de vida de las personas. Es un elemento esencial para la competitividad de las empresas y su supervivencia en el tiempo. Sin esa aplicación de nuevas ideas, procesos, productos y servicios la sociedad no hubiera evolucionado. Sin ella, el hombre no hubiera salido de la prehistoria. La innovación, sin embargo, es un fenómeno poco estudiado. No existe una teoría que explique cómo y por qué tiene lugar. Matt Ridley, periodista y escritor científico, trata de arrojar luz sobre estas cuestiones.

Innovación e invención

Un error muy común al hablar de innovación, dice Ridley, es confundirla con la invención. Pero no son lo mismo. Inventar es crear algo nuevo. Innovar es hacerlo disponible, asequible y fiable. Es un proceso colectivo en el que participan muchas personas. Y es que, para que tenga lugar, hace falta que se compartan las ideas.

La innovación tiene que ver con gente corriente, sus hábitos y sus costumbres. A partir de esta interacción, algunas personas tratan de experimentar, de hacer algo nuevo. Esa experimentación es esencial para la innovación. Ésta no funciona cuando las personas solo prueban una cosa. Así es que los procesos iterativos de prueba y error son esenciales para la innovación. No existen genios inventores que transforman el mundo de la noche a la mañana. Lo que existen son procesos colectivos, sin un orden establecido, donde hay muchos ensayos y muchos errores.

Langley vs. los hermanos Wright

Un buen ejemplo al respecto sería la invención de los aviones. En diciembre de 1903 había en Estados Unidos dos grupos de personas que intentaban conseguir el vuelo a motor. Uno fue el encabezado por el astrónomo Samuel P. Langley. Era una persona muy inteligente, muy bien situada, hábil en términos políticos. Langley pensó que podía diseñar un avión. Para ello, consiguió una beca del gobierno muy bien dotada. Cuando creyó estar listo lanzó su avión desde un barco en el río Potomac, pero el aparato cayó al agua.

Diez días después, en una isla cerca de Carolina del Norte, dos mecánicos de bicicletas de Ohio, los hermanos Wilbur y Orvalle Wright, consiguieron que su aeronave se mantuviera en vuelo. A lo largo de los años siguientes mejoraron el aparato enormemente.

Innovación e intercambio de ideas

La diferencia entre los hermanos Wright y Langley es que los primeros habían experimentado muchísimo. Los problemas los resolvieron de forma paulatina, por ejemplo, cómo pilotar en el aire. También se inspiraron en los trabajos de muchas otras personas, de Australia, de Alemania, de Francia.

 

La clave estuvo en aprovechar la sabiduría colectiva, en experimentar, en intentarlo una y otra vez. Este es el método fundamental del que surge la innovación.

El Renacimiento italiano fue un tiempo en el que se produjeron muchas innovaciones. En Florencia estaban Leonardo, Maquiavelo, Fibonacci… Fibonacci es el matemático que trae a Europa los números hindúes, que son una innovación muy importante. Él no inventó nada, solo los introdujo. La clave es que las ciudades italianas son ciudades-estado, centros de comercio. Fibonacci llega a Florencia procedente de Pisa. Su padre era comerciante y él creció en el norte de África. Allí, los árabes contaban de forma distinta, con los números hindúes y habían introducido el cero. El elemento esencial para la innovación de Fibonacci es el comercio, los centros abiertos al comercio mundial. En ellos se va a hacer con nuevas ideas, las va a combinar con otras de otros lugares. A partir de ahí van a resultar ideas innovadoras. La tecnología, las ideas que tenemos ahora, son combinaciones de otras existentes previamente.

El problema de los imperios

Los imperios, en cambio, no son buenos para la innovación. El imperio romano no innovó mucho. Lo mismo sucedió con el imperio otomano, o con el imperio Ming en China. ¿Por qué? Los imperios son zonas de comercio franco, a los que llegan muchas ideas gracias al comercio. Pero tienden a estar muy centralizados. En ellos tiende a haber mucha burocracia, que decide lo que las persona pueden y no pueden hacer. Se ve claramente en el imperio Ming. En él, cada comerciante recibía instrucciones sobre cuándo viajar, a dónde ir, qué bienes almacenar, etc. Esto asfixia la innovación.

Cuatro siglos antes, China tuvo un periodo de mucha innovación. La imprenta, la pólvora, la brújula. La dinastía Sung se planteaba las cosas de forma muy distinta a como lo hizo después la dinastía Ming. China no estaba controlada desde el centro. Al contrario, cada ciudad podía gestionarse libremente. De hecho, gobernaban los comerciantes y eran una serie de ciudades-estado. La estructura política idónea para que surja la innovación es una ciudad-estado. Fue el Renacimiento en Italia, los Países Bajos un siglo después, o la zona de la bahía de San Francisco en el siglo XX. Las ciudades son importantes porque en ellas surge mucha innovación. Las ciudades son importantes, pero si son ciudades autogestionadas, no grandes capitales imperiales.

Marco institucional e innovación

El marco institucional es importante para que florezca la innovación. Es importante contar con una sociedad en la que las personas puedan ganar dinero y gastarlo como quieran. En la que puedan intercambiar ideas gracias a la existencia de medios de comunicación libres. Se trata de que existan los incentivos adecuados. Es decir, que si alguien decide crear un dispositivo nuevo, pueda obtener una recompensa si lo consigue. Las patentes, sin embargo, no fomentan la innovación. Más bien, promueven el monopolio, que frena la innovación. En realidad, cuando prescriben las patentes se produce más innovación. Así es que la innovación no tiene tanto que ver con la propiedad. Tiene más que ver con las instituciones que permiten el intercambio de ideas, de capital, de inversiones, de personas.

Los procesos de innovación no los diseña nadie. Son las personas las que los ponen en marcha. No hay ningún ejemplo de país en el que el gobierno se siente con un grupo de expertos para ser el mejor en innovación. A veces se intenta. Pero todo suele estar demasiado centralizado, demasiado dirigido. Con frecuencia, incluso, el gobierno elige la tecnología. En esos casos, el proceso innovador no suele funcionar.

La excepción china

Un ejemplo contrario muy interesante es China que, ahora mismo, es un país extraordinariamente innovador. Esto no se debe a la libertad política, que no existe. Obedece a que China es bastante libre en términos estrictamente económicos. Si alguien constituye una empresa en China, los obstáculos burocráticos pueden ser inferiores a los de Occidente. Para la innovación, la institución más importante es la libertad.

Necesitamos instituciones educativas. El papel del MIT o de Stanford es importantísimo, pero si pensamos en la revolución industrial, ésta tiene poco que ver con las universidades. Es bueno tener buenos centros para formar a las personas, para investigar. Pero se tiende a exagerar al señalar que el punto de partida de la innovación proceda de la universidad. Tendemos a pensar en un modelo que dice que la universidad genera la ciencia. Esa ciencia se aplica gracias a las inversiones y esto da lugar al crecimiento económico. Es un modelo lineal que empieza con la ciencia, sigue con la tecnología y luego llega a la empresa. A veces pasa, pero, sorprendentemente, muchas veces no funciona así. Por el contrario, en muchos casos primero surge una tecnología y luego hay que explicar la ciencia subyacente.

Las universidades, por tanto, deberían ser el resultado de la innovación, no su semilla.

La gente corriente

La gente de a pie también puede ser innovadora. Debemos olvidarnos de que solo los genios pueden serlo. Ninguno de los hermanos Wright había pasado por la universidad. Su hermana sí, pero ellos no. Su rival, Langley, en cambio, tenía un doctorado. Pero fueron los Wright, y no Langley, quienes consiguieron que el avión volase.

También hay otro fenómeno, relativamente nuevo, que es el de la innovación libre. El consumidor normal desarrolla la innovación que se utiliza en la tecnología. Por ejemplo, los padres de niños diabéticos que quieren medir su nivel de azúcar en la sangre vía remota mientras los niños están en el colegio. Un grupo de padres se reunió y desarrolló un programa informático para hacerlo. Se lo vendieron a las empresas que estaban desarrollando los dispositivos para medir el azúcar en sangre. Esta es una innovación generada por el usuario mismo.

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