Mercado de trabajo: debilidades estructurales

La economía española viene arrastrando, desde hace décadas, unas debilidades estructurales en el mercado de trabajo. Las tasas de desempleo son más altas que la media europea. Los niveles de precariedad están también por encima de ese promedio. Hay grupos sociales especialmente castigados por el paro, en los que la situación puede enquistarse. Falta mano de obra cualificada. Los fondos europeos que recibirá España para superar la crisis del Covid pueden ser una buena ocasión para resolver estos problemas.

El origen de los problemas del mercado de trabajo

Juan José Dolado, catedrático de Economía en la Universidad Carlos III, sitúa el origen del problema en la necesidad de mantener la paz social, en el pasado, en la apuesta por una protección extrema al empleo. La raíz de los problemas del mercado de trabajo reside ahí. La Transición pudo ser una gran oportunidad de revertir esta situación. Sin embargo, no fue así. Para aceptar entrar en el juego los sindicatos pidieron a cambio que se mantuviera la protección. Pero como esa situación no podía persistir en el tiempo, se buscó una solución que, a la postre, resultó problemática. Se trato de flexibilizar el mercado laboral a dos velocidades. Por un lado, los trabajadores mayores siguieron cubiertos por la protección del pasado. Pero, por otro, a partir de 1984, se extendió la posibilidad de realizar contratos temporales a cualquier tipo de actividad laboral.

Esta reforma del mercado de trabajo fue concebida con carácter transitorio. Las prácticas de los agentes sociales, sin embargo, la perpetuaron, puesto que todos ellos ganaban con ella. La patronal, por un lado, abarataba los costes empresariales, en especial los de despido. Además, se eliminaba la incertidumbre judicial sobre la procedencia del despido. En consecuencia, la temporalidad pasó del 15% al 33% de los asalariados.

Los sindicatos, sigue Dolado, pensaron que su base son los trabajadores con contrato indefinido. Por tanto, su objetivo principal fue defender los intereses de los indefinidos. Los temporales pasaron a un segundo plano de importancia. Con todo ello se generó la dualidad actual del mercado de trabajo.

Esta situación, advierte Dolado, tiene efectos de calado sobre la estructura económica española. Este marco genera incentivos para que los empresarios se especialicen en sectores en los que es posible la contratación temporal. Por tanto, se concentran en el ladrillo, el turismo o la hostelería. Turismo y hostelería representan el 20% del empleo total. Ni en Francia, ni en Italia, ni en Grecia estos sectores tienen tanto peso.

Precariedad laboral

Otro de los problemas de la dualidad es que da lugar a la precariedad de los trabajadores temporales, explica Manuel Sanchís, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Valencia. Este hecho se manifiesta en la falta de apoyo a los temporales por parte del resto de trabajadores cuando llegan los tiempos difíciles. También carecen de una identidad basada en el trabajo. Esa sensación se intensifica porque el trabajador temporal no se siente parte de una comunidad laboral solidaria.

Sanchis, además, detecta otras tres dualidades en el mercado de trabajo. La segunda consiste en el desacoplamiento entre la demanda de cualificaciones de las empresas y las que poseen los trabajadores. El 8% de las cualificaciones que demandan las empresas cambia cada año. En cambio, las de los trabajadores solo cambian el 2%. Esto amplía la brecha de empleabilidad. De hecho, el 33% de los trabajadores se ve afectado por este desbalance.

Razones de sexo y edad

La tercera dualidad del mercado de trabajo se produce por razones de sexo y edad. Se refiere, por un lado, al paro juvenil y al desempleo entre los mayores de 55 años. Por otro, al mayor peso del trabajo a tiempo parcial entre las mujeres, por la necesidad de tener que dedicarse a la atención de los menores.

La cuarta dualidad es la baja tasa de empleo femenino, que es 11,5 puntos inferior a la tasa de los varones. Esto reduce la base del sistema impositivo y de cotizaciones sociales, con lo que daña la sostenibilidad del sistema de pensiones. Una mayor tasa de empleo femenino, por tanto, es necesaria para reducir la brecha salarial y la precariedad.

Déficit cualitativo y cuantitativo

Para Raymond Torres, director de Coyuntura y Análisis Internacional de Funcas, hay dos debilidades principales que arrastramos desde hace cuarenta años. En primer lugar, hay un déficit cuantitativo de empleo, cifrado en 1,5 millones respecto a Europa. En segundo término, hay un déficit cualitativo respecto a las condiciones de trabajo. Este último provoca que la productividad y los salarios sean un 15% menores que la media de la UE. El cuantitativo supone un tercio del déficit total con la UE, el cualitativo los dos tercios restantes.

Estamos ante una transformación digital acelerada por la pandemia

Esto sitúa a la economía española ante retos muy importantes. Todos los déficits del mercado de trabajo -temporalidad, paro juvenil, salarios de entrada- se han deteriorado. Ahora estamos ante una transformación digital acelerada por la pandemia. Los problemas cualitativos se exacerban con esos cambios. Lo primero que cambia es la relación laboral. Ahora hay personas que trabajan para una empresa y otras que lo hacen a través de una plataforma. El empleo ahora tampoco es a tiempo completo y en un lugar determinado. Por el contrario, aparecen nuevas formas de trabajo que rompen el modelo laboral tradicional. Más disruptivo aún es el cambio en la organización del trabajo, que es mucho más horizontal. Ahora lo importante no es el tamaño de una plantilla, sino la densidad de los contactos a través de una plataforma digital.

Polarización

Todo ello lleva a una cierta polarización en la demanda de empleo. Se incrementa para tareas que requieren mucho capital humano. También para las de baja cualificación pero que requieren una relación interpersonal. En cambio, disminuye la demanda de trabajo que se sitúa entre estos dos polos. Este fenómeno disruptivo ofrece en la pandemia oportunidades de reinserción en el mercado laboral a través de las plataformas. También supone una oportunidad de emancipación de la clase trabajadora, porque la plataforma hace que exista una conexión directa entre la persona y su trabajo. No obstante, hay un riesgo de polarización, que entraña desigualdades de rentas. Y, sobre todo, hay un riesgo de inseguridad laboral, porque nadie sabe cuáles serán los trabajos del futuro.

Para cambiar la situación, indica Dolado, habría que hacer cosas como la mochila austriaca. Ésta hace que la indemnización por despido no esté asociada a la antigüedad en la empresa. En un proceso de reasignación como el que va a ocurrir ahora, esto es importante. El problema de la mochila austriaca es la transición. Esto es, qué pasa con la generación presente por la que las empresas no han aportado dinero a ella. Una buena idea sería utilizar los fondos europeos para cubrir ese déficit. Esto permitiría aumentar la movilidad laboral y reduciría la tasa de mortalidad de las empresas, porque reduce el problema del pago de indemnizaciones.

La reforma del mercado de trabajo

Además, está el contrato único. Con él se trata de reducir paulatinamente la diferencia de indemnizaciones entre trabajadores fijos y temporales. De esta forma, el empleo de los contratos temporales quedaría circunscrito a las causas que verdaderamente los justifiquen. Por último, Dolado pide redefinir los costes del despido objetivo, ya que el contrato único puede incrementar el coste medio del despido.

Para Sanchis, la futura reforma laboral debería procurar una mayor disponibilidad de mano de obra potencial. Eso pasa por modernizar el sistema de protección social para que los desincentivos no frenen el retorno al mercado de trabajo. En segundo lugar, debería mejorarse la empleabilidad de las personas. Después, debería actualizarse la formación de los trabajadores y parados y sus competencias profesionales. Los fondos europeos pueden resultar de gran ayuda en este sentido.

La revolución digital

Torres, por su parte, cree que hay que preparar el mercado de trabajo para la revolución digital. El instrumento prioritario para ello son las políticas activas de empleo. Es necesario que haya un equipo de orientadores en las oficinas de empleo, en contacto con el mundo empresarial, para identificar las oportunidades de empleo. Debería haber dispositivos específicos para colectivos particulares, por ejemplo, familias monoparentales, jóvenes o parados de edad.

Otra prioridad debe ser la formación, con la dificultad de no saber cuáles serán las capacidades necesarias en el futuro. La formación, por ello, debe ser muy reactiva a las necesidades que vayan surgiendo en el mercado laboral. Hay que aproximar el sistema educativo y el mundo del trabajo. Además, hay que cambiar la cultura empresarial, porque las estructuras de las empresas van a cambiar. Por último, hay que acercar el sistema de protección social a los diferentes tipos de empleo, por ejemplo, asalariado y autónomo. No hay que desincentivar fiscalmente las formas de empleo estable. Hay que dotar de previsibilidad al derecho laboral, especialmente para la pequeña empresa y para el trabajador.

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