Una de las grandes preguntas de la economía es porqué hay países prósperos, desarrollados, mientras que otros son pobres, subdesarrollados. O, dicho de otra forma, porqué unos países han conseguido disfrutar de rentas altas y elevados niveles de vida y bienestar y otros, en cambio, no son capaces de salir de la pobreza y aportar a su población unos niveles de bienestar mínimamente dignos. Esta es una cuestión que lleva estudiándose más de doscientos años. Para unos autores, la clave está en la apertura o no al comercio. Otros, en cambio, ponen énfasis en factores como la geografía, el clima, los recursos naturales, la cultura, la historia y el colonialismo. Otros más hablan de las relaciones desiguales en el comercio internacional, o de la dependencia que tienen los países atrasados de las economías más desarrolladas. Muchas de estas explicaciones tienen, además, naturaleza ideológica y todas ellas comparten la idea de que el atraso económico es algo exógeno a los países subdesarrollados, algo que les viene dado desde fuera y que no pueden cambiar por sí solos.
James Robinson, sin embargo, aporta una visión completamente diferente acerca de por qué fracasan los países. Robinson, catedrático de Economía Política en la Harris School de Política Pública en la Universidad de Chicago y coautor con Daron Acemoglou del libro Por qué fracasan los países, una obra fundamental del análisis y el pensamiento económico, mira hacía dentro de los países y concluye que las sociedades tienen éxito o fracasan, en términos económicos, dependiendo del tipo de instituciones económicas y políticas de que se doten. Según explica, las instituciones inclusivas, aquellas que promueven la libertad, la participación y la defensa de los derechos de propiedad, crean riqueza y prosperidad mientras que las extractivas, las concebidas para que la élite en el poder pueda enriquecerse con independencia de cualquier otra consideración acerca de la situación del país, generan pobreza. Pues bien, las sociedades que tienen éxito son las que se han dotado de instituciones inclusivas, mientras que las que fracasan tienen instituciones extractivas.
¿Cómo influyen las instituciones? Robinson lo explica. Las sociedades de éxito son aquellas que generan productividad. Esta es una cuestión importante porque la diferencia entre los países ricos y los pobres no es, en realidad, de renta per cápita, sino de productividad. Es la baja productividad la que explica los bajos niveles de renta per cápita. Y detrás de ello se encuentra la forma en que las sociedades están organizadas; las normas, los sistemas de incentivos y las oportunidades que se generan en su seno. Todo lo cual depende de las instituciones.
Bill Gates y Carlos Slim, continúa, son dos de las personas más ricas del mundo, pero la forma en la que hicieron su fortuna y el impacto de su enriquecimiento en las sociedades estadounidense y mexicana, respectivamente, son muy diferentes como consecuencia, precisamente, de las diferencias institucionales entre ambos países. Estados Unidos cuenta con instituciones inclusivas que llevan a la gente hacia las actividades innovadoras que generan riqueza para el conjunto de la sociedad. En México, en cambio, las instituciones no aplican las normas y permiten la generación de monopolios, como el de Slim, que enriquecen a unos pocos y empobrecen a la mayoría, incluido al Estado.
Detrás de las instituciones hay un Estado, un sistema político, que es el que crea dichas instituciones. Si las instituciones que surgen son inclusivas, es decir, que definen y defienden los derechos de propiedad, los países prosperan. Si, por el contrario, son extractivas, o sea, que no definen ni protegen esos derechos, entonces los países fracasan. Las primeras permiten aprovechar el talento latente en las sociedades; las segundas, no. Los países pobres, desde esta óptica, no lo son porque carezcan de gente capaz, sino porque el sistema institucional no permite que se pueda sacar partido de esas capacidades.
Las instituciones extractivas, además, concentran el poder político en unas pocas manos, mientras que las inclusivas lo distribuyen por la sociedad. Así se configuran las instituciones políticas. Y las instituciones políticas extractivas dan lugar a instituciones económicas extractivas, mientras que las inclusivas generan otras económicas también inclusivas. Las primeras crean pobreza; las segundas, crecimiento económico y desarrollo.
Hay casos, no obstante, como el de China, en el que instituciones políticas extractivas dan lugar a instituciones económicas inclusivas que generan crecimiento económico. Pero esa situación, advierte Robinson, es inestable e insostenible a lo largo del tiempo.