Las redes sociales y el final de la democracia

Quién iba a decir que las redes sociales acabarían por convertirse en una de las amenazas más importantes para las democracias. Parecen algo inofensivo y en sí mismas lo son. El problema reside en que alteran parámetros sociológicos fundamentales que determinan la estabilidad del sistema político. Lo explica Jonathan Haidt, Thomas Cooley Professor of Ethical Leadership en la New York University Stern School of Business.

La amenaza populista

Haidt se percató de que, en la actualidad, hay muchos países con problemas de estabilidad política. Esto no es algo exclusivo de Occidente. La amenaza populista a la democracia también se deja sentir en Asia y Latinoamérica. Y es tan importante esa amenaza que la probabilidad de que desaparezca una serie de democracias en las próximas dos décadas no es desdeñable.

Esta no es la primera vez en la historia que sucede algo así. En el pasado ha habido muchos casos, en distintos lugares del mundo, de proyectos democráticos fracasados. Para eludir esa inestabilidad, las constituciones modernas establecieron unos parámetros bien definidos. Por ejemplo, la separación de poderes, o los derechos fundamentales de la persona. Si esos parámetros funcionaban, las democracias podrían funcionar también durante siglos.

Las redes sociales entran en acción

Ahora, esos parámetros fundamentales están cambiando, con lo que las democracias se están volviendo más inestables. ¿Quién es el responsable? Para Haidt, la respuesta es muy clara: Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook. Lo que ha hecho no ha sido premeditado. Sin embargo, es lo que ha sucedido. Y lo que ha pasado es que las redes sociales han cambiado los parámetros fundamentales de la sociedad. Un cambio que está resultando muy nocivo para las democracias.

La política actual es diferente porque las redes sociales la han cambiado. Las redes sociales reúnen a la gente y la concentran en grupos. Desde el punto de vista de la comunicación, esto implica que ahora la gente tiene más conversaciones privadas. Pero la comunicación es una calle de doble dirección. Así es que lo que sucede en los grupos de las redes sociales condiciona a las personas. Este hecho provoca que a la gente le preocupe lo que piensen los demás de ella, porque se ve expuesta al público, al grupo.

El problema de los ‘like’

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Las conversaciones en las redes, por tanto, ya no son honestas ni auténticas. Por el contrario, a causa de ello ahora todo el mundo asume actitudes de superioridad moral, participa de ellas. Quien se comporta así considera que lo que dice es siempre la verdad. Por eso, desde su perspectiva, nadie puede estar en desacuerdo con esa persona.

Todo esto pasa desde que, en 2009, Facebook inventó el botón de ‘Me gusta’. Antes de ello, las redes sociales eran de otra forma. Eran como una especie de agendas que permitían a la gente compartir cosas con sus amigos y familiares. Ahora, en cambio, se puede cuantificar todo a través de los ‘likes’ y optimizar lo que hace una persona. Y, además, también se puede compartir todo a través de las redes.

Los periódicos, que antaño eran fuente importante de información veraz, han tenido que adaptarse al mundo de las redes sociales. Es la única forma de que la mayoría de la gente los lea. Pero eso implica que tienen que atraer lectores. Para conseguirlo, cargan bastante las tintas en sus titulares. Esto no es profesional, porque ya no se trata de informar. Ahora de lo que se trata es de enganchar a la gente.

Las redes sociales y la manipulación de la sociedad

Todo esto explica por qué los parámetros han cambiado. Las redes sociales encajan perfectamente en las ranuras y extraer todo de nuestra vida privada. Quienes quieren destrozar la democracia, como Putin, lo aprovechan para sus fines. Y como, al final, todo gira en torno a las redes sociales, esto nos une en grupos virtuales cerrados. Las redes, por eso, son muy efectivas a la hora manipular a los grupos, de promover el descontento con la democracia. Esto provoca la polarización de la vida política y social de la nación.

¿Por qué ocurre esto? Porque la generación Z tiene menos experiencias vitales que las generaciones anteriores. Tardan más en cubrir los hitos propios del desarrollo personal. Por ejemplo, conseguir el carné de conducir, tener la primera relación de pareja, o trabajar para ir a la universidad. Luego llegan a la universidad y el profesor les dice que lean un libro donde hay una violación. Eso les choca y les provoca depresión y ansiedad porque no están preparados para afrontarlo. Este problema afecta a las chicas mucho más que a los chicos. Las mujeres de generaciones anteriores, que no tenían redes sociales, sin embargo, sufrían menos de estos trastornos.

La educación de los niños

Esto está ocurriendo en muchos países a causa de las redes sociales. Antes, los niños antes quedaban después del colegio y se iban a jugar. Ahora se conectan electrónicamente desde sus casas y eso no es lo mismo. A las chicas, además, les afecta más la comparación social constante que suponen las redes sociales. Les da miedo perderse algo y piensan que, si todo el mundo se lo pasa bien y ellas no, es que les pasa algo. Y, si tienen un conflicto, tienden a desprestigiar a sus compañeras a través de las redes sociales, con lo que ello conlleva. Las redes sociales, por tanto, son perniciosas para los niños.

A esto se añade la sobreprotección a los hijos. Los niños necesitan experimentar el fracaso, ser criticados, verse aislados, aunque no con demasiada frecuencia, y aprender de ello. La sobreprotección impide el desarrollo necesario para poder afrontar los problemas de la vida. Los niños, en consecuencia, no saben cómo defenderse ante ellos. Al final, lo van a aprender de la forma más dura, pero es mejor que sea así a que no lo aprendan nunca. Con la sobreprotección los estamos confundiendo. Cuando juegan, en cambio, aprenden y practican las destrezas que necesitarán en la vida. Por eso es importante que jueguen entre ellos. Pero ahora no pueden hacerlo a causa de la sobreprotección paterna.

El aislamiento de la generación Z

La información también forma parte del problema. Los jóvenes crean y comparten sus propios contenidos y no ven nada más. Pero eso es un conocimiento muy limitado. A la gente le va mucho mejor si puede aprovechar la sabiduría colectiva de la sociedad, lo que implica salir de ese encierro. Y es que la generación Z se ha aislado de la transmisión de historias de las generaciones anteriores porque no les escuchan. Al hacerlo, se han aislado de la sabiduría.

La democracia y la generación Z van a tener dificultades hasta que las redes sociales sean menos contagiosas y perniciosas. Por ello, hay que introducir cambios en la democracia para que la gente la apoye más. También en la educación que proporcionan los padres a los hijos, así como darles más independencia. Además, hay que retrasar el acceso a las redes sociales a los 16 años. No obstante, eso no va a servir de mucho si no somos menos ‘sensibles’, si seguimos transmitiendo mensajes de ira, y si no tratamos de ofender menos a los demás.

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