¿Por qué comemos? La respuesta a esta cuestión parece fácil. Comemos porque lo necesitamos para sobrevivir. Es lo que venimos haciendo como especie desde hace cientos de miles de años. Pero, más recientemente, también empezamos a comer por placer. Disfrutar de un buen restaurante es un lujo que nos podemos permitir gracias al desarrollo económico. ¿Pero podemos considerar a los alimentos como medicina? Podemos hacerlo, y tener una vida más saludable, gracias a la nutrición de precisión. Lo explica José María Ordovás, científico principal del Centro de Investigación de Nutrición Humana sobre el Envejecimiento de la Universidad Tufts.
Nutrición y obesidad
Es habitual considerar a la obesidad como una epidemia del siglo XXI, aunque siempre ha acompañado al ser humano. El arte, de hecho, lo ha plasmado durante miles de años. Junto a esa pandemia, se encuentra también la desinformación, que ha crecido de forma exponencial debido a las redes sociales. La nutrición es una de las áreas que más la sufre, aunque esto tampoco es nuevo. Ya en la Inglaterra victoriana había anuncios de soluciones milagrosas contra la grasa. Esa preocupación por la obesidad ha sido una obsesión desde entonces. Y, como consecuencia, hemos buscado chivos expiatorios en la nutrición. Ahí tenemos a la mantequilla, los huevos, el pescado azul y tantos otros que luego resultaron ser inocentes. Ahora estamos en que una persona obesa lo es porque quiere. Pero eso no es exactamente así. Hoy sabemos que detrás de la obesidad también hay un componente genético.
Lo que comemos depende de la información que tenemos, pero también de cómo se producen los alimentos.
Otra cosa que sabemos es que el hecho de que el mundo engorde se debe al ambiente obesogénico en que nos movemos. Lo que comemos depende de la información que tenemos, pero también de cómo se producen los alimentos. Nuestra psicología también influye, lo mismo que la actividad física. Pero la nutrición también es un elemento muy importante que todavía no entendemos del todo bien. ¿Qué es una mala nutrición, qué es una buena? La respuesta no es sencilla. A pesar de toda la información que se le da al público, la obesidad sigue aumentando en el mundo. Ahora sabemos que esto se debe a que las recomendaciones a la población derivan de estudios basados en la media aritmética.
Nutrición personalizada
Un buen ejemplo es el estudio de Christopher Gardner, de la Universidad de Stanford, que duró un año. En él se puso a parte del grupo de análisis una dieta baja en grasa. A otra parte se le puso otra baja en hidratos de carbono. Al final del año los resultados medios mostraron que se podía afirmar que daba lo mismo una dieta que otra. Pero, al analizar los datos individuales, se vio que cada persona respondía de una manera diferente. Así, a unos individuos una dieta baja en grasa les subió el peso. A otros, en cambio, les funcionó muy bien. Lo mismo sucedió con la dieta baja en hidratos de carbono. Por tanto, se produce una gran variabilidad a nivel individual que no entendemos.
Ahí es donde entra la nutrición personalizada. Trata de entender lo que ocurre en cada uno de nosotros y predecir las respuestas de nuestro cuerpo. Se trata de que, si alguien sigue una dieta, ésta no resulte en un aumento de peso. Lo que se pretende es que, cuando se aconseja algo, se sepa de antemano que va a tener éxito.
Información y genética
Con la nutrición personalizada se recoge tanta información como sea posible acerca del individuo. Por medio de sensores reunimos datos sobre lo que come, lo que hace, su actividad física, su reacción fisiológica. Esos datos alimentan los ordenadores y la inteligencia artificial nos permite hacer recomendaciones personalizadas. En muchos casos, esas recomendaciones difieren de las generalizadas.
La genética es una variable a tener en cuenta. En un experimento desarrollado en una clínica de obesidad, se puso a un grupo de personas primero una dieta de 600 calorías diarias. Después, durante el resto del año, de 1.200 calorías. En algunos casos, el peso disminuyó, pero en otros no pasó nada. La diferencia estaba en un gen encargado de proteger la grasa que almacenamos en el tejido adiposo. Si se tiene ese gen, la dieta hipocalórica no va a funcionar. ¿Qué alternativa tenemos? En este caso la respuesta está en adaptar los hidratos de carbono de la dieta del individuo. En aquellas personas que eran resistentes a los cambios de calorías, sí funcionó una dieta rica en hidratos de carbono complejos. Este es un ejemplo de nutrición personalizada.
Cuánto y cuándo
No solo hay que ver lo que comemos, sino cuando lo comemos. Este es el campo de la crononutrición de precisión. La cronobiología es muy importante. Nuestro organismo se guía por los ritmos circadianos. Cada hora del día somos diferentes, también en las distintas estaciones del año. En el ser humano esto no se percibe tanto como en otras especies. Pero el hombre también se rige por las mismas normas de la naturaleza, que son las estaciones y la rotación de la Tierra. Si se consigue tener el ritmo circadiano bien sincronizado, eso es una ventaja en términos de salud metabólica. Si nuestros relojes biológicos se desincronizan, entonces acabamos con obesidad, diabetes, cáncer.
Esto se vio en el programa de otra investigadora, Martha Garaulet, basado en la dieta mediterránea. Después de veinte semanas, había sujetos a los que les iba mejor, a otros no tan bien y a otros peor. Lo que les afectaba no era lo que comían, sino cuando lo comían. Aquellos que lo hacían más tarde perdían menos peso. Ahora volvamos al gen del que hemos hablado antes. En los portadores del genotipo AA de este gen se ve la diferencia del tiempo. Los que comían tarde perdían poco peso, mientras que lo que lo hacían más pronto adelgazaban más.
La importancia del microbiota
El microbiota también influye en nuestra salud, pero nosotros influimos en nuestro microbiota. Es un círculo cerrado. Lo que comemos influye sobre nuestro microbiota, pero también nuestro microbiota influye sobre lo que comemos. El ejercicio y nuestra genética también influyen sobre la flora bacteriana. El factor más importante viene de nuestras madres. Cuando nacemos, si el parto es natural, nos inocula esas bacterias. En qué país vivimos, si lo hacemos en el medio rural o urbano, si tenemos animales de compañía, son factores que influyen también sobre nuestro microbiota. La edad también tiene un efecto importante.
Uno de los estudios más grandes sobre nutrición de precisión que se han hecho hasta ahora es el estudio Predict. Se hizo mediante la colaboración empresa-universidad, con el King’s Collegue, Stanford, Harvard, Tufts y una compañía de biotecnología e inteligencia artificial, ZOE, con sede en Londres. Respecto a ese microbiota, hemos conseguido identificar una serie de bacterias buenas y otras malas. Las buenas están asociadas a un buen control de los lípidos, del azúcar en la sangre, una menor inflamación y menos obesidad. También a un patrón de nutrición saludable, alimentos saludables de origen vegetal, grasas saludables de origen animal. Lo contrario ocurre con las bacterias malas. El objetivo es ver cómo a través de la dieta se pueden disminuir las bacterias malas y aumentar las buenas.
La nutrición del futuro
¿Cómo será la nutrición del futuro? Lo primero es hacer estudios con diferentes tipos de alimentos y generar muestras biológicas que se procesen con inteligencia artificial. En ese contexto se producirá una destilación de cuáles son los factores más importantes para el individuo. Esto se incorporará en los sensores personales. A partir de ahí, el profesional de la salud podrá llevar a cabo las recomendaciones de precisión.
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