¿Qué les preocupa a los bancos centrales? Cualquier manual de macroeconomía diría que solo tendrían que prestar atención a la inflación. Pero eso es tan solo letra impresa. La realidad, en cambio, puede ser mucho más rica y diversa. No es blanca ni negra, ni siquiera repleta de grises más o menos intensos. Es, más bien, una paleta cromática y los bancos centrales tienen que adaptarse al color que predomine en cada momento y lugar. Para comprobarlo, no hay más que ver lo que son, en estos momentos, los temas centrales para la Reserva Federal y el Banco Central Europeo.
La Reserva Federal y la política monetaria
La preocupación principal de la Reserva Federal es la normalización de la política monetaria en un contexto de desaceleración económica. Charles Evans, presidente de la Reserva Federal de Chicago, indica que los fundamentos económicos de Estados Unidos siguen siendo buenos. El problema es una inflación que sigue creciendo por debajo del 2% anual.
En ese escenario de crecimiento económico, la Reserva Federal inició la retirada de los estímulos monetarios y empezó a subir los tipos de interés. La cuestión era si ese proceso debía hacerse de forma gradual. También había que preguntarse hasta dónde tenían que subir los tipos de interés. Este punto es importante porque la revolución digital está reduciendo las presiones inflacionistas. Por ello, Evans consideraba que había que situar el tipo de interés cincuenta puntos básicos por encima del tipo de equilibrio. Esto no es una política monetaria muy restrictiva. La Reserva Federal empezó a hacerlo.
Incertidumbres y tipos de interés
En estas estaba la Fed cuando empezaron a asomar las incertidumbres asociadas con el comercio internacional. Este hecho afectó a las expectativas empresariales, por lo que las empresas empezaron a reducir su inversión. A causa de ello, y de que la inflación seguía por debajo del objetivo del 2%, la Fed decidió, a mediados de este año, proceder a recortar los tipos de interés. La política monetaria, de esta forma, pasó a tener un carácter ligeramente acomodaticio, situando el tipo de interés cincuenta puntos básicos por debajo del tipo de interés de equilibrio.
Este ajuste a mitad del ciclo económico se puede justificar de forma íntegra por los datos de inflación. A la Reserva Federal, por supuesto, le preocupan los vientos contrarios a la buena marcha de la economía. Lo que importa en este caso, sin embargo, es que la inflación se mantiene por debajo del objetivo del 2%. Esa es la verdadera preocupación.
El Banco Central Europeo y la política económica
En la zona euro, la inflación también sigue por debajo del objetivo del 2%. A pesar de ello, las preocupaciones del BCE son de otro carácter. Su vicepresidente, Luis de Guindos, explica que los datos económicos recientes apuntan a una debilidad más prolongada. Por esta razón, el Banco adoptó un paquete de medidas destinado a apoyar la expansión de la zona euro y promover la convergencia de las tasas de inflación con el objetivo del 2%. También cree necesario que los países con margen fiscal aumenten su gasto público para favorecer el crecimiento.
Desde la perspectiva del BCE, la política fiscal en estos momentos es solo ligeramente expansiva. El actual marco institucional, sin embargo, resulta insuficiente a la hora de generar el estímulo requerido.
Un presupuesto para la zona euro
A pesar de que estamos en una unión económica y monetaria, la política fiscal sigue siendo responsabilidad nacional. En el Pacto de Estabilidad hay reglas comunes de aplicación a los países. Las decisiones presupuestarias, sin embargo, las toman los gobiernos. Además, el Pacto de Estabilidad ha limitado la flexibilidad de la política fiscal. Tampoco se ha adaptado para incorporar elementos de estabilización de toda la zona euro porque las reglas fiscales se centran solamente en cuestiones nacionales.
Para superar esa situación, el BCE cree necesario un presupuesto para la zona euro. Ese presupuesto no interferiría con las políticas domésticas. Además, si se centra en la estabilización del conjunto de la zona euro, no afectaría al espacio fiscal nacional. Por el contrario, aportaría una capa adicional. Esto ayudaría a evitar recortes en capítulos de gasto que son vitales para el crecimiento a largo plazo. De esta forma, se conservaría el margen de actuación fiscal de cara al futuro. Además, apoyaría la estabilidad de los tipos de interés reales a largo plazo.
Unión fiscal y unión bancaria
Una unión fiscal de este tipo tendría que diseñarse cuidadosamente para evitar situaciones de riesgo moral. Pero debería tener potencia de fuego suficiente para poder contribuir de forma efectiva a la estabilización macroeconómica. Es decir, debe tener tamaño suficiente, o sea, recursos. Además, debe ser lo bastante ágil para reaccionar con rapidez a las amenazas que vayan surgiendo.
Ahora bien, la estabilización macroeconómica en la zona euro solo puede funcionar bien si otras características se diseñan de forma adecuada. Para ello, el BCE considera preciso completar la unión bancaria con un fondo europeo de garantía de depósitos. También cree que hay dotar de mayor respaldo fiscal al Mecanismo Único de Resolución. Y considera imperativo acelerar los avances hacia la unión de mercados de capitales. Esto implica alinear elementos fundamentales de las políticas nacionales, como los regímenes de tributación e insolvencia. Esos elementos son esenciales para integrar los aspectos legales de los mercados transfronterizos.
Así es que el BCE y la Reserva Federal son bancos centrales. Pero sus preocupaciones distan mucho de ser las mismas. Todo depende del color que predomine a uno u otro lado del Atlántico.
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