Desentrañar el secreto de la longevidad

Desde que el hombre es hombre, una de las aspiraciones constantes del ser humano ha sido la inmortalidad. Podemos verlo, por ejemplo, en la Grecia clásica con el mito de Titonio. El personaje era hijo de Laomedonte, rey de Troya, y dice la mitología que se trataba de un varón de belleza deslumbrante. Eos, la diosa del amanecer se enamoró perdidamente de él, por lo que le pidió a Zeus que le concediera el don de la inmortalidad para que la pareja pudiera estar siempre junta. El padre de los dioses accedió a la petición de su hija y le concedió a Titonio el don de la inmortalidad. Sin embargo, como Eos no había pedido también el don de la eterna juventud, Titonio envejeció, aunque no falleció. Así es que, desde los albores del hombre, el ser humano ha perseguido la inmortalidad. Y en los tiempos modernos esa persecución continúa, por ejemplo, en la novela Viejo muere el cisne, de Aldous Huxley, en la que aparece el deseo de prolongar la vida humana de forma indefinida a través de la ciencia. La cuestión es si podemos conseguirlo.

Lo cierto es que, con la llegada de la revolución industrial, se produjo un cambio importante en este sentido. Con el aumento de la productividad y con los avances científicos y tecnológicos, las condiciones de vida del ser humano mejoraron y su esperanza de vida se incrementó hasta el entorno de los 70-85 años, dependiendo de los países. Pero ir más allá requiere el concurso de la tecnología. En este sentido, Peter Diamandis, fundador y presidente ejecutivo de la XPrize Foundation, comenta que hay dos grupos de tecnologías que nos pueden ayudar a prolongar la vida.

El primer grupo lo constituyen las tecnologías que nos ayudan a mantenernos sanos hasta los 90 o 95 años, es decir, más allá de la esperanza media de vida actual. El punto de partida lo constituye el hecho de que nuestros cuerpos son excelentes cuando se trata de tapar enfermedades. Por eso, se están desarrollando sistemas para realizar diagnósticos avanzados mediante la digitalización del cuerpo entero. Esta digitalización nos informaría de si está pasando algo que debamos saber. Si la respuesta es positiva, la conclusión inmediata es la necesidad de empezar a tratar el problema. Entonces viene la siguiente cuestión, que es qué nos va a pasar y cómo podemos evitarlo, remediarlo o desacelerar el proceso. Lo bueno de esta tecnología es que nos permite actuar con tiempo y minimizar o eliminar el impacto de la enfermedad. Esta tecnología para la longevidad, estima Diamandis, nos permitiría llegar a los cien años.

El envejecimiento se produce por lo que se conoce como deriva epigenética, que no es otra cosa que ese proceso de apagado y encendido de genes que se va produciendo con la edad.

Después tenemos el segundo grupo de tecnologías, que son las relacionadas con la terapéutica para la longevidad. Estas tecnologías actúan sobre el genoma humano. Toda persona nace con un código genético que no cambia con la edad ni con el tiempo. Lo que cambia es que unos genes dejan de funcionar y otros, en cambio, se activan. De esta forma, el envejecimiento se produce por lo que se conoce como deriva epigenética, que no es otra cosa que ese proceso de apagado y encendido de genes que se va produciendo con la edad. Antes no podíamos hacer nada al respecto. Ahora, con la reprogramación epigenética total o parcial se puede revertir el proceso, comenta Diamandis. Esta tecnología va a empezar a ensayarse con seres humanos en 2026, así que el frenar el envejecimiento puede estar cerca.

En realidad, ya hay varios hitos al respecto. Uno de ellos tiene que ver con Peter Sinclair, de la Harvard Medical School. Sinclair tiene allí un laboratorio llamado Life Biosciences. En él se viene trabajando con la reprogramación genética en ratones y monos y ahora con seres humanos. Lo primero que están haciendo es una reprogramación en el ojo para tratar el glaucoma y el síndrome NOI. En un año, aproximadamente, sabremos si esta tecnología funciona o no, indica Diamandis.

También está Denis Hassabis, CEO de DeepMind Technologies, la inteligencia artificial de Google. El trabajo que está haciendo con la inteligencia artificial va a permitir curar todas las enfermedades de aquí a diez años, estima Diamandis. Así es que la tecnología para la longevidad va a avanzando, centrada en ir añadiendo años de vida al ser humano. Contamos con las herramientas para ello, por ejemplo, la nanotecnología para restaurar células. Pero vamos poco a poco y, por ahora, esas tecnologías se centran en aportarnos treinta años más de vida saludable.

Para ganar la batalla de la longevidad se precisan cuatro cosas: la nutrición, el ejercicio físico, el sueño y la actitud mental.

Para ganar la batalla de la longevidad se precisan, además, cuatro cosas fundamentales que cada uno de nosotros puede controlar, según Diamandis: la nutrición, el ejercicio físico, el sueño y la actitud mental. En materia de nutrición es fundamental reducir los hidratos de carbono porque inflaman las neuronas y el corazón. En cambio, debe aumentarse el consumo de verduras y de proteína. El ejercicio también resulta fundamental, en especial porque es preciso mantener la masa muscular, ya que, con la edad, se va perdiendo. El ejercicio, por tanto, debe convertirse en un hábito diario. El sueño, por su parte, es un elemento esencial por su carácter reparador del cerebro. El sueño profundo lo limpia de toxinas. Pero lo más importante para la longevidad, indica Diamandis, es la actitud mental. Se trata de ver que el futuro es mejor, porque los optimistas viven un 15% más. Todo ello contribuye a prolongar la vida y a conseguir años extra saludables.

La longevidad, por supuesto, implica que haya aspectos de la sociedad que vayan a cambiar necesariamente. Si pudiéramos vivir ciento cincuenta años, ¿cómo afectaría a la institución del matrimonio? ¿Y a las religiones, cuando muchas de ellas se basan en la idea de una vida después de la muerte? ¿Y con la jubilación? Porque la gente se jubila por obligación legal, pero podría seguir trabajando si tiene la energía y los contactos para poder hacerlo. Desde esta perspectiva, Diamandis estima que la mayor ventaja para cualquier país sería añadir veinte años de vida saludable a su población. Esto ayudaría a la economía porque disminuiría el gasto médico y, si se prolonga la vida laboral, también el gasto en pensiones públicas.

Si a la longevidad se unen la inteligencia artificial, las criptomonedas y otros avances tecnológicos, nos encontramos con un mundo muy distinto que está a la vuelta de la esquina. El problema, advierte Diamandis, es que la gente no está preparada para ello. A la gente no le gusta el cambio, pero tendrá que adaptarse le guste o no, porque ese cambio es inevitable. En este nuevo mundo se imponen la flexibilidad, las ganas de aprender. Con ello, la adaptación al nuevo contexto será más sencilla. Pero ¿podrá hacerlo todo el mundo?

Cualquier descubrimiento sobre longevidad va a poder ayudar a todo el planeta.

Una de las cuestiones relacionadas con todo ello es el coste para la gente de esas tecnologías de la longevidad. Hoy se percibe como prohibitivo para la inmensa mayoría de la sociedad. Parece, más bien, un lujo reservado para los ricos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, cuando surge una nueva tecnología, los ricos son los primeros en adquirirla, aunque no funciona del todo bien. Y cuando funciona bien, esa tecnología ya es muy barata y puede adquirirla todo el mundo, recuerda Diamandis. Así es que los millonarios van a ser los cobayas. El objetivo es que esas tecnologías sean accesibles para todos. Es posible porque todos los seres humanos tenemos la misma biología. Por tanto, cualquier descubrimiento sobre longevidad va a poder ayudar a todo el planeta.

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