Capitalismo y democracia, democracia y capitalismo, las dos partes de un binomio que se necesitan mutuamente. Ninguna de ellas puede sobrevivir sin la otra porque ambas se complementan y se limitan mutuamente. A esa asociación la denominamos capitalismo democrático y está en crisis. Martin Wolf, editor asociado de Economía y comentarista económico jefe del Financial Times, lo explica.
Los orígenes del capitalismo democrático
Estamos asistiendo a una recesión democrática. ¿De qué manera afecta esta situación al capitalismo? ¿Puede el capitalismo hacer algo para frenar el declive democrático? Para responder a esta cuestión es preciso remontarse a los orígenes del matrimonio entre la democracia y el mercado. En el año 1800 no había ninguna democracia en el mundo. Ningún país tenía un número suficiente de votantes, ni un auténtico proceso electoral que permitiera definirlo como democrático. Estados Unidos era una república, pero solo el 6% de los adultos tenía derecho al voto. Sin embargo, a lo largo del siglo XIX el censo electoral fue ampliándose en distintos países, al reducirse progresivamente el umbral de renta que daba derecho al voto. De esta forma, la democracia universal aflora paulatinamente en el suficiente número de naciones como para cambiar el mundo.
La apertura de la economía mundial, medida como comercio global sobre PIB, correlaciona con el avance de la democracia. Hay un cierto vínculo entre la democratización y el dinamismo y confianza en el mundo que insufla una economía liberal.
Capitalismo democrático y libertad
¿Por qué avanzamos hacia la democracia? La respuesta yace en la aparición del matrimonio entre la economía liberal y la política democrática. El capitalismo de mercado y la democracia son opuestos que se complementan. Ambos rechazan el estatus hereditario adscrito. Defienden la idea de que las personas tienen capacidad de decisión en asuntos importantes, en términos económicos y políticos, por sí y para sí mismos. El capitalismo democrático se sustenta sobre los ideales de trabajo, esfuerzo individual, recompensa al mérito e imperio de la ley.
En términos históricos, aunque con dificultad, el capitalismo ha conseguido la urbanización de la vida socioeconómica. También, una demanda creciente para una mano de obra más cualificada y mejor formada, así como oportunidades para políticas de suma positiva. Esas políticas son posibles gracias al crecimiento económico que tiene lugar. La democracia, como dice Aristóteles, se sustenta sobre la existencia de un grupo de ciudadanos independientes en el sentido económico. Por eso, el progreso económico es tan importante. Una sociedad completamente socialista será, inevitablemente, una dictadura. Sin la coordinación del mercado, el Estado es el encargado de asignar los recursos productivos, lo que le otorga demasiado poder. Los mercados, en cambio, protegen la política democrática de esta concentración excesiva de poder. Ahora bien, la política democrática también protege a los mercados de una excesiva concentración de la riqueza. Así, la democracia y la economía de mercado se complementan.
Tensión latente
Ambos, también, son opuestos. La economía de mercado tiende a ser global, cosmopolita, mientras que el Estado democrático, por definición, es territorial. La economía de mercado tiende a ser poco igualitaria (un dólar, un voto), mientras que la democracia es, en teoría, igualitaria (una persona, un voto). Por tanto, la tensión entre capitalismo y democracia puede resurgir. Si la economía no atiende los intereses de la mayoría, la sensación de soberanía compartida se debilita y provoca la aparición de demagogos populistas.
El populismo en sí no es malo, en tanto en cuanto adopte la forma de una hostilidad justificada contra las élites predatorias. Sin embargo, demasiado a menudo, se convierte en una hostilidad hacia el pluralismo de por sí, y el pluralismo es un elemento esencial para la democracia. Cuando sucede esto, la democracia se transforma en una dictadura plebiscitaria y, en última instancia, en una dictadura. En el otro extremo, la concentración de la riqueza puede llevar a la plutocracia porque la riqueza se va convirtiendo en poder. Todo esto pasa en nuestros países, más en concreto, en Estados Unidos. De hecho, es bastante probable que haya una autocracia depredadora y una plutocracia corrupta. En resumen, democracia y mercado están unidos entre sí, pero al igual que pasa con muchos matrimonios, éste también es difícil.
Desigualdad al alza
En las democracias de los países de renta alta, los aumentos de la desigualdad y el deterioro de las expectativas de la clase media, han erosionado los cimientos y la confianza en la democracia. El miedo a perder poder económico ha creado lo que se llama ansiedad por el estatus. Los propagandistas la han convertido en resentimiento racial y cultural, especialmente en sociedades diversas étnicamente. Este ejercicio identitario de la izquierda choca con el de la derecha y crea una gran escisión social que se convierte en la característica más importante de la política en muchos países.
¿Qué ha pasado para que esto suceda? Hay fenómenos económicos: la desindustrialización, la creciente desigualdad, la caída de la productividad. En el Reino Unido, la proporción de personas que trabaja en la industria se ha reducido en veinticinco puntos porcentuales, del 40% al 12%, aproximadamente. En España y Alemania también ha caído mucho. En Estados Unidos y Reino Unido se dan los niveles de desigualdad más altos entre las democracias de renta alta. Además, han conocido algunas de las políticas populistas de extrema derecha. Y no parece que sea por casualidad.
Deterioro de la productividad
Al mismo tiempo, se aprecia un empeoramiento drástico de la productividad por hora trabajada. Esa productividad determina la prosperidad en estos países. El crédito fácil disimuló estas tendencias, pero la situación estalló con la crisis financiera internacional. La dimensión de esta crisis o el rescate de los bancos y de los banqueros, convencieron a muchas personas de que las élites dirigentes eran incompetentes y corruptas.
El periodo siguiente a la crisis financiera ha sido también tremendo. En este sentido, en el año 2021, el PIB per cápita en España fue el 31% menor de lo que hubiera sido si la tendencia pre crisis financiera hubiera continuado. Otro país que está muy cerca de España es Italia. El Reino Unido también ha salido mal parado. El país que empeoró menos fue Alemania, que sobrevivió a la crisis financiera relativamente bien. En los últimos quince años hemos experimentado un cambio dramático y hemos pasado a que los niveles de renta se estanquen en todos estos países. El cambio hacia sectores y tecnologías intensivas en cualificación, la desindustrialización, la globalización, el auge de China, son factores a tener en cuenta.
Capitalismo rentista
También está la aparición del capitalismo rentista. Surge a causa de la reducción de la competencia, del aumento de los monopolios y del egoísmo desenfrenado de algunos ejecutivos, señala Martin Wolf. Esto ha erosionado la base tributaria. No es sorprendente que la población no crea en la política convencional.
¿En qué situación nos encontramos ahora? El capitalismo va a sobrevivir. La cuestión es qué tipo de capitalismo, el que Branko Milanovic llama capitalismo democrático o el que denomina capitalismo político o autoritario. Hay dos tipos de capitalismo autoritario. En la versión más común, el autócrata socava las democracias. Generalmente, empieza como un demagogo populista. El otro tipo es el capitalismo autoritario burocrático, como el sistema chino. El capitalismo democrático también sufre de las tendencias a la corrupción y al capitalismo clientelista. Estos fallos atañen tanto a la economía como a la legitimidad política. El capitalismo burocrático es un rival para el capitalismo democrático occidental. Aun así, las autocracias son y siguen siendo malos sistemas. No hay responsabilidades, no tienen debates abiertos y tienden al amiguismo desenfrenado y a la corrupción.
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