En el marco de su programa «Espacio Público», la Fundación Rafael del Pino encargó a Víctor Pérez-Díaz la convocatoria y la coordinación de una reunión en que pusieran sus ideas en común expertos en Europa, bien sea por su ocupación académica o investigadora, bien por un conocimiento más cercano, como empresarios o representantes de los trabajadores. La reunión se celebró no en noviembre de 2018, en la sede de la Fundación, bajo su liderazgo.
Pérez-Díaz menciona que lo primero es darnos cuenta de que el relato habitual que subyace en el debate tiende a ser uno de (muy) corta duración. Insiste en la fundación de una Europa políticamente más o menos unida que arranca de la experiencia de las dos guerras civiles europeas del siglo XX, en particular de la II Gran Guerra. Un trauma, de conflictos por superar. Luego vendría un período relativamente largo y bastante exitoso en términos de paz, estabilidad política, prosperidad e influencia en el mundo. De modo que el relato combina un mal recuerdo de guerras europeas, que a su modo nos une, con un buen recuerdo de post-guerra, que también nos une, de otra forma. Post-guerra en la que las distancias entre demo-cristianos, liberales, conservadores, social-demócratas no son tan grandes; en realidad acaban siendo, más bien, relativamente pequeñas. Y todo esto nos aboca a la caída del muro, y a ser testigos del fracaso de la alternativa, de la Europa del Este. Y al llamado fin de la historia.
El debate sobre qué hacer en estas circunstancias tiende a plantearse entre dos bandos bastante hostiles entre sí, de globalistas y de nacionalistas o localistas; y aquí es donde se van alternando y sucediendo las críticas a un globalismo de establishment con poca capacidad de liderazgo, y a diversos populismos con su exceso de demagogia. Pero también a unos medios de comunicación que no facilitan apenas el debate, y a unas élites culturales que tampoco proporcionan un relato convincente.
Pérez-Díaz apunta que puede ocurrir que, si bien la idea de la Europa unida parecía responder con eficacia a los grandes retos de los siglos XIX y XX, planteados en términos de grandes conflictos entre las naciones europeas, no está claro que esa idea responda tan bien a los retos del siglo XXI, que se plantean en términos más complejos; e incluso de manera confusa, y así se habla de identidades, seguridad económica, desigualdad, revoluciones tecnológicas sin pausa, clima que cambia… Y no se sabe muy bien lo que la «idea de Europa» aporta para responder a este conjunto de preguntas.