Metrópolis: el futuro ya es presente

El presente es urbano. Por primera vez en la historia hay más gente en el mundo que vive en ciudades que en el medio rural. La población, además, tiende a concentrarse cada vez más en grandes metrópolis en los cinco continentes. Este es un gran cambio socioeconómico que viene teniendo lugar desde la década de los ochenta. Un cambio que conlleva grandes oportunidades, así como desafíos cada vez más complejos. Lo explican Ana Ariño, directora de estrategia corporativa de Acciona y exvicepresidenta de estrategia en la New York City Economic Development Corporation; Diego Puga, catedrático de Economía en CEMFI y miembro del Consejo Asesor de Asuntos Económicos del Gobierno de España; y Diego Soroa, cofundador y CEO de rise.works y cuantics.com, con motivo de la presentación de un monográfico de la revista ICE sobre esta temática.

La metrópolis como motor del crecimiento

Las metrópolis son los grandes motores del crecimiento económico. Son los motores de la innovación y la producción, pero también de la desigualdad. Ese es uno de los grandes retos al que se enfrentan, explica Ana Ariño. Otro de ellos es el de la sostenibilidad. Las ciudades generan el 75% de las emisiones de CO2, fundamentalmente los edificios y el transporte. Estos son retos muy complejos que los núcleos urbanos tienen que gestionar junto con su día a día. Y tienen que hacerlo, además, anticipándose al futuro. Pero no siempre cuentan ni con más presupuesto, ni con más flexibilidad para actuar.

¿Cuáles son las metrópolis que tienen éxito? Según Diego Puga, aquellas que se reinventan una y otra vez.

En este contexto ¿cuáles son las metrópolis que tienen éxito? Según Diego Puga, aquellas que se reinventan una y otra vez. Por ello, es preciso incorporar perspectivas diversas, aprender de las experiencias de éxito y asumir riesgos, añade Diego Soroa. En estos momentos de cambio exponencial, esa capacidad de anticiparse al futuro es especialmente importante para evitar que ese futuro no sea como queremos. Las que no apuesten por ello, quedarán rezagadas en relación con las ciudades con las que compiten. Sin esa visión, advierte Ariño, los motores de las ciudades no pueden funcionar de forma efectiva.

La metrópolis que queremos

Las ciudades son entornos con gran variedad de individuos que conviven e interaccionan en espacios compactos, recuerda Puga. Esto tiene efectos positivos y negativos. Entre los positivos están la frecuencia y variedad de las interacciones cara a cara. O que se facilita la transmisión de información y la generación de nuevas ideas. Los negativos van desde la congestión del tráfico a la contaminación. La metrópolis que queremos imaginar es la que promueve los beneficios de la densidad tratando de mitigar los inconvenientes.

La pandemia, sigue Puga, nos ha obligado a experimentar con medidas que nos hubiera costado más atrevernos a aplicar. Por ejemplo, hemos permitido que las aceras le ganen espacio al asfalto, que los peatones se lo ganen a los coches. Con esto, hemos visto que las ciudades se vuelven más agradables. Para poder mantenerlo a medio y largo plazo hay que ser imaginativos acerca de las características que queremos que tengan las metrópolis. También sobre cómo conseguirlo.

Nuevas tendencias

Una de las lecciones que se extraen de la pandemia es que se puede trabajar de forma remota, indica Soroa. Esto ha obligado a imaginar lo que podría ser nuestra rutina. Ahora estamos al principio de la curva de las tecnologías de la no movilidad, como la de las videoconferencias. Son tecnologías que empezamos a utilizar hace poco más de dos años y ahora son parte del día a día. Y todavía estamos al principio.

¿Van a mantenerse esas tendencias o van a revertirse?, se pregunta Ana Ariño. En EEUU, el porcentaje de trabajos en remoto sobre el total de los que se anuncian se ha multiplicado por tres. Ha pasado del 2% al 6%. Es un incremento muy grande. Ahora bien, sigue siendo un porcentaje muy pequeño del total de trabajos que pueden hacerse en remoto al cien por cien. Empresas como Google están diciendo ahora que basta con estar dos o tres días a la semana en la oficina. Esto es un cambio importante que puede tener un gran impacto en la distribución del lugar de residencia de la gente en el área metropolitana. Pero no tan grande como para que decida irse a vivir a otro sitio mucho más alejado. Esto abre oportunidades a las ciudades de tamaño medio.

Modelo híbrido

Teletrabajar puede hacer que parezca que el día cunde más. Pero, a medio plazo, eso provoca la pérdida de las interacciones no planeadas de las que surge la innovación. A corto plazo puede que no caiga la productividad. Incluso, podría aumentar. Pero a medio plazo se resiente, tanto a nivel individual como de empresa. Por tanto, estima Puga, lo más habitual va a ser un modo híbrido, con dos o tres días de trabajo en casa y otros dos o tres en la oficina. Esto va a cambiar la importancia de vivir cerca del lugar de trabajo. Habrá personas que opten por hacerlo en las afueras, cerca de la naturaleza. Otros, en cambio, optarán por lugares más céntricos, con más oportunidades de ocio, con más vida. Esto va a cambiar el equilibrio dentro de las ciudades. Y también entre ellas, siendo las ganadoras las que cuenten con características más atractivas.

Durante la pandemia, las grandes tecnológicas de Nueva York han confirmado que el trabajo presencial sigue siendo una parte central de su estrategia. Para Ariño, esa experiencia sugiere que, si hay intención, dedicación y coordinación de los agentes y recursos, una ciudad puede crear un ecosistema de empresas tecnológicas. Nueva York apostó muy fuerte por atraer talento, por hacer de la ciudad un sitio con mucha calidad de vida y más amable para vivir. Hizo una serie de intervenciones urbanísticas para diferenciarse de otras ciudades. Intentó reducir el coste de la vivienda. Creó parques para los ciudadanos. Se apoyó mucho en sus fortalezas, en el tejido industrial que ya tenía, para crear un sistema de innovación en torno a ellas. Se apoyó en su carácter internacional, en que es una ciudad muy abierta a la inmigración, que es una ventaja que tiene sobre Silicon Valley.

Metrópolis e innovación

En España, sigue Ariño, se podría hacer lo mismo. La metrópolis de Madrid ya aparece en el top 6 de los ecosistemas de innovación emergentes. También aparecen bien situadas Barcelona, Málaga, la zona de Bilbao. Ahora hay una oportunidad con los fondos europeos, con políticas públicas que parecen favorables, como la ley de startups. España tiene que apoyarse en sus fortalezas e intentar ser muy creativa en la atracción de talento, que es por lo que las ciudades compiten.

De hecho, España tiene una oportunidad excepcional de atraer talento precisamente por la oportunidad de poder trabajar en remoto. Según Soroa, la gente prefiere estar en un contexto cultural y climatológico que es más amable. Luego está la posibilidad de atraer inversiones atractivas o proyectos audaces. Ahí tenemos una oportunidad si podemos marcar la diferencia a nivel regulatorio y legislativo. Las ciudades pueden posicionarse como marcas para competir en el panorama internacional. Algunas ya lo están haciendo sin complejos, con planteamientos audaces y radicales.

Atraer talento

Hay otros aspectos, sin embargo, en los que la situación para España es más complicada, advierte Puga. Para atraer talento, Nueva York cuenta con un sistema de universidades excelentes. En España venimos de un contexto histórico en el que teníamos un déficit de formación universitaria. Hemos cubierto ese déficit en términos de cantidad, pero no de calidad. Hay, incluso, una cierta reticencia a hablar de excelencia o de diferenciación entre universidades cuando en otros países se habla de ello.

Hemos querido garantizar la igualdad de oportunidades promocionando la uniformidad, pero esto no permite promover la excelencia de las universidades. Es más efectivo un sistema en el que las universidades se diferencien, dando más recursos a quien alcance esa excelencia. También lo es tener un sistema público de becas generoso que permita a los estudiantes estudiar en las mejores universidades, con independencia de donde vengan. Hay cada vez más departamentos universitarios españoles que son excelentes a nivel internacional, pero lo son a pesar del sistema.

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